lunes, 3 de agosto de 2015

Homilía: “La manera con la que yo me presento tiene que ver también con el mensaje que yo anuncio” – XV domingo durante el año


Hay una película no muy conocida que se llama Coach Carter de Básquet, que habla de un profesor de un colegio de Richmond que llega como entrenador del equipo de Básquet, está basada en un hecho verídico. Cuando este profesor se encuentra con los chicos, ve que son bastante irresponsables e irrespetuosos y él llega y pone una disciplina muy férrea, pone muchas condiciones que tienen que cumplir para jugar en el equipo de básquet del colegio. Esto lleva a tensiones, algunos abandonan porque no están de acuerdo con todo lo que se tiene que hacer pero comienza el torneo y el quipo empieza a ganar muchos partidos, para sorpresa de todos, rinde mucho mejor que todos los últimos años. En medio de esa racha triunfal él se entera que los chicos no estaban cumpliendo una de las condiciones que él había puesto para que jugaran en el equipo de básquet que era que tenían que asistir a clase y tener cierta categoría de calificación. Entonces se frustra porque ve que lo que estaba queriendo hacer no lo lograba, aparte los profesores no le blanqueaban del todo la situación para no poner en evidencia eso y él se enoja y clausura el gimnasio, dice que no se va a jugar más hasta que los chicos no levanten sus notas. Esto convulsiona toda la comunidad del colegio, se junta el consejo escolar, vota y, como al equipo le iba tan bien, deciden que se tiene que seguir jugando igual con ese entrenador o sin él. Lo lindo de esto es que los chicos, que se habían empezado a transformar y habían empezado a entender lo que este profesor hacía, deciden no jugar, dicen “hasta que él, que es nuestro coach, no nos autorice, no vamos a jugar”.

Todo proceso de transformación en la vida es arduo, es difícil, porque tenemos que cambiar algo, cotidianamente escuchamos que, de pronto, este valor no se vive, de pronto esto cuesta vivirlo, que esto no se ve más. Si algo que creemos que es esencial no se vive, tenemos que caminar hacia eso, tenemos que ver cómo llegamos a que haya más respeto, que haya una educación, a ser más generosos, podríamos pensar un montón de valores. Pero también, ¿Cuál es el camino que vamos a recorrer para llegar a eso? A veces, nosotros queremos, como hemos hablado hace poco, que las cosas ya estén dadas, que las cosas estén hechas, que no haya que hacer un proceso. Todo en la vida lleva tiempo, más aun si quiero transformar algo, si quiero cambiar, si quiero llegar a cierto punto. Para eso, tengo que tener primero la certeza de hacia dónde quiero caminar, segundo la paciencia de lo que toda transformación conlleva y caminar, pelear, luchar por eso que yo veo en el corazón. No solo es importante el hacia donde quiero ir sino que es importante el camino que utilizo para llegar a eso, las formas no son secundarias sino que hacen al objetivo o al fin que yo busco.

Hoy escuchamos en el evangelio que Jesús toma a los doce, a aquellos que han estado con él, y los invita a anunciar la buena noticia, los manda como misioneros, de dos en dos. Antes, les da indicaciones que no tienen que ver con lo que van a decir, con el contenido, eso ya lo saben los discípulos. Tiene que ver con cómo van, con las formas. Les dice que vayan de dos en dos, que lleven solo una túnica, un solo bastón, un par de sandalias, que se queden en la casa en que los alojen, como diciendo que esa es la forma, la manera en la que se tiene que llevar esa buena noticia. Primero, poniendo esa confianza en Dios, que la palabra tiene su propio peso y no poniendo la seguridad en que tal vez, como haríamos hoy, me armo una valija cada vez más grande cada vez que me voy de vacaciones sino con que uno pone su seguridad en Jesús. La manera con la que yo me presento tiene que ver también con el mensaje que yo anuncio. Como anécdota de estos últimos años, cuando vamos a misionar nosotros cargamos cada vez más el auto, casi como pasa en las vacaciones, decimos “bueno, estaría bueno llevar el cañón para mostrarles algunas imágenes a los chicos y estaría bueno llevar tal cosa…” y antes íbamos con un bolsito y ahora cada vez el auto va más cargado. Claramente uno no vive lo que dice este evangelio, estamos bastante lejos de ir con una sola túnica, un solo bastón, esperar que nos alojen en una casa. Pero creo que si Jesús nos hablase hoy no nos va a decir “esta es la manera” sino cuál es la forma que hace que ese evangelio pueda llegar mejor a los demás, cuales son las actitudes que yo tengo que tener, en ese caso, siempre la austeridad es un buen signo. También podríamos pensar otros hoy que son necesarios para transmitir la palabra. Podríamos empezar por el dialogo, cuánto soy capaz yo de dialogar con el distinto, con el diferente, de tenerle paciencia, a escuchar cuáles son las razones del otro. Dialogar con aquel que me cuesta un poco más, no con aquel que piensa como yo y que ahí dialogamos todos, esa parte nos es a todos muy fácil. Entrar en un dialogo también desde la fe, esperando el tiempo que le lleva madurar al otro en el corazón, los procesos que tiene que hacer, en eso hablamos de una transformación y esto como comunidad cristiana cuando yo llevo la fe.

A veces nosotros pedimos ciertas cosas que adentro no somos capaces de vivir. Por ejemplo, muchas veces escuchamos que a los gobiernos se les pide mayor transparencia, mayor dialogo, escuchar al otro, y nosotros, no solo como persona sino como comunidad cristiana, ¿vivimos eso? ¿Somos personas transparentes, dialogantes con el otro, que escuchamos y entendemos al que vive otra fe, al que es diferente? ¿Somos capaces de transmitir lo nuestro sin querer pisar al otro o imponernos? Muchas veces nos sentamos a decir cómo se tienen que hacer las cosas pero no las encarnamos nosotros. La invitación de Jesús es a mirar de qué manera yo llevo el evangelio y eso es todo un proceso de transformación pero ese proceso se hace cuando yo puedo encarnar esos valores del evangelio, vivirlos en mi vida para poder transmitirlos y llevarlos a los demás. Fíjense un ejemplo en la primera lectura, Amos es enviado al templo a decirle al sumo sacerdote que lo que está haciendo está mal y, obviamente va y le dice “mira, anda a denunciar a otro lado esto, acá no te toca, acá me ocupo yo” como diciendo “este es mi cuartito, acá es donde a mí me eligieron para esto”. Amos, con la libertad que tiene, se lo refuta: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta, a mí me llamó Dios y me dijo ‘Eso es lo que se tiene que hacer acá, así no se vive, estos no son los valores que yo quiero’” y de esa libertad, él puede denunciar, desde la libertad de que no está atado a otras cosas y de que sabe aquello que quiere anunciar.

Creo que la invitación para nosotros es animarnos a vivir los valores del evangelio desde nuestra humanidad, desde nuestra dificultad pero tener esa convicción y, desde esa convicción, poder llevarlo a los demás. En estos días en los que el papa está visitando algunos países de Latinoamérica, una de las cosas que hizo fue pedir perdón, como también lo hizo Juan Pablo II en su momento, por los atropellos que la evangelización tuvo en algunos pueblos latinoamericanos. A veces uno escucha, en vez de vivir la alegría que una Iglesia que sabe vivir, de que a veces tiene que pedir perdón porque somos seres humanos y de hacernos cargo de lo que hicimos mal, quejas: “no, cómo va a pedir perdón por esto”. Si no somos capaces de pedir perdón, no entendimos el evangelio, todavía no dimos ni un paso, de que a veces nos equivocamos y que el ejemplo es pedir perdón también. Como eso, podríamos encontrar un montón de ejemplos, en los dones que tenemos, cosas que tenemos que transformar, tenemos que ser capaces de ser personas que llevan el evangelio a los demás, de ser personas alegres, de saber que tenemos algo valioso, de entrar en dialogo con el otro, de tenerle paciencia, de ser más abiertos, de tener ese corazón generoso y bueno que sabe incorporar al otro.

Hoy también Jesús nos envía a nosotros de dos en dos para vivir el evangelio. Creo que la certeza que tiene Jesús cuando los envía de dos en dos es que cuando uno está con el otro, siempre tenemos que consensuar, no se puede hacer lo que yo quiero, me tengo que sentar con el otro, charlar, ver que es lo que el otro quiere, como entre los dos podeos llegar a un acuerdo. Es decir, empezar a vivir el evangelio con el que tengo al lado, para así, cuando llego a la casa, también aprendo a vivir el evangelio con el que está ahí. A nosotros también nos envía como comunidad, de dos en dos, a que seamos testigos de su buena noticia. Vivamos en el corazón este regalo, este tesoro que es tener a Jesús en nuestras vidas. Animémonos nosotros también a ser testigos de su evangelio.

Lecturas:
*Profecía de Amós 7,12-15
*Salmo 84
*Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1,3-14
*Marcos 6,7-13

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