miércoles, 17 de diciembre de 2014

Homilía: "¿Jesús es una buena noticia para nosotros?" – II Domingo de Adviento

Hace poco miraba la película “Marta y María”, que trata de dos madres que pierden a sus hijos en África, por la malaria. María es una madre bastante acomodada que vive en EEUU, y que decide hacer un viaje a África para acercarse más a su hijo, que es pre-adolescente; éste es picado por un mosquito y contrae la enfermedad. Después en el hospital de África, ella descubre lo que es este flagelo, y luego de esta tragedia le cuesta mucho retomar su vida diaria en EEUU.
Todavía en medio de esto, quiere volver a las cosas rutinarias de todos los días, y un día va al club con sus amigas. Mientras están charlando Alice, una de sus amigas, cuenta que están discutiendo para cambiar el auto con su marido. Una le dice, “sí, a mí me pasó lo mismo cuando tuvimos que comprar el segundo auto”; “Sí, sí…”, dice Alice, “… lo que pasa es que él quiere un Mercedes, yo prefiero un Lexus…”. Hasta que María, que está con la cabeza en otro lado, les dice: “Perdón, disculpen, me retiro.” Alice se para, y le pregunta, “¿por qué?, ¿qué pasa?”. “La respuesta honesta, no estoy lista para volver a la realidad. Acabo de ver cosas terribles y se me rompe la cabeza escuchando cómo pasar de un auto muy grande a otro más grande todavía.” Alice le dice, “no te pongás así, no te pongás como loca.”, y María le contesta, “a mí manera de ver las cosas hoy, las locas son ustedes. Nos pasamos cada minuto de la vida enojados, obsesionados, por cosas que no tienen la menor importancia, y de pronto vemos lugares donde a un niño se le permite morir por una picadura de mosquito. Estos días lloraba por cómo había desperdiciado mi vida, y lo que ahora descubro es que he desperdiciado la vida de mi hijo.”
Lo que le pasa a María es que una tragedia le cambia la mirada. Le hace salir de lo superfluo de todos los días, de las cosas pequeñas que a veces nos tapan el paisaje. Empieza a mirar de una manera nueva. Intenta ir a lo central, valorar la vida, descubrir el significado que tiene para ella, como debería tener para cada uno de nosotros.
Éste es un camino que todos deberíamos hacer en la vida, pero sabemos que no es fácil. Tenemos que aprender a ir a lo central, aprender a ir a lo esencial. A veces necesitamos cosas muy dolorosas para darnos cuenta, para empezar a valorar. En este caso una tragedia, perder un hijo; un dolor muy grande, alguien que no está más conmigo. Empezamos a valorar lo importante en los momentos en que ya no lo tenemos. A veces, la gracia de Dios hace que la sabiduría y la madurez nos permitan ese cambio de mirada, de poder valorar y descubrir lo central y lo esencial. Eso es necesario para poder tener una escala de valores bien centrada, que va a lo esencial. Porque si no nos pasa que cosas que ni siquiera son secundarias, sino que no entran ni en el “top ten” de lo importante, nos tapan todo el paisaje, no nos dejan ver, nos obnubilamos. Nos quedamos como frenados, sin poder volver a lo central.
El adviento viene a despabilarnos un poco y a ayudarnos a volver a lo central de nuestras vidas. Así es como comienza el evangelio de Marcos: “comienzo de la Buena Noticia de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios”. Marcos viene a decirnos que en medio de nuestras vidas, de lo cotidiano de todos los días, hay un Dios que irrumpe, hay una buena noticia que se hace presente. Él la quiere transmitir, él la quiere dar a conocer. ¡Abran el corazón a esta Buena Noticia, hay algo que está cambiando! Para eso, hay que mirar de una manera distinta, de una manera nueva. No es que cambió la vida de la gente que está ahí, no es que cambió la gente. Sino que en su vida cotidiana, tienen que descubrir que irrumpe, que Dios se hace presente. Para eso tienen que abrir el corazón para descubrir que hay una Buena Noticia.
Entonces, la pregunta que nos podríamos hacer en este adviento es, ¿Jesús es una buena noticia para nosotros? A ver, obvio que si yo les hago esta pregunta, todos van a decir que sí. Nadie va a decir que no. Pero la pregunta cala más profundo. ¿Descubro verdaderamente que en mi vida Jesús es una buena noticia?, ¿lo vivo como una buena noticia? ¿Se nota en mi vida que Jesús me hace trascender lo demás y que puedo vivirlo de una manera nueva? Eso es lo que quiere Jesús en el adviento, volver a irrumpir como buena noticia en nuestras vidas.
La semana pasada les decía: no miremos tanto para atrás, miremos para adelante. El adviento tiene esa diferencia con la cuaresma. Hay algo que irrumpe, Jesús es una buena noticia. Aprendamos a descubrir esto. No hagamos sólo un balance del año, a ver qué pasó y qué no pasó. Miremos para delante. Descubramos que hay algo nuevo, alguien nuevo que viene, dejémoslo irrumpir. En mi vida, hoy, Jesús viene; como estoy, y como vivo; como soy. Pero para eso quiere que lo descubra. Para eso tengo que abrir el corazón, descubrir que hay una buena noticia. Porque si no puede pasar como cuando Jesús nació. Todos esperaban el Mesías, pero el Mesías no pudo nacer en ninguna casa. María, la que lo acogió en su vida, iba casa por casa y todos lo decían que no había lugar. Tenían muchas preocupaciones y Jesús pasó de largo. Terminó naciendo en un pesebre en una cueva, por ahí… ¿Por qué? Porque nadie quería recibir esa buena noticia.
Ahora, si le preguntamos a los judíos, ¿esperan al Mesías? Sí, sí… ¿Lo van a recibir? Sí, sí… Bueno, que esperen todavía. No se dieron cuenta. A nosotros nos puede pasar lo mismo. Esperamos que Jesús irrumpa, pero no le hacemos un lugar. El viene para que le hagamos un lugar. Pero para eso, como venía diciendo, en primer lugar tengo que responderme si es una buena noticia.
En  segundo lugar, tengo que preparar el corazón a esta buena noticia. ¿Cómo nos preparamos? Esto lo dice Juan. Allanen el camino, prepárense. Juan se prepara para esta buena noticia. Es más, nos llama la atención, porque vive muy pobre y austeramente, porque Jesús es la buena noticia que espera. A nosotros nos pide lo mismo. Todos sabemos más o menos las cosas que hay que hacer para preparar el corazón. Podemos rezar un poquito más, reconciliarnos, con nuestros hermanos y con Dios, confesarnos, poner gestos, signos… Pero muchas veces las cosas, sobre todo a fin de año, nos tapan. Hacemos un montón de cosas (que quizás habría que revisar cuán importantes son) y Jesús siempre va quedando. Casi como las dietas, que decimos, “mañana empiezo”; con Jesús nos pasa lo mismo, “mañana empiezo”. Queda postergado, no le hago lugar. Jesús dice: preparate, te doy otra oportunidad, comenzó el adviento, haceme un lugar, un ratito en tu vida. ¿Para qué? Para recibir esa buena noticia.
Ahora, para eso, yo me tengo que poner en sintonía de querer recibir esa buena noticia. A veces pareciera que estamos con más ganas de recibir malas noticias que buenas noticias, porque es de lo que más hablamos. Nos quejamos de todo, todo es negativo, somos pesimistas… No vemos lo bueno que pasa. Obvio que me van a decir: no, yo quiero que pasen cosas buenas; pero, ¿las percibo?, ¿las descubro?, ¿las veo presentes? Esto se ve en nuestro lenguaje. Estamos tan exigidos que vamos perdiendo la capacidad de alegrarnos por lo bueno. La semana pasada hablábamos de alegrarnos porque tenemos trabajo, porque podemos estudiar, porque tenemos una familia. En vez de ver lo que nos cuesta, alegrarnos por eso. Porque eso se transmite en nuestro vocabulario. Por ejemplo: los chicos mandan por WhatsApp cuando rinden las materias, “una menos”, casi como por vía negativa. En vez de decir, di un examen, aprendí un montón, es: me lo saqué de encima, ya falta menos. Lo mismo en el trabajo. Uno pregunta cómo les está yendo y la respuesta es: muerto, cansado… en vez de: pude hacer muchas cosas, pude desarrollarme, pude crecer. Nuestra vida siempre está exigida; siempre resalta lo negativo.
Empecemos a mirar lo positivo. Empecemos a mirar que hay un Dios que irrumpe. A veces en medio de sufrimientos, a veces en medio de dolores; otras veces en medio de alegrías, de gozo; hay un Dios que irrumpe, hay un Dios que se hace presente. Y quiere que le hagamos un lugar. Quiere que lo recibamos. Pero para eso tenemos que abrir el corazón, tenemos que prepararnos. Tenemos que descubrir que Jesús quiere ser buena noticia, y tenemos que ser portadores de buenas noticias. ¿Transmitimos y hablamos de cosas buenas?, ¿se las decimos a los demás? ¿O vivimos criticando, enojados? Empecemos a transmitir esto, como hizo San Juan Bautista. Pongamos el corazón y descubramos esta buena noticia.
Cuando alguien se deja irrumpir por la buena noticia, luego la quiere transmitir. Juan vive la pobreza, y va y les dice: prepárense. Isaías hace lo mismo, vemos en la lectura que dice: consuelen a mi pueblo, háblenle al corazón, que Dios se haga presente. A nosotros en primer lugar nos pide que recibamos esta buena noticia; en segundo lugar nos dice: sean portadores de esta buena noticia. Miremos de qué forma y de qué manera podemos poner signos que ayuden a que Dios sea una buena noticia. Busquemos que a través de nuestra vida, Dios sea una buena noticia para los demás.
Podemos pensar en cosas simples. Vamos a preparar un montón de cosas para fin de año. Las fiestas de fin de año, las fiestas de Navidad… tenemos un montón de cosas… Bueno, preparémonos también para Jesús, hagámosle un lugar en lo central que es la buena noticia. Que no pase de largo. Fijémonos que también debe haber cosas que podemos transformar y cambiar, cosas simples… El 24 a la noche, por ejemplo, todos vamos a levantar después de las 12 la cabeza al cielo mirando y maravillándonos por fuegos artificiales por todos lados. Cada vez hay más, nos peleamos por quién tira mejores fuegos artificiales… Qué lindo sería que en vez de mirar eso, nuestra vida se iluminara. En vez de que se ilumine el cielo, que se ilumine nuestra vida, que podamos iluminar a los demás.
Por ejemplo, en vez de perder el tiempo en ir a comprar eso, ¿por qué no vamos a escuchar a alguien? ¿Por qué no “perdemos” el tiempo siendo una buena noticia para el otro? Doy esa plata para alguien que la necesita, que puedo iluminarle esa noche, puedo hacer que viva esa noche un poquito mejor. Pongo este ejemplo porque es algo completamente trivial. Pero podríamos poner un montón de ejemplos de cosas superfluas, de cosas que compramos para tener más cosas, que no sabemos dónde poner.
Empecemos a poner gestos. Cada uno de nosotros puede poner gestos, cada uno de nosotros tendría que mirar en el corazón. Que no quede tapado todo y que Jesús no pueda entrar, sino que quede despojado, libre, para que Jesús se pueda hacer presente. Esa es la invitación que nos hace. Esta es la invitación que nos hizo María; con ese corazón sencillo acogió esa buena noticia, la recibió y la vivió. Le hizo un lugar, la compartió, la entregó.
Jesús nos invita a que, tomando como ejemplo a María, preparemos el corazón para esta buena noticia. Para que en esta Noche Buena la podamos acoger, podamos hacerle un lugar en nuestra vida, en nuestras familias y en nuestras comunidades. Dejándole iluminar esos rincones, para que también nuestras vidas, nuestras familias, puedan ser una buena noticia para los demás, puedan ser ese reflejo de Jesús que quiere ser luz para el mundo; para que podamos brillar con esa luz que Jesús nos transmite.
Lecturas:
*Is 40, 1-5. 9-11
*Salmo 84
*2Pedro 3, 8-14

*Mc 1, 1-18

No hay comentarios:

Publicar un comentario