viernes, 8 de febrero de 2013

Homilía: “Haz hoy aquél paso que te ayude a crecer en el amor y en la vida” – IV domingo durante el año.



En la película Hitch, especialista en seducción, hay un momento en que aparece una voz en off y dice la siguiente frase: “La vida no se cuenta por la cantidad de veces  que respiramos, sino por aquellos momentos que nos dejan sin aliento.” Todos nosotros creo que tenemos momentos de esa experiencia, un beso, una caricia, una mirada, un paisaje increíble, una simple conversación, un encuentro con otro. Aquellos momentos que nos atraparon por sorpresa, porque no los podemos preparar, que nos dejaron sin aliento, que nos sorprendieron, en los que no sabemos qué decir. Y esos momentos quedan guardados en el corazón como íconos, como momentos profundos y fuertes que van dominando, de alguna manera, nuestra existencia. Ahora, la pregunta es qué es lo que yo hago frente a eso. Si me quedo sólo con momentos puntuales, aquellos momentos increíbles, y me quedo con nostalgia de lo que fue el ayer, que pasó y ya no puede volver atrás; o si son momentos que me impulsan, me envían hacia delante, por el agradecimiento de lo que pude vivir, por aquella persona, encuentro, que me cambió la vida y me proyectó hacia un horizonte totalmente diferente de la que yo creía y pensaba.
Esto mismo se puede decir de la fe, hay momentos que nos dejan sin aliento, que también nos sorprenden. Uno puede decir, voy a hacer tal retiro que me dijeron que me va a cambiar la vida, voy a hacer tal cosa, y tal vez no es eso, es un momento donde Dios me regala esa gracia especial de tocar mi corazón y también dejarme sin aliento. Creo que uno de esos momentos especiales, donde Dios le regaló esa gracia especial de dejar a todo su auditorio sin aliento es el texto que acabamos de escuchar. Que tiene un problema porque es la mitad del texto – no sé por qué hacen estas cosas a veces y los parten a los textos, así que, como hacen en las series, vamos a decir previamente qué es lo que vimos el domingo pasado para refrescar un poquito la memoria. El domingo pasado escuchamos este texto del evangelio de Lucas, que vamos a escuchar durante este año, en el cual se nos dice qué es lo que Jesús va a decir y hacer. Es la primera aparición pública de Jesús en Lucas, y es totalmente programática, muestra el programa de lo que Jesús va a vivir. Y dice que Jesús va a la sinagoga - como ustedes saben, en ese entonces había un solo templo que estaba en Jerusalén, y el resto de las ciudades, como Galilea, que estaba más al norte tenían sinagogas, como nosotros tenemos capillas alrededor de la Catedral. Jesús se levantó, tomó el rollo de Isaías, y leyó este texto. Acá comienzan realmente los problemas, porque en realidad si lo buscamos no vamos a encontrar exactamente este texto sino que es una unión de dos textos que Jesús hace. No sólo hace una unión de dos textos, sino que se añade otra complicación que es que Jesús saca un versículo. El último versículo que tendría que haber leído es el que dice “la venganza contra los enemigos”, evita lo que sería la desgracia y se queda solamente con aquello que es gracia para los demás: “He venido a dar la vista a los ciegos, a hacer caminar a los paralíticos, a estar en gracia del Señor, a ayudar a aquellos que son más pobres”. Jesús cuando dice y lee su primer discurso ya está mostrando que es lo que quiere hacer y vivir. Y no se queda con eso sino que da un paso más porque va a ser la homilía más corta y más escandalosa de la historia. “Hoy se ha cumplido este pasaje de la escritura que acaban de oír”.
Le bastaron solamente creo que quince segundos Jesús, para generar todo tipo de reacciones en aquellos que lo estaban escuchando, como decía al principio, los deja sin aliento. Ellos esperaban a aquel que cumpliera las escrituras, ahora, eso genera una reacción en mí. ¿Qué es lo que yo hago frente a Jesús? Y es acá donde continúa este evangelio, después de que Jesús predicó, en un primer lugar, dice que hay gente que se siente totalmente admirada con Jesús, con lo que dice, con lo que vive, con lo que hace. Hay otra gente que se siente desconcertada, seguramente hay gente que rechaza esto que dijo Jesús. Esto lo vamos a ver en cada uno de los acontecimientos a lo largo de la vida de Jesús. Hay gente que lo acepta y hay gente que no. Esto lo podemos seguir viendo hoy.
Pero no solamente se dan estos dos bandos que hay gente que acepta y gente que no acepta, gente que se admira y gente que se quiere deshacer de Jesús, dice que lo querían matar, lo querían despeñar; sino que la misma gente también empieza a cambiar de actitud. En un primer momento se sienten admirados, pero en un segundo momento, cuando empiezan a entender lo que Jesús dijo, y no va con lo que ellos piensan, esto ya no va más. No tienen esa capacidad de abrirse a aquello nuevo que trae Jesús. Y por eso Jesús continúa explicando lo que significa que este versículo no lo haya leído. Había muchas viudas, Elías fue a una, había muchos leprosos, Elías fue solamente con uno. En aquellos dos casos, extranjeros. Lo que ustedes esperaban que Dios hiciera con los extranjeros, es totalmente al revés, dice. Ustedes esperan la desgracia, Dios da gracia en ellos. Ojo, ustedes. Y ahí es el cambio de actitud, Jesús los deja totalmente desconcertados, tal es así que lo quieren matar.
Ahora, esto creo que también nos sucede a nosotros en muchas cosas de la vida, incluida la fe. Muchas veces nos sentimos desconcertados, con Jesús y con los demás. Habrá momentos donde esa imagen que tengo de Jesús me cierra, habrá momentos donde circunstancias de la vida, cosas que me pasan, no me dejan entenderlo, no me dejan comprenderlo. Habrá momentos en que me quiero acercar, otros en que me quiero alejar. Pero esto mismo sucede con los otros. Habrá cosas que me gustan y otras que no me gustan; con mi familia, con mi sociedad, con mi país, con mi Iglesia, con mi comunidad, con aquellos cristianos que Jesús pone a mi lado. La pregunta es cómo resuelvo esto, cómo resuelvo aquellas cosas que no me cierran.
Creo que este paso es el que da Pablo en esta segunda lectura. Pablo dice que cuando era niño, era como un niño, hacía las cosas de niño, sin embargo, ahora soy hombre y tengo que hacer las cosas de hombre, no puedo seguir viviendo como niño y ¿qué significa eso? Y, que tiene que haber un cambio, eso es clave, y ¿cuál es el cambio? Es aquella progresión que tengo que ir haciendo en la fe. Nosotros tenemos un problema que es que nos cuesta identificar lo que es la religión y lo que es la fe. Ahora, la religión es un conjunto de normas, una moral ética, algo que yo tengo que vivir, que puedo adherir o no, me puede gustar o no. La religión cristiana, judía, musulmana, budista, no sé, elijan la que quieran. Yo puedo decir, a esto adhiero, esto me gusta, y esto no, voy eligiendo, casi como en un supermercado, qué tomo y que no tomo. Ahora la fe es algo distinto, porque la fe es un vínculo, y como tal tiene que madurar a lo largo de la historia, ese vínculo tiene que crecer, tiene que ir dando pasos, eso es lo que descubre Pablo. Pablo le dice a su comunidad, ustedes que ya creen, ahora esperen a los dones más perfectos, y ¿cuál es ese camino más perfecto? El camino del amor. Y a mí me gusta esta lectura porque no es ingenua, dice que el amor es paciente, que es servicial, cosas muy lindas, pero también dice cosas que nos cuestan integrar a todos en el amor. El amor lo perdona todo, el amor lo soporta todo. Y ahí es cuando yo tengo que aprender a integrar todas esas cosas que son difíciles, y recién ahí poder dar ese paso donde empiezo a crecer y a madurar.
Ahora, para ser más claro, esto se da en cualquier vínculo, podría hacer pasar tal vez a algún matrimonio que conozco acá adelante, quedensé tranquilos que por ahora no lo voy a hacer, y decirles ya que los conozco, mirá esta chica que te gusta tiene cual o tal defecto, este chico que te gusta tiene este defecto, y si tienen un largo camino juntos me van a decir, ¿solamente ese? Yo te puedo decir una lista, te puedo decir esto, esto, esto. Ahora, yo después les puedo hacer una pregunta, ¿quién la ama más? Es aquel que la conoce más, y conoce lo bueno y lo malo. Entonces el problema no es qué me cierra y qué no me cierra, el problema es si yo amo a esa persona, y cuando yo amo, yo elijo. Y cuando yo elijo, aprendo a integrar todo, no porque todo me cierra, sino porque el otro me cierra, porque el otro me cambia la vida, porque el otro es el que me deja a mí sin aliento y me invita a vivir de una manera diferente. Este es el paso que Pablo le pide a su comunidad, aprendan a amar. Y aprender a amar en algunos momentos es aprender a descubrir que no entiendo, aprender a descubrir que no tengo la última palabra, aprender a descubrir que tengo que perdonar al otro, aprender a descubrir que tengo que soportar también a quien Dios puso a mi lado. Ese es el camino que tengo que vivir. Ahora, la pregunta es cuándo doy ese paso, la pregunta es si me quedo como un niño quejándome en mi rigidez cristiana o de la vida, de todo lo que pasa a mi lado, o si doy un paso y me animo a ser hombre y mujer maduro, y digo, bueno, las cosas pueden ser distintas, y cuando veo que las cosas pueden ser distintas, aprendo a integrarlas y a vivirlas, no porque siempre estoy de acuerdo, sino porque las quiero y las amo. Esto es lo que va a tener que hacer la comunidad judía junto a Jesús, habrá gente que lo va a comprender y habrá gente que no. Es más, en algunos momentos del evangelio, nadie va a comprender a Jesús. La pregunta es si por amor lo van a seguir, si por amor van a aprender a integrar todas estas cosas.
Hay una frase del Dalai Lama que dice que hay dos días que no existen en la vida. Uno es el ayer, y el otro es el mañana. Por lo tanto, haz hoy aquél paso que te ayude a crecer en el amor y en la vida. Podemos tomar la frase que cita el evangelio del domingo pasado, “hoy se cumple el pasaje del evangelio que acaban de oír”, hoy es el día que Jesús nos invita a nosotros a dar este paso, a descubrir cuál es ese salto que tenemos que dar en el amor, cuál es aquél salto que yo tengo que integrar con aquello que Jesús puso a mi lado. Con mi familia, con aquél que está todos los días conmigo, con mis amigos, con aquellos cristianos con los que comparto la comunidad, con mi Iglesia, con mi trabajo, con mi país, de qué manera doy ese salto, donde en el amor aprendo a integrarme verdaderamente. Esto es lo que hizo Jesús, esta es nuestra vocación cristiana. La primera lectura dice que desde el seno materno Dios lo eligió. Desde el seno materno Dios nos eligió a cada uno de nosotros. ¿Para qué? Para hacer una historia de amor, y para en ese amor, ir creciendo día a día, ir madurando día a día. Escuchemos entonces esa voz de este Dios que nos habla al corazón y que nos invita a crecer en ese amor que el mismo nos ha dado.
Lecturas:
*Jer 1,4-5.17-19
* Sal 70,1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17
*1Cor 12,31–13,13
*Lc 4,21-30

No hay comentarios:

Publicar un comentario