lunes, 10 de agosto de 2015

Homilía: “Animémonos a dar de lo que tenemos” – XVII domingo durante el año


Hay una película que se llama El Justiciero en la que Robert McCall, después de que se retiró de trabajar para el gobierno, trabaja desinteresadamente para una ferretería que se llama Home Mart. Ahí, se hace amigo de Ralphie, un muchacho joven que trabaja reponiendo las góndolas y demás y quiere dar un examen para poder trabajar ahí como seguridad. Robert lo va a ir entrenando para eso. En un momento se juntan a almorzar, cada uno saca su comida, Ralph saca su sándwich y Robert le pregunta qué es lo que tiene su sándwich y casi que era un sándwich vegetariano, sin nada. Cuando lo muerde hace un ruido fuerte, un crack y Robert le vuelve a preguntar qué tiene su sándwich y cuando lo abre tenía varias cosas más, entre ellas papas y cosas así. Entonces Ralph le saca las papas y lo cierra y Robert le dice “muy bien, buscamos progreso, no perfección” como diciendo “damos un paso, esto suma”. Podríamos decir que eso es lo importante en muchas cosas de la vida, a veces nos volvemos locos porque miramos el ideal nada más, y el ideal esta lejísimos, siempre, por eso es un ideal, no es medible. Tenemos que siempre ponernos en camino y ver cuál es el paso que podemos dar, así es mucho más fácil crecer en la vida, es mucho más fácil educar, es mucho más simple dar pasos.

Esto es lo que hace Jesús también con sus discípulos: Si uno mira su vida, les va teniendo paciencia y ellos, de a poco, van dando pasos de crecimiento. Eso es también lo que van haciendo los papas con sus hijos y es lo central para que ellos puedan madurar, crecer. De alguna manera, esto sucede también en el evangelio que acabamos de escuchar porque nos dice que la gente acudía a Jesús porque sanaba a los enfermos, los curaba. Es más, podríamos pensar, cada uno de nosotros, ¿Cuáles son las razones por las cuales yo me acerco a Jesús? Seguramente cada uno tenga razones diferentes, hasta en distintos momentos de la vida tendremos razones diferentes por las cuales nos acercamos a Jesús. A veces le queremos dar gracias por momentos que estamos viviendo, a veces queremos pedirle ciertas cosas, a veces por lo que significa para mí, por el vínculo en el que quiero crecer, porque quiero vivir mi fe; puedo tener diferentes motivaciones, ninguna es mejor que otra. En ese momento en el que me acerque, Jesús siempre va a invitarme a que yo de un pasito más, a que haga ese progreso, a que vaya creciendo. La gente se acercaba porque Jesús curaba pero Jesús no se pone a curar ahí, se pone a enseñarles, seguramente les habló de Dios, les contó sobre su padre, los invitó a crecer en la fe.

Llega un momento en el que se hace tarde, la mayoría de la gente tiene hambre y, frente a esto, como nos podría pasar a nosotros, hay distintas posibilidades. ¿Vieron cuando hay gente que viene a tu casa y cae de improviso y uno dice “qué hago”? Una de las posibilidades es ver cómo sacártelo de encima y que no se dé mucho cuenta que me lo quiero sacar de encima, que pase desapercibido. Otra posibilidad es la que tuvo Felipe, ¿Cómo compro algo? Para que se den una idea, 200 denarios era más o menos el sueldo de seis meses y medio de una persona y dice que eso no alcanzaba. Esa es una tentación muchas veces en muchas cosas de la vida, muchas veces sentimos que la plata lo soluciona todo, todo se puede comprar, todo se hace con plata. Jesús no toma ninguna de estas, ni se saca el problema de encima ni quiere resolver las cosas con dinero sino que busca otro camino. Acá, Andrés, el hermano de Pedro, acerca a este niño que tiene cinco panes y dos pescados, panes de cebada, cuando el pan importante era el pan de trigo. La imagen que a mí me viene cuando este chico trae esto tan pequeño para tanta gente es como cuando uno estaba en el colegio y tenía algo para comer y pensaba en qué momento sacarlo sin que se le abalancen todos, uno buscaba cómo comerlo sin que los otros se dieran cuenta. Pero este niño tiene esta actitud desinteresada y ahí comienza este gesto de Jesús. Yo creo que seguramente otros se sumaron viendo lo que este niño hacía, pusieron lo que tenían y, a partir de ahí, Jesús va a poder hacer este signo en el que estos 5000 hombres, más las mujeres y los niños, pueden alimentarse, comenzando con estos cinco panes y dos peces.

Hay muchas ocasiones en la vida en la que sentimos que nosotros no podemos hacer nada y que lo que hacemos no vale la pena, que es insignificante, ¿Qué puedo cambiar yo con esto? Este gesto nos muestra como lo pequeño es lo que va marcando la diferencia, cómo ese pequeño gesto, cuando yo lo pongo en manos de Jesús, aunque parezca que no vale nada, va a llegar a mucho más, y esta es la invitación que Jesús nos hace. Esto marcó el corazón de los discípulos, quedó grabado en sus pupilas porque es el único milagro que está narrado en los cuatro evangelios. Jesús hizo milagros mucho más extraordinarios que esto, resucitó gente, pero ninguno de esos está en los cuatro, el único que está en todos es la multiplicación de los panes. ¿Por qué? Seguramente, en primer lugar, por la unión que hicieron con la eucaristía pero también por las actitudes, cómo Jesús de lo poco sacaba mucho, cómo tenía esos gestos con la gente, cómo la gente aprendía a compartir estando con él. Eso era algo diferente, acá notan algo distinto y en el mundo de hoy, como cristianos, también estamos llamados a algo distinto.

Vivimos en un mundo que es muy individualista, en el que lo mío es mío y de nadie más, ¿Por qué tengo que abrirme al otro, compartir? Un mundo en el que muchas veces nuestra propia humanidad nos lleva a ser egoístas. Jesús, con paciencia, nos va llamando a que hagamos ese progreso de compartir, de abrirnos. Esto lo vemos en los niños, hay chicos que les sale más fácil y hay otros que les cuesta y uno los va educando, les va diciendo que le dé a los demás, que compartan. Esto no solo le cuesta a los niños, les cuesta a los jóvenes, a veces a los adultos, compartir de lo que tenemos, de las cosas, de los dones y de la propia vida, animarnos a dar ese paso. Romper con ese mundo en el que muchas veces terminamos siendo islas, aislados de los demás. Romper con este mundo en el que son cada vez menos los que tienen más y son cada vez más los que tienen menos, donde las desigualdades son muy grandes, donde cuando uno quiere decir algo para que el otro tenga ese espíritu de compartir, ya lo tildan de otra manera para descalificarlo y que sea más fácil. Podemos poner el ejemplo del papa que esto lo denuncia, que hay cada vez mayor aglomeración en pocas manos, este capitalismo desencarnado que en vez de decir “¿Cómo me llama esto a la conversión?” decimos “Este es marxista, este es socialista, descalifiquémoslo para que no me obligue a mí a tener que cambiar”, eso es más fácil. El papa es cristiano, eso es lo que pasa, esto lo dijo Jesús hace muchísimos años antes, dijo “hay que compartir, hay que dar lo que tenemos”. Pero cómo dar pasos en el corazón, sobre todo en un mundo en el que es tan contrario y que este valor es tan contracultural a lo que se vive, es tan difícil, mejor es criticarlo para que eso no me llame a la conversión. Jesús, con paciencia, sigue buscando y nos sigue diciendo lo mismo, “animémonos a dar de lo que tenemos, animémonos a compartir”.

Pensemos en nuestro país, una de las cosas que muchas veces escuchamos es la riqueza que tenemos, tanto materiales como humanas y como, a pesar del esfuerzo que hemos hecho muchas veces por fundirlo, no hemos logrado hacerlo todavía. Jesús nos dice “anímense de nuevo, busquen de nuevo, den un paso”. Jesús siempre nos da otra oportunidad, a ver si de alguna vez por todas pensamos en el otro, trabajamos por el bien común, nos animamos a abrir el corazón. Podemos empezar por lo más pequeño, por nuestra familia, por nuestro trabajo, ¿Qué es lo que me cuesta compartir un poco? De las cosas y de mi vida, ¿Cuál es el paso sencillo que puedo dar? ¿En qué soy egoísta? ¿Cuál es la invitación que me hace hoy Jesús? Así se empieza. Aunque pensemos muchas veces que no vale la pena, que es insignificante, Jesús nos vuelve a decir “eso es lo que marca la diferencia”. Esto es lo que le dice Pablo a su comunidad, “yo ya estoy preso” y así fue hasta el fin de su vida, “ahora les toca a ustedes, permanezcan unidos”. Ahora, para permanecer unidos, uno tiene que animarse a vivir esto en la propia casa, no se puede hacer todo lo que yo quiero, salvo que uno viva solo, ¿Cómo arreglo con el otro? Tengo que consensuar, a veces yo tengo que ceder, a veces tiene que ceder el otro, a veces, como dice Pablo, lo tengo que soportar, el otro me tiene que soportar a mí, tengo que perdonarlo, me tiene que perdonar, todos ayudamos; eso es lo que hay que hacer para permanecer unidos. Si me vuelvo totalmente egoísta me voy aislando, entonces anímense a poner todos estos valores para caminar juntos, esto es lo que les enseña Jesús, esto es lo que enseña Pablo, esto es a lo que nos invita a nosotros.

Pidámosle entonces a este niño que se animó con esos cinco panes y esos dos pescados a compartir, a marcar la diferencia, que también nosotros podamos hacer lo mismo para que, poniendo lo que tenemos en manos de Jesús, siempre él nos dé mucho más.


Lecturas:
*Segundo libro de los Reyes 4,42-44
*Salmo 144
*Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 4,1-6
*Juan 6,1-15

1 comentario:

  1. Lucky Club | Live Dealer Casino | Lucky Club
    Lucky Club is a new online casino where you can find over 100 of the best casino games from famous developers like Microgaming, Evolution Gaming,  Rating: 5 luckyclub.live · ‎1 vote · ‎Free · ‎Game

    ResponderEliminar