lunes, 26 de octubre de 2015

Homilía: “Lo central en la vida es perfeccionarnos pero en lo que tiene que ver con el amor” – XXIX domingo durante el año


Hay una serie sobre política que se llama House of Cards en la que Francis Underwood y su mujer Claire son un matrimonio al que no le importa nada con tal de lograr su propósito. Es un drama político lleno con todo lo que es la avaricia y la corrupción. En uno de los primeros capítulos, hay una escena en la que se ve un cuadro con una imagen y Frank está al borde de este y en el medio está el presidente. Él dice que el poder es como una inmobiliaria, lo importante es la ubicación, que, cuanto más cerca de la fuente, mayor valor tiene esa propiedad. “Cuando vean esta foto dentro de siglos y miren a los costados del marco, miren a quien van a encontrar sonriendo”, dice.

En esta imagen tan simple donde él sabe qué camino quiere recorrer para llegar a estar en el centro de la foto, más allá de lo que pase o de lo que tenga que hacer para eso, me resuena un poquito esta imagen del evangelio. Jesús está yendo a Jerusalén para dar la vida y, si hubieran fotos, Santiago y Juan se están peleando por ver quién sale en la foto, quién está a su costado, no entendiendo aquello que está viviendo Jesús, no entendiendo lo que está pasando en el corazón de Jesús. No solo eso, no habiendo visto cuál es el testimonio que Jesús les ha dado. Muchas veces está como inherente a nuestra naturaleza humana, como una herida, esa búsqueda desordenada del poder o del dinero o de un montón de cosas que no terminan de llenarnos el corazón. Lo que es peor muchas veces es que vamos rompiendo limites, vamos en busca de algo y ponemos determinadas reglas pero después decimos “no, para conseguir esto doy este pasito y después este otro pasito…”. Cuando me doy cuenta, he roto casi con lo que nunca pensé que iba a romper o he llegado a límites insospechados que nunca pensé que iba a llegar ¿Por qué? Por eso, porque equivoqué el fin, equivoqué el camino, no voy hacia donde la propia vida me invita.

Lo central en la vida es perfeccionarnos pero en lo que tiene que ver con el amor, eso es lo que llena nuestro corazón y eso es lo que nos trae tranquilidad. Por eso, cuando uno se siente verdaderamente amado y puede amar, eso trae paz al corazón y debería ser el camino que tenemos que recorrer y los otros caminos empiezan a dejar vacíos. Uno dice “quiero llegar a tal puesto en tal empresa”, y cuando a uno ya no le importa nada y quiere llegar a eso y su fin es eso, llega y se alegra pero después quiere llegar a lo otro, y a lo otro y después quiere tener más poder. Pasa lo mismo con la economía, “voy a estar contento cuando tenga eso” y, ¿cuánto tiempo voy a estar contento cuando logre llegar a eso?, una propiedad, una cosa, un celular, una pavada. Al poco tiempo eso ya me deja vacío, no me llena el corazón y entonces tengo que buscar algo más, ¿Por qué? Porque tengo que llenarlo y, como eso no llena porque no es la búsqueda que el corazón tiene que tener, me termina dejando un mal gusto en el corazón y por eso mi mal humor, mi desgano, mi no encontrarle el sentido a las cosas. Es por eso que Jesús les muestra el camino que a él le llena el corazón, que es ese camino de amar ¿Cómo? Sirviendo, poniéndose al servicio de los demás .

Uno no se imagina a Jesús dando la vida en la cruz diciendo “que garrón haber tenido que dar la vida por estos”, o diciendo “no valió la pena, ¿para qué servir? ¿Para qué hice este camino? ¿Por qué lo recorrí?”. Uno, mas allá de lo arduo y de lo difícil, obviamente, porque es una situación complicada, se imagina a un Dios pleno. “Esto es lo que busqué toda mi vida, por esto luché, esto es lo que le da sentido a mi existencia”. Y, ¿Qué es lo que le da sentido? AMAR. Y, ¿amar cómo? Poniéndose al servicio de los demás, eso es lo que llenó su corazón y eso es lo que quiere transmitir. Lo central de Jesús siempre lo transmite, en primer lugar, con su vida, él da testimonio de lo que quiere y, después, ese testimonio lo explica en palabras. Sus palabras toman fuerza porque lo siguen viendo en su vida constantemente, cómo se pone al servicio del que lo necesita, escuchando, dando un consejo, consolando, estando al lado, teniendo una palabra. La presencia de Jesús, un encuentro ocasional con una persona, le cambia la vida, ¿Por qué? Porque encontró a alguien que se puso al servicio del otro. Esa es la invitación para cada uno de nosotros, lo que pasa es que esto es casi contracultural. 

Nosotros a veces cuando imaginamos qué queremos, yo me imagino como si quisiéramos una especie de all inclusive donde todos se ponen al servicio de nosotros y están un par abanicándonos y todos trayéndonos cosas y cuanta más gente en nuestro servicio mejor. Ahora, más allá de que uno pueda pasar un buen rato, no lo niego, ¿eso es lo que llena nuestro corazón? ¿Eso es lo que queremos? ¿Eso es lo que nos hace bien? ¿O tenemos una búsqueda más profunda?

Me acuerdo, hace un tiempo, escuchando a un futbolista, contaba que cuando le empezó a ir bien en su carrera, él había salido de un barrio muy pobre, le dijo al viejo “no quiero que trabajes más, te voy a dar todo lo que necesites”. Le dio su casa, su plata, todo y él dice “a los tres años papá estaba deprimido en casa y me di cuenta que ese no era el camino, que él quería sentir que su vida tenía un sentido para algo. Descubrí que poniéndole un negocio, donde estaba al servicio, eso sí lo llenaba pero que lo otro no”. A veces es como una tentación, parece linda la foto, “estamos en la playa, tirados”, todos necesitamos un rato de descanso, no hablo de eso. Lo central en la vida es cuál es la tensión que mueve mi corazón y qué es lo que llena mi corazón. 

Si miramos, nuestro corazón se llena cuando podemos amar y cuando descubrimos que nuestra vida tiene un sentido para alguien, vivo para alguien. Qué lindo que es cuando uno puede decir “me levanto por alguien”, “trabajo por alguien”, es decir, mi vida cobra un sentido ahí, no “uh, que garrón, hoy me tuve que levantar”, sino “esa persona cambia mi vida y por eso yo quiero hacer esto”. Lo otro podrá ser muy lindo pero lo que llena mi corazón, aun cuando a veces ponerse al servicio de los demás y trabajar por el otro es arduo, es difícil, es exigente, es ese el camino. El camino en el cual uno descubre que esto tiene sentido, esto vale la pena, eso es lo que nos dice Jesús y esa es la invitación para cada uno de nosotros. Por eso nos invita al camino de ponerse al servicio de los demás. El problema que tiene esto es que a veces es arduo, a veces es difícil, a veces es en lo secreto, nadie lo ve, nadie lo valora o lo agradece como lo tendría que agradecer, pero si quieren, hasta esto último, es lo más evangélico. Jesús nos dice que él siempre ve las cosas y nos da la certeza de que aquello que no es premiado o agradecido de la manera que tiene que serlo en la tierra, lo será en el cielo y por eso nos da esta invitación. Por eso nos dice “pónganse al servicio de los demás”. Por eso la vida de Jesús tocó tanto el corazón de las personas, porque no vino a ser servido, esa fue la diferencia, podría haber sido muy exitoso pero no habría tocado el corazón como lo toco. Lo que tocó es que se puso al servicio, por eso nos invita a nosotros.

A mí a veces la gente me pregunta “¿cómo haces Mariano para cuidar 3000 chicos en Pascua Joven?”, o ahora que tenemos el campamento, este año que hay más chicos en confirmación y aparte vienen los de ágora, va a haber más de 800 chicos en el campamento, “¿cómo haces?”, “y, se portan bien”, les digo, sino no puedo hacer nada. Es decir, si me hacen un piquete o se empiezan a portar mal, me tengo que volver, no hay forma. Ahora, así como a veces hay malos hábitos y, como vemos en esa serie, la corrupción y la avaricia pareciera como que contagia y lleva a eso, los buenos hábitos también contagian. Uno va a estos lugares, como a una misión y a un montón de casas y uno ve como los buenos climas, cuando uno pone un clima de amor, de servicio, se transmite, esa es la invitación de Jesús. Por eso saca lo mejor de nosotros, la invitación de Jesús es que eso lo vivamos y lo podamos transmitir a los demás. A veces va a costar, le costó a Jesús en este evangelio, no lo entendían, pero no por eso hay que renunciar. Jesús nos da la certeza de que en algún momento va a dar fruto. Esto seguro que no lo entendieron Juan y Santiago, les llevó su tiempo como a veces nos lleva nuestro tiempo a nosotros pero con la perseverancia, con la paciencia del que se pone a servir, nos da la certeza Jesús de que eso da fruto.

Hoy que celebramos el día de la Madre, creo que el ser madre tiene mucho de esto, que uno trabaja en lo invisible, “¿otra vez vamos a comer esto?” en vez de un “gracias, que rico lo que preparaste”, o “¿todavía no está la comida?” por poner un ejemplo muy simple. Muchas cosas que uno hace quedan en el secreto del servicio del que por amor pone su corazón, eso es lo que nos dice Jesús. Anímense en el servicio a ofrecer su corazón, eso los va a hacer felices. Miremos a Jesús, a aquel que se puso al servicio de todos, aprendamos de él y pongámonos también nosotros al servicio de los demás.

Lecturas: 
*Isaías 53,10-11
*Salmo 32
*Carta a los Hebreos 4,14-16
*Marcos 10,35-45

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