viernes, 15 de febrero de 2013

Homilía: “Nuestro Padre Dios nos vuelve a llamar y se quiere reencontrar con cada uno de nosotros” – Miércoles de Cenizas



Hay una poesía de Machado que dice: “creí mi hogar apagado, moví ceniza y me quemé la mano”. Habla de esa experiencia cuando uno ve un fuego que ha hecho, y ya parece como que todo terminó, como que todo lo que estaba ahí se ha quemado, no queda más que cenizas, pero que sin embargo todavía sigue irradiando calor. Si uno lo toca, como dice esta poesía, se quema, hay algo más, pareciera como que la ceniza es esa coraza que todavía está cuidando algo profundo que está candente, que está ardiendo.
Creo que esta es la experiencia de lo que vamos a comenzar a vivir en esta Cuaresma, en el signo que vamos a hacer. Después de la homilía todos vamos a recibir la imposición de cenizas. Este signo nos dice que hay algo que se quemó, que terminó, algo que es finito, pero todos sabemos que nos abre a algo mucho más grande, por eso lo hacemos. La Cuaresma en sí misma no tiene sentido, sino que cobra sentido a partir de la Pascua. Si no hubiese Pascua, no tendríamos esta preparación. La ceniza entonces, nos recuerda que algo se acaba, que algo no está más. Pero nos abre a una nueva dimensión, y ese sentido lo da la Pascua. A ver, la cruz tiene un sentido de muerte, sin embargo, por algo que va mucho más allá de nuestra comprensión, nos abre a algo nuevo que es la vida, que es la resurrección, que es ese paso que se da. Ese mismo signo, es signo de muerte y signo de vida. La ceniza es lo mismo, es signo de algo que se acabó, pero porque algo nuevo tiene que nacer. Algo terminó porque algo nuevo quiere resurgir y quiere dar vida. Con ese sentido todos vamos a recibir, en este comienzo de la cuaresma ese signo. Queremos vivir y nacer a algo nuevo.
En palabras de la primera lectura del profeta Joel al principio, “vuelvan a Dios de todo corazón”. Ese es el sentido profundo de la Cuaresma, volver a encontrarnos con nuestro Padre Dios que nos vuelve a llamar y se quiere volver a reencontrar con cada uno de nosotros, que nos vuelve a hablar al corazón. En las imágenes de la poesía podríamos decir que nuestro corazón tiene como esa ceniza que nos va tapando, y nos va alejando de nosotros mismos, de lo que buscamos, de Dios. La Cuaresma lo que busca entonces, es sacar todas esas cosas que nos tapan en nuestra vida, y volver a lo más profundo de nosotros, para que de alguna manera tal vez más candente, como con un fuego que quema más, con un corazón más sensible y entregado, nos podamos encontrar con los demás. Creo que a lo largo de la vida vamos como perdiendo esa sensibilidad. Vamos perdiendo la capacidad de sorpresa, vamos perdiendo esa sensibilidad que tenemos con las cosas, esa juventud de corazón, y nos quedamos como con la nostalgia y la añoranza de eso. La Cuaresma quiere como remover escombros, y reencontrarnos con Dios de una manera nueva.
Para eso, tenemos que despojarnos de las cosas que nos atan, tenemos que ir a Dios de una manera nueva y entregada. Por eso, en la Biblia en general cuando Dios se quiere encontrar con alguien lo hace en un lugar especial, lo lleva al desierto, le habla al corazón, lo seduce. Necesita sacarlo de todas las cosas que le hacen ruido, para que en ese lugar solitario se encuentren. En el evangelio del domingo pasado, ¿qué hace con Pedro? Navegá mar adentro, le dice. Acá, en la costa con tanta gente, no te das cuenta de quien está delante tuyo. Navegá mar adentro y ahí, en la barca nos vamos a encontrar. Ahí te vas a dar cuenta de quién soy Yo. En esta Cuaresma Jesús vuelve a decir lo mismo. Despojémonos de todas las cosas que nos hacen mal, que nos hacen ruido, para encontrarnos cara a cara y volvernos a poner en camino.
Si el texto dice, vuelvan a mí, es porque hay un camino por recorrer. Todos en la vida tenemos un camino por recorrer para reencontrarnos con Jesús, y cada uno tendrá que descubrir de manera concreta qué significa eso, qué significa en la vida de cada uno de nosotros. Tal vez por tomar sólo el ejemplo del evangelio, ¿qué significa ese ayuno, esa limosna, esa oración? Porque no es para hacerlo de cualquier forma. Es más, Jesús es bastante duro, no dice que no lo hacen, dice: no lo hagan como ellos. No ayunen como ellos, no recen como ellos, no den limosna como ellos, sino de una manera distinta, de una manera más entregada, de una manera más pura. A nosotros también nos dice lo mismo, y tenemos que descubrir cómo tampoco ser hipócritas con eso, cómo poder vivirlo.
En general acá a veces tenemos como dos tentaciones: cuando algo nos cuesta o no lo hacemos con la pureza que quisiéramos de corazón, la primera tentación es decir: no lo hago más. No lo hago porque no lo estoy haciendo de la manera que lo tenía que hacer. Eso es una tentación. Lo tengo que hacer y le tengo que pedir a Dios que me ayude a purificarlo, no dejar de hacerlo. Ahora, lo otro es cómo voy purificando eso en mi vida. Preguntarme ¿de qué me está invitando Dios a ayunar hoy? No sólo tal vez de comida o de abstenerme de algo, sino ¿qué es lo que hoy me cuesta y me aleja de los demás y de mí mismo? ¿En qué pierdo tiempo? Tal vez en la televisión, en internet, no uso el tiempo productivamente. ¿Cómo puedo ayunar en esta Cuaresma en eso? ¿En qué estoy siendo vago, perezoso, y no me estoy entregando y utilizando los dones que Dios me da? ¿Qué estoy ocultando, qué estoy omitiendo? Tal vez ahí puedo descubrir cuál es el ayuno al que Dios me invita hoy. Si estoy siendo muy materialista, si estoy siendo muy consumista. ¿Cómo puedo cambiar esto? ¿Por qué? Porque lo que busca la Cuaresma es ayudarme a ser más libre, y cuando descubro que todas estas cosas me atan y no me dejan ser libre, ¿cómo puedo poner un signo de que yo no quiero esto? Quiero la libertad que Dios me regala.
La limosna nos abre a la libertad del encuentro con el otro. No es sólo esa caridad que puedo tener en lo material que doy, sino qué es lo que me separa de mi prójimo. Puedo empezar pensando, ¿de quiénes estoy alejado hoy? ¿Cuál es el vínculo que hoy más me cuesta? ¿Con quiénes me está costando encontrarme, charlar, escucharlo? Tal vez esa es la limosna que hoy Dios me está pidiendo. En el trabajo, en mi familia, en el camino. La limosna es la caridad a la que Dios me invita para encontrarme con el otro. Entonces tengo que descubrir cuál es esa libertad que hoy no tengo para el encuentro con el otro, por distintas razones, a veces hasta justificadas, pero la Cuaresma lo que busca es volver a recrear los vínculos, volver a sanar ese vínculo con los demás. Para eso tengo que poner un signo, un gesto.
Por último, nos invita a la oración, a volver a ser libres en ese vínculo con Dios. ¿Cuál es esa oración que me puede volver a reencontrar con Él? Puede ser que me haya alejado de la oración, y hoy tengo que ver cómo me puedo volver a acercar a ella. Puede ser que mi oración sea más vacía, que le falte esa seducción, ese amor primero que tuve por Jesús. Tal vez tengo que buscar ese espacio donde pueda volver a reencontrarme cara a cara con Él. Donde pueda volver a recrear este vínculo para también ser más libre en el encuentro con Dios.
Creo que en el fondo este es el camino de la conversión. La conversión es volver a Jesús, volver a mí mismo, volver a los demás, volver a Dios, volver a reencontrarme en cada uno de estos vínculos, de la manera más virgen, de la manera más, de la manera más entregada, de la manera más pobre.
Pidámosle a Jesús, que en este camino de la Cuaresma, a semejanza de Él que fue aprendiendo para dar la vida, podamos también nosotros día a día reencontrarnos con nosotros mismos, reencontrarnos con los demás y reencontrarnos con Dios.

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