Hay una
poesía de Machado que dice: “creí mi
hogar apagado, moví ceniza y me quemé la mano”. Habla de esa experiencia
cuando uno ve un fuego que ha hecho, y ya parece como que todo terminó, como
que todo lo que estaba ahí se ha quemado, no queda más que cenizas, pero que
sin embargo todavía sigue irradiando calor. Si uno lo toca, como dice esta
poesía, se quema, hay algo más, pareciera como que la ceniza es esa coraza que
todavía está cuidando algo profundo que está candente, que está ardiendo.
Creo que esta
es la experiencia de lo que vamos a comenzar a vivir en esta Cuaresma, en el
signo que vamos a hacer. Después de la homilía todos vamos a recibir la
imposición de cenizas. Este signo nos dice que hay algo que se quemó, que
terminó, algo que es finito, pero todos sabemos que nos abre a algo mucho más
grande, por eso lo hacemos. La Cuaresma en sí misma no tiene sentido, sino que
cobra sentido a partir de la Pascua. Si no hubiese Pascua, no tendríamos esta
preparación. La ceniza entonces, nos recuerda que algo se acaba, que algo no
está más. Pero nos abre a una nueva dimensión, y ese sentido lo da la Pascua. A
ver, la cruz tiene un sentido de muerte, sin embargo, por algo que va mucho más
allá de nuestra comprensión, nos abre a algo nuevo que es la vida, que es la
resurrección, que es ese paso que se da. Ese mismo signo, es signo de muerte y
signo de vida. La ceniza es lo mismo, es
signo de algo que se acabó, pero porque algo nuevo tiene que nacer. Algo
terminó porque algo nuevo quiere resurgir y quiere dar vida. Con ese
sentido todos vamos a recibir, en este comienzo de la cuaresma ese signo. Queremos vivir y nacer a algo nuevo.
En palabras
de la primera lectura del profeta Joel al principio, “vuelvan a Dios de todo
corazón”. Ese es el sentido profundo de
la Cuaresma, volver a encontrarnos con nuestro Padre Dios que nos vuelve a llamar
y se quiere volver a reencontrar con cada uno de nosotros, que nos vuelve a
hablar al corazón. En las imágenes de la poesía podríamos decir que nuestro
corazón tiene como esa ceniza que nos va tapando, y nos va alejando de nosotros
mismos, de lo que buscamos, de Dios. La Cuaresma lo que busca entonces, es
sacar todas esas cosas que nos tapan en nuestra vida, y volver a lo más profundo
de nosotros, para que de alguna manera tal vez más candente, como con un fuego
que quema más, con un corazón más sensible y entregado, nos podamos encontrar
con los demás. Creo que a lo largo de la vida vamos como perdiendo esa
sensibilidad. Vamos perdiendo la capacidad de sorpresa, vamos perdiendo esa
sensibilidad que tenemos con las cosas, esa juventud de corazón, y nos quedamos
como con la nostalgia y la añoranza de eso. La Cuaresma quiere como remover
escombros, y reencontrarnos con Dios de una manera nueva.
Para eso, tenemos que despojarnos de las
cosas que nos atan, tenemos que ir a Dios de una manera nueva y entregada.
Por eso, en la Biblia en general cuando Dios se quiere encontrar con alguien lo
hace en un lugar especial, lo lleva al desierto, le habla al corazón, lo
seduce. Necesita sacarlo de todas las cosas que le hacen ruido, para que en ese
lugar solitario se encuentren. En el evangelio del domingo pasado, ¿qué hace
con Pedro? Navegá mar adentro, le dice. Acá, en la costa con tanta gente, no te
das cuenta de quien está delante tuyo. Navegá mar adentro y ahí, en la barca
nos vamos a encontrar. Ahí te vas a dar cuenta de quién soy Yo. En esta
Cuaresma Jesús vuelve a decir lo mismo. Despojémonos
de todas las cosas que nos hacen mal, que nos hacen ruido, para encontrarnos
cara a cara y volvernos a poner en camino.
Si el texto
dice, vuelvan a mí, es porque hay un
camino por recorrer. Todos en la vida tenemos un camino por recorrer para
reencontrarnos con Jesús, y cada uno tendrá que descubrir de manera concreta
qué significa eso, qué significa en la vida de cada uno de nosotros. Tal vez
por tomar sólo el ejemplo del evangelio, ¿qué
significa ese ayuno, esa limosna, esa oración? Porque no es para hacerlo de
cualquier forma. Es más, Jesús es bastante duro, no dice que no lo hacen, dice:
no lo hagan como ellos. No ayunen como ellos, no recen como ellos, no den
limosna como ellos, sino de una manera distinta, de una manera más entregada,
de una manera más pura. A nosotros también nos dice lo mismo, y tenemos que
descubrir cómo tampoco ser hipócritas con eso, cómo poder vivirlo.
En general
acá a veces tenemos como dos tentaciones: cuando algo nos cuesta o no lo
hacemos con la pureza que quisiéramos de corazón, la primera tentación es
decir: no lo hago más. No lo hago porque no lo estoy haciendo de la manera que
lo tenía que hacer. Eso es una tentación. Lo tengo que hacer y le tengo que
pedir a Dios que me ayude a purificarlo, no dejar de hacerlo. Ahora, lo otro es
cómo voy purificando eso en mi vida. Preguntarme ¿de qué me está invitando Dios a ayunar hoy? No sólo tal vez de
comida o de abstenerme de algo, sino ¿qué es lo que hoy me cuesta y me aleja de
los demás y de mí mismo? ¿En qué pierdo tiempo? Tal vez en la televisión, en
internet, no uso el tiempo productivamente. ¿Cómo puedo ayunar en esta Cuaresma
en eso? ¿En qué estoy siendo vago, perezoso, y no me estoy entregando y
utilizando los dones que Dios me da? ¿Qué estoy ocultando, qué estoy omitiendo?
Tal vez ahí puedo descubrir cuál es el ayuno al que Dios me invita hoy. Si
estoy siendo muy materialista, si estoy siendo muy consumista. ¿Cómo puedo
cambiar esto? ¿Por qué? Porque lo que
busca la Cuaresma es ayudarme a ser más libre, y cuando descubro que todas
estas cosas me atan y no me dejan ser libre, ¿cómo puedo poner un signo de que
yo no quiero esto? Quiero la libertad que Dios me regala.
La limosna nos abre a la libertad del
encuentro con el otro. No es sólo esa caridad que puedo tener en lo
material que doy, sino qué es lo que me separa de mi prójimo. Puedo empezar
pensando, ¿de quiénes estoy alejado hoy? ¿Cuál es el vínculo que hoy más me
cuesta? ¿Con quiénes me está costando encontrarme, charlar, escucharlo? Tal vez
esa es la limosna que hoy Dios me está pidiendo. En el trabajo, en mi familia,
en el camino. La limosna es la caridad a la que Dios me invita para encontrarme
con el otro. Entonces tengo que descubrir cuál es esa libertad que hoy no tengo
para el encuentro con el otro, por distintas razones, a veces hasta
justificadas, pero la Cuaresma lo que busca
es volver a recrear los vínculos, volver a sanar ese vínculo con los demás.
Para eso tengo que poner un signo, un gesto.
Por último, nos invita a la oración, a
volver a ser libres en ese vínculo con Dios. ¿Cuál es esa oración que me
puede volver a reencontrar con Él? Puede ser que me haya alejado de la oración,
y hoy tengo que ver cómo me puedo volver a acercar a ella. Puede ser que mi
oración sea más vacía, que le falte esa seducción, ese amor primero que tuve
por Jesús. Tal vez tengo que buscar ese espacio donde pueda volver a
reencontrarme cara a cara con Él. Donde pueda volver a recrear este vínculo
para también ser más libre en el encuentro con Dios.
Creo que en el fondo este es el camino de
la conversión. La conversión es volver a Jesús, volver a mí mismo, volver a los
demás, volver a Dios, volver a reencontrarme en cada uno de estos vínculos, de
la manera más virgen, de la manera más, de la manera más entregada, de la
manera más pobre.
Pidámosle a
Jesús, que en este camino de la Cuaresma, a semejanza de Él que fue aprendiendo
para dar la vida, podamos también nosotros día a día reencontrarnos con
nosotros mismos, reencontrarnos con los demás y reencontrarnos con Dios.
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