lunes, 26 de septiembre de 2011

Homilía: "Tengan los mismos sentimientos de Cristo" - domingo XXVI del Tiempo Ordinario

La última película de “X-Men”, “First class” o “Primera clase”, muestra los orígenes de esta comunidad de hombres que tenían estos dones particulares, mutantes como los llaman en la película. Nos muestra a los actores principales – quien hace de profesor, Charles, y quien viene a ser Magneto, Eric – que se conocen y comienzan a caminar juntos; y se dan cuenta de que hay muchas personas como ellos que también tienen ciertos dones particulares y que por eso se sienten muchas veces discriminados, alejados, no comprendidos, que tienen miedo e inseguridad. Entonces, empiezan a buscarlos, empiezan a reunirlos, empiezan a caminar juntos como comunidad, con las diferencias que en toda comunidad, en toda familia, en toda sociedad uno puede tener. Pero, no sólo tienen algunos problemas intrínsecos de cómo ir manejando la cosa, sino que también empiezan a tener problemas con el resto de los seres humanos que muchas veces los ven como una amenaza, como algo peligroso, como algo difícil. Y acá aparecen dos opciones: la de Charles, de buscar cómo encontrar caminos de comunión, y la de Eric que, habiendo acumulado bronca durante su vida, busca más que nada la venganza, cómo devolver aquello que el otro le hace; esto se torna en una relación muy tirante y Eric busca la manera de vengarse, cómo utilizar su poder o aquello que tiene, y le dice a Charles “ellos harían eso con nosotros, eso es lo que ellos harían si estuvieran en otra postura”. Y, sin embargo, Charles le dice “pero a nosotros se nos pide algo distinto, tenemos que intentar ser mejores que ellos”; y no dice ser mejores por creérsela más, sino por descubrir que, si tienen un don o si tienen un talento, es para usarlo de una manera positiva, para usarlo de una manera nueva, para usarlo de una manera que los ayude a ellos mismos y a los demás. En definitiva, Charles le dice que hay que cortar con ese círculo en el cual parece que muchas veces la violencia, o el egoísmo, o la venganza, o lo que fuese, nos va separando de los otros; hay algo, o alguien, que en algún momento tiene que buscar algo distinto.

Y este pedido de Charles a su amigo, muy simple en la película, es el pedido de Pablo a su comunidad. Pablo les pide que ellos, que han conocido a Jesús, que han tenido un don, que se les ha regalado algo nuevo, vivan de una manera distinta. “Ustedes muestren que se puede vivir de otra forma, por eso tengan un mismo corazón, tengan un mismo sentimiento, sean conocidos por lo que transmiten, por lo que muestran; y hagan las cosas, no por un propio interés (como muchas veces nos sale a nosotros buscando qué es lo mejor para nosotros), sino por el de los demás. Y, cuando descubran que pueden vivir esto, no se crean superiores al resto; al contrario, vivan con humildad, vívanlo de otra manera, consideren a los otros como superiores a ustedes mismos.” La comunidad de Pablo seguramente está orgullosa de lo que está viviendo; es más, Pablo está orgulloso de esta comunidad de los filipenses. Pero les pide que, si ellos quieren estar orgullosos, lo primero que tienen que vivir es esa humildad que les mostró Jesús. Ese es el primero de los sentimientos que les pide que tengan como lo tuvo su Maestro; “tengan los mismos sentimientos de Jesús”, les dice Pablo. Y podríamos pensar nosotros también, como Pablo le pide a esta comunidad, cuáles son esos verdaderos sentimientos que Jesús nos invita a tener. Uno piensa en Jesús, y piensa que los sentimientos que intentó transmitir, vivir, y que nos invita a vivir a nosotros, son el del amor, el de la paz, el de la generosidad, el de la ternura, el de la compasión, el de la misericordia, el del perdón: todos sentimientos que a todos nos gustaría tener y que vamos descubriendo que, en mayor o menor medida, los podemos ir viviendo. Pero Pablo también nos pide a nosotros que busquemos ese camino, “si quieren luchar por algo, si quieren seguir a Jesús, si quieren ser su comunidad, intenten vivir esto”. Esto es lo que hizo Jesús, y no significa que sea fácil. A continuación, justo pone este himno: “el que era de condición divina, el que estaba con Dios, se abajó, se anonadó, vino” y no sólo vino, sino que padeció, murió, fue sepultado… pero porque ese era el sentimiento que llenaba su corazón, ese era su horizonte, ahí quería dar la vida, hacia ahí quería caminar. Y nos invita a nosotros a tener también esos sentimientos e intentar vivirlos. Tal vez cada uno de nosotros podría pensar: ¿cuál es el sentimiento de Jesús que más me atrae?, ¿qué es lo que más me atrajo de Jesús?, ¿por qué lo sigo? Cada uno puede intentar ver de qué manera puede crecer en esto, de qué manera puede dar un paso en este sentimiento de Jesús.

Uno de estos sentimientos que se nos invita a tener es justamente el de la justicia. Es por eso que Ezequiel, en la primera lectura, se le queja al pueblo; les dice “ustedes caminaron en la justicia, ¿por qué hacen algo distinto ahora?, ¿por qué cambiaron?, ¿por qué tomaron el mal ejemplo de los demás?, ¿por qué no siguen en ese camino?, ¿no ven que así se alejan de Dios?”. Y se ve que el pueblo se quejaba, decían “no, ¿por qué estamos alejados de Dios? Si Él nos eligió, si estuvimos con Él…”, a lo que Ezequiel les responde “porque van para el otro lado ahora, y así van a ser tratados. En cambio, hay otros que estuvieron mucho tiempo alejados de Dios; sin embargo, en un momento dijeron ‘ahora no quiero más esto, ahora quiero cambiar, ahora quiero vivir de una manera nueva’, y ellos van a ser juzgados de modo distinto que ustedes. ¿Por qué? Por lo que hacen, por lo que viven, por lo que eligen más allá de que les haya costado.” Este es el sentimiento de Jesús de siempre darnos otra oportunidad, de siempre estar esperando, de siempre estar buscando, de siempre estar buscando las maneras y las formas para que nos podamos acercar a Él. Y, en el fondo, lo que decide es lo que hacemos, es lo que vivimos. Los sentimientos son lo que tenemos en el corazón, y son lo que expresamos a los demás. Sentimiento no es lo que solamente decimos con palabras, no es lo que hablamos, no es lo que pensamos, es lo que verdaderamente pasa en nuestra vida; y uno se da cuenta cuando el otro siente con uno verdaderamente de corazón. Por eso muchas veces nos quejamos con el otro porque no nos escucha, porque no nos presta atención, porque no siente lo mismo que uno, porque se está riendo cuando uno está mal; porque uno siente que, en el corazón del otro, no está pasando lo mismo que en el nuestro.

Eso es lo que nos pide Jesús; y eso es lo que pide Jesús en el Evangelio, en esta parábola que es bastante simple. Ayer les preguntaba a los chicos, en misa con niños, quién cumplió la voluntad del padre; “el primero”, me dijeron todos. Era fácil para los chicos descubrir quién cumplió la voluntad; ahora no sé si es fácil vivirlo, nos cuesta a todos. La parábola es bastante sencilla. Un padre tenía dos hijos, a uno le dice “ve a trabajar a mi viña”; el hijo le dice que no pero después se arrepiente, no sabemos por qué, y va. Al otro hijo también le dice que vaya a trabajar a su viña; este le dice que va a ir y no va. La parábola excluye los dos extremos, que a veces nos gustarían a nosotros: el que dice que sí y va –algo que nos encantaría hacer a todos pero no es tan fácil decir siempre que sí e ir– o el otro extremo, el que dice que no y no va nunca, pero tampoco en general hay gente que siempre dice que no y no lo hace. Y quedan estas personas que viven esta función distinta de uno decir que va y de otro decir que no va, en un vínculo que es el del padre con el hijo. Fíjense, el vínculo es ese vínculo profundo; no está hablando ya de un jornalero, o de un dueño, es padre con hijo. Y pensaba cómo a veces hay personas en nuestras familias, en la Iglesia hay sacerdotes, religiosos, religiosas que, cuando se les pide algo, lo primero que dicen es “no” – no importa si tienen ganas o no, lo primero que dicen es “no”; pero no siempre se quedan en ese “no”, después uno sabe que lo tiene que trabajar un poquito, “bueno, dejá que yo lo ablando”, y que después recapacitan, no sabemos bien por qué, y hacen las cosas, y empiezan a vivirlas y a intentar cumplirlas. Y hay otros que a veces siempre lo primero que hacen es decir “sí, sí, sí”, pero después no pueden vivir eso porque no les da la vida, porque no les da el tiempo o porque no pensaron bien a qué estaban diciendo que sí; y cuesta.

Y esto pasa también en nuestro vínculo con Dios. Sin embargo, dice que lo central va a ser no lo que decimos sino lo que vivimos, sino lo que terminamos haciendo. Porque, en el fondo, el único que puede decir siempre que sí, y hacerlo, es Jesús; el único que siempre vive en esa coherencia de vida es Él, y nosotros nos vamos moviendo en estos ámbitos intentando a veces decir que sí y hacerlo, a veces decimos que no y lo buscamos, a veces no podemos. Pero nos va invitando continuamente a vivir esto, a tener sus sentimientos, a buscar su camino. Sin embargo, creo que la parábola nos invita a algo más porque creo que lo primero que pasa cuando la escuchamos es que nos choca; es muy dura la parábola, es muy duro Jesús, casi podemos decir que está enojado en este texto cuando les habla a los demás porque les dice “ustedes, que querían esto, ya no están más ahí; y las prostitutas, los publicanos –las dos clases sociales más despreciadas de todo el pueblo de Israel– tienen un lugar”. A todos aquellos que se creyeron con un lugar, a todos aquellos que le tenían que mostrar el camino a los demás, les está diciendo “ustedes están juzgados por lo que hacen”. Les está explicando la parábola; Jesús no explica las parábolas en general. Y acá lo está diciendo en concreto, “cada vez están más lejos ustedes, ¿por qué? Porque no hacen lo que tienen que hacer. ¿Y qué era lo que tenían que hacer? Guiar a los sencillos. ¿Para qué ustedes eran las autoridades religiosas? Para guiar a los otros a Dios, y no lo hicieron. Al contrario, se compararon con ellos, se creyeron mejores…” Y esos no son los sentimientos de Jesús, y por eso se alejaron, “y los que ustedes despreciaron, los que ustedes pensaron que no tenían un lugar, ellos sí escuchan ahora, ellos escuchan a Juan, ellos me escuchan a mí, ellos ahora intentan vivirlo”. En la primera lectura, estas personas serían los que estaban haciendo el mal y empiezan a hacer el bien; en el Evangelio, los que decían que no iban a trabajar, y empezaron a ir, y empezaron a vivirlo de a poco, como podían.

Y esa es la invitación para nosotros: tener los sentimientos de Jesús es hacerle un lugar a todos, es ayudar a aquel que es más sencillo, es buscar siempre el camino para que el otro se acerque a Dios. Esa es la invitación de Pablo hoy para nosotros como comunidad: tener un mismo pensamiento, un mismo corazón, un mismo sentimiento; bucear en lo profundo del corazón de Dios para intentar vivirlo, pero no para guardarlo sino para mostrarlo. Pablo dice “eso tiene que brillar ante los demás”.

Pidámosle a Jesús que, mirándolo a Él, aprendiendo de Él, podamos vivir sus sentimientos y que también, como nos pide Pablo, nos animemos a ser luz para los demás.

LECTURAS:

* Ez. 18, 24-28

* Sal. 24, 4-9

* Fil. 2, 1-11

* Mt. 21, 28-32

No hay comentarios:

Publicar un comentario