sábado, 12 de diciembre de 2009

Homilía: "mi realeza no es de este mundo"

Hace varios años salió una comedia que se llamaba “Todopoderoso” con Jim Carrey y Morgan Freeman; en la cual, para los que no la vieron, Jim Carrey era una persona a la que le pasaban varias cosas, todas nefastas. No estaba contento con su vida. Pensaba que siempre tenía mucha mala suerte, le decía a Dios que el haría las cosas de otra manera, que no podía ser que las cosas fueran así. Hasta que en un momento de la película se le aparece Morgan Freeman, quien hace de Dios. Empieza a dialogar con él, le cuenta quien es, y le dice que le va a dar su poder, el poder de ser Dios durante un tiempo, pero en un lugar pequeño, como si dijéramos San Isidro, para que no tuviera que preocuparse de tanto. Y le avisa que tiene que cumplir solamente una regla, que es que respetar la libertad de los demás, el libre albedrío. Jim Carrey sale de ahí y se da cuenta que es verdad, que lo que decía o lo que pensaba se cumplía, se hacía realidad. Y empieza a usar ese poder, obviamente, para beneficio propio. A la semana se le vuelve a aparecer por segunda vez Dios y lo primero que le pregunta Jim Carrey es que son todas esas voces que escuchaba cada vez más fuertes en su cabeza. Y Dios le contesta que son las voces de los demás, lo que están pidiendo los demás. Lo que pasa, continúa, es que lo único que haz hecho toda esta semana es preocuparte por vos y por las cosas que vos querés. Es decir, haz utilizado el poder que se te esta dando para beneficio propio y te estas olvidando de todos los demás y de ver como ayudar a los que te necesitan. Así que de ahora en más, empezá a preocuparte por todos los demás porque sino esto va a ser cada vez peor. Bueno, si quieren saber como sigue vayan a Blockbuster.
Y pensaba que nosotros, a pesar de que no tengamos ese poder, obviamente, ya que a nadie se le apareció Dios de esa manera, si todos ejercemos el poder de alguna u otra forma. Tenemos lugares donde sabemos que cierto poder o autoridad tenemos: en el trabajo, en los colegios, en nuestras familias, en nuestras comunidades, en grupos, según el rol que cada uno ocupa. Todos de diferente manera tenemos cierto poder o cierta autoridad. Y como ya, el primer problema que encontramos, tiene que ver con esta palabra nomas: poder y/o autoridad. Porque ha sido tan mal usada durante los últimos tiempos que algo que tendría que ser neutro como una palabra, autoridad o poder, ya tiene un matiz negativo. Y en general cuando escuchamos la palabra poder o autoridad ya casi que estamos pensando mal, estamos diciendo quien hace las cosas mal, quien lo ejerce mal. Por eso también las instituciones en nuestro país hoy están tan desprestigiadas y es como que han perdido su significado. Un significado que podría ser bueno pero que empieza ya desde un mal lugar. Por eso ya hay personas que ni siquiera quieren ocupar un lugar de autoridad, ejercer el poder, en donde le toca.
En segundo lugar tenemos el problema de lo que nos cuesta ejercer el poder y la autoridad. Por ejemplo vamos a lo más común y a lo más normal: una madre o un padre, que desde siempre se ha ejercido, se ha hecho. Ahora, todos sabemos lo difícil que es ser madre o ser padre. A pesar de que es lo más normal de la vida, cuando a uno le toca vivir ese rol, más hoy en día, uno descubre la dificultad que tiene educar, ejercer esa autoridad, lo difícil que es muchas veces poner límites, no sobrepasarse, encontrar el lugar justo. Todo lo que cuesta en cada uno de los lugares. Cuesta la maternidad, la paternidad, cuesta en una empresa…, cuanto nos cuesta llevar a los demás, llevarla adelante nuestros roles. Cuantas veces nos preguntamos si estamos haciendo bien.
En tercer lugar también el problema que es nuestro propio limite, nuestra propia vida, nuestras miserias, muchas veces nuestros pecados, muchas veces que hacemos las cosas mal y que tenemos que ir a aprendiendo sobre la marcha. Esto siempre y cuando intentemos estar haciendo las cosas relativamente normal y bien. Y no cuando muchas veces uno ni siquiera lo intenta. Es por eso que ejercer un poder o una autoridad, mas allá de las buenas intenciones que hay en el corazón, siempre nos cuesta. Pero no nos cuesta a nosotros solamente, les cuesta a todos, y les costo en la época de Jesús.
Hoy estamos celebrando para nosotros los cristianos el cierre del año, del calendario litúrgico con esta fiesta de Cristo Rey. Para nosotros hoy cierra el año y comienza el domingo que viene con el primer domingo de adviento preparando el corazón para la Navidad. Y lo hacemos celebrando fiesta en la cual proclamamos que Cristo es Rey de todo el universo.
Y acá también tenemos un problema que es la propia palabra “rey”. Porque casi que si queremos descubrir a Jesús como un Rey, tenemos como en la computadora que hacer “delete” en todo lo que significa para ser rey y pensar en un rey totalmente diferente. Porque no es ni lo que creemos ni lo que queremos para nosotros un rey como los demás. Y esto no es solo lo que no queremos nosotros sino tampoco es lo que quiere Jesús.
Miremos este diálogo que Jesús tiene con Poncio Pilatos. Pilatos le pregunta a Jesús si es rey. Y Jesús tiene acá dos problemas. El primero de ellos es que si él dice que es rey, como dirían los jóvenes esta en el horno, porque todo el que se hacía pasar por rey, este loco o no, moría. El único rey era el emperador, nadie podía hacerse pasar por rey en esa vida. Pero esto no es un verdadero problema para Jesús, ya que después va a terminar muriendo, Pilatos lo va a condenar. El segundo problema es que Jesús no quiere que piensen que es un rey como los demás, que hace las cosas como las hacen los demás. Y esto no solo lo deja claro en este episodio, sino que lo dejo claro en todo el evangelio. Cada vez que lo quisieron hacer rey se escapó. Cuando los discípulos preguntaban quién es el más grande, les responde el que se pone a servir. Muchas veces les pone como ejemplo el mal comportamiento de los gobernantes que ejercen su poder y autoridad déspotamente y como no debe ser así en el Reino de Dios, en el Reino que Él viene a traer. Es decir, Jesús quiere tomar distancia de lo que los demás hacen, y busca mostrarnos que quiere vivirlo de otra manera. Es más, el no renuncia a este puesto, cuando Pilatos ya cambia un poco el centro de atención va a decir: “Yo soy Rey, pero mi realeza no es de este mundo, pero para eso he venido y para eso he nacido”. Y podríamos decir que en esto están las dos grandes tentaciones que uno podría tener. En primer lugar es la tentación que tuvo la Iglesia durante mucho tiempo de hacer un reinado como eran el resto de los reinados. Por eso el papa era prácticamente un rey, por eso la Iglesia tenía sus ejércitos, iba a la guerra, tenían sus tierras. Durante muchos siglos esto fue así, se buscó hacer un reinado como son los reinados de acá. Bueno, gracias a Dios eso ya no existe más, pero sin embargo muchas veces tenemos la nostalgia de querer volver a eso, de querer volver a imponernos de esa misma manera, por la fuerza, por lo que fuera. Creo que en su vida Jesús dejo claro que este no es el camino. Y esta no es la manera como quiere que haya un reino. En segundo lugar es pensar que este reinado no tiene nada que ver con este mundo. Como dice Jesús, “mi realeza no es de este mundo”. Pero no dice “el reino” dice “mi realeza”. El modo de vivirla. Porque entonces podríamos decir como muchos han dicho: “esto es para vivir espiritualmente, en el corazón, pero no me comprometo con la realidad de hoy”. No busco transformarla, no busco vivir las cosas de otra manera, no busco hacer las cosas distintas. El reinado de Jesús es plenitud para el cielo, pero desde ahora lo tenemos que vivir. Y desde ahora nos invita a vivirlo de una manera diferente. El tema es como se vive esto, porque el problema no es el poder o la autoridad que se ejerce, el problema es como se ejerce, porque eso determina el modo de relacionarse con los demás. Si yo lo ejerzo de una manera autoritaria y sin preocuparme por el otro, como se ejerce muchas veces, eso no es verdadero poder o autoridad y seguro no es cristiano. Otra cosa es si yo ejerzo mi poder como nos invita Jesús, si yo me pongo al servicio de los demás. Jesús demuestra que es Rey y lo hace relacionándose con los demás. Pero lo hace desde el servicio, lo hace desde la generosidad, desde la bondad, desde la solidaridad. Lo hace queriendo cambiar las cosas. Lo hace queriendo vivir de una manera diferente. Jesús viene a este mundo para mostrarnos que uno puede tener autoridad y puede hacerlo de una manera distinta a los demás. Porque si no qué es lo que nos distingue.
Hoy vivimos una inseguridad muy grande, muy injusta muchas veces, en la cual uno se siente o es damnificado muchas veces. Sin embargo cuantas veces queremos devolver con la misma moneda. Uno escucha, por ejemplo, hay que matarlos a todos o hay que eliminarlos, o saquémoslos de acá, de este barrio. El cual seguramente estaba antes que nosotros, pero llevémoslo a otro lugar. No decimos transformémoslo sino por lo menos que no lo vea, que este en otro sitio. Ahora, ¿este es el camino? Porque si no estamos haciendo lo mismo que los demás, le devolvemos con la misma moneda. O en el gobierno. Hace un tiempo atrás escuchamos, y tal vez hoy dentro de poco escuchemos de nuevo, hay que matarlos a todos o que se vayan todos, hay que hacer tal cosa. Ahora, ¿ese es el camino? ¿Esa es la forma? ¿Eso es lo que nos invita Jesús? Porque si no estamos haciendo siempre lo mismo, casi como en la película, utilizamos el poder para nosotros. Ahora voy a preguntarnos, ¿Qué hacemos nosotros en los lugares que tenemos poder y autoridad? ¿De que manera lo ejercemos? ¿De qué manera utilizamos aquello que se nos dio? Ojalá podamos decir todos, lo hago de manera servicial, intento ayudar, intento promover al otro. Y cuando yo deseo tener más poder o más autoridad, ¿Para qué lo quiero? ¿Para beneficio mío? ¿Para estar yo mejor o para poder también ayudar a los demás? Porque a veces uno tiene la ilusión del si tuviera más: si tuviera más poder, si tuviera más cosas, si tuviera mas plata yo haría las cosas de otra manera. Esa es la gran pregunta: ¿Haríamos las cosas de otra manera? Porque haríamos las cosas de otra manera en ese momento si no hacemos las cosas de otra manera hoy. Porque uno vive con mucho o con poco los valores de la misma forma. Creo que lo bueno por lo menos es ser sincero con uno, decir bueno a mí esto me cuesta, yo esto no puedo, pero crear la ilusión de que voy a ser distinto en otro momento... O puedo con lo que tengo y lo que soy hoy, intentar vivirlo de otra manera ahora. Acá hay un peligro que es que muchas parece que lo que nosotros podemos hacer es insignificante. Ahora, imagínense si Jesús hubiese dicho que lo que podía hacer era insignificante. Porque pareció insignificante. Jesús murió en la cruz, crucificado, y ya somos muchos más hoy acá de los que tal vez estuvieron en el Gólgota. Si Jesús hubiera dicho yo hago las cosas como los demás, ejerzo el poder como los demás, respondo a la violencia con violencia, soy agresivo como son agresivos, no se hubiera cortado esa cadena. Hubiera sido una persona más, tal vez no hubiera muerto, pero no hubiese cambiado el corazón de tantos. El se animó tal vez a ser insignificante porque quería vivir así. Y vaya si transformo las cosas, y vaya si transforma las cosas cuando hay hombres y mujeres que buscan vivir las cosas de otra manera. Desde las personas tal vez más notables en nuestra fe como los santos que nosotros tanto admiramos por lo que han hecho, desde tantas personas que anónimamente día a día la pelean, la luchan e intentan hacer las cosas de otra manera. Dios también nos ayuda a nosotros.
Jesús quiere ser Rey. Jesús es Rey. Pero fue Rey entregando la vida. Jesús se hace Rey en la cruz, cuando dice “yo me doy por los demás”. Ese es su reinado. Y nosotros viviremos en su reino en la medida que hagamos lo mismo, en la medida que nos animemos a vivir entregándonos a los demás. Dándonos a los demás. Aunque parezca insignificante. Aunque parezca que nadie lo vea. Esto es lo que lo edifica, esto es lo que cambia las cosas. No vivir en la ilusión de que los demás cambien, sino cambiando yo, cambiando el corazón. Empezando a transformarme. Lo que da testimonio no es lo que yo creo, lo que yo pienso, lo que yo digo, sino lo que yo hago. Jesús dijo muchas cosas, pero casi no lo siguieron a Jesús hasta el final. Lo siguieron recién cuando hizo las cosas, es decir, cuando dio la vida. Cuando dio testimonio todos lo empezaron a seguir de una manera diferente.
Bueno, tal vez es el momento de que entre todos dejemos de hablar tanto, como a veces me pasa a mi acá adelante, y empecemos a hacer. Empecemos a dar testimonio. Empecemos a intentar cambiar en el corazón las cosas entregándonos, en lo que nos toca: en nuestras familias, en nuestros trabajos, en nuestros colegios, en nuestras comunidades. Pidámosle a Jesús, a aquel que se entrego por los demás, que también nosotros podamos vivir así.
(Cristo Rey, lecturas: Dt 7, 13-14; Sal. 92, 1ab. 1c-2. 5.; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33-37)

1 comentario:

  1. Gracias Padre, su publicación toca en una forma frontal lo que nosotros debemos hacer, y nos mueve a que ya basta de todo (siempre cansados pero solo es material de lo que nos llenamos), y hagamos algo por el reino al que estamos llamados.

    ResponderEliminar