viernes, 17 de abril de 2015

Homilía: “Cuando nosotros logramos hacer una experiencia profunda en la fe, en la vida, eso nos alimenta” – II Domingo de Pascua


Hay una película que se llama Una Buena Mentira que cuenta la historia de unos refugiados sudaneses que después de partir de su pueblo por la guerra civil, de estar más de 10 años en un campo de refugiados, tienen la suerte de ser elegidos para ser llevados a Estados Unidos. Ahí quedan a cargo de una chica que se llama Carrie Davis que, en medio de sus tareas, una de las que tiene que hacer es ver que estos jóvenes, que se tienen que insertar en una sociedad totalmente distinta, puedan hacerlo. Pero, casi inconscientemente, estos jóvenes que al principio le complican la vida se le van cambiando. Ellos, por ejemplo, no atienden el teléfono, no sabían lo que era un teléfono, en su vida habían visto uno (hoy en día, el 45% de la población mundial todavía no hizo nunca una llamada por teléfono). Carrie les tiene que conseguir un trabajo y a uno de ellos le consigue uno en un supermercado donde le piden, en algunos momentos, que la comida que se va venciendo la tire. El chico le dice que no puede trabajar en un lugar donde no tienen ética, que tira comida cuando otros no pueden comer. Todo esto, que nosotros a veces tenemos tan incorporado, en Carrie va tocando el corazón; al principio la enoja, la pone mal porque tiene que conseguirle otro trabajo, “bancate esto” “esto es parte de lo que te toca vivir acá”, pero después empieza a animarse a dejarse profundizar en esa experiencia. Aún en medio de la rutina, de la cantidad de cosas que tiene, se deja tocar en el corazón por la experiencia que el otro le está haciendo vivir.

Esta experiencia que Carrie tiene puede ser una experiencia también cotidiana que tenemos todos nosotros: nos encontramos con distintas realidades, vivimos distintas experiencias, pero a veces con la cantidad de cosas que tenemos que hacer en la rutina diaria, no podemos decantar en el corazón aquello que estamos viviendo, aquello que nos pasa. Todos tenemos experiencias de encuentro con los demás o propias, de la propia vida, donde decimos “me gustaría tomarme unos días, tener unos días para poderlo decantar, para poder ver qué es lo que pasa” pero no podemos. La vida casi que, en ese sentido, nos pasa por encima y al siguiente día de tener una experiencia muy linda tenemos que hacer 18 cosas, sentimos que no tenemos tiempo, que a veces las cosas van pasando más que que nos van pasando cosas en el corazón. Frente a esto, creo que en general no hay mucho que podamos hacer porque todos tenemos muchas obligaciones. Lo que si podemos hacer es vivir la experiencias que tenemos en la vida con intensidad, de una manera diferente, y aprender a descubrir que podemos canalizar la vida de manera distinta.

Acabamos de celebrar la Pascua, con su cruz, tres días de mucha intensidad en nuestra fe, cada uno lo habrá celebrado como ha podido pero son tres días muy fuertes, de una experiencia de Dios. A veces, alguno tendría ese deseo de “bueno, me gustaría tomarme unos días, poder decantarlo, poder verlo” pero, sin embargo, el lunes nos sorprende a todos y tenemos que hacer un montón de cosas, volvemos a la rutina diaria, ya no tenemos ese mismo tiempo para rezar, para celebrar, es lo que nos toca. Pero la pregunta es ¿qué hago yo con esa experiencia? ¿Qué hago con una experiencia fuerte que he vivido? Bueno en este caso la Pascua, pero también en nuestra vida, un encuentro profundo con un amigo, con esposos, con hijos, ¿qué es lo que podemos hacer con eso? 

Lo primero es alimentarnos de eso para nuestra vida, cuando nosotros logramos hacer una experiencia profunda en la fe, en la vida, eso nos alimenta, eso es el alimento que tenemos cuando la vida viene un poco más trabajosa, cuando la cosa viene un poquito más dura. No siempre tenemos esas experiencias profundas y a los que se nos invita es a que ese alimento sea lo que nos va durando a lo largo del camino. Es más, no siempre vamos a vivir una celebración con mucha profundidad o vamos a tener una charla re profunda cuando estemos con un amigo o en algún vínculo también más fuerte. Pero lo primero que hay que descubrir es no quedarse en la nostalgia de aquello que pude vivir, eso se hace presente hoy, porque es lo que me alimenta en el vínculo actual, es lo que hace que este vínculo sea más fuerte. Si yo tengo una charla con un amigo muy profunda y en mi realidad actual lo vuelvo a ver dentro de dos o tres meses, cuando retomo lo hago desde ese lugar, ya tuve una profundidad en el vínculo que no la pierdo. Obviamente que podemos hablar profundo, podemos hablar de pavadas de la vida, pero se trata de que cuando uno logra tener un encuentro profundo, ya nos vinculamos desde un lugar diferente y ese es el alimento: esto que tuve me alimenta en lo diario, me alimenta en lo rutinario, me alimenta en lo que cada día tengo que hacer. 

Lo segundo es descubrir que se me invita a vivir desde un lugar diferente, a veces no nos animamos a hacer experiencias profundas en el corazón, casi que preferimos como nadar en la superficie, como si fuera más fácil. Sin embargo, eso nos deja un sabor amargo. Todos estamos llamados en la vida a tener experiencias intensas, a tener experiencias profundas, es más, es lo que nos hace felices, es lo que nos alegra. Por eso se nos invita a profundizar, a descubrir que eso es lo que necesitamos, que es una experiencia que nos invita a vivir de una manera distinta y diferente. Cuando yo los vínculos no los puedo profundizar, ahí es cuando empiezan las crisis, qué es lo que de diferente le trae este vínculo a mi vida, qué es lo que de distinto le trae. Para eso necesito animarme a abrir mi corazón y a encontrarme con el corazón del otro, esa es también la experiencia de la Pascua. 

Como ustedes saben, la resurrección de Jesús nadie la vio, lo que tiene la Iglesia es la experiencia del resucitado, las apariciones, como vamos a ir escuchando durante todo este tiempo, y es encontrarse con una nueva experiencia de Jesús y, a partir de ahí, aprender a vincularse de una manera diferente y nueva, y esto es lo que escuchamos. En primer lugar, Jesús se les aparece, los tranquiliza, les dice “la paz este con ustedes”. Lo primero que descubre es que necesitan tener una paz en el corazón que los anime a ver de una manera distinta, nueva, no en medio de eso temores, dudas, preguntas que tenían en el corazón. Después les transmite la alegría de ese encuentro y, a partir de ahí, los llama a ser testigos, no es que pasó algo precisamente, sino como un paso en su vida, hicieron experiencia de Jesús resucitado. Esa es la invitación para cada uno de nosotros, no que esta Pascua pase, sino que hagamos experiencia HOY de la resurrección de Jesús, que nos animemos a encontrarlo. 

Es llamativo, porque ustedes saben que la Pascua se celebra durante ocho días, hoy estamos terminando de celebrar la Pascua, empezamos el domingo pasado y terminamos hoy. Creo que no solo es por la alegría que desborda el celebrar la Pascua durante tantos días, sino porque la Pascua quiere englobar toda nuestra vida. Todo lo que pasa en la semana, el vivir en familia, el trabajar, el estudiar, las alegrías, las tristezas, quedan englobadas en la Pascua. Jesús quiere compartir toda la alegría con nosotros y la experiencia del resucitado, quiere que sea en toda nuestra vida y esa es la invitación que nos hace, a descubrir cuál es esa experiencia del resucitado que yo puedo hacer y el testimonio que puedo dar. Está bueno porque la primera misión de la Iglesia fue un fracaso fíjense, hay diez discípulos que le quieren anunciar a uno, a Tomás, y fracasan, no les cree, ya a la primera les cuesta que les crean, les cuesta transmitir. No les fue bien la primera vez, tuvieron que hacer prueba y error más o menos para animarse, seguir. Después Tomás va a creer, ¿cuándo va a creer? Cuando pueda hacer experiencia en su vida del resucitado, y por eso Jesús le dice: “Bueno vení, tocá mi costado, tocá mis manos”, quiere ver la huella del resucitado en Jesús. A nosotros se nos invita a lo mismo: ¿Cuál es la huella de Jesús en mi vida hoy que puede transmitirse a los demás? 

Pero para eso me tengo que animar a que esa experiencia de Jesús resucitado toque mi vida, ¿Cuál es el paso que yo puedo dar en mi vida para que el otro pueda hacer experiencia de Jesús? ¿Cuál es el signo de ese testimonio? Tal vez vivir con una alegría distinta si me está costando, tal vez, si estoy muy pesimista, buscar tener un poco más de esperanza, no bajar tanto los brazos; tal vez me está costando mucho un vínculo y quiero dar un paso en eso, un paso no un salto mortal. ¿Cuál es el paso en mi vida que puede mostrar la experiencia de Jesús? Esa es la invitación, esa fue la invitación a los discípulos, por eso, dice la primera lectura, los discípulos vivieron una comunidad distinta, más allá de la idealización, compartían todo, eran alegres, transmitían la experiencia de Jesús. Esta es la invitación para nosotros, que Jesús toque nuestra vida y que en lo cotidiano eso lo podamos transmitir.

Animémonos entonces en estos días a hacer la experiencia pascual de Jesús, la experiencia de Jesús resucitado en nuestra vida y que esa experiencia también la podamos transmitir y llevar a los demás.

Lecturas
*Hechos de los Apóstoles 4,32-35
*Salmo 117
*Primera carta del apóstol san Juan 5,1-6
*Evangelio según san Juan 20,19-31 

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