martes, 15 de junio de 2010

Homilía: "'¿me amas?" (Domingo III tiempo pascual)

Si no recuerdo mal, en la cuarta temporada de Lost, no voy a decir nada trascendental para los que siguen la serie un poco atrasados, aparece un nuevo personaje, no importa cómo, en la isla, que se llama Miles. Y cuando empiezan esos flashes de su vida, como hacen siempre en la serie, comenzamos a ver que él tenía un don o un poder, como lo quieran llamar, que era que podía entrar en comunicación con los muertos. Podía saber qué les había pasado, saber qué era lo que pensaban, y en uno de esos flashes muestran que lo llama un hombre a una casa, él trabajaba en eso, trabajaba en contacto con la gente que había fallecido, y le pide que averigüe si su hijo sabía que lo quería, que el padre lo quería. Miles no entiende mucho, ¿pero por qué? No, no porque nunca le dije, siempre fui muy exigente con él. Entonces quiero saber si él sabe que yo lo quiero. Bueno Miles se concentra un rato y después le dice, si quédate tranquilo, él sabe que lo queres. Cobra por eso, y se va. Bueno, pasó un rato y muestran que al otro día, o a los días vuelve a la casa, se encuentra con este hombre y le devuelve la plata. Y el hombre le dice, ¿pero por qué me devolves esto? Porque no entré en contacto con tu hijo, responde Miles. Pero bueno, ¿pero por qué me lo decís ahora, lo hubieses dejado así?, responde el padre. Miles contesta: Mira, es muy simple. Si vos querías decirle que lo amabas se lo tendrías que haber dicho en la vida, ahora ya es tarde. El padre primero se queda como chocado, y al final le dice, pero me podrías haber mentido. A lo que Miles contesta: No, porque para mí en estas cosas no hay que mentir. Así le muestra con esa actitud, que tiene algo que ver con su historia, que él tenía que haber transmitido aquello importante que tenía en el corazón. Y que no bastaba solamente con lo que el hijo supiese o no, sino con lo que él le podía transmitir. Porque muchas veces, por diferentes razones no nos animamos a decir lo que verdaderamente sentimos, hablamos muchísimas veces y no de las cosas importantes, o porque no nos animamos a comunicar un montón de cosas de las que nos pasan, sobre todo aquellas que son necesarias. No basta a veces con que el otro lo sepa, sino con que yo me anime a transmitirlo, porque eso me ayuda a mí. Este hombre no sé si quería que su hijo lo supiera o no. Lo que quería era quedarse tranquilo con que el hijo había precedido de alguna forma o manera lo que él nunca supo transmitirle son simples palabras o con gestos. Tal vez tranquilizar su conciencia. Y creo que la mejor manera para nosotros de tranquilizar la conciencia es animarnos a ser sinceros y a ir con la verdad al otro. Y con la verdad de todo lo que nos va pasando en el corazón. Obviamente que no somos Gran Hermano donde todo se tiene que saber, hay una intimidad que hay que cuidar, y saber con quién uno la comparte. Pero la única manera de crecer es animarnos a entrar en contacto con el otro. Y animarnos a abrirle el corazón al otro. Y más aún si lo queremos, animarnos a ayudar al otro a que pueda crecer. Aun cuando el otro haya hecho cosas malas, aun cuando el otro se haya equivocado, o no sea como yo quiero o deseo. Y si nos animamos a seguir ese camino, seguramente eso es lo que nos va a ayudar a caminar de una manera nueva.
En el evangelio seguimos escuchando como Jesús se sigue apareciendo a sus discípulos. Y podríamos preguntarnos tal vez, podrían entrar en un contacto íntimo Jesús y Pedro. ¿Qué es lo que habrá pensado Pedro de él mismo cuando supo que lo último que supo Jesús de él fue que lo traicionó, que lo negó ¿qué es lo que había en el corazón de Pedro? ¿Cómo habrá quedado si no pudo hacer o mostrarle nada más? Porque en este texto en el que se vuelve a aparecer, en el que Jesús comparte es rato, vuelve a hacer el mismo gesto que es tirar las redes a la derecha para que lo reconozcan y comer con ellos, por primera vez Jesús va a entrar en contacto con Pedro, íntimo. Pedro no se animaba ni a hablar, Pedro no se animaba ni a levantar la cabeza. Sí lo seguía necesitando en el corazón. Y seguramente Pedro habrá pensado muchas cosas que él le podría decir o que Jesús le hubiese dicho el día que se encontrasen. Sin embargo seguramente nunca fue esto. No creo que alguien que nos traicione a nosotros, llevando eso a que Jesús muera, le diríamos, Juan, Pedro, María, ¿me amas? Supongo que varías cosas le vamos a decir pero ninguna de esas. ¿Qué cosas le reclamaríamos? ¿Nos animaríamos a estar con el otro, lo perdonaríamos? Sin embargo Jesús lo único que le pregunta, lo único que necesita saber, Pedro eh, no Jesús, es si lo ama. ¿Pedro me amas? Jesús ya se apareció a Pedro, sin embargo Pedro no salió a predicarlo todavía. Y seguramente si no se da este diálogo, Pedro no pueda ser testigo de Jesús, porque hay algo que necesita ser sanado, hay algo que necesita ser curado. Hay una herida que tiene que cerrar, que es la herida que tiene Pedro. Jesús sabe que Pedro lo ama, pero Pedro necesita escucharlo, necesita decirlo. Aun cuando eso le cueste. Tiene que hacer ese camino. A ver, Pedro ya había sido perdonado por Jesús, no es un problema de perdonar. En la cruz ya Jesús los había perdonado, los había perdonado a todos. Sin embargo, para que esa reconciliación se pudiera dar, necesitaba escuchar esto. Y podríamos hacer como una diferencia, una cosa es perdonar al otro, a veces perdonamos, aun sin decirlo. Otra cosa es reconciliarse. Es decir, que las cosas vuelvan a ser como antes. Y para eso, necesito ponerme en diálogo con el otro. Cuántas veces nos pasa que no decimos nada, el otro me hace algo, o yo le hago algo, o los dos nos hacemos algo o lo que fuese, y después seguimos como si nada. No hablamos, pero estamos como enojados en el corazón. En la primera frase, tal vez puso el cuchillo al revés, no sé, cualquier cosa, lo criticamos, nos quejamos, porque no terminamos de reconciliarnos en el corazón. Tal vez lo perdoné, no sé, no sé si lo perdoné o no, pero si no me animo a hacer todo el camino, no puedo sanar ese vínculo. Y para eso tengo que sentirme dolido si hice algo, el otro se tiene que sentir dolido si fue herido o no, y tenemos que animarnos a hablar. Ahora, para hablar y para cerrar eso, no basta solamente con poner un límite. Pedro es consciente de lo que hizo. Es consciente que obró muy mal. Ahora lo único que lo puede rescatar a Pedro, es descubrir que hay algo más profundo que esa traición. Tiene que escucharse decir que su amor es mucho más fuerte de lo que no pudo obrar y vivir. Y a partir de ahí va a poder caminar de una manera nueva. Tal vez nosotros mil veces tenemos conflictos, problemas con los otros, no nos entendemos, no nos escuchamos, estamos enojados, pero la única manera de cerrar eso, es encontrar algo mucho más profundo que lo sustente. Porque si me quedo solamente a mitad de camino con lo que hice mal, o con poner el límite, ¿cómo crezco? Si no voy a lo profundo, que es el amor, ¿cómo salgo de ese pozo? ¿Cómo empiezo a caminar de nuevo? Bueno Jesús tenía muchas cosas, le podría haber dicho muchas cosas a Pedro, sin embargo le dice la única que él necesita, ¿me amas? Tres veces, como lo negó. Tres veces. Bueno ahora sí, seguime. Y Pedro lo va a seguir. Es más, Pedro va a dar la vida por Jesús, cuando se anime a sanar el corazón, cuando se anime a reconciliarse. Bueno Jesús también a nosotros nos busca lo bueno que tenemos en el corazón, para que profundizando en eso nos animemos a sanar. A sanar lo que tenemos que sanar, a curar lo que tenemos que curar. Y ahí nos pregunta a nosotros lo mismo que le preguntó a Pedro. María, Juan, ¿me amas? ¿Me quieres? Pedro aun triste le dijo, Señor, tú lo sabes todo. Bueno Jesús sabe lo que hay en nuestro corazón, pero los que lo necesitamos descubrir somos nosotros. Los que necesitamos crecer y cerrar heridas muchas veces, somos nosotros. Y para eso podemos ayudarnos, para eso podemos dejarnos ayudar por Jesús. Entonces abramos el corazón en esta Pascua, escuchemos esta pregunta de Jesús. Dejémosla resonar esta semana y respondámosle a Jesús si lo amamos, si lo queremos, si queremos seguirlo.
(Tiempo Pascual, Domingo III, lecturas: Hch 5,27-32.40b-41; Sl 29, Ap 5,11-14; Jn 21,1-19)

No hay comentarios:

Publicar un comentario