miércoles, 29 de abril de 2015

Homilía: “Cuando no me preocupo por conocer a la oveja que tengo delante, no estoy viviendo con el corazón que me pide Jesús “– Cuarto domingo de Pascua

La película Tangerine, que traducido significa mandarina, es una película europea poco conocida, una coproducción georgiana-estoniana. La imagen es muy clara: Ivo está viviendo en una zona de conflicto, de guerra, ahí se dedica a cosechar mandarinas junto con amigo que hace los cajones. Es una época difícil donde está todo muy complejo, como podemos pensar en una guerra entre todos esos países que se fueron disgregando de la ex Unión Soviética. En un momento hay una pequeña batalla cerquita de donde él esta, de muy poquitos soldados donde muere la mayoría y quedan vivos dos: un checheno que se llama Ahmed y un georgiano que se llama Niko. Él con la ayuda de un médico logra salvarlos a los dos pero no tiene mejor idea de ponerlos a los dos en su casa, uno en cada cuarto; se acababan de intentar matar y él los tiene ahí. El que queda un poquito mejor, cuando se entera de esto quiere terminar con la vida del otro, Ivo se enoja y le dice a Ahmed que él le salvó la vida, que si no para de hacer eso se la va a quitar, le dice “yo te salvé la vida y vos me contestás y me devolvés esto así”. Entonces la promesa que le hace Ahmed es que mientras estén dentro de su casa, él no va a hacer nada, pero en cuanto saque la cabeza afuera… bueno, nos imaginamos qué es lo que querrá hacer. Se complica mucho la relación entre ellos adentro de la casa, sin embargo, como muchas veces pasa, en la medida en que se van conociendo, en la medida en que va pasando el tiempo, empiezan a tener la mirada un poquito más diferente del otro. Por lo menos empiezan a entender un poco más lo que el otro vive, lo que el otro pasó y muchas cosas que eran una crítica, empiezan a mirarlas de una manera y de una forma diferente.

Esto pasa muchas veces en la vida cuando nos animamos a encontrarnos verdaderamente con el otro. Todos tenemos la experiencia de haber prejuzgado al otro, hemos criticado cosas del otro y cuando lo conocemos nos damos cuenta que no era tan así la cosa, que en realidad era una mirada muy superficial que teníamos. No sabíamos que le pasaba, que el otro, puede ser que eso que nos cuesta un poquito lo tenga, pero que también tiene cosas muy buenas y para verlas tengo que romper la barrera. La barrera de que a veces los que vemos primero en el otro nos distancia, que es un prejuzgar o una mirada muy superficial de lo que el otro vive. A mí cuando alguien viene y me dice algo que le está costando mucho del otro o alguna persona que le está costando mucho yo le pregunto ¿Qué cosa buena tiene el otro, esta persona, que uno critica? Y si la persona, como me puede pasar a mí, me dice que no ve nada bueno le contesto que entonces no la conoce. No creo que Dios haya hecho tan mala a la otra persona, si uno no conoce nada bueno del otro, en realidad está mirando muy reductivamente, mira solamente lo que le molesta o lo que no le gusta. Es más, a veces cuando prejuzgamos puede ser que el otro o haya tenido un mal día o justo lo que muestra es algo que no me gusta, pero en general es porque tenemos una mirada reductiva, estamos casi más atentos a los que nos molesta del otro que a aquello que nos gusta. Como en la película, a medida que los vamos conociendo, pero un conocer de verdad, abrimos el corazón, pasamos tiempo con el otro, en ese momento aprendemos a ver cosas diferentes, aprendemos a amarlo de una manera distinta. 

Podemos decir que, de alguna manera, es lo que sucede en el evangelio que acabamos de escuchar. Cuando Juan escribe este texto del Buen Pastor, lo que está pasando es que la Iglesia está viviendo un momento difícil. Hay como distintos pastores, distintas cabezas y divisiones dentro de las primeras comunidades; unos viven la fe de una manera, otros de otra. Cuando estaba Jesús era más fácil porque la referencia era Jesús y cuando a Jesús algo no le gustaba de lo que estaba viviendo o de la manera en que vivían esta caridad o el tratarse los unos a los otros, la norma era Jesús quien ponía siempre por encima la caridad. ¿Qué es lo que pasa cuando empieza a haber una diferencia tan grande? Lo que pasa, lo que Juan les recuerda, es que el ÚNICO pastor, el Buen Pastor es Jesús, al que hay que mirar es a Jesús que es, hasta ese momento podríamos decir, el único que está dispuesto a dar la vida por sus ovejas, ¿Por qué? Porque las ama. “Yo conozco a mis ovejas”, dice el Buen Pastor “y ellas me conocen a mí”. Ahora, no es un conocer de saber, “yo sé cómo sos”, que muchas veces en ese saber hay cosas que no me gustan del otro, es un conocer que implica amar. En el mundo judío, cuando alguien te decía “yo te conozco” era “yo comparto la vida con vos, yo te amo, sos parte de mi familia” y ESO es lo que vive Jesús. Y esto Juan lo pone como modelo para todos los que de alguna manera cumplen una función que implica acompañar a los demás, que implica pastorear.

En primer lugar, la Iglesia nos invita en este domingo a rezar por las vocaciones sacerdotales y consagradas pero nosotros no nos podemos reducir solamente a eso, muchos de los que estamos acá tenemos esa función de acompañar. Empecemos por la más básica e importante que es la de ser papás, me toca acompañar al otro, pero de ese ser papás, de ese primer núcleo pequeño se abre a un montón más que me rodean, y la primer pregunta es ¿Cómo los conozco? ¿Cómo los amo? Y a partir de ese lugar es cómo los voy acompañando. En la Iglesia eso es mucho más central porque el pastor es el que da la vida por las ovejas. Cuando a mi hay algo que me molesta o cuando a mi hay algo que me cuesta, la primera pregunta es ¿de qué manera yo estoy acompañando y estoy siendo pastor? ¿Yo daría la vida por ellos? ¿Daría la vida por esas personas? Esa es la primera pregunta que me haría Jesús. No es si el otro está cumpliendo la ley o no, si está haciendo las cosas bien o no, sino si yo estoy dispuesto a acompañarlo y dar la vida por esa persona, porque esto es lo que hizo Jesús. Si nosotros miramos la vida de Jesús, el buen pastor, no es el que da la vida por los justos o el que le está señalando al otro si esta haciendo las cosas bien o mal. El Buen Pastor es aquel que está dispuesto a darlo todo aún por aquel que no se lo merece o, mejor dicho, por todos nosotros que no lo merecemos ¿Por qué? Porque los quiere y los ama y eso es lo que transforma a Jesús en lo que es, lo que está dispuesto a hacer. Esa es la invitación para cada uno de nosotros. Creo que cuando nos terminamos distanciando es porque empezamos a ver qué es lo que nos separa y nos olvidamos, en primer lugar, de ver qué es lo que nos une que es Jesús. Nos olvidamos de la manera que nos invita a vivir y a acompañarnos, que es dando la vida, estando dispuesto a amar al otro hasta el extremo, sentarnos con el otro a entenderlo, a preguntarle qué es lo que le pasa o solamente que me preocupe.

Creo que la invitación es a esa cercanía que podemos tener. Me acuerdo que en uno de los talleres o cursos que me pidió el obispo que haga sobre dirección espiritual, el que vino a dar el curso lo primero que nos dijo, y no solo lo primero sino que estuvo un par de charlas hablando de eso, era que amemos a la persona que tenemos delante. ¿Qué es lo primero que tengo que hacer? amarlos. Y se pasaba hablando de eso y mientras uno esperaba tips o cosas que ayuden a los problemas que surgían, él seguía hablando de amar, qué significa amar. Amar es tener paciencia, escucharlo verdaderamente, darle tiempo, tener empatía, ponerse en el lugar del otro, y uno sigue pensando “bueno, pero decime qué hago” y el seguía hablando de amar ¿hacer qué? Amar, quererlo al otro, no preocuparse por solucionarle la vida, querer corregirlo. Primero preocupate por quererlo y por amarlo, y esto lleva tiempo si uno lo tiene que hacer verdaderamente en el corazón. No solamente a veces nos cuesta amar, ¿Cuántas veces estamos viendo cómo nos sacamos de encima al otro porque nos cuesta un poquito? Cómo, hasta haciendo un acto de caridad, queremos terminar rápido, no nos ponemos en ese lugar. El lugar de Jesús es el lugar del que conoce al otro, y para conocer uno tiene que pasar tiempo, casi que, como dijo el papa a los que trabajamos con los jóvenes, tiene que perder el tiempo que ganarlo para Jesús y esa es la invitación para cada uno de nosotros; con Jesús y con los demás. Para conocer al otro yo tengo que abrir el corazón, estar dispuesto a salir de mis esquemas y tengo que estar dispuesto a tener y pasar tiempo. 

Esa pregunta nos la podríamos hacer en primer lugar con Jesús, él dice “yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí”. Bueno, ¿Cuánto tiempo estoy dispuesto a pasar con Jesús? ¿Estoy dispuesto a abrir el corazón, a salir de mi imagen de Dios, de los preconceptos que yo tengo y a dejarme transformar por él? A ver qué es lo que él tiene para decirme, a pasar tiempo con el otro, y no solamente con el que tengo más cerca, aunque a veces tenga que ser ese porque es el que hoy más me está costando; sino también con el que Jesús pone a mi lado. Qué tan dispuesto estoy a escucharlo, a entenderlo, a preguntarle qué es lo que le pasa, por qué hizo eso. A veces lo que me sale más rápido es quejarme de algo. 

Voy a poner solamente un ejemplo: Gracias a Dios, el papa, la Iglesia, ha decidido este año, que comenzó el año pasado, hacer un sínodo por la familia, ¿Por qué digo gracias a Dios? Porque lo central, si hay algo que vemos hoy que está en crisis, que cuesta vivir, que hay que pelearla, que hay que lucharla pero que es central en cada uno de nosotros, es la familia. ¿Qué más queremos que una Iglesia que se preocupe por eso? Que diga “a esto hay que dedicarle tiempo hoy”. No alcanza con las respuestas que dábamos hace treinta años porque seguramente, ustedes descubrirán, que las problemáticas familiares hoy son distintas a las que tenían sus padres o las que tenían sus abuelos o la forma en la que se vive entonces hay que darle una respuesta hoy. Muchas veces, en vez de alegrarnos, decir “que bueno una Iglesia que se preocupa por la familia hoy, que le quiere dedicar tiempo a la familia hoy, que está dispuesto a mirar cómo acompañarlas”, empezamos a poner peros. Y no hablé todavía nada de cambiar o no cambiar, yo lo que dije es que hay que preocuparnos por esto, dediquémonos a esto. Y uno a veces en vez de decir “que bueno que le dedicamos tiempo a esto” lo primero que escucha son críticas: “Uy, pero ¿porque vamos a hacer esto?” A veces somos un poco cuadrados o nos cuesta abrir el corazón como Jesús, preocuparnos por el que tenemos adelante, escucharlo, verlo; y cuando no hago eso, no estoy viviendo el corazón de Jesús Buen Pastor. Cuando no me preocupo por conocer a la oveja que tengo delante, me alejé de él, podré cumplir la ley, podré vivir como fariseo o como fuera pero no estoy viviendo con el corazón que me pide Jesús. Ese corazón que se preocupa por el hermano, ese es el corazón que quiere Jesús, por eso a Jesús lo criticaron, por eso fue tan difícil la vida de Jesús. ¿Por qué Jesús se preocupa por esto? Esta era la pregunta de muchos, ¿Qué tienen estos para que Jesús dé la vida por ellos? Esa fue la pregunta que nunca entendieron, que lo que Jesús hacía era amarlos. El corazón que tenemos que tener es ese, no condenar lo que no nos gusta o es diferente, sino de preocuparme por él. Y si primero lo condeno antes de acercarme, escucharlo, tratar de entenderlo, me estoy convirtiendo en un asalariado, no en un Buen Pastor. El signo más claro es que no estoy dispuesto a dar la vida por él, solamente quiero condenarlo.

Creo que todos tenemos la experiencia de cómo en el amor todo se perdona, a lo que queremos realmente, uno le da otra oportunidad, vuelve a estar más cerca, se acerca, está ahí, le duele cuando se aleja. Ese es Jesús, el que está dispuesto a estar con todos, a conocerlos y a que lo conozcan, porque sabe que el amor salva y cuando uno se preocupa y le dedica tiempo, eso hace que se lo encuentre y lo salve. Así es como quiere que seamos nosotros en lo que nos toca acompañar: personas, pastores, ovejas que estén dispuestos a amarse, que estén dispuestos a acompañarse, a entregarse, a dar la vida por el otro. Pidámosle entonces a Jesús Buen Pastor que nos reúna como comunidad, que nos ayude a dedicarnos tiempo, a escucharnos, a entendernos, a estar cerca los unos de los otros y a poder amarnos como ama Jesús Buen Pastor.


Lecturas:
*Hechos de los Apóstoles 4,8-12
*Salmo 117
*Primera carta del apóstol san Juan 3,1-2
*Juan 10,11-18

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