sábado, 12 de diciembre de 2009

Homilía: "dio todo lo que tenía para vivir"

Hace poco salió una película, llamada “Desafío” con Daniel Craig, basada en hechos reales, que cuenta la historia de un grupo de judíos en Bielorrusia durante la segunda guerra mundial. Muestra cuando los nazis llegan a un pueblito, Stankeville, y, como sabemos pasan masacrando a los judíos. Matan a toda una familia y pero quedan unos hermanos, los Bielsky que para que no los maten se esconden en el bosque. En ese bosque que conocían desde niños, desde su infancia, ahora viendo cómo pueden sobrevivir a esas condiciones. Y también piensan como vengarse, sacarse esa espina clavada que tienen. Y mientras van pensando estas cosas y ver que hacer, empiezan a encontrar que también había otros escondidos en el bosque. Y estas personas se empiezan a juntar con ellos, se empiezan a agrupar. Ellos no saben bien qué hacer con toda esta gente. Y para colmo sigue apareciendo gente. Y las cosas se le empiezan a complicar, no tienen qué comer, dónde dormir. Se les viene el invierno con todo lo duro que es en esos lugares, con la nieve, el frío. Y en momento Tubia el hermano más grande, se va a ir a una ciudad, para arreglar algunas cosas, y ver si conseguía algo para comer. Y el hermano que lo seguía Sus, eran los dos líderes, le dice: “ve, consigue lo que necesitamos pero no traigas a nadie más”.
Bueno, obviamente vuelve con algo de comida y con muchísima más gente que había encontrado en el camino y que se les unía a ellos. Y ahí hay una gran discusión entre los hermanos porque uno le dice que no tenemos ni para sobrevivir nosotros y cada vez hay más gente. Y ese no tener para sobrevivir ellos, se va a transformar en un grupo de 1200 personas que intento en el día a día lucharla, escondida en los bosques para poder sobrevivir en ese momento tan difícil. ¿Cómo? Entregando y dando todo lo que podían, todo lo que tenían, ayudándose los unos a los otros. ¿Cómo sigue? Como siempre van a tener que ver la película, yo solo les digo el tráiler no más. Y creo que esto es un claro ejemplo de que en una situación límite donde uno muchas veces piensa como puedo sobrevivir como me puedo salvar de esta. Pero no pensando solamente en uno sino como podemos salvarnos, como podemos ayudarnos entre todos.
Muchas veces en los momentos de más tensión, en los momentos más difíciles, en los momento en que las cosas se ponen más complejas, es donde se define qué es lo que hacemos: “si solamente nos preocupamos por nosotros, si solamente nos preocupamos por el que tenemos más cerca, o si tenemos un corazón que se anima a abrirse a los demás”. Si tenemos un corazón que confíe en otro en los momentos difíciles, un corazón que se entregue al otro en los momentos complejos. Y esta es una tarea de toda la vida. Todos tenemos la experiencia de lo que nos cuesta darnos y entregarnos. Tal vez una de las cosas que han sido más minadas, más atacada en esta época, en nuestra sociedad, ha sido la confianza. Nos cuesta mucho confiar en el otro. En vez de partir de lo que sería más básico yque nos enseñan desde chiquitos que es a confiar en el otro, es casi lo contrario, partimos desde desconfiar en el otro, partimos desde la duda. Y cuando se parte de la desconfianza es cuando más cuesta entregarse, darse al otro. La entrega supone que yo confío en lo que va a pasar, en el que está al lado mío, en el que me acompaña y en mí mismo. Pero muchas veces en vez de confiar intento mantener las cosas controladas. Sé que en este lugar, en este pequeño recinto yo me puedo mover bien; pero no quiero salir de acá, y no solamente en un nivel físico, sino también vital, en mi propia vida.
Y este es un trabajo de toda la vida. Uno tiene que animarse a abrirse, uno tiene que animarse a confiar en el otro. Es verdad que uno a veces es herido en esas situaciones y cuesta volver a animarse a abrir el corazón para entregarse. Pero también todos tenemos la experiencia de la felicidad que se vive cuando uno encuentra a quien, con quien o a que entregarse. El gozo que se produce en el corazón cuando se puede ser totalmente libre, cuando descubro que la entrega pudo partir de lo más profundo de mi ser. Y en la vida del otro, cuando puedo ver como crece, como confía, como hace camino, se puede entregar. Y como también nos ponemos felices cuando el otro se entrega a nosotros, cuando descubrimos lo profundo de la entrega del otro que conmueve lo más profundo de nuestras vidas. Y como decía antes, esto es todo un camino: el aprender a abrirse, aprender a entregarse, aprender a darse. Es un camino en la vida, es un camino en la fe. El aprender a darse y entregarse a Dios, también es un camino que día a día vamos recorriendo, vamos transitando, y que nos cuesta infinidad de veces.
Hoy escuchamos en el evangelio este ejemplo donde Jesús nos invita a poner la confianza y a entregarnos. Podríamos imaginar la escena. El templo de Jerusalén, que no conocemos porque ya esta destruido, en el cual parece que los escribas estaban enseñando, hablando como hacían siempre. Seguramente los discípulos estaban admirados mirando esa maravilla que era el templo. Y una persona insignificante, que prácticamente pasa desapercibida en medio del templo: Una mujer, viuda.
Primer problema mujer. Yo no tengo ningún problema como ya les he dicho con las mujeres, pero en esa época estaban muy abajo en la escala social. Segundo, gran problema: viuda. Tan así que uno de los deberes de los israelitas era cuidar de las viudas. Porque quedaban totalmente desprotegidas sin nadie que las mantenga. Y no sólo era una mujer viuda a la que nadie le prestaba atención sino que deja algo insignificante en el tesoro del templo. En ese gran tesoro del templo en el que parece que varios dejaban grandes sumas esta mujer deja sólo dos monedas de cobre. Y sin embargo, Jesús llama a sus discípulos para enseñarles. Y pone como criterio de lo que se tiene que hacer a esta mujer, que parece que no está haciendo nada. Parecía totalmente insignificante lo que estaba realizando. ¿Por qué los llama? Porque sabemos que Dios mira lo profundo del corazón. Dios mira lo que pasa en el interior de nuestras vidas. Y a los discípulos les costaba. Y a nosotros nos cuesta. Somos de mirar más los resultados. No importa el esfuerzo, lo que el otro hizo, la forma en que se hizo, como uno se desgasto. Nos quedamos muchas veces en las fachadas y no vamos a lo profundo. Y también nos cuesta entregarnos, también nos cuesta darnos.
Hoy, Jesús nos pone como criterio a esta mujer. En realidad, tal vez para quedar bien como las mujeres hoy, en el evangelio de Marcos hay tres mujeres que son criterio. Y que le muestran a Jesús el camino.
En primer lugar, no sé si recuerdan, lo leímos hace poco, una mujer sirofenicia, que tenía una hija enferma y va a pedirle a Jesús que la cure. Y Jesús le contesta que no, que vino para las ovejas perdida del pueblo de Israel. Y la mujer grita, molesta, insiste, hasta que Jesús dialogando con ella y frente a la frase: “hasta los cachorros comen las migas que caen de la mesa”, hace el milagro. Es decir, esta mujer le muestra a Jesús que tiene que abrirse todos. Que su misión en ese momento no es solamente para el pueblo de Israel sino que tiene que ser para todos los hombres. Le anticipa lo que tiene que hacer.
Hoy leemos la segunda, esta mujer viuda, que le muestra con un simple gesto que se pueda dar todo uno. Y que en ese gesto de entrega pone su confianza total en Dios. Y le muestra a Jesús lo que va a tener que hacer. Entregar todo. Darse. Le anticipa el camino, lo que va a vivir.
Por último tenemos otra mujer, que antes de su muerte unge a Jesús con perfume. Y también le muestra que tiene que dar la vida. Que el único camino que queda es entregarse todo, que Él tiene que darse por los demás.
Tres mujeres que le van mostrando el camino de lo que significa abrirse, confiar. Este gesto que va a tener Jesús.
Y lo primero que pensaba es, que difícil es hablar de la entrega, me resulta casi farisaico. Porque la escena es muy curiosa. Por un lado los escribas, los fariseos que hablan, seguramente dicen lo que uno tiene que hacer religiosamente para acercarse a Dios. Y Jesús no los pone como ejemplo. Por otro una mujer, que puso dos monedas, su ejemplo. Una mujer que puso un gesto. Una mujer que hace. Y pensaba lo contradictorio de este momento, yo estoy hablando acá. Tengo el micrófono todos los domingos. Y lo que está pidiendo Jesús es poner gestos. Aprender a entregarnos. Y, yo me pongo en primer lugar, pensamos, tenemos un montón de palabras y criterios para todas las cosas, pero ¿hacemos? ¿Ponemos gestos concretos?
Animarnos a darnos, a entregarnos, a poner la vida en lo que nos toca. Aún en las cosas que parecen más insignificantes. Porque a veces pareciera que el entregarse vale cuando las cosas son grandes o importantes. El gesto este es totalmente insignificante. O pareciera. Porque termino siendo criterio para todos los demás. Tanto criterio que está en el evangelio. Pensaba, no se cuanto más habrá vivido esta mujer, ni idea, pero me imaginaba años después si esta mujer tuvo la suerte de escuchar este evangelio. Se hubiese acordado que 30 o 40 años antes puso dos moneditas en el tesoro de un templo y que es de ella de quien están hablando. Seguramente escucharía, se alegraría, y se preguntaría de quien están hablando, que lindo gesto el de esta persona. Porque ese gesto seguramente ni a ella le llamo la atención. ¿Por qué? Porque partió de lo profundo de su corazón. Lo que hizo no se dio ni cuenta. Y cuantas veces nosotros no nos damos cuenta de lo que hacemos. Nos parece insignificante. Tanto que se escucha la frase no vale la pena, o no sirve para nada. No, para cambiar las cosas no se puede hacer nada en nuestro país, o en nuestros trabajos, colegios, facultad, familias. No vale la pena gastarse.
Jesús no pone como ejemplo cosas grande, pone como ejemplo lo que parece insignificante. Lo que parece que no cambia nada, eso es criterio para los demás. Eso es lo que cambia dice Jesús, eso es lo que nos cambia, eso es lo que cambio a los demás que miraban y escuchaban. Entregarse en lo que le tocaba.
Los discípulos no cambiaron de vida antes y después de que Jesús se entregara. Pero entendieron en ese gesto lo que tenían que hacer: entregarse. Es muy simple, antes lo siguieron, después lo siguieron. Pero la manera cambio. Cuando vieron en Jesús lo que significaba darse, entregarse por completo, ellos quisieron vivirlo. Vivieron lo mismo pero ahora dándose y entregándose de una manera diferente.
Muchas veces pensamos que es lo que tenemos que hacer. No sigamos pensando. Sigamos haciendo lo que hacemos pero entregándonos de una manera diferente. Los que están en el colegio, entréguense totalmente, juéguense la vida ahí. Den todo lo que tienen, inténtelo. Los que están en la facultad lo mismo. ¿Pero no sé si es mi carrera, si es lo que quiero? pero pongo toda mi vida ahí, intento, aunque sea entregándome, ver si es lo mío, si puedo. O hago la plancha y tal vez después cambia la marea y voy para otro lado. En las familias, en nuestra Iglesia, nosotros acá. En lo que nos toca vivir estamos abriendo el corazón y dándonos. Eso es lo que define. Eso es lo que después se recuerda. Eso es lo que llena el corazón, Eso es lo que nos ayuda a crecer.
Tal vez no nos demos cuenta como esta mujer, tal vez parezca que no sirve para nada. Para que me degasto día a día en mi casa, en mi colegio, en tal lugar. Bueno, eso es lo que Jesús pone como ejemplo, eso es lo que nos pide día a día a nosotros. Eso es lo que quiere que hagamos.
Pidámosle entonces a esta mujer que entendió que lo importante eran los gestos, entregarse, confiar en Dios, sin saber lo que iba a pasar al otro día, que también nosotros podamos hacer lo mismo. Podamos, en lo que nos toca, vivir de esa manera: Entregarnos, darnos.
(Domingo XXXII, lecturas: 1Rey 17,10-16; Sl 145,7-10 ; HB 9,24-38; Mc 12,38-44)

No hay comentarios:

Publicar un comentario