lunes, 9 de mayo de 2011

Homilia: "Jesús siguió caminando con ellos" Domingo III de Pascua

El ultimo verano estábamos misionando con un grupo de jóvenes grande de la comunidad y los últimos días yo me pasaba haciendo bendiciones de casas, de lugares, y uno de los chicos que creo que esta por acá me dice que faltaba bendecir un negocio, y nos fuimos a bendecir este negocio y había una señora que estaba embarazada que también quería que la bendiga. Cuando llegamos y bendije ese negocio nos dimos cuenta que la señora no estaba, y nos dicen: “Lo que pasa es que anda con problemas en su embarazo entonces esta de reposo ahora en su casa”, entonces no es tan difícil llegar en el pueblo, preguntamos dónde era la casa y nos fuimos para ahí. Llegamos a la casa y si, la chica estaba con algunos problemas en el embarazo, venía medio complicada la cosa, le habían dado algunas inyecciones y quería una bendición para quedarse tranquila y segura de que todo iba a salir bien, el problema era que el que no estaba muy tranquilo y seguro era yo que tenía que darle la bendición, y uno lo primero que piensa es “qué va a pensar el día de mañana si pasa algo”, entonces el primero que tiene que hacer un proceso muchas veces en el corazón es uno mismo, y lo primero que me resonaba en la cabeza era esta frase de “Hombre de poca fe”, ¿por qué nos cuesta tanto creer en estos signos y en estas cosas de Dios? Así que tomando un poco de fuerza, de valentía y mas que eso de confianza en Dios y de abandonar las cosas en Dios, hice como un ‘up grade’ porque le dije: “Quédate tranquila, te voy a dar la bendición y el año que viene cuando venga la vamos a bautizar”.

Este chico después me preguntó cómo te animaste a decir esto, lo que yo tampoco sabia mucho pero pensaba cómo muchas veces nos termina ganando la incredulidad, hay cosas que nos cuesta del testimonio nuestro que tenemos que dar de Jesús, y muchas veces el testimonio del otro que tiene que dar de Jesús.

Me acuerdo cuando me estaba por ordenar en el retiro de ordenación sacerdotal vino uno de los sacerdotes a predicarnos que se iban turnando, y nos dijo que el primer problema de fe lo íbamos a tener nosotros, porque a partir de este fin de semana ustedes van a celebrar misa, van a confesar, van a bendecir, van a hacer un montón de cosas en los que la gente va a creer y ustedes no tanto porque van a empezar a creer en que pueden consagrar, en que pueden confesar, en que pueden hacer un montón de cosas, y ese salto en la fe les va a costar tiempo, mucho menos que lo que le cuesta a la gente que esta delante de ustedes. Y eso es un continuo camino, desde mi experiencia personal, que todos nosotros vamos haciendo en la vida porque en la vida, como en la fe, para poder crecer tenemos que dar saltos y tenemos que animarnos a soltar nuestras seguridades, a lanzarnos hacia delante y eso nos hace vulnerables, eso nos crea una incertidumbre muchas veces en el corazón, y por eso nos cuesta. Casi por naturaleza tendemos a querer controlar las cosas y no a soltarlas, y cuando las tenemos que soltar, y cuando no las vemos tan claras, tendemos a dudar, tendemos a preguntarnos qué es lo que esta pasando acá.

Y creo que un claro ejemplo de lo que es un proceso y un camino en la fe es este texto tan conocido de los discípulos de Emaus que pasan por cambios en ese camino que van haciendo hacía Jesús: primero con un gran entusiasmo de haber encontrado a Jesús, aquel que colmaba sus expectativas, sus deseos, las promesas que ellos tenían, pero que de pronto eso se acaba súbitamente, bruscamente y no encuentran respuestas a sus preguntas más profundas y es por eso que tienden a querer volver, y no alcanza lo que otro les dice en ese momento, porque dicen que unas mujeres se les acercaron, que los discípulos fueron pero ‘no entienden qué es lo que estaba pasando ahí’. El mismo Jesús les había dicho cosas, y en ese camino no entienden qué es lo que esta pasando y no terminan de confiar en el otro que les está diciendo algo. Y por si eso fuera poco en ese querer volver, Jesús se pone a su lado, camino con ellos y ellos enfrascados, metidos en sus problemas no se dan cuenta de quién esta caminando con ellos, y Jesús habla, les cuenta, les dice un montón de cosas, les explica las escrituras, y no se dan cuenta de que es Él. Tal es así que después se van a preguntar “¿Cómo no ardían nuestras corazones cuando Jesús nos hablaba? ¿Cómo no nos dimos cuenta de que pasaba esto, de que Jesús estaba acá?”. Sin embargo va a haber un momento de lucidez que va a ser al partir el pan. No sabemos por qué, ¿por qué eso y no lo otro? Uno puede haber dicho “y si, lo reconocieron al partir el pan porque Jesús partió el pan con ellos antes, ¿pero acaso nunca les habló?”. ¿Por qué lo reconocen ahí? No se, es un misterio, y es el proceso y el camino que Jesús tuvo que hacer con ellos para que ellos en ese momento lo reconocieran y a partir de ahí se animaron a volver, a volver a anunciarlo, a volver a tener alegría, a querer compartirlo con los demás, a contar lo que les estaba pasando.

Y esto nos ocurre también a nosotros en nuestro camino de fe. En general tenemos algún momento así donde nos encontramos con Jesús de una manera especial, fuerte, en que lo seguimos, en que lo sentimos de una manera profunda, en que arde nuestro corazón de esa presencia de Jesús y que tenemos muchas ganas de seguirlo, de dar la vida por Él, de hacer un montón de cosas, nos entusiasmamos, pero generalmente a ese proceso fuerte (que puede ser mas largo o mas corto) muchas veces viene un proceso donde nos cuesta seguir a Jesús, donde no encontramos respuestas, preguntas, donde no lo vemos presente de la misma forma, la misma manera, y ahí nos empiezan a aparecer como un montón de cuestionamientos, de dudas en el corazón: ¿habrá sido real lo que viví, lo que pensé? ¿será esto posible? ¿Jesús se hace presente realmente? ¿vale la pena vivirlo o no? ¿qué me aporta a mi vida? Y empiezan a aparecernos un montón de dudas y muchas veces un montón de alejamientos frente a esas dudas de Jesús. Y los que somos un poco más grandes tenemos la experiencia de que, como en la vida, muchas veces somos como ciclotímicos en la fe: nos acercamos, nos alejamos, nos volvemos a acercar, lo volvemos a descubrir presente, y en algún momento nos preguntamos: ¿cómo no me di cuenta de que Jesús estaba acá? ¿cómo no me di cuenta que caminaba conmigo? ¿cómo no me di cuenta que me acompañó en esto, que estuvo presente acá? O a veces nos surge la pregunta frente a los demás: ¿por qué el otro vibra con esto? ¿por qué al otro le pasa esto? ¿por qué el otro siente esto? Y tenemos que ir haciendo un camino, un proceso en el corazón para que Jesús de alguna manera se vuelva a hacer presente en nosotros, y hay veces donde vuelve a aparecer esto. A veces porque tenemos un signo fuerte de la presencia de Jesús, a veces porque de casualidad hacemos algún retiro, escuchamos algo, a veces porque Jesús se hace signo a través de nosotros, a mi me pasa a veces cuando acompaño la catequesis familiar y los padres me dicen “tuve que acompañar esta catequesis y ahí me acerqué” o “alguien me invitó”, y a partir de eso uno dice “acá pasó algo, acá me volví a encontrar con Jesús, y el otro es signo de esa presencia para mi”, y de a poco vuelven a surgir esas ganas en el corazón de anunciarlo… Todos tenemos nuestro camino y nuestro proceso, y creo que lo lindo de este texto es ver cómo todo eso es parte de un camino hacia Dios.

Yo no se si era necesario que vuelvan a Emaus para encontrar con Jesús, lo que si se es que tenían que hacerlo, que era lo que en ese momento sentía su corazón, pero que también en ese momento Jesús los seguía buscando, seguía caminando con ellos, y seguía invitándolos a acercarse a Él, que lo mismo hace con nosotros. Y creo que de alguna manera esto nos renueva la esperanza y nos quita la angustia, porque muchas veces decimos ¿qué es lo que va a pasar el día de mañana? ¿tendré fe o no tendré fe? ¿me costará o no me costará? Y tendré que vivir lo que toque en ese momento pero con la certeza de que Dios está y de que me sigue buscando, y no solo es una disiente en nuestra vida sino en la vida de los demás porque muchas veces también nos preguntamos qué es lo que pasa con el otro… Creo que todos tenemos experiencia en nuestras familias (no hay que ir mas lejos) de que uno cree, otros no, uno está mas cerca, otro más lejos, y muchas veces eso nos crea cuestionamientos. Entonces, ¿cuál es el cuestionamiento que yo estoy dando? ¿por qué pasa esto? O a veces más negativo, ¿qué es lo que yo hice mal? Y no es que yo haya hecho algo mal, sino que como yo necesito un proceso, el otro necesita un proceso, y la pregunta es en qué parte del camino está, y cuándo va a llegar ese momento en el que Jesús parta el pan para ellos…

Creo que esto nos invita a caminar siempre con la confianza y la esperanza puesta en Jesús, y que también hoy es una invitación para la Iglesia, porque la Iglesia también tiene que su proceso y su camino a Jesús: momentos en que como Iglesia, como comunidad, nos acercamos más, momentos donde nos cuesta más, momentos donde lo vemos más presente, momentos donde no lo vemos tan presente, pero la invitación es a animarnos a estar en camino y animarnos a hacer camino para los demás.

Una de las grandes preguntas que nos hacemos los sacerdotes es cómo llegar a la gente, y no siempre le encontramos respuesta, o mejor dicho pocas veces encontramos respuestas. Es un problema a veces más para Jesús que para nosotros, pero a veces mirando un poquito no mas las etapas de la vida uno piensa cómo cuesta, porque uno dice ‘la Pastoral para la educación de los más chicos’, porque a veces es más fácil, por ejemplo en la capilla tenemos un montón de chicos, a veces podemos armar una pastoral para una misa con niños; acá en la Catedral uno dice ‘cuantos jóvenes hay, y que lindo que tantos jóvenes vengan’ pero ya entre esta pastoral de niños y la de jóvenes, nos cuesta, porque entre que el chico toma la primera comunión y que llega a confirmación tenemos ganas de decirle “metelo en el freezer un tiempo y vamos a ver que hacemos después” porque nos cuesta encontrar una propuesta como Iglesia, y cuando hablo como Iglesia es a todos. Y muchas veces podemos encontrar una propuesta y después nos vuelve a costar: la semana que viene nos vamos a una reunión de sacerdotes que tenemos todos los años y la temática es ‘la Pastoral Juvenil’: ¿qué hacemos con los jóvenes? Y la pregunta es muchas veces, sobretodo la juventud que hoy se prolongó más, y no tenemos respuestas. Acá en la Catedral dentro de todo creo que hemos podido encontrar algunos espacios, pero en muchas parroquias a duras penas se llega a los 20 años, hasta ahí, o cuando recién se casan, y así podríamos seguir describiendo cada etapa de la vida, ¿cómo acompañamos el camino de la gente? Y hablé solo de edades… Podríamos hablar de otras cosas como momentos de la vida que estamos pasando: en las alegrías, en las tristezas, en los momentos duros o momentos difíciles, ¿cómo acompañamos? O en las distintas situaciones que hoy se dan, distintas realidad… Creo que Emaus también es una invitación a la Iglesia de cómo caminar con le gente.

Hemos elegido esta semana con los otros sacerdotes este lema: ‘Jesús siguió caminando con ellos’ y en ese momento de crisis, difícil, que no entendía, Jesús caminó con ellos. Ahora la pregunta es a nosotros como Iglesia: ¿nosotros caminamos con ellos? ¿nosotros caminamos con la gente? ¿nosotros le anunciamos a Jesús, proclamamos a Jesús, somos signos de Jesús?

Creo que Emaus nos da el aliciente, la alegría de que Jesús camina con nosotros, y nos da una gran invitación y un gran desafío: cómo caminamos con los demás.

Pidámosle a Jesús, aquel que Resucitado se apareció a sus discípulos, los juntó, los llamó y los volvió a reunir, que también nosotros con la alegría de Jesús Resucitado, podamos salir al encuentro del otro, caminar con el otro y volver a reunir a todos.


Primera Lectura: Hechos 2, 14. 22-23

Salmo: 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11

Segunda Lectura: 1 Pedro 1, 17-21

Evangelio: Lucas 24, 13-35

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