lunes, 18 de febrero de 2013

Homilía: “La Palabra de Dios está cerca de tí” – I domingo de Cuaresma



Hace unos años salió una película muy controversial en su momento que se llama La Última Tentación de Cristo, que lleva al cine un clásico de Nikos Kazantzaki, el libro en el cual se basa la película. Comienza con la cumbre de la vida de Jesús, que es el momento de su pasión, de su muerte en la cruz y su resurrección, pero en el momento de la cruz Jesús es tentado a abandonar esa misión. Es tentado, como podríamos escuchar acá, con la Palabra de Dios: ya cumpliste con lo que el Padre te había pedido, era ir hasta la cruz; ahora puedes seguir tu vida, y no le pide que haga algo malo, sino solamente que retome su vida, que baje de la cruz, que forme una familia, que haga lo que mucha gente, de muy buenas maneras hace.
Más allá de todas las críticas que hubo sobre eso y que bíblicamente esto no está escrito así, podríamos decir que está en consonancia con lo que dice este evangelio. Porque después de escuchar las tentaciones que Jesús tiene en el desierto, dice que el demonio se alejó esperando una ocasión propicia para tentarlo. No nos dice que las tentaciones de Jesús terminaron en el desierto, sino que el demonio esperaba ese momento donde a Jesús también lo podía volver a tentar. Todos recordamos que Jesús en el huerto de los olivos, en Getsemaní, también tiene que eludir esa tentación de abandonar el plan de Dios. Pero vuelve a poner su voluntad en la voluntad del Padre, su corazón en el corazón del Padre, para, por obediencia dar su vida. Y las tentaciones más fuertes siempre son en nuestras misiones, en nuestra vocación, en aquello en que hemos sido llamados. Puede haber tentaciones más simples, más pequeñas, en cosas de todos los días, en pequeñeces, pero siempre las tentaciones más importantes son en aquellas cosas que son deseos profundos, en aquello que queremos y que buscamos.
Si leyésemos lo anterior a las tentaciones en todos los evangelios, Jesús acaba de ser bautizado, se le dice que Él es el Hijo de Dios, el hijo amado. Y ¿dónde se tienta?, en ese vínculo. No te comportes como un hijo amado, compórtate de otra forma y de otra manera. Eso que le sucede a Jesús, es lo que nos sucede a cada uno de nosotros, cuando decimos, esto es lo que quiero, esto es lo que llena mi corazón, esto es lo que deseo, comenzamos a caminar, en general, a veces con algunos miedos, con muchas ganas, con mucho ímpetu, con mucha fuerza, y en el medio del camino nos empiezan a aparecer las preguntas, las dudas, las tentaciones. ¿Será esto para mí? ¿Me habré equivocado? ¿Me habré confundido? ¿Tomo otro camino? Esto es muy difícil, esto es muy duro. Todas esas preguntas, dudas, cuestionamientos, a veces tentaciones, nos invitan a alejarnos de aquello que es lo que verdaderamente nos hace felices, de aquello que puede plantear y llenar nuestro corazón. Ahora, las cosas en general más profundas de la vida implican una fuerza de voluntad importante. Implican tener que pelear y luchar por ellas. Y si tengo que pelear y luchar por ellas, ahí generalmente me van a aparecer dudas, ahí me van a aparecer preguntas. Esto sucede en la primera lectura.
En la primera lectura, el pueblo está a las puertas de entrar a la tierra prometida. Eran esclavos en Egipto y se les promete la libertad en esa tierra prometida. Y en las puertas, Moisés les dice, acuérdense de lo que pasó, esta tierra es la que Dios le prometió a Adán, a su Padre, por la que caminamos durante tanto tiempo para llegar hasta acá, esto es a lo que hemos sido llamados, esto es lo que nos da nuestra identidad, el ser hijos de este Dios. Recuerden esto y grábenlo en sus corazones. ¿Por qué les dice esto? Porque todos recordamos la cantidad de tentaciones que el Pueblo tuvo en el desierto para abandonar eso, para decir: volvamos a Egipto. Y uno dice ¿cómo puede ser que quisieran volver a ser esclavos? ¿Si en la tierra prometida son libres? Pero muchas veces vamos a lugares, a cosas que nos esclavizan, que no nos dejan ser libres, pero aparecen como camufladas, no nos damos cuenta. Porque en el fondo las verdaderas tentaciones, están como recubiertas de bienes, todo parece un bien. Parece que no va a pasar nada, pero cuando nos damos cuenta, estamos metidos como hasta acá, y nos damos cuenta de que eso no era verdaderamente lo que queríamos. Por eso Moisés quiere que recuerden eso, y lo graben, sobre todo para los momentos difíciles.
Estas dificultades que tenemos nosotros, son también las mismas tentaciones que tuvo Dios. ¿Por qué? Porque se podría decir que si uno comienza un camino, si uno empieza a recorrer caminando hacia un horizonte, en el cual descubrió hacia dónde quiere ir, uno tiene que decir más o menos, “Prepárate para la prueba, prepárate para ser tentado”. Es más fácil si uno se queda sentado, aunque podríamos decir que eso también es una tentación, quedarme sentado y no hacer nada. Pero si me muevo, si voy hacia algún lugar, en algún momento de dificultad, de debilidad, en algún momento va a aparecer alguna tentación que me quiera alejar de aquello a lo que he sido llamado, de aquello que puede llegar a llenar y colmar mi corazón. Y lo mismo sucede con las preguntas, con las dudas. Cuando uno tiene una fe, cuando uno comienza a caminar en la fe, empiezan a aparecer preguntas y dudas. Y esto es lo más normal, es lo más natural. Si estuviera mal tener tentaciones, está mal lo que está pasándole a Jesús; si está mal tener dudas, nunca podríamos comenzar un camino, nunca podríamos decir: “voy hacia ahí, e intento crecer”. Eso es parte del camino. Lo que tengo que intentar es ir creciendo en mi corazón, en mis valores, en mi fuerza, para poder sopesar y llevar adelante aquellas tentaciones que me aparezcan. Y esto es lo que le pasa a Jesús.
Hablando directamente de las tentaciones, en primer lugar si uno mira, sucede esto que digo, el demonio lo tienta a Jesús con la misma Palabra de Dios. No es que la tentación es fácil, le dice: la Palabra de Dios dice esto, y Jesús le tiene que decir, bueno pero la Palabra de Dios, también dice esto otro. La tentación está camuflada, es difícil poder verla. Pero lo aleja de su misión. La primera le dice que coma algo, que hace tanto que está en el desierto, no es algo malo lo que le están pidiendo; pero Jesús no hace milagros para su propio beneficio. Es más, en algún momento va a hacer este milagro, va a multiplicar los panes cuando la gente tenga hambre; el problema no es hacer un milagro para que otros coman, el problema es utilizar eso que se le dio para beneficio de Él nada más, limitándose de aquello a lo que ha sido llamado, de aquello a lo que ha sido invitado, de aquello que Él eligió, de aquello para lo que Él fue al desierto para prepararse. También nosotros muchas veces podemos ser tentados en cosas que nos empiezan a alejar de los demás, que buscamos nuestro propio beneficio, que dejamos aquello a lo que nuestro propio corazón nos invita y nos llama, que nos agarra la pereza, que no terminamos luchando por aquello que queremos.
En segundo lugar, las tentaciones lo tientan a Jesús en aquello que es el vínculo con los demás, es mostrarse de una manera que no es, que los demás se pongan al servicio de Él. Jesús dice muy claro: “Yo no vine a ser servido sino a servir.” Él tiene muy claro qué es lo que tiene que hacer, sin embargo lo primero que le aparece también es, “que los demás se pongan a tu servicio; si vos sos quien sos, que los demás te sirvan”. También nosotros podemos utilizar a los demás para un beneficio personal, también nosotros podemos, egoístamente, usar a los demás como un objeto, olvidándonos que es una persona, tratándolo mal, de muchas formas y maneras. También se nos invita a crecer en ese vínculo, de manera de ir día a día caminando hacia Dios, creciendo en las personas.
Por último, se lo tienta a Jesús en su vínculo con Dios, que rompa esa afiliación, que rompa ese ser hijo, uniéndose a aquel que es el demonio. Nosotros muchas veces somos llamados a alejarnos de Dios. Por diversos ídolos de nuestra vida, cosas materiales, cosas que nos llaman la atención, y que nos alejando día a día de aquél que verdaderamente nos da vida. La tentación es parte del camino. No es el problema, no lo podemos evitar muchas veces, pero lo que podemos hacer es mirar en el corazón qué es lo que queremos y deseamos, y animarnos a mantenernos firmes en eso.
Muchas veces, como les decía antes, nos pasa que nos preocupamos por las tentaciones, nos preocupamos por las dudas que tenemos, nos preocupamos por las preguntas; eso es parte del camino, eso nos sucede a todos, le sucedió hasta a Jesús. Pero tenemos que animarnos a seguir su camino, mirar en el corazón qué es lo que queremos para poder mantenernos firmes a aquello que verdaderamente nos da vida, a aquello que verdaderamente nos llena el corazón, a aquello que no nos aleja, por más difícil que sea de lo que queremos y deseamos.
Podríamos decir que en esto tenemos una ventaja, que es que aun cuando nos alejamos, aun cuando caemos, Jesús nos da otra oportunidad, y no sólo esto sino que es Él el que nos va a buscar, nos levanta, nos da la mano para que podamos volver a caminar. Esto es lo que vamos a vivir en esta Cuaresma, que es volver a poner la mirada fija en Jesús. Es decir, quiero caminar hacia la Pascua. La Cuaresma es un camino que sólo tiene sentido en la Pascua que es aquello que da vida. Sin Pascua no habría Cuaresma, no la necesitamos. Y cómo queremos caminar allí tenemos que ver de qué manera podemos reencontrarnos con este Jesús que nos da vida. Tal vez pensar qué cosas estoy relativizando, a qué cosas no les estoy dando importancia, qué dualismos tal vez tengo en mi vida, donde en un lugar tal vez me comporto así, y en otro de otra manera, donde no termino de ser transparente, sincero, donde voy teniendo distintas personalidades, que no me dejan ser yo mismo. Jesús viene en esta Cuaresma para cada uno de nosotros, para transformar nuestras vidas, para darnos vida, para que como nos dice Pablo, en la segunda lectura, volvamos a poner el corazón en esa Palabra de Dios que nos acerca a Él. Por eso en este día pusimos esta frase en este cartel: “La Palabra de Dios está cerca de ti”.
Hoy escuchamos cómo Jesús, a través de la Palabra descubre qué es lo que le da vida y qué es lo que le muestra el camino. Podemos en este tiempo de Cuaresma volver a leer la Biblia, volver a acercarnos a ella, escuchar con un corazón abierto esta Palabra de Dios, para descubrir verdaderamente aquello que nos da vida.

1 comentario:

  1. Estimado Mariano, es notable tu trabajo de escribir las homilias, de tomarte ese gran esfuerzo de pensarlas bien y publicarlas, yo hace poco te estoy siguiendo el blog, pero aun a simple vista, un se da cuenta de tu labor comunicativa y pastoral. Es un agrado para mí saber que existen lugares virtuales realmente buenos y provechosos.
    Con respecto a esta homilía puedo decir que me sirvió para discernir muchas cosas mías, pero también es difícil tener claro algunas cosas, creo que como vos insinuás el parámetro que limita entre el deseo profundo de nuestro corazón y el egoísmo tentador es la Vida por los otros. Si nuestro camino está pautado en función de dar la vida por el prójimo entonces es valedero y de espíritu bueno, ahora si nuestra vida corre por caminos acomodaticios, de interés personal con un deseo no profundo, sino superficial entonces entonces le estamos errando. Pero es difícil saber hasta que punto nuestra misión no está teñida de interés. Como vos explicás la misma Palabra puede ser vehículo de tentación.

    Javier

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