lunes, 9 de mayo de 2011

Domingo de Ramos

Una muy breve reflexión: creo que en este día se nos invita a poner especialmente la atención y la mirada en Jesús. Comenzamos en el fondo del templo escuchando cómo la gente con alegría, con jubilo alabando a Dios entraba a Jerusalén y como lo acompañaban en esos primeros momentos. Sin embargo esa entrada a Jerusalén tenía un significado profundo en Jesús: no es que entraba a Jerusalén porque quería conocer la ciudad o hacer un city-tour, sino que quería entrar en el corazón de cada una de esas personas que estaban allí. Eso fue lo que buscó durante toda su vida, eso fue lo que buscó de una manera especial, anunciando, proclamando, poniendo distintos gestos. Sin embargo los acontecimientos se van a ir sucediendo como todos conocemos y como acabamos de escuchar en este relato de la pasión, donde vamos a empezar a escuchar distintas posturas frente a Jesús, distintas maneras de relacionarse con Él: personas que lo trataron con indiferencia, personas que lo entregaron, personas que no lo siguieron, personas que dijeron que iban a dar la vida y después no pudieron, y personas que siguieron caminando con Él. Cada uno de ellos tuvo que ir descubriendo a lo largo de los acontecimientos qué iba a ser, porque no bastaba con esa primera pregunta de “quién es este”, y todos decíamos “si, es Jesús el de Nazareth, el profeta” pero tenían que hacer un camino en el corazón, como tenemos que hacer nosotros con cada uno de las otras personas como muchas veces hablamos:, no basta con conocerla con una primera impresión, que puede ser muy buena o muy mala o como fuera, uno tiene que hacer camino con el otro, y uno tiene que hacer camino con Jesús, y la única manera de terminar descubriendo quién es, es terminando todo ese recorrido. El que hace esa profesión de Jesús es el que estuvo hasta el final, ese centurión que dice “verdaderamente este era el Hijo de Dios”. A nosotros se nos invita a hacer todo el camino, a hacer toda esa profesión, a no cortarla en la mitad, sino a descubrir qué es lo que Jesús nos quiere invitar a vivir en cada momento.

Como les decía Jesús entra en Jerusalén porque quiere entrar en nuestras vidas, y de una manera especial hoy lo celebramos acá porque Jesús quiere volver a entrar en nuestros corazones, en nuestras vidas. Quiere ser parte nuestro, quiere transformar, quiere que encontremos aquello que necesitamos. En algunos momentos lo sentiremos más presente, en otros no. En algunos momentos lo viviremos con alegría, en otro momento con tristeza. En algún momento tendremos mucho para agradecerle, en otro momento nos enojaremos, tendremos alguna bronca, le recriminaremos algo, pero todo eso es parte del camino, y tenemos que animarnos a terminarlo. Jesús también sufre y le cuesta: “si es posible que no pase de mi este cáliz”, pero se anima a ir hasta al final, hasta dar la vida. Hoy nos invita a nosotros, en especial esta semana santa, a hacer lo mismo: a caminar con Él, a acompañarlo y a dejarnos acompañar en este tiempo.

Pidámosle entonces hoy a Jesús, aquel que quiere entrar a nuestros corazones, que le abramos nuestras vidas de par en par, que lo dejemos transformar con él, y que transformados por Él como los discípulos, nos animemos a responderle a los demás quién es este hombre.

Primera Lectura: Isaias 50, 4-7

Salmo: 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24

Segunda Lectura: Filipenses 2, 6-11

Evangelio: Mateo 26, 14-27. 66

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