viernes, 20 de noviembre de 2015

Homilía: “Jesús no mira la cantidad de lo que hacemos sino la calidad de nuestro corazón” – XXXII domingo durante el año

Una de las cosas que me gusta mucho es leer, si bien cada vez puedo hacerlo menos por el tiempo, hace un tiempo leí, como me gusta mucho el deporte, la biografía de Rafael Nadal. A mí siempre me llamó la atención su humildad, su sencillez, a pesar de ser uno de los tenistas más importantes de la historia. Leyendo la biografía, entendí un poco de dónde venía eso, leyendo una anécdota de su madre que cuenta que muchas veces en la calle la paran y la felicitan por su hijo y ella les pregunta “¿por cuál de los dos?” cuando es muy claro por quién la están felicitando. Y ella dice que no mira lo esplendoroso de lo que pasa, dice “para mí es tan importante que mi hijo gane Wimbledon- que lo ha hecho –como que mi hija se reciba en la facultad, yo lo que miro es el empeño, el esfuerzo, la dedicación que le ponen a cada cosa”. Podemos decir que de ese ejemplo su hijo va aprendiendo.

Como los que son papás y mamás entenderán mejor, hay hijos que las cosas les salen más fáciles o que brillan más y otros que les cuesta un poco más pero lo central es esto, animarnos a mirar el corazón. Mirar qué es lo que uno hace, cuál es el empeño que uno pone. Vivimos en un mundo donde parece que lo importante fuera el éxito, la fama, el que brilla más, el que saca mejores notas, el que hace más masters o lo que fuera y, a veces, sin importar el cómo, lo cual es peor. Lo central obviamente es cómo uno hace las cosas, aunque cueste ver esto, y de qué manera.

Para poner un ejemplo concreto, podríamos mirar la educación. En esta educación en masa, donde pareciera que lo importante nomas es sacarse buenas notas o aprobar o quién pasa. No siempre miramos el esfuerzo que a veces muchos chicos que les cuesta hacen, se preocupan, se desgastan para dar pasos que a veces no son tan rutilantes pero que son mucho más valiosos por el esfuerzo que se pudo poner. 

Esto que a veces a nosotros nos cuesta descubrir es lo que hace Jesús, no mira la fachada, no mira lo superficial sino que mira el corazón. Por eso, en este texto, lo que parece a primera vista es totalmente distinto si uno lo mira en profundidad, ¿Por qué? Porque nos encontramos con los fariseos, con los escribas, que parecen hombre muy religiosos, que todos los hombres los admiran por cómo viven su fe, que dan grandes donaciones y parece que fueran los más importantes. Por otro lado, está esta pobre viuda que pone dos monedas. A los ojos de Jesús, los que parecen más importantes reciben una dura crítica, por no decir que casi los defenestra más o menos, y la otra viuda quedó como ejemplo aun hoy para nosotros. ¿Por qué? Porque cuando Jesús mira el corazón ve cosas distintas. Ve en estos hombre, por un lado, la soberbia de querer creerme más, que hago todas las cosas bien, que yo soy perfecto, que soy el más importante, que nadie hace las cosas como yo, que esta es la única manera y forma. Ve su codicia, porque dice que no les importaba las viudas, las viudas eran las personas más pobres en esa época porque no tenían quien las mantenga, un hogar para vivir. Entonces, en la ley estaba predispuesto el preocuparse, el estado, por las viudas, y estos que son los religiosos no solo no se preocupan sino que les sacan la plata, lo que tienen, y ve esta hipocresía. Por fuera parece todo muy lindo, todo muy bien, pero si uno mira el corazón ve los vicios que estos han tomado, como su corazón está lejos de Dios. Por eso esta crítica tan fuerte de Jesús hacia ellos, “no me importa lo que veo, me importa lo que sos”. Esto no es lo que Dios espera de ustedes.

Por otro lado, pone como ejemplo esta viuda que nadie la mira, que nadie la ve, que se acerca al lugar del tesoro donde se ponían las ofrendas y deja dos monedas que pasan totalmente desapercibidas. Esta mujer que hubiera pasado sin pena y sin gloria como una más, hasta el día de hoy seguimos leyendo su texto, ¿Por qué? Porque Jesús mira el corazón y ¿Qué dice? Esta mujer, que parece que dejó algo insignificante, lo puso todo, puso todo lo que tenía, todo lo que tenía para vivir. Esa es la invitación de Jesús para cada uno de nosotros, de dónde nos nacen las cosas. 

Podríamos decir que Jesús no mira la cantidad de lo que hacemos sino la calidad de nuestro corazón. Dónde verdaderamente ponemos nuestra vida, dónde verdaderamente ponemos nuestro corazón. Podríamos partir del mismo ejemplo acá, “parece que hay muchos hombres que dan mucho,- dice Jesús –sin embargo, dan de lo que les sobra y esta persona da de lo que tiene”. Partiendo desde lo económico pero yendo a otras partes de nuestra vida, ¿damos lo que nos sobra? ¿O nos animamos a dar de lo que tenemos? En lo económico, en nuestro tiempo. “Cuando tenga tiempo te visito, te doy un ratito”, “en otro momento…”, ¿o doy del tiempo que no tengo porque el otro lo necesita? Y ahí aprendo a darme todo y “después veré como hago esto”, “después veré como paso por este lugar” y no mirando el reloj y diciendo “tengo dos minutos” sino animándome a dar a veces de lo que cuesta. También de mis dones, ponerlos al servicio, no “no vaya a ser que me canse…”, me animo a desgastar mi vida, a ir dando mi vida también poniendo el corazón. Eso es lo que mira Jesús, el esfuerzo que cada uno de nosotros pone, el paso que uno da, ese salto que uno se anima a hacer. 

Jesús también aprende de esta mujer aunque no lo parezca, porque a veces pensamos que Jesús no aprende nada. Jesús aprende que tiene que darlo todo. A partir de este momento del evangelio, se va a encaminar a dar la vida, a dar todo lo que tiene, a decir “si este es mi camino, como esta viuda, también lo hago yo. Yo me animo a entregar mi vida y a ponerla en manos de Dios”. Eso es a lo que nos invita a nosotros. Creo que, por un lado, es un aliciente porque ustedes, como muchos de nosotros, a veces sentirán que desgastan su vida, sienten que los esfuerzos no valen la pena y Jesús dice “siempre vale la pena”. Lo que nos cuesta un poquito más, nos anima a dar este paso.

Hoy vamos a celebrar el sacramento de la unción de los enfermos y podríamos decir que, en ambos sentidos, esto pone de manifiesto lo que hizo esta mujer. En primer lugar, en el que está enfermo o en la persona mayor que lo puede recibir porque uno aprende que tiene que ir dando todo, hasta su propia vida, hasta su salud. Uno se pone más grande y ve que no tiene las mismas fuerzas, que no puede hacer las mimas cosas que antes, que las cosas no son como antes y 
Jesús me va invitando también a dar eso. Nos cuesta porque a uno le gustaría ser joven, tener esas fuerzas y uno no las tiene más. Uno tiene que aprender que eso es parte de la vida y que vamos a terminar también dándola a la vida. Aún a veces es más difícil cuando a uno le agarra una enfermedad y uno tiene ciertos dolores que sufrir y se pregunta por qué y Jesús nos dice “hoy nos toca vivir esto”. Es difícil también aprender a dar eso, a entregarlo, a no sentirnos como antes, pero Jesús nos da la certeza de que Él está a nuestro lado.

Este sacramento, leímos en la segunda lectura, sale directo de la biblia. Hay sacramentos que salen directos, hay sacramentos que la Iglesia fue con el tiempo viviendo, pero este sale directo. Santiago dice “si alguien está enfermo, llamen a los sacerdotes, a los presbíteros y que vayan a que les impongan las manos, que los unjan”. ¿Por qué? Porque esto lo hacia Jesús, si algo siempre hizo Jesús fue tener un privilegio por la gente que está enferma, estar a su lado, acompañarlos, aconsejarlos. Este es el otro lado que nos invita a nosotros, cómo nosotros nos comportamos con estas personas. ¿Vieron que hay una frase que dice que uno a los amigos los conoce en las malas, si están o no están? De esto podríamos decir lo mismo, ¿Cómo somos nosotros con las personas mayores? ¿Nos olvidamos? ¿Las dejamos de lado? Como dice el papa que son los grandes olvidados o nos preocupamos, los acompañamos, descubrimos que hoy, así como nosotros necesitábamos antes de ellos, hoy también necesitan de nuestro tiempo, de nuestra paciencia, de estar a su lado. ¿Aprendemos a dar todo en eso? Y a los enfermos, hace poco una persona me dijo “pasa que a mí no me gusta ir al hospital” a nadie le gusta ir a un hospital, no voy porque me gusta ir a un hospital, voy porque necesitan de mí, porque Jesús me invita a dar eso, porque me dice “estuve enfermo y me visitaste”, ese es el paso. Entonces también revela de nosotros cómo acompañamos en esas circunstancias, si también aprendemos a dar de lo que nos cuesta, nuestro tiempo, para estar cerca de los que nos necesitan, esa es la invitación de Jesús hoy para todos nosotros.

Miremos entonces en este día a esta viuda que descubrió que lo mejor que podía hacer era darlo todo y que hoy es un ejemplo para todos nosotros y pidámosle que, a ejemplo de ella, que a ejemplo de Jesús, también nosotros podamos ponernos en camino para darlo todo.


Lecturas:
*Reyes 17,10-16
*Salmo 145
*Carta a los Hebreos 9,24-28
*Marcos 12,38-44

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