viernes, 24 de abril de 2015

Homilía: “Nada puede suplantar la experiencia, yo tengo que recorrer el camino” – Tercer domingo de Pascua

En la primera de las películas de la trilogía de Matrix, Mr. Anderson es quitado del mundo en el que vivimos y se le muestra que hay como un mundo paralelo, por así decirlo, y que donde él estaba era más que nada una realidad. Se le empieza a enseñar sobre este mundo controlado por las máquinas y uno de ellos, Morfeo, le va a explicar qué es lo que está viviendo y qué es lo nuevo que tiene que vivir y él empieza a aprender un poco todo lo que significa empezar a ver de una manera nueva, a descubrir las cosas de una manera nueva. Hasta que le empiezan a surgir preguntas sobre el futuro, sobre lo que le está viviendo, sobre el camino que tiene que tomar. En un momento Morfeo le dice: “Con el tiempo vas a descubrir que hay una diferencia entre conocer el camino y recorrer el camino, yo solo puedo mostrarte la puerta, a vos te coca abrirla”. Esto es lo que continuamente hacemos unos con otros, empezando por todos los que son papás, con los demás ¿qué es educar? Mostrar el camino, pero a vos te toca abrir la puerta y recorrerlo. Hay una diferencia muy grande entre saber y vivirlo, entre conocer algo y hacer experiencia.

Yo me acuerdo cuando estaba en la facultad, antes de entrar al seminario, creo que ya todos saben que estudié cuatro años de ingeniería química, y, estando ahí, el último año me dieron una pasantía para ir a un laboratorio. Llegué ahí y el encargado del laboratorio me pregunta cuáles materias de química había cursado. Yo había cursado todas, aparte era medio nerd y le empecé a decir todas las que había cursado y cuando terminé me dice: “Bueno, te aviso que acá no te van a servir de nada”. Obviamente que no es tan así, pero ¿qué es lo que me quería decir? Una cosa es saber y otra cosa es aplicarlo, una cosa es la base del conocimiento y otra es cuando, en la práctica, uno se encuentra con un montón de problemas, con un montón de cosas que tiene que resolver, cuando las cosas no son tan exactas como uno lo tuvo que aprender. Como en la vida hay veces que hay una especia de déjà vu, me acuerdo que cuando estaba en el seminario, en mis últimos años y a mí, que como les dije, me gustaba estudiar, uno de los curas me dice: “bueno, cuando seas cura lo que estudiaste no te va a servir para nada”. Me dijo exactamente lo mismo, tampoco es tan así y muchas de las cosas que uno estudia sirven. Pero, era lo mismo, lo que me quería decir es “tenés que tener la humildad de reconocer que ahora te toca recorrer el camino”, es importante la base de lo que uno aprende y otra cosa es cuando uno tiene que vivir lo que le toca. Cuando llega ese momento es cuando yo tengo que hacer experiencia. Pongamos otro ejemplo cotidiano, para los que son mamás y papás: una cosa es leer libros sobre ser mamá o papá, que te lo diga la abuela de los chicos o la madre de uno, que te cuenten, y otra cosa es SER padre, madre; tener que vivirlo en el día a día, recorrerlo, hacer experiencia de eso. Uno sabrá que solo se aprende, si es que algún día se termina de aprender, cuando uno recorre el camino. Siempre va incorporando cosas, no sé en qué número de hijo uno puede decir “bueno, ya las vi todas”, si es que en algún momento ya las vi. Yo voy incorporando, voy aprendiendo mientras hago experiencia. Esto sucede en cada una de las cosas, a mí me pueden decir “ir a la facultad es esto y esto, cuando vas a la facultad vos elegís, vos hacés lo que a vos te gusta”, “voy a estudiar porque voy a estudiar lo que yo quiera” y después veo que la mitad de las materias no me gustan, que no es tan así, cuando llega el momento, yo tengo que recorrer ese camino y lo tengo que hacer por mí mismo. ¿Sirve lo que yo supe? Sirve. ¿Sirve lo que los otros me transmiten? Sirve. Pero NADA puede suplantar la experiencia, yo TENGO que recorrer el camino, yo tengo que animarme a ir dando pasos. Es como cuando alguien le dice algo a otro, como cuando a algún amigo uno le pide un consejo y se lo dice muchas veces, o un padre a un hijo y el otro igual va y lo hace. Uno dice, ¿Por qué hiciste esto? ¿Por qué te querías dar la cabeza contra la pared? Porque LA EXPERIENCIA, aun a veces equivocándose, la tiene que hacer uno y uno aprende en la experiencia acertando o equivocándose y TODO sirvió. Sirvió que me digan, sirvió que yo lo recorra para que yo pueda incorporarlo y aprender en la vida. Esto que es una dinámica básica de la vida es también algo esencial en nuestro recorrido de fe.

¿Qué es lo central en nuestro camino de fe? La experiencia, es lo que me ayuda a madurar y a crecer. Esto es lo que sucede en el evangelio que acabamos de escuchar: Jesús se aparece a sus discípulos, ellos no se dan cuenta que está Jesús con ellos. Esto lo hemos escuchado y lo vamos a escuchar en todos los relatos. Sin embargo, ya vinieron otros, vinieron los discípulos de Emaús que cuentan que cuando se encontraron con Jesús no se dieron cuenta al principio de que era él, que ardía su corazón. Vino Pedro, dice el evangelio, y dice “yo me encontré con Jesús, estuve ahí” y, sin embargo, ellos tienen que hacer experiencia. Lucas no esconde nada en esto, dice que apareció y al principio pensaron que era un fantasma Jesús, no se dan cuenta. Jesús les dice: “la paz esté con ustedes” pero dice que todavía tenían dudas, que no se daban cuenta de que era él. Entonces les dice “bueno, vengan, hagan experiencia propia, acá tienen mis manos, acá tienen mis pies, toquen, y ahí se alegran pero igual dice que todavía estaban atónitos. Jesús les dice: “tráiganme algo de comer”, si hay algo que Jesús resucitado no necesita es comer eso es clarísimo pero ¿Quién lo necesita? Los discípulos, y Jesús tiene la paciencia del pedagogo que se da cuenta que el otro todavía tiene que hacer camino, y se sienta, come con ellos, lo va a hacer varias veces antes de ascender a los cielos. Es decir, deja que vayan haciendo un camino en su recorrido de fe, sale de sí mismo para descubrir cuál es el tiempo que necesita el otro en ese camino. No soy yo cuando enseño el que marco los tiempos, es el otro el que tiene que hacer la experiencia y por eso me va diciendo, de alguna manera, cuáles son las etapas, cuáles son los tiempos. Yo lo que puedo hacer es decirte “esa es la puerta, ese es el recorrido que vos tenés que hacer”. Y esto es lo que hace Jesús con ellos, les va mostrando el camino y para eso tiene paciencia. Empieza con los discípulos de Emaús que dicen “¿no ardía acaso nuestro corazón?”, les abrió el corazón, fue lo primero que hizo, ¿para qué? Para que puedan recorrer el camino.

Hoy nos dice el evangelio que les abrió el entendimiento para que ellos de a poco puedan entender, pero haciendo experiencia. Varias veces les dice Jesús, tres nos dice el evangelio, que él tenía que morir y resucitar: “a mí me van a llevar, voy a vivir la pasión, me van a crucificar, voy a morir, voy a resucitar” y los discípulos no lo pueden entender. No lo van a entender hasta que no hagan experiencia de eso, hasta que la Pascua sea un hecho. Recién cuando Jesús muera y resucite y hagan experiencia concreta de lo que es la resurrección, ellos van a empezar a comprender. Recién cuando Jesús se les aparezca, les tenga paciencia, todo eso lleva tiempo, y eso es lo que más nos cuesta a nosotros. A veces cuando uno tiene que educar tanto, los que son papas, los que son maestros, uno tiene la tentación de decir, después de tantas veces, “a ver, no podría venirme un hijo hecho ya más o menos así no tengo que tantas veces…” o en cualquier vínculo, en una amistad “que esto ya esté recorrido”. Cuántas veces queremos como saltear etapas, quisiéramos que las cosas estén dadas, y no solo nos perdemos lo lindo, más allá de la problemáticas, de los dolores que puede haber en el camino, sino que nos olvidamos que eso es necesario, totalmente indispensable, para madurar y para crecer: TENGO QUE HACER CAMINO. Tengo que animarme hoy a hacer la experiencia de lo que significa vivir esto y nada la puede suplir. Soy yo el que, si quiero vivir algo, tengo que decir “bueno, hoy empiezo a recorrer este camino”, y tenerme la paciencia de lo que eso lleva, en cualquier grado, en cualquier momento. En la vida, en la fe, uno nunca termina de aprender, uno lo que va haciendo es recorrer el camino e ir madurando, creciendo. El ejemplo son los discípulos quienes dejándolo todo lo siguieron a Jesús, así comienza el evangelio, y la pregunta es ¿dejaron TODO los discípulos? Bueno, si: dejaron a su familia y dejaron sus trabajos, pero después van a tener que dejar su forma de pensar, lo que ellos creían que era Jesús, la manera en que Jesús tenía que vivir, la manera en que iba a dar la vida, después que se les aparece resucitado, que les pide otra cosa. Continuamente fueron aprendiendo y eso les llevó tiempo, los tres años con Jesús, que Jesús resucitado se les aparezca, que vayan haciendo camino en las comunidades. Pero para eso tengo que animarme a PERMANECER, a permanecer en eso que quiero vivir, de lo más simple como puede ser una profesión, una carrera, el colegio a una amistad, un noviazgo, un matrimonio, un camino con Jesús.

Muchos están haciendo el camino de confirmación o son coordinadores y uno puede decir: “bueno, ya está, ya llegué, me confirmé y llegué” ¿Se acabó el recorrido? Llegás a la confirmación y pensás “aprendí” y después empiezan a aparecer más dudas, más preguntas. Yo creo que hoy tengo más dudas en mi fe que cuando era adolescente, y uno puede decir ¿sé más? Bueno, aparecen preguntas, todo el tiempo aparecen preguntas en el camino y uno continuamente tiene que ir incorporando cosas y ¿cómo uno crece y madura? Cuando se anima a estar, eso es lo que nos diferencia; cuando nos animamos a permanecer y decir “esta es la experiencia que hoy tengo que incorporar en mi vida y en mi fe”, y así aprendo, cuando estoy, eso es lo que les pide Jesús. Fíjense, ¿Qué es lo que hace Pedro? A él le llevó tiempo esto, pero Pedro ya no tiene miedo, nos dice la primer lectura que está frente al sanedrín, es curiosa la diferencia: antes de la Pascua Pedro, ante un esclavo, que en esa época los esclavos no tienen voz, nadie les presta atención, no pueden decir nada, y Pedro frente a un esclavo, le dice: “yo no conozco a Jesús”. Después de la Pascua va y habla frente al sanedrín, frente a los que crucificaron a Jesús. Fíjense la transformación que hace en su corazón el estar con Jesús, y no solo no tiene miedo ya, o tal vez un poquito tenía pero se anima a hacerlo. Además, ya se descentró, no les dice “ustedes son un desastre, unos hipócritas”, no, les dice “bueno, ustedes lo entregaron por ignorancia, no se dieron cuenta de lo que hacían, ahora anímense a seguir a Jesús”. Se descentra de él y piensa qué es lo que puede hacer que a ellos los motive, cómo puedo buscar el camino para que ellos hoy sigan a Jesús, y esa es la invitación para nosotros. En primer lugar, como yo voy haciendo experiencia de Jesús, después, cuál es la paciencia que yo tengo para transmitirla, sabiendo que más allá de lo que yo diga, lo que tengo que lograr es que el otro se anime a hacer experiencia. No es que lo tengo que convencer de algo, le tengo que decir “animate, vení, andá a un retiro, andá a una misión, andá a una misa, andá a un ratito de oración, hace ese camino que el que va a obrar es Jesús, ¿Cuándo? Cuando estés con él, eso es recorrer la fe.

Lo que nos invita Jesús es a que nos animemos a ir incorporando cosas para poder transmitirlas. Jesús termina diciéndoles “ustedes son testigos de todos esto”, Pedro, Juan, Santiago, todos los apóstoles transformados por esa Pascua van a salir a dar testimonio, pero para dar testimonio se tienen que dejar transformar por Jesús. Fíjense lo que dice Juan en la segunda lectura: “Ustedes no pueden decir que conocen a Jesús si no lo viven”. Si uno no vive en los mandamientos, si uno no vive el camino de Jesús, ¿Qué es conocer a Jesús? ¿Solo decir lo que sé o encarnarlo en mi vida? Ojo, Juan sabe que somos seres humanos, no es iluso, no es idealista, lo que él dice es: “¿querés transmitir la fe? VIVILA”. Y podríamos pensar también los primeros dones que Jesús le da a la comunidad, ¿qué es lo primero que les regala? PAZ, que tengan paz, que estén tranquilos. En la medida en que uno está tranquilo, uno tiene mucho más tiempo, tiene tiempo para sentarse con el otro, tiene paciencia para escucharlo. Cuántas veces nos falta tiempo, no solo en la fe, en nuestras casas, para estar con los que queremos, necesitamos estar en paz, tranquilo para transmitir algo. Tal vez tendría que preguntarme si antes de transmitir algo, no le tengo que pedir a Jesús que me regale un poco de paz, un poco de paciencia, de tolerancia para entender y comprender la realidad del otro. Lo segundo que les trae el resucitado es ALEGRIA, si quiero transmitir algo y quiero convencer al otro más vale que yo esté convencido de eso y eso me alegre, si yo no tengo alegría no entusiasma al otro. Tal vez lo primero que le tengo que pedir a Jesús es que su Pascua, que su vida, que la fe me alegre, para que yo con alegría vaya y entusiasme al otro, y así podría pensar que otras cosas le tengo que pedir: más generosidad, más entrega, más solidaridad, más oración, más acción… cada uno de nosotros tenemos que mirar en qué le puedo pedir a Jesús ser más testigo para, a partir de ahí, animarme a llevarlo, ese es el fruto de la Pascua. Hago experiencia de Jesús para invitar al otro, para entusiasmar al otro, para que también haga su propia experiencia.

Pidámosle entonces esta noche a Jesús resucitado que también nos haga testigos, que nos regale su paz y su alegría, que nos entusiasme a ser testigos, para que con ese entusiasmo nos animemos a dar testimonio frente a nuestro hermanos.



Lecturas:
- Hechos de los Apóstoles 3,13-15.17-19
- Salmo 4
- Juan 2,1-5
- Evangelio según san Lucas 24,35-48

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