lunes, 9 de mayo de 2011

Homilia: "Hemos visto al Señor" Domingo II de Pascua

Hay una historia que cuenta que había un gran maestro, sabio que vivía hermiticamente, es decir en las afueras, en soledad y un joven que tenia muchas ganas de realizar varios de los sueños que había pensado en su vida dijo: “Voy a hablar con este hombre, con este maestro para que me diga qué es lo que tengo que hacer para poder lograrlos, para poder llevarlos adelante”. Entonces se fue caminando, lo buscó, hasta que lo encontró, se presentó, y le dijo: “Maestro vengo a hacerle una pregunta: ¿qué es lo que tengo que hacer para lograr lo que yo quiero en la vida?”. El maestro se quedó en silencio, el joven pensó que estaría meditando o estaría buscando que quiere responderle… pasó el rato y no le contestó nada, el joven vuelve a preguntarle, y siguió como los chicos, empezó a preguntarle una y otra vez, pero el maestro no le respondió nada. Por eso se fue medio decepcionado pero, al otro día volvió a tomar fuerza y dijo “vamos a insistir, voy a volver a ir”, fue de nuevo a donde estaba el maestro y le volvió a preguntar: “¿Qué es lo que tengo que hacer para lograr lo que quiero en la vida?”. Nuevamente encontró un silencio, la repitió algunas veces más pero se dio cuenta de que eso no avanzaba, y volvió hacia su casa. Pero volvió a tomar valor y por tercera vez volvió a irle a preguntar al maestro: “¿Qué es lo que tengo que hacer para lograr lo que quiero en la vida?”. Entonces el maestro esta vez si le empezó a contestar y le dijo: “Acompáñame”. Se fueron caminando un largo trecho, el joven esperaba que le dijera algo pero no fue así, llegaron a un río que atravesaba por ahí y le dijo: “acompáñame, nos vamos a meter en el río”. Lo llevo en el río hasta una altura bastante prudente y le dijo: “Ahora metete todo el cuerpo adentro del agua”. Este joven metió todo su cuerpo adentro del agua y el maestro lo empezó a sostener abajo. El joven pensó que era un chiste pero el tiempo empezó a seguir, el joven quería empezar a respirar, empezó a luchar para salir, el maestro no lo dejaba hasta que después de un rato y un buen susto para este joven, lo dejó salir del agua. Y el joven no entendía, le dijo: “¿Qué es lo que estas haciendo?”, “Enseñándote” le dijo el maestro, “¿Qué es lo que tenes que hacer para lograr lo que queres en la vida? Lo mismo que hiciste recién: animarte a pelear, a luchar, a insistir por aquello que queres, por aquello que deseas en el corazón sin bajar los brazos”.

Y creo que con las dos respuestas le enseñó lo mismo: primero buscando que esta persona insista en preguntar aquello que estaba buscando, y segundo que luche por lo que es central en la vida.

Y creo que la enseñanza de la pascua es volver a lo central, volver a lo esencial de nuestra vida. ¿Qué es lo que hizo Jesús por nosotros? En el fondo ir a lo central. Desde que empezó la historia de Dios, podríamos decir con Abraham que es cómo puedo hacer para formar un pueblo, para formar una familia, para formar lo más natural que tenemos en la vida, y fue buscando el camino y vaya si le costó porque fue intentando, el pueblo iba para adelante, iba para atrás. Y entonces Dios envía a su propio Hijo, Jesús, y dijo que ahora si vamos a poder formar una familia, pero también le costó con los discípulos que a veces entendían, a veces no entendían, a veces se peleaban entre ellos, a veces le discutían a Jesús, y después de dar la vida sigue insistiendo por lo mismo: se vuelve a aparecer para volverlos a formar, como comunidad, como familia, con la dificultad que esto tiene, con la dificultad que tienen todas las familias. Cada uno de nosotros podría pensar en su familia, ¿es fácil vivir en familia? ¿sale todo de un día para el otro o tenemos que poner lo mejor que podemos, tenemos que luchar, tenemos que acompañarnos, tenemos que escuchar? Cuesta formar una familia, cuesta poder vivirlo día a día, ¿y por qué va a ser esto diferente en la familia de Jesús?

Muchas veces una de las criticas que recibimos como cristianos es que no somos Jesús, y vaya novedad… No, no somos Jesús, eso es claro, no somos iguales a Él. Somos parte de ese cuerpo que como familia quiere crecer como comunidad y quiere dar testimonio de Él, pero obviamente terminamos lejos, y si los que estamos esperando o lo que el otro esta esperando es que nosotros seamos Jesús, se equivoco de quien tiene que mirar. Somos los que caminamos siguiendo a Jesús, somos los que intentamos vivir como familia lo que el nos dice. Seria como pedirle a cualquier familia que sea como por ejemplo ‘la familia Ingals’ (para los mas grandes, si no los mas chicos pregúntenle a sus padres quiénes eran), pero no existe. Si uno esperaba que su familia fuera la familia Ingals, no es así, y tenemos que aprender a descubrir cuál es nuestra realidad y cómo tenemos que crecer, y para eso qué estamos dispuestos a poner y luchar porque a veces creemos que las cosas van a salir fáciles en la vida, y generalmente por no decir siempre las cosas no son fáciles. Si uno quiere formar una buena familia uno tiene que trabajar y poner todo y cada uno de la familia, algo para que eso sea así. Si uno quiere estudiar, recibirse, tener buenas notas, tiene que hacer lo mismo, no va a caer por obra del Espíritu Santo, tengo que poner de mi, y así en cada cosa que yo quiero hacer.

Una de las cosas que más me gusta es ir preguntando a los novios que se casan: qué es lo que quieren, qué es lo que buscan. Y cuando charlamos de que el matrimonio es indisoluble más allá de las dificultades que puedan aparecer en el camino, les pregunto con qué deseo se casa cada uno en el corazón. Como alguna vez les dije: “Si el otro me dijese ‘yo me caso con vos por 2 años, para ver, o por 5’, ¿se casarían?”, a lo que todos responden que no, lo que yo espero es que el otro se me entregue, que el otro se me de. Entonces la siguiente pregunta es: ¿Qué están dispuestos a aportar ustedes? ¿Cuáles son los dones que ustedes creen que tienen para aportar en este matrimonio? Entonces empiezan a contar eso… y después les pregunto cuáles son los dones que ustedes encuentran que el otro los ayuda a ustedes, los hace crecer. Y por último les digo: “esto es un camino para toda la vida, eso es lo que tengo que hacer continuamente: poner mis dones, recibir los dones del otro, para poder crecer”. Y esto es así en todos los vínculos, no solo en el vinculo matrimonial, en un vinculo de amistad, ¿qué estoy dispuesto a dar? ¿hasta dónde estoy dispuesto a luchar por esta amistad? En una familia, ¿qué estoy dispuesto a dar por mi familia? Porque a veces nos cuesta, podemos estar pasando un momento difícil, y no es solo esperar de los demás, sino que es en qué yo puedo poner para crecer todos, llevar un ambiente más sano, mejor. O en mi colegio, en mi trabajo, ¿qué es lo que yo quiero poner al servicio del otro? Porque es la única manera de crecer en la vida.

Y esto es lo que veíamos en el video. Muchas veces estamos pensando qué es lo que quiero, pero no qué es lo que hoy pongo para eso, qué es lo que estoy dispuesto a ofrecer para eso. Porque Jesús también tenía un deseo muy grande, que era dar vida, pero hasta el final. Tuvo que recorrer todo el camino, y que a la vez tuvo que ir creciendo más en esa entrega. Y nosotros es igual: tenemos que descubrir qué es lo queremos aportar, poner al servicio de los demás y saber que de esa manera, en ese camino tenemos que ir creciendo. Y por eso día a día tenemos que aportar ese servicio, esa alegría, ese luchar, apenarnos, tener que volver a levantarnos, pedir perdón, poniendo siempre aquello que puedo, aquello que se me regaló.

Esto es lo que hace Jesús hoy. Jesús se aparece por primera vez a sus discípulos. Y lo que le trae son dones: cuando estaban con miedo, les trae paz, pero una paz distinta de lo que nosotros conocemos, de que estén tranquilos, de que no pase nada, no, la paz en hebreo, ‘shalom’, era algo mucho más profundo, era que tengas un bienestar, que logres lo que quedes en la vida, que estés bien, que estés bien en tu grupo familiar, con tus amigos, eso es lo que les desea Jesús. Y después la paz les trae alegría: se alegran porque ven al resucitado, se alegran porque ven a Jesús. Y por último les regala al Espíritu Santo, para que ese espíritu les de fuerza para poder caminar, les de fuerza para poder anunciar, y recién ahí después de que les da dones para que ellos lo puedan vivir, los envía: “Como el Padre me envió, yo también los envío”. Muy lindo este lema, y para los que estuvieron el viernes en la ordenación episcopal de Miguel Ángel D’annibale, eligió este lema, que es nuestro lema diocesano, en la asamblea del 2009 elegimos: “Como el Padre me envió, yo también los envío”, porque eso es lo que hace la Pascua, la Pascua envía. La Pascua por definición nos manda, nos hace misioneros, nos hace adultos en la fe. Quedarse muchas veces es lo que nos pasa hoy en día, y creo que a veces es una piedad o una fe intimista, individualista, mía con Jesús, es semi infantil en la fe, adolescentes hasta ahí. Hasta que no me animo a ser enviado no crezco en la fe, y los discípulos crecieron en la fe cuando vivieron la Pascua, y ahí los envió: “Ahora si vayan y den testimonio, ahora si vayan y anuncien. Ese es el trabajo de ustedes como cristianos, hasta hoy estuvieron aprendiendo, ahora vayan a donde les toque con los dones que yo les di”. Lo mismo nos dice a nosotros: que con los dones que nos dio vayamos anunciando, que hagamos Pascua nosotros y que la vivamos.

Hoy estamos celebrando el día del celebrador, el 1 de mayo, y ahí también se nos envía a dar testimonio en lo que nos toca: los que somos más grande en nuestro trabajo, los que son más jóvenes en el colegio, en los lugares donde están, y es cómo puedo dar testimonio acá, cómo puedo vivir el Evangelio y los valores en mi empresa, en el colegio, en mi universidad, ese es el trabajo de cristianos. En lo que tiene que ver más con el ambiente de trabajo es cómo puedo hacer un ambiente sano, como puedo luchar por la dignidad de los trabajadores, porque todos tengan trabajo, porque se realicen a través del trabajo.

Hoy temprano beatificaron a Juan Pablo II, los que se levantaron hoy a la mañana pudieron verlo, y se esta por cumplir 30 años de una Encíclica que el escribió que habla del trabajo, y que habla del trabajo como misión de los cristianos: la misión de los cristianos es transformar los ámbitos de trabajo para que ahí podamos vivir el Evangelio.

Animémonos a vivir eso, lo que nos invitó Juan Pablo, lo que nos invitó Jesús, transformar aquello que nos toca. Eso es vivir la Pascua, eso es poder decir como los discípulos: “Hemos visto al Señor”. Y como hemos visto al Señor, de diversas formas en nuestra vida queremos anunciarlo.

Sintámonos entonces enviados por Jesús. Descubramos a este Jesús que nos sale al encuentro, que nos regala sus dones y que nos envía a ser testigos de su Pascua, de su Resurrección.


Primera Lectura: Hechos 2, 42-47

Salmo: 117, 1 y14-15. 16-18. 19-21

Segunda Lectura: 1 Pedro 1, 3-9

Evangelio: Juan 20, 19-31

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