lunes, 2 de abril de 2012

Homilía: "Hoy Jesús nos vuelve a decir que tenemos otra oportunidad" - Domingo de Ramos

Es un clásico de las películas el quedar atrapado en el tiempo, o que la persona pierda la memoria. Por ejemplo, en El día de la Marmota donde se repite todo el tiempo el mismo día. Y todos estos personajes viven siempre lo que les pasó como una pesadilla: “tal persona no se acuerda de mí”; “tengo que volver a vivir esto”; “no puedo salir de este momento…”.

Podríamos decir que de alguna manera, nosotros estamos volviendo a repetir o a vivir algo que muchas veces hemos vivido, como es la semana santa. Y podríamos pensar: “bueno, vuelve a suceder esto”, o al contrario: tomarlo como un desafío o como una oportunidad. En general, en todas esas películas que yo les decía, la persona cambia. Pasa de: “uh, que embole que me toque vivir esto”, a “qué bueno que pude aprender esto”, “qué bueno que saqué esto con esta nueva chance que pude volver a tener”.

Podríamos decir que con la semana santa sucede exactamente lo mismo. Hoy estamos a la puerta de Jerusalén. Y ¿cuántas veces a lo largo de nuestras vidas hemos escuchado que Jesús entró a Jerusalén, que Jesús murió, que Jesús resucitó? Casi que nos es repetido. Y no sólo nos es repetido, seguramente también tengamos alguna semana santa muy linda que hemos vivido en algún momento. Los chicos más jóvenes tal vez en Pascua Joven, en otro retiro; los que somos un poco más grandes, en algún momento, alguna Pascua que tuvo un significado importante. Tal vez por un hecho, por cómo estábamos nosotros en el corazón, por lo que estábamos viviendo, o por una gracia particular que Dios nos regaló.

Sin embargo, más allá de todo eso, hoy Jesús nos vuelve a decir que tenemos otra oportunidad. Tenemos la oportunidad de volver a entrar con Él a Jerusalén, de caminar con Él, y de verlo en persona. Fíjense: hoy después de vivir la alegría de lo que significa la entrada de Jesús en Jerusalén; de que Jesús entra y todos se ponen contentos, cantan, bailan, están felices porque Jesús entra en Jerusalén; terminamos leyendo cómo Jesús tiene que dar la vida, cómo muchos participaron de todos los sucesos que llevaron a su muerte. Pero esto termina con ese centurión, que aún habiendo sido verdugo, o participado indirectamente en eso, al verlo a Jesús expirar, dice: “Verdaderamente éste era el Hijo de Dios”. Pero para hacer esa experiencia, tuvo que mirarlo. Fíjense, en este caso no dice: “escuchó de Jesús, le hablaron de Jesús”, sino que lo vio. Y cuando hizo una experiencia personal con Él: eso lo cambió. Tal vez a la persona que menos pensábamos, tal vez a la persona que menos nos imaginábamos, a una persona que estaba justamente en el bando opuesto de Jesús, el encontrarse con Él le dio esa nueva oportunidad.

Uno podría decir que muchos lo vieron a Jesús y no cambiaron. Y es verdad, pero la oportunidad del cambio profundo en el corazón está en el encuentro con Jesús. Y nosotros estamos a la puerta de lo mismo: estamos por vivir la semana santa. Podemos pensar ahora que tenemos muchos días de descanso, de vacaciones, que tenemos un momento más tranquilo. Jesús nos dice que ese momento tranquilo sea para encontrarse con Él; que ese momento de descanso en el corazón me da una oportunidad de encontrarme más profundamente con Él. Hoy Jesús entra en Jerusalén, pero ese Jerusalén es la vida de cada uno de nosotros, ese Jerusalén es nuestro propio corazón, ese Jerusalén son nuestros hogares, nuestras casas, nuestras familias, un retiro- donde nos toque vivirlo. Y nos da esa oportunidad de que lo descubramos de una manera nueva, que no sea un repetición de lo que nos dijeron, sino que lo podamos vivir con Él. Para que encontrándonos con Él, también como el centurión de este Evangelio, podamos decir nosotros: verdaderamente Jesús es el Hijo de Dios, aquél que esperábamos, aquél que puede cambiar mi vida.

LECTURAS:

*Mc 11, 1-10.

*Is 50, 4-7

*Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24.

*Flp 2, 6-11.

*Mc 14, 1 – 15,

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