lunes, 5 de octubre de 2015

Homilía: “Crezcan en comunión desde la diversidad.” – XXVI domingo durante el año

Hay una película que se llama Invictus que está basada en un libro que muestra el fin del apartheid en Sudáfrica y el comienzo de la presidencia de Mandela; cuando tiene que armar su gabinete y la gente que lo va a ayudar. Mandela empieza a hacer una cosa heterogénea con gente que estaba antes y gente que se incorpora ahora al nuevo gobierno. En un momento, hay una imagen en la que está su jefe de seguridad, su guardaespaldas junto con otros guardaespaldas arreglando los horarios y entran otras personas de raza blanca y les dicen “venimos porque también somos guardaespaldas, nos mandaron acá”. El jefe de seguridad va a verlo a Mandela y decirle que es un error, que estos son del gobierno anterior y Mandela le dice “si, yo te lo mande para que trabajen juntos”. Obviamente se empieza a quejar de un montón de cosas y Mandela le vuelve a repetir lo mismo, que van a trabajar juntos y le dice “la nación del arcoíris comienza ahora, empieza el tiempo de la reconciliación y lo que te pido es que lo intentes, que aprendas a perdonar, que aprendan a trabajar juntos, que busquemos nuevos caminos”.

En otra imagen de la misma película, él descubre al equipo de Rugby, los Sprongboks, como algo que puede unir a la nación, pero era muy rechazado por todos los de raza negra. Le dicen “vos siempre estabas muy en contra del rugby, de este equipo” y a eso Mandela contesta: “Si yo no soy capaz de cambiar cuando la situación lo amerita, ¿Cómo se los puedo pedir a los demás?”. Él nos muestra en estas dos imágenes esta grandeza del corazón, del que sabe que la comunión, el dialogo, se hace en la diversidad y que para crecer juntos tienen que aprender a caminar juntos pero en comunión, siendo distintos, siendo diferentes. 

Tal vez, si hoy vemos algo que nos falta a nosotros, y no solo a nosotros sino a muchos lugares de nuestro mundo, es aprender a caminar juntos. Aprender a dialogar, aprender a encontrar puntos de encuentro. Parece que lo que hoy más prima es una intolerancia total donde no podemos sentarnos en la misma mesa, donde lo lamentable muchas veces del futbol es que parece que el otro es un enemigo en vez de que sea una cosa muy simple como lo que es, un deporte, y lo digo como fanático del deporte. Lo podemos trasladar a todas las circunstancias de la vida, empezando en estos tiempos por la política donde nos matamos por cosas muy triviales a veces. Pero no solo en la política, también en los distintos ámbitos en los que estamos, en el trabajo, en un colegio, en la educación. Porque pienso distinto, diferente, en mi misma familia, a veces con los más cercanos no nos podemos sentarnos a dialogar, no nos podemos tener paciencia, no podemos encontrar puntos de encuentro y puntos para crecer en común.

Eso fue, es y será necesario siempre, no es algo de hoy, ¿Por qué? Porque somos distintas personas, porque somos diferentes, porque pensamos diferente, porque vemos la realidad con otros ojos que son los que Dios nos regaló y por eso lo central es aprender a vivir en comunión y la comunión es comunión en la diversidad. A veces lo que nosotros queremos es uniformidad y eso no existe y en general queremos uniformidad en lo que pensamos nosotros, que el otro piense como yo. Que nos sentemos a dialogar y estar en esta posición de qué es lo que el otro me puede dar o qué es lo que el otro me puede aportar. La comunión se hace cuando somos heterogéneos, cuando pensamos de distintas maneras, así se crece.

Cuando nos toca armar los grupos de jóvenes que acompañan, que coordinan, una de las cosas que los chicos siempre me piden es armarlos ellos y les digo que no porque, en general, uno busca estar con sus amigos, el que piensa igual y eso no aporta nada. Yo sé que trabajar con personas diferentes, que es lo que buscamos, que alguien tenga un pensamiento, para decirlo más claro, de derecha, de centro o de izquierda, cuesta un poco más, pero enriquece muchísimo más. Porque miramos las cosas desde distintas realidades, pensamos de distintas formas, tenemos distintos dones y entre todos crecemos. Si no lo podemos empezar a hacer acá, desde la Iglesia, ¿desde dónde lo vamos a empezar a construir esto? Porque la comunión en la homogeneidad, ahí sí, somos todos Gardel, no hay comunión ahí, somos todos iguales, pensamos de la misma manera. La comunión justamente es en la diversidad.

Este es el camino que nos enseña Jesús., por empezar, desde lo que eligió. Si uno mira a Pedro, a Santiago, después a Pablo, son diferentes. Cuando uno lee los hechos de los apóstoles, ve que les va a costar vivir esa diferencia, pero esa es la invitación, que crezcan en comunión desde la diversidad, desde distintas posturas. No solo desde los más intrínseco de ellos sino también, como escuchamos en el evangelio de hoy, “hay alguien que hizo un milagro en tu nombre pero no es de los nuestros, entonces se lo vamos a impedir” casi como que si hacer milagros en la fe fuera propiedad privada, de un grupo reducido. Jesús les dice “el tema no es quién yo elegí, quién es la elite; no, el que no está contra nosotros, el que va en el mismo camino, es de los nuestros”. Esa es la apertura de corazón que él les pide, no importa si es apóstol, si es discípulo, si está viviendo la fe de la misma manera que nosotros o no o si vive; podríamos decir ya siendo más abiertos, otro tipo de fe u otra religión. Lo central es que vamos en la misma línea, que vamos en el mismo camino, pero para eso uno tiene que tenér una apertura de corazón, aprender a crecer en la diversidad, aprender a dialogar y descubrir qué es lo que el otro me aporta.

En la primera lectura pasa lo mismo. Moisés está repleto de trabajo, no da abasto con su pueblo entonces le pidea Dios gente que lo ayude. Dios le dice “llamá a 70 ancianos que yo voy a darles parte de tu espíritu para que ellos puedan también dilucidar las cuestiones, gobernar sobre el pueblo”. Vienen los 70 ancianos, se les reparte el espíritu pero cae sobre dos personas más que parece que no habían sido las elegidas. Entonces, ¿Qué hacemos con esto? Porque estas personas también tienen ese espíritu y Josué le dice a Moisés: “No, impedírselos, no es de los que vos elegiste” y Moisés le dice “pará, no es mi espíritu, es el espíritu de Dios, si Dios eligió que ellos profeticen, ¿Por qué yo se los voy a impedir? ¿Quién soy yo para impedírselos? Si ellos quieren anunciar a Dios, que lo hagan”.
Esto que no empezó con nosotros, el que a veces nos cueste la diversidad, no empezó en el tiempo de Jesús, estamos hablando del tiempo de Moisés, hace más de 3000 años de esto, muchas veces nos cuesta. Aprendamos a escuchar, aprendamos a ser más tolerantes, casi como primer paso y lo siguiente es aprender a crecer en comunión, esa es la invitación de Jesús. Eso es lo que él enseña, eso es lo que él vive y por eso, como sabe que es difícil, nos alimenta. Eso es lo que decimos nosotros, “voy a ser tomar la comunión, quiero ser parte de eso”, pero para eso tenemos que abrir el corazón. Tengo que aprender a salir muchas veces de lo que pienso, de lo que creo, de lo que siento. En general, el problema es cuando me pongo rígido, no es la firmeza en ciertas posturas que a veces uno tiene que tener sino la rigidez del que cree que es la verdad cuando, en general, la mayoría de las cosas son opinables. Hay que saber escuchar, mirar, a veces tener paciencia o hasta soportar, es parte del camino del amor al que Jesús nos invita.

¿Qué es lo central? Lo central es la actitud del corazón, por eso dice “no quedara sin premio aquel que dará de tomar aunque sea un vaso de agua a los demás”. ¿Qué es lo que hizo? Tuvo un gesto frente al otro, fue amoroso, fue caritativo, fue cariñoso y ¿Qué es lo que se va a condenar? “aquel que escandalice”, dice. El que escandalice a uno de los pequeños, en la lectura de Santiago, el que no profetiza, el que no se preocupa por los demás. En este caso, la riqueza económica, podríamos ver la riqueza en los dones que Dios nos regaló, ¿para qué lo uso a eso? ¿Solamente para mí? “Ahí tenés tu premio” dice Santiago, “así Dios te tratará el día de mañana, no te preocupaste por el otro, ¿Por qué se preocuparan por ti?”. La invitación es a cómo actuamos, de qué manera y de qué forma y solo desde ahí se puede construir. La invitación es a esa apertura de corazón.

Si quieren un ejemplo, podemos poner el final de este evangelio que es bastante duro. El final de este evangelio, para los que nos gusta ponernos un poco rígidos, dice “si tu mano es ocasión de pecado, córtatelo”. Si yo me hubiera tenido que cortar los distintos miembros que fueron para mi ocasión de pecado, creo que no queda ninguna parte mía acá más o menos. Si cada vez que le pegué a alguien, que pensé mal de alguien, que actué mal, si nos pusiéramos rígidos y leyéramos el evangelio así, estamos en el horno entonces, no hay muchas opciones. Pero no se lee así, claramente no se lee así, no quiere decir eso Jesús. Entonces, ¿Qué es lo que hay que buscar? ¿Qué es lo que este evangelio dice? ¿Qué quiere decir cuando dice “si tu miembro es ocasión de pecado”? Que más vale hacer opciones fuertes, cambiar, que quedarse con ello que te aleja de Dios y de los demás pero no siendo literales. Sin embargo, ¿Cuántas veces nos ponemos literales con la biblia? “La biblia dice esto, tal texto dice esto”, y somos totalmente injustos porque algunos textos los leemos literales y otros no. Por lo menos seamos coherentes y leamos todo de la misma manera, ¿Cuál es la manera de leer la biblia? Ver qué es lo que cada texto quiere decir, esa es la manera, esa es la forma. Sino, empezamos a elegir, “bueno, esto me queda más cómodo” o “con esto te gano”, o “con esto te pongo entre la espada y la pared”, “con esto soy intolerante con vos”. No, en el fondo es ir a lo profundo y descubrir que muchas veces, para vivir el camino de Jesús, tengo que hacer opciones fuertes, para dejar cierto pecado atrás, tengo que hacer opciones fuertes en mi vida. 

Podemos poner ejemplos de cosas que nos pueden costar, cuando en algo estoy siendo infiel a otro, la infidelidad es algo grave. Para poder dejar eso atrás, tengo que ser fuerte, tengo que hacer una opción drástica, ¿para qué? Para poder vivir el camino al que Jesús me invita. La corrupción tan extendida de muchas maneras en nuestro país; para eso tengo que empezar yo y ver en qué cosas soy corrupto y cómo lo puedo dejar atrás y cómo tengo que ser drástico en eso, ¿para qué? Para poder vivirlo, para poder poner un ejemplo. Para vivir en comunión como nos invita Jesús, qué cosas no ayudan y qué cosas yo tengo que dejar atrás; en qué cosas no soy paciente, en qué cosas no soy tolerante, a quiénes no amo, a quién crítico, quién me cuesta. Esa es la invitación de Jesús para vivir en comunión, para crecer como iglesia y para poder desde ahí ser luz para los demás. Eso es lo que quiere Jesús de cada uno de nosotros y por eso nos invita a vivir en una Iglesia que es católica, que es universal, que tiene que aprender a ser de muchas formas y maneras siguiendo a Jesús. Él es la verdad, no nosotros y él es el que nos invita a caminar en comunión.

Pidámosle entonces en este día a Jesús que nos enseñe la alegría de poder vivir en comunión. Cuando uno está en comunión con los demás, es feliz; cuando no puedo vivir en comunión con los que tengo cerca, eso es lo que me teje un trago amargo en el corazón. Pidámosle a Jesús, que le mostró el camino a sus discípulos para que puedan crecer en esa comunión de la Iglesia que nos lo enseñe a nosotros y que, viviéndolo como familia, como comunidad también, podamos mostrarle el camino a los demás.

Lecturas:
*Números 11,25-29
*Salmo 18
*Carta de Santiago 5,1-6
*Marcos 9,38-43.45.47-48

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