martes, 15 de junio de 2010

Homilía: "tengan ánimo, levanten la cabeza" (Domingo I Adviento)

Este año salió una película que se llamó “Enemigo Público” con Johnny Depp que cuenta la vida de John Dillinger, un ladrón bastante famoso en los Estados Unidos, quien después de ser rescatado de la cárcel, continúa su antigua vida, pero habiendo aprendido un poco mejor como robar bancos. Era la época de la gran depresión en Estados Unidos. Y no solo robaba sino que se ganaba el aprecio de la gente que estaba muy enojada con los bancos. Podríamos decir que similar a muestro sentimiento en la época del corralito, cuando uno no podía sacar su propia plata.
Y en un momento sucede una escena, en una mesa de un restaurant, en la que John se encuentra con una de las personas que lo ayudaban, Avin, dándole datos de que banco iba a tener plata y en qué momento convenía hacer el trabajo. Sin embargo esta vez Avin, le da un nuevo dato, diciéndole hay un nuevo y gran trabajo que se puede hacer: “Va a pasar un tren que va a traer mucha plata”, le dice. John le contesta: “nosotros no robamos trenes sino bancos, así que no lo vamos a hacer”. Entonces Avin insiste comentándole que hay muchísima plata, que tiene que aprovechar la oportunidad. Además le agrega: “Si haces esto, ya te podes retirar, tenés que pensar en tu futuro. A lo que John le contesta: “¿Para qué? Si yo la estoy pasando bien. Disfruto de la vida… Igualmente, quédate tranquilo, haré lo del tren.”
Y pensaba como, más allá de este caso particular donde John está haciendo algo malo, como es robar, también a nosotros nos pasa que por estar pasándola bien, disfrutando de un momento que nos toca vivir, nos cuesta mirar para adelante. Nos cuesta levantar la cabeza y decir: “esto es lo que quiero, esto es lo que deseo.” Entonces seguimos haciendo, casi naturalmente, aquello que en este momento nos gusta, nos hace bien, pero no nos preguntamos si esto nos sirve para más adelante. Si eso nos hace crecer en la vida.
Hago lo que hoy descubro. O, lo que es más complicado, lo que el mundo me invita. Entonces como el mundo nos invita, aún en las cosas buenas, a tener todo hoy, luchamos por eso. No importa el camino o el proceso que yo tenga que hacer para lograrlo. No importa lo que uno tenga que prepararse para llegar hasta ese momento. Lo importante y imprescindible pasa a ser que lo consiga hoy. Y esto no pasa sólo, cuando estamos alegres, contentos, disfrutando de la vida, sino que también nos pasa cuando estamos sumergidos en algún momento duro y difícil, que tampoco nos deja mirar y levantar la cabeza para ver qué es lo que queremos, para descubrir qué es lo que deseamos. No vislumbramos por donde viene esa luz, aquello que nos pueda sacar de lo que hoy nos está pasando. Y esta bien que lo central justamente en la vida es descubrir qué es lo que tiene que hacer cada uno en cada momento, es más saber qué es necesario para cada momento. Hay que aprender a vivir el hoy, el presente, pero sin perder de vista el horizonte hacia el que yo camino. Y esto es un arte que lleva toda la vida.
Cuando uno es joven, uno dice muchas veces: “estoy disfrutando, tengo tiempo”, y no se preocupa tanto. Sin embargo cuando uno es más grande, donde uno está sumergido en un montón de tareas y no tiene tiempo para nada, sucede lo mismo. Tengo que atajar penales todos los días y casi no se puede ni proyectar que quiero. O cuando uno llega más o menos a la mitad de la vida y se pregunta un montón de cosas de lo que hizo, si valió la pena, si tengo que seguir caminando por donde vengo, o hacia dónde ir; o para qué sirvió lo que hice, qué es lo que quiero, qué es lo que deseo. Creo que es algo que repetidamente se nos viene al corazón.
Tal vez lo primero y central es descubrir, quién soy, qué quiero y hacia dónde voy. Y qué es lo que tengo que vivir hoy para poder lograr esto. Aún en aquello que no se ve. Aún en aquello que se está gestando. Y esto es lo propio del Adviento. Hoy estamos comenzando para nosotros el año litúrgico. Y estamos iniciando este tiempo de Adviento como preparación para la Navidad, como preparación para ese momento importante en el cual Jesús quiere venir a nosotros. El problema es que Jesús no viene a nosotros en un momento muy oportuno, porque viene en el momento en que nosotros queremos cerrar todo. Si alguien nos dice: “tenés ganas de empezar…”, hasta ahí llega, no le dejamos decir nada más. Salvo que sea pensar en las vacaciones, todo lo demás lo queremos frenar, porque estamos en un momento de cerrar cosas. Bueno, lamentablemente, Jesús nos invita a frenar y mirar de una manera especial en este momento. A poder descubrir en el corazón aquellas cosas que nos pueden ayudar a vivir de una manera diferente. A prepararnos. Y tal vez este evangelio, que es un poco difícil, tiene la clave para poder vivirlo. Porque uno podría decir, no me hables de nada nuevo que estoy agotado con todo lo que tengo. Terminar el colegio, si es que no me llevé materias y tengo que seguir estudiando (o empezar a hacerlo), la facultad donde para colmo todo se atrasó y tengo exámenes hasta el 31 de diciembre más o menos. Los trabajos, donde de pronto nos damos cuenta que todo lo que no se hizo en el año se quiere hacer ahora, también en nuestras casas o en donde fuera. Pareciera que todo explota, que no hay salida de todo esto. Y esto es lo que pasa en el Evangelio, fíjense las imágenes. El sol hará tal cosa, la luna, las estrellas, los cielos, la tierra, parece como que todo va a explotar. Y la primera imagen que nos da es miedo, yo no quiero todo eso. Más aún incentivado un poco por todo lo que escuchamos. Las sectas más apocalípticas que dicen se acerca el fin del mundo, huyan o vengan para acá, mejor dicho. Las películas, el otro día me vinieron a preguntar si esto del 2012 (nueva película) era verdad. Bueno va a pasar lo mismo, en el 2013 hablaremos de la del 2015, en el 2015 de la del 2022, como no sabemos el día ni la hora tenemos que seguir esperando, quédense tranquilos. Y todo esto hace que sea como un coctel explosivo, casi como nuestras vidas en estos momentos. Y Jesús nos dice, cuando este pasando todo eso, que no saben para dónde correr, levanten la cabeza, miren y tengan ánimo. Y creo que lo que necesitamos nosotros en estos momentos es que nos digan algo así: “miren tengan ánimo, quédense tranquilos, la vida continúa”. No pero tengo que hacer tal cosa… quédate tranquilo, la vida va a continuar andando, vamos a encontrar los caminos, vamos a encontrar la manera, pero para eso mira para adelante. Porque cuando tenemos un montón de cosas por hacer, o problemas que resolver lo primero que tendemos a hacer es como a achicarnos. Ni queremos levantar la cabeza. Nos quedamos encerrados en esa burbuja en la que estamos y no nos permitimos ver lo que está surgiendo o pasando a nuestro alrededor.
Podríamos pensar, por ejemplo, cuando nació Jesús. El pueblo esperaba que Jesús viniera. Y algo se fue gestando después de muchos años de historia en el pueblo de Israel. Sin embargo ¿quién se dio cuenta? María, José, que bueno no tuvieron otra, los pastores que fueron al pesebre a ver a Jesús, los Reyes Magos que fueron hasta ahí para verlo, el buey, la vaca que estaban en el establo, no sé. No muchos más se dieron cuenta de lo que se estaba gestando. Y tuvieron que esperar un tiempo, 30 años, para darse cuenta de lo que se había gestado, de lo que había aparecido. Podríamos decir que esos 30 años de Jesús son como un gran Adviento para el pueblo, preparándose para Aquel que iba a venir (o que ya había venido). Nosotros por lo menos tenemos 4 semanas, imagínense si nos dicen 30 años de Adviento para prepararse.
Y en la vida sucede algo así. Hay que aprender a descubrir algo que uno muchas veces no percibe. Pensaba como imagen tal vez, cuando alguien, bueno por ahora y creo que por mucho tiempo las mujeres, están embarazadas. Por más que hoy digan “estamos embarazados”, la que está embarazada, sabemos, es la mujer. Y creo que lo difícil muchas veces para nosotros, los hombres, es descubrir lo que está pasando en la otra persona. Porque para la mujer es muy fácil, empieza a sentirse mal, la panza empieza a crecer sin necesidad de comer de más, y ella se da cuenta muy rápido lo que está sucediendo. Sin embargo creo, podrían explicarlo mejor los padres ya que yo que no tengo experiencia en esto, los varones tenemos que darnos cuenta que algo se está gestándose en el otro. Que algo está pasando. Que hay gestos y signos concretos de que hay vida ahí. Que algo distinto está surgiendo. Nueves meses después sí lo vamos a poder ver y lo vamos a poder hacer sensible. Pero mientras tanto, más que ver una panza que crece, a veces cuando ya es un poquito más grande poner la mano, tocarlo, palparlo, y hoy ver 58 ecografías 3D (que tiene que ver toda la familía), más no se puede. Y pensaba como, analógicamente, Jesús nos invita a vivir algo así. Aún en estos tiempos difíciles Jesús nos dice levanten la cabeza, tengan ánimo, hay algo que se está gestando, hay algo que está pasando.
Y uno podría pensar que en ese entonces era más fácil porque estaba Jesús. Nosotros también creemos que Jesús está. El tema es percibirlo, el tema es descubrirlo. El tema es darse cuenta. Y si bien Jesús no esta de la misma forma y manera, tenemos una ventaja. Que Jesús nos invita a esperar con una certeza. Dios la promesa ya la cumplió. Dios ya vino a nosotros. Dios dio la vida, y esa es la esperanza más profunda. Y eso es lo que se nos invita a vivir. Y por eso se nos invita a prepararnos. Tal vez a contramano está pasando algo.
Cuando tenemos ganas, tenemos tiempo, porque aun corriendo, cuando llegue el día de Navidad vamos a tener la mesa preparada, vamos a haber comprado los regalos, vamos a festejar juntos, vamos a hacer un montón de cosas. Es más, ya estamos preparando las vacaciones. La pregunta es, si aun en medio de estas corridas queremos darle un ratito de tiempo a Jesús. Preparar el corazón para Él. Descubrir los pequeños gestos que pone en nuestra vida, las pequeñas personas que son razones para vivir de una manera distinta. Esa es la esperanza del cristiano. Muchas veces el mundo pide millones de cosas y signos enormes para ver que Dios esta presente. Ahí no se basa nuestra esperanza. Nuestra esperanza se basa en los signos cotidianos de todos los días. Ser cristiano significa descubrir en lo que está pasando un Dios distinto, un Dios que se gesta, un Dios que pasa. Y poder transmitirlo. Poder dar testimonio de eso. Decir, en un mundo donde le cuesta vivir más tranquilo, tengan esperanza; pronunciarlo en voz alta. Decirle a los demás, yo vivo esto, yo vivo esta alegría, yo tengo esta esperanza. Hay alguien que viene y se quiere hacer presente. Y esa es la alegría de lo que quiero anunciar. De lo simple, de lo que pasa todos los días. Pidámosle entonces hoy a Jesús, que en medio de lo que todos estamos viviendo, podamos en este tiempo de Adviento tomarnos un momento. Un momento en la semana para poner nuestra vida en Él. Para descubrir de qué manera se hace presente en nuestras vidas. De qué manera se gesta y nos acompaña. Y para poder junto con María, anunciarlo en esta Navidad.
(Adviento, Domingo I , lecturas: Dt 7, 13-14; Sal. 92, 1ab. 1c-2. 5.; Ap 1, 5-8; Jn 18, 33-37)

No hay comentarios:

Publicar un comentario