lunes, 10 de septiembre de 2012

Homilía: “Animémonos a ser testigos de Jesús” – XX domingo durante el año



Hace unos días vi la película The Lady - en castellano creo que se llama La Fuerza del Amor - que narra partes de la vida de una birmana, que gana el premio nobel de la paz, Aug San Suu Kyi. Muestra cómo su padre es asesinado cuando era presidente de Birmania y ella tiene que irse del país. Años después, ya con una familia formada, decide volver ahí, porque su madre está por morir. Cuando vuelve, en medio de una dictadura militar, en medio de represiones muy fuertes, el pueblo la toma de bandera para poder reclamar y luchar por aquello que quiere y que busca, y ella se encuentra en medio de un deseo de que las cosas se hagan de otra manera. A pesar de tener a su familia afuera, decide tomar ese rol, y empezar a luchar y trabajar por la democracia que ella quiere. Pero siempre bajo el signo de la paz, siempre mostrando que la bandera de ellos tiene que ser distinta, pase lo que pase, y contra lo que sea.
De camino le va a pasar de todo, porque la van a dejar presa domiciliaria, hay momentos que no van a dejar entrar a su familia, pero ella se anima a vivir firme en aquello que cree y que vive, y en aquello que le trae esperanza al pueblo y a ella. Y en esos momentos duros y difíciles, cuenta cómo puede vivir eso, como se anima a esto durante tanto tiempo. Y creo que es en aquello que uno alimentó durante su vida.
En la segunda lectura, Pablo le dice a su comunidad: bueno, tienen momentos malos, ahora en el presente, pero no sean necios. Vivan según aquello que han aprendido, vivan según aquello que se les ha regalado. Dice: no se embriaguen, no sean necios, no hagan cualquier cosa, sigan en el camino de Jesús.
Ahora, para poder seguir ese camino de Jesús, antes uno tuvo que haber hecho un recorrido en la vida. Seguimos escuchando este discurso del Pan de Vida de Jesús en el evangelio, que como ustedes recordarán comenzó con ese gran signo, la multiplicación de los panes, donde la gente quedó atraída por Jesús. Sin embargo, cuando pasa eso, Jesús aprovecha la oportunidad para profundizar con ellos.
En primer lugar les pide que crean en Él, y la gente empieza a preguntarse: pero, creer en vos, ¿por qué? Sos el hijo del carpintero, tus padres son María y José. Él les dice que bajó del cielo, pero sólo Dios está en el cielo, ¿cómo puede bajar del cielo? Y en vez de echarse atrás, Jesús sigue redoblando la apuesta, haciendo como un upgrade, y dice: Yo soy el Pan Vivo, ustedes tienen que comer de mí, tienen que alimentarse de mí. ¿Cómo vamos a comer su carne? Es la pregunta de quienes lo están escuchando. Y Jesús sigue caminando y tratando de que profundicen en eso que les dice.
Ahora, esto es necesario para cada uno de nosotros en la vida, no sólo en la fe. Porque para recorrer, lo primero que necesitamos es la fe, tenemos que creer en aquello que queremos hacer. Si no creemos en nosotros mismos, si no creemos en aquel camino que emprendemos, ese camino tiene patas cortas, eso no va a llegar muy lejos. Tengo que confiar en mí, confiar en los demás, y lanzarme a recorrer ese camino, en cualquier cosa que tengo. Cuando me preparo para algo pequeño, o para algo grande, cuando quiero elegir una carrera, tengo que seguir un trabajo para poder llevarlo adelante, tengo que creer en mis posibilidades y dirigirme hacia esa meta, hacia ese objetivo que me he puesto o hacia ese ideal. Ahora, no basta solamente con creer en eso, sino que también tengo que alimentarme, cuando voy por el camino. Si yo no alimento aquello en lo que creo, también en algún momento eso se va a caer. Podríamos pensar en cualquiera de los vínculos que uno tiene, una amistad, un noviazgo, un matrimonio, una familia. ¿Cuál es la manera de que ello subsista, de que eso crezca? Que yo lo alimente día a día, que yo haga crecer eso, porque en la medida que no lo hago, en algún momento me voy a cansar. O cuando vengan los malos momentos, como dice Pablo en la primera lectura: lo voy a dejar atrás, no es esto lo que quiero. Por eso, esas dos cosas son necesarias siempre: la fe, y el alimentar aquello en lo que creemos.
En este camino hacia Dios, en este camino hacia Jesús, también son necesarias esas dos premisas. En primer lugar, creer en ese Jesús que nos ha llamado; en segundo lugar, buscar alimentar constantemente, saciar ese hambre, para poder caminar con Él. Jesús, en este camino hacia Dios, que todas las religiones de alguna manera buscamos, hace como una innovación. No sólo nos dice por dónde caminar, no sólo se nos presenta Él como modelo, sino que aparte Él es el que nos alimenta en ese camino, Él es aquel que se hace pan para que nosotros tengamos las fuerzas necesarias para recorrerlo. Y es por eso que cada vez que nos acercamos a esta mesa, cada vez que con ese pan y vino ponemos nuestras vidas y nos alimentamos de Él, estamos queriendo que nos dé la fuerza para poder caminar, para poder ir hacia delante.
Uno se admira de muchas cosas, como la vida de esta mujer, la vida de muchos santos, la vida de muchas personas que la luchan, la pelean, y se animan a ser fieles a sus valores y a sus ideales. Pero para eso tengo que tener un camino recorrido. Para eso tengo que, en los momentos lindos y buenos - que siempre esperamos que en nuestra vida sean los momentos más prolongados, más largos - haber alimentado mi cuerpo y mi espíritu, para poder animarme a ser fuerte en los momentos duros y difíciles. Jesús nos regala la fe como don, nos alimenta para que podamos caminar, para que no nos quedemos ahí, sino para que seamos sus testigos. Lo tercero que Jesús funda con esa fe y con ese alimento, es su comunidad, les regala esa comunidad de cristianos para que vivan. Y esa fe que es alimento, los tiene que hacer testigos. En el fondo tiene que hacer que cada día de nuestra vida, sea más parecido a la suya. Que podamos vivir sus sentimientos, que podamos transmitir su alegría, que podamos llevar su paz a los demás, que seamos signo de Jesús para la vida de los que nos rodean.
Pidámosle a Jesús entonces en este día, aquél que nos dio la fe, que nos alimenta en cada misa, en cada eucaristía, a través de los demás; que habiéndonos alimentado de Él, creyendo en Él, nos animemos a ser testigos de Él, para los demás.

Lecturas:
*Prov 9, 1-6
*Sal 33, 2-3. 10-15
*Ef 5, 15-20
*Jn 6, 51-58

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