viernes, 7 de agosto de 2015

Homilía: “Las cosas que uno vive es bueno que las haga decantar” – XVI domingo durante el año


Hay una comedia que se llama El Descanso en la que Amanda e Iris, dos mujeres, una en Gran Bretaña y otra en Estados Unidos, están cansadas del trabajo y de todo lo que están viviendo, están estresadas. Ambas, de alguna manera, tienen distintas desavenencias amorosas, entonces, frente a todo lo que les está pasando, deciden tomarse vacaciones, un tiempo de descanso. Entran a una de las páginas de intercambio de países y deciden intercambiar lugares y una se va para EEUU y la otra para Gran Bretaña diciendo lo mismo: “Frente a todo lo que está pasando, necesito un tiempo de descanso, necesito vacaciones”.

Creo que esa es una de las sensaciones más cotidianas que nos pasan muchas veces a nosotros, no solo a los más chicos. Eso creo que nace de una de las respuestas más comunes que escuchamos cuando le preguntamos a uno cómo está, que la respuesta que más veces se da es “bien”. La segunda respuesta que más veces escuchamos es “cansado”, parece que uno siempre está cansado. Esto creo que nace de una exigencia muy grande que todos tenemos, en primer lugar, de uno mismo, que uno siempre se está exigiendo más. Como alguna vez hemos hablado, las 24hs no bastan pero tampoco bastaría si hubiera 36 o 48 porque siempre estamos buscando más y haciendo cada vez más cosas. Pero no solo nos sentimos exigidos por nosotros mismos sino también por los demás, que todos de todos lados nos tironean, uno siente que siempre lo están exigiendo: la familia, un amigo, novio o novia, marido o mujer, hijos, padres, hermanos, el trabajo, todos me están pidiendo algo más. Creo que eso nace, en general, no porque todos seamos exigidos de todos lados, sino también porque vivimos en un estado casi crítico. Si midieran mi nivel de tolerancia o de cansancio o de estrés, estamos como superando el rojo ya más o menos. Entonces, cualquier cosa que nos piden o nos exigen, aun cuando es buena para nosotros, ya sentimos ese “una cosa más” “¿tengo que hacer algo más?”. Siempre nos sentimos cansados, porque nuestro nivel de tolerancia ya está en el máximo y cualquier cosa hace que lo supere. Es por eso que siempre estamos pensando o deseando ese momento de descanso, que llegue, pero a veces sentimos que nunca llega o, después que pasaron, ya estamos pensando en la próxima. A los dos días ya nos sentimos cansados de nuevo porque vivimos de esa forma y de esa manera. Tal vez, porque no terminamos de encontrar esos momentos de descanso en el día a día, en lo cotidiano de todos los días y por eso nunca nos alcanza.

Hoy, esa es la invitación de Jesús a sus discípulos en el evangelio. Después de ir a misionar, como hemos escuchado la semana pasada en el evangelio, cuando los discípulos regresan, lo primero que les dice Jesús es “vengan ustedes solos a descansar”. Lo que descubre que necesitan es un tiempo de descanso. En primer lugar, porque descubre que estaban cansados de su misión y, en segundo lugar, porque se necesita de un tiempo también para hacer decantar las cosas en el corazón. Tal vez, más allá del descanso, los discípulos estaban muy entusiasmados por lo que habían vivido, es más, seguramente había más gente para misionar, dice que estaban rodeados de gente que no los dejaban tranquilos ni para comer. Pero Jesús dice: “las cosas que uno vive es bueno que las haga decantar, ahora tómense un rato, miren en su corazón y descansen”. Viendo a sus discípulos, Jesús descubre cuál es la necesidad que tienen ellos, no qué es lo que tenemos que hacer o toda la pila de cosas que tengo y que nunca llego, sino, en este momento se necesita eso. Eso implica, en general, una opción fuerte. El evangelio lo dice claro: “no tenían tiempo ni para comer” pero Jesús dice “ahora vamos a otro lugar, no es el momento de esto”. Uno podría preguntar “¿Qué es más importante que evangelizar?”, Jesús dice: “No, no es qué es más importante sino qué es más necesario ahora, y el tiempo de ahora es que ustedes descansen”. Eso lo ve mirando el corazón de sus discípulos. Paradójicamente, cuando llegan al otro lado de la orilla, hay un montón de gente esperándolo y, en vez de tener la misma sensación que tendríamos nosotros que es “Uy, una cosa más, quiero descansar, no me dejan ni un momento”; Jesús vuelve a mirar a la gente que se le acerca y descubre que ellos necesitan también a Jesús, que lo necesitan a él. Es por eso que va, se compadece de ellos, los escucha y les enseña.

En ambos casos, lo que hace Jesús es ver cuál es la necesidad del otro, mirar y descubrir qué es lo que necesita, si uno necesita descansar, que descanse; necesita ser escuchado, lo escucho; necesita una palabra de aliento, un consejo, una enseñanza, también lo hago. Jesús mira el corazón de cada uno y va a esa necesidad profunda que tenemos en el corazón.

Creo que nos podríamos preguntar cada uno de los que estamos acá: Si Jesús estuviera acá, viniese con nosotros, nos mirara como mira a sus discípulos, ¿Qué nos diría? ¿Qué descubriría que nuestro corazón necesita? Porque, en general, cuando pensamos en que Jesús se nos haga presente y me pida algo, casi que pensamos que nos pide algo heroico o que nos pida algo moral, cambiar algo, una exigencia, que mejoremos en algo. En este evangelio no aparece nada de eso. Jesús mira y dice “esta persona necesita descanso, esta, ser escuchada; esta, ser enseñada; esta, una palabra de aliento”. Si Jesús se hiciera presente hoy en mi vida, ¿Qué descubriría? ¿Cuál sería la necesidad en mi corazón? Jesús nos invita hoy a eso, se hace presente para que yo mire en lo profundo y descubra qué es lo que hoy me hace bien. 

Esto es muy llamativo a mi juicio porque, en general, cuando uno escucha la vida de Jesús, los evangelios, son cosas extraordinarias que pasan: Jesús muere en la cruz, hace milagros, enseña distintas cosas. En este evangelio no dice casi nada, habla de cosas que son casi como niñas: vuelven los discípulos, van a descansar, se acercó la gente, se compadeció y les enseñó, y cuenta lo que pasó. Yo creo que es porque a los discípulos les llamó mucho la atención la actitud de Jesús, y tal vez la actitud que más cuesta o que nos cuesta a todos nosotros que es la actitud cotidiana, lo de todos los días. Jesús, aun en un día muy complicado, con muchas cosas, miraba a las personas y tenía esa actitud de estar con cada uno, de hacer descansar al que necesita descansar, escuchar al que necesita escuchar, algo muy simple, pero es, tal vez, lo que más nos cuesta. Creo que lo que más nos cuesta, o por lo menos a mí, es lo cotidiano, lo de todos los días, lo rutinario, y aprender a mirar de una manera diferente, aprender a estar de una manera diferente, aprender a descubrir en lo de cada día cuál es la opción, a veces casi drástica, que tengo que hacer para el bien mío, para el bien de mi familia, para el bien de los que me rodean. Como los discípulos descubrieron esto en Jesús, les quedó como grabado en la retina, Jesús vivía así, no solo acordémonos los milagros, no solo recordemos las enseñanzas, sino miremos su forma de vivir, sus actitudes, y eso también es una enseñanza para nosotros, una invitación, a veces en el ajetreo tan drástico que tenemos día a día.

En la primera lectura, Jeremías más o menos que le reprocha eso a los pastores, que llevado a la actualidad se lo diría a los sacerdotes; “ustedes no son pastores según el corazón de Dios, ustedes no guían a su pueblo de la forma que Dios quiere, por lo tanto, Dios vendrá a hacer justicia, a que se viva de esa manera”. Tal vez, traspasando eso al evangelio de hoy, les diría “ustedes no son personas que ayudan a que la gente pueda descansar, a que encuentren una palabra de alivio, a que encuentren una enseñanza, a que descubran a ese Jesús que está al lado”, no solo una exigencia. Podríamos pensar, tal vez más ampliamente, no solo a nosotros los curas que nos llama a una conversión profunda muchas veces el evangelio, sino también como comunidades cristianas, ¿nuestras comunidades son lugares así? ¿Son lugares donde las personas descubren algo diferente del mundo? ¿O son iguales? ¿Son lugares donde las personas se sienten exigidas? ¿Son lugares donde las personas dicen “acá puedo descansar, reposar, acá me escuchan, acá tengo un lugar, acá no me juzgan, acá miran cuál es la necesidad del corazón”? Esa es la invitación de Jesús para sus pastores, esa es la invitación de Dios para cada una de nosotros los cristianos, esa es la manera en la que podemos marcar la diferencia. A veces creemos que marcamos la diferencia cuando somos mejores, y Jesús no nos dice eso, marcamos la diferencia cuando tenemos un corazón más bueno, cuando tenemos un corazón que sabe mirar, que sabe escuchar, de una manera diferente. Cuando sus comunidades, sus iglesias, son un lugar distinto, un lugar diferente, un lugar donde todos se sienten entendidos y encuentran sitio. Esto es lo que le dice Pablo a la comunidad de Éfeso, “Cristo es nuestra paz, en él encontramos paz, en él encontramos reposo” pero para eso tenemos que aprender a vivir eso y aprender a transmitirlo.

Pidámosle entonces a Pablo, a aquel que quiso transmitir esa paz de Jesús, que nos ayude hoy a cada uno de nosotros, a descubrir que Jesús es nuestra paz, a descubrir que Jesús es nuestro lugar de descanso, de reposo, donde nos sentimos acompañados, comprendidos, entendidos y que, descubriendo eso en el corazón, también podamos vivirlo y transmitirlo.

Lecturas:
*Jeremías 23,1-6
*Salmo 22
*Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2,13-18
*Marcos 6,30-34

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