martes, 15 de junio de 2010

Homilía: "Yo tampoco te condeno" (Domingo V de Cuaresma)

En el 2008 se llevó al cine el libro “El lector” un libro bastante famoso, una película por la que Kate Winslet ganó el Oscar a la mejor actriz, que muestra un poco la vida en Alemania pos nazi y un poco lo que tiene que ver con los juicios después de lo que fue el holocausto. Y en un momento muestran a un grupo de estudiantes, entre los que estaba Michel, uno de los protagonistas que estudiaba abogacía, haciendo un seminario especial con un profesor que los lleva a uno de los juicios donde se enjuiciaba a 5 mujeres que habían estado en Auswitch haciendo de cuidadoras o de carceleras. Y este hombre después de que vino la primera audiencia les dice a aquellos que estaban con él en el curso: “hemos presenciado este juicio, ¿qué les parece?” Y comienza diciéndoles, lo que pasa es que la sociedades creen que se rigen por lo que llaman “moralidad”. Cuando en realidad se rigen por lo que llaman “legalidad”, es decir, por las leyes. Y lo que se está viendo en el juicio es, no si estas mujeres hicieron algo bien o mal, sino si era legal lo que hicieron. Y no legal para nosotros o para lo que nosotros creemos o para lo que hoy es legal, sino con las leyes de su tiempo, si estaban dentro del marco o no. Para que ustedes se den una idea, les dice, hasta hoy han sido enjuiciadas 19 personas de las cuales solo 6 fueron acusadas de homicidio. Y en Auswich trabajaron 8000 personas. Siguió hablando un poquito, y uno de los alumnos se enoja y le dice, no, no puede ser esto porque entonces la ley es limitada. Y el profesor le dice, si, justamente, la ley es limitada. Bueno este chico se enoja más aún y toma una de las posturas que alguno puede tener, esperemos que solamente cuando es un poco más joven, y dice, no yo lo que haría es agarrarlas a todas, matarlas a todas como alguna vez hemos escuchado. Pero lo que descubre este chico que empieza estudiando leyes con ese ideal con ese deseo es que la ley no resuelve todo lo que él cree o quiere que se resuelva o no de la manera que él quiere. Y lo mismo nos sucede a nosotros como sociedad. Por poner un ejemplo nomás, ¿la ley resuelve todos los problemas? A veces pensamos idealistamente, no lo que pasa es que solamente tenemos un problema de justicia que hay, y grave, un problema de violencia. Pero la ley es la que va a resolver los problemas que tenemos. Hace poco leía un estudio en el cual se leía que en América latina está la tasa más alta histórica de gente en la cárcel, y muchas veces creemos que solamente con seguir metiendo gente en las cárceles, hacer más cárceles y levantar más paredes vamos a tener soluciones, cuando lejos estamos de eso. Creo que todos hemos descubierto que si queremos crecer como país, si queremos cambiar las cosas tenemos que ir a las causas, no a las consecuencias. A un país más justo, a un país menos corrupto, a un país donde todos luchemos por el bien común, a un país donde haya una mejor educación, donde nos preocupemos los unos por los otros cada vez más. Pero con este simple ejemplo nos muestra que la ley no basta. O en nuestras propias familias, basta con poner una ley y decir que esto va, que esto no va, ¿y eso arregla las cosas en la casa? ¿eso arregla los problemas? Porque la ley sin querer nos va metiendo como en un callejón sin salida. Y esto es también lo que le sucedió al pueblo judío. Los judíos que buscaban acercarse a Dios y querer vivir la santidad, como les dije el domingo pasado, lo que buscaban es poder vivir la ley. Y para ellos lo que los acercaba a Dios era ser cada vez más perfecto en el cumplimiento de la ley, entonces buscaban cumplir con todo y con cada uno de los preceptos, por eso llegaron a tener más de 600. ¿Qué es lo que tengo que hacer? ¿Para qué? Para acercarme a Dios. Sin embargo eso los ponía en un callejón sin salida porque en un momento fracasaban. Como dice Pablo, yo fariseo intachable de la escuela más exigente de todas que es la de Gamaliel, no podía vivir esto. Y quedaba encerrado, porque la ley no tenía el poder para salvarme, no tenía el poder para poder quitarme de esto. Y aún en la religión descubría que eso lo iba limitando, encerrando cada vez más. Casi una imagen de esta mujer. Esta mujer, dicen, se la trajo a donde estaba Jesús y quedó en medio de todos. La misma imagen encerrada por la ley, por aquello que no había cumplido ni vivido. Y ahí trayéndola para poner a prueba a Jesús, no dice el evangelio, le preguntan a Jesús, a esta mujer la hemos encontrado cometiendo un adulterio, ¿qué es lo que tenemos que hacer? O mejor dicho, ¿qué dices tú? Y casi como que cambia el foco porque la que está acusada es la mujer, pero que busca que le responda es Jesús. Al que quiere sacarse del medio es a Jesús. No les importa lo que hizo la mujer. Y por eso le ponen este caso como le han puesto otros. Gracias a Dios Jesús murió por otras cosas, no porque le pusieran problemas en el camino. Y los problemas son que si Jesús, que ya se ve que ha enseñado mucho la misericordia, el perdón, y se dan cuenta qué está haciéndole a esta mujer queda en un compromiso, les dice que no hay que matarla, le van a decir que va en contra de la ley. Si les dice El que hay que matarla van a decir, justamente, dónde está la misericordia y el perdón del que El habla. Pero aún podemos dar un paso más. Porque en realidad, los judíos no podían hacer nada ahí. No sé si saben pero una de las cosas que el imperio romano le había quitado al judaísmo era que no podían condenar a muerte a nadie. El derecho a la vida era de los romanos. Por eso a Jesús lo llevan frente a Poncio Pilatos. ¿Por qué me lo traen? Porque nosotros no podemos condenar a nadie a muerte. Y Jesús ahí también está en un compromiso porque si Jesús dice “si hay que matarla”, le van a decir a vos estas del lado de los romanos, y si Jesús dice que no, que no hay que matarla, le van a decir, entonces vos no queres cumplir ni la ley ni lo que nosotros creemos. Pero Jesús sale del planteo, porque Jesús quiere traer algo nuevo, quiere traer algo distinto, y quiere que vivamos algo distinto. Y así como al hijo menor y al hijo mayor de la parábola los pone frente al padre para que descubran algo nuevo, a ellos también los tiene que poner frente a su propia vida. Ellos son los que tienen que descubrir qué es lo que viven. Que el que no tenga pecado, que tire la primera piedra, les dice Jesús. Dice el evangelio que empezando por los más grandes se empezaron a retirar. Yo no sé si era porque eran más sabios, si era porque tenían más pecados, o porque eran más grandes. No sé cuál es la razón. La razón es que cuando Jesús los puso frente a su propia vida descubrieron que ellos no eran perfectos, que aquello que ellos querían vivir, no lo podían vivir. No sé si entendieron lo que era la misericordia del perdón. No sé si lo entendieron. No sé si comprendieron lo que Jesús les estaba diciendo. Pero cuando vieron su propia vida vieron que tenían mucho por recorrer todavía. Y aquello que querían, que era tal vez apedrear a esa mujer, que era tal vez poner a Jesús en un aprieto, no lo pudieron hacer. Como el hijo mayor de la parábola no sabemos qué es lo que pasó después con estos hombres, lo que sí sabemos es que Jesús los puso en un compromiso para que ellos se animaran a mirar su corazón. Pero el hecho no termina ahí. Jesús no se contentó con decir “no condenen a esta mujer”, sino que se comprometió El, el único que sí podía condenarla, el único que mirando su propia vida podía decir, yo que no vivo esto a vos te condeno. Pero frente a esta mujer, cuando le preguntó si alguien la había condenado, el único que podía le dijo, yo tampoco te condeno. Creo que entre los últimos fines de semana y este domingo, la Iglesia intenta mostrar los textos donde nos muestra más la misericordia del Padre. Donde la misericordia de Dios supera todo lo que podemos pensar, creer, hacer nosotros. El domingo pasado hablábamos como el hijo menor volvía a casa, y el padre sin importar lo que el hijo había hecho, lo perdona. Bueno, hoy da un paso más todavía. Porque Jesús, perdonen esto los catequistas de confirmación, de catequesis, porque voy a decir algo que tal vez ustedes enseñan que nosotros transmitimos, Jesús no les dice que para perdonarla tiene que estar arrepentida. Tampoco le dice bueno hace un propósito de enmienda después para vivir otra cosa. No hay nada de esto en este evangelio. Jesús la perdona, Dios perdona a esta mujer sin esperar lo que la otra persona hace. Porque la pregunta que nos podríamos hacer es, ¿el perdón de Dios, que supeditado a nosotros? ¿Dios depende de nosotros? Tal vez la respuesta más grande la dio Jesús. Jesús no dijo, si ustedes no se arrepienten yo no voy a la cruz, si ustedes no cambian de cambian yo no voy a la cruz, mejor que no lo dijo porque sino jamás hubiese llegado. Jesús tiene la iniciativa, pone la iniciativa, Dios siempre tiene la iniciativa. El perdón de Dios no depende de nosotros, la misericordia de Dios es mucho más grande que nosotros, que lo que podamos pensar, hacer, arrepentirnos, o no. Y muchas veces el arrepentimiento van a ser después que Dios toca nuestro corazón. Muchas veces me pasa que alguna persona se acerca y me dice, bueno yo no sé si necesito confesarme o no, porque no estoy arrepentido, y me cuesta cambiarlo. Bueno, lean este evangelio, Juan 8, 1-11. Lean el del hijo pródigo, Lucas 15. No es necesario eso, lo que hay que querer es encontrarse con Jesús. Él los va a cambiar. Si nos animamos a dejar tocar por El, Él va a hacer algo nuevo. El arrepentimiento sería que la mujer pueda vivir aquello que Jesús le dice. Algo fácil, en adelante no peques más, cambia, viví otra cosa. Pero se lo dice, no porque Jesús quiere ser duro, porque Jesús quiere que esta persona sea feliz. Y como quiere que sea feliz, quiere que viva otra cosa, quiere que encuentre otra cosa en su vida. Lo mismo hace con nosotros, busca mover los corazones. Eso es la cuaresma. Es aprender a vivir el perdón. Porque si nos regimos por la ley, en todo, no solo en la religión y en la fe, si Dios es un juez que nos juzga, si mi padre, mi amigo, mi novio, mi novia, mujer, marido, es un juez que me juzga, en algún momento, estoy en el horno como dicen. No hay salvación ahí. La salvación viene cuando uno se anima a perdonar, cuando uno se anima a amar, porque eso es lo que reconstruye el vínculo. ¿Por qué Jesús perdona a esta mujer? Porque es la única manera para que se salve. Sino Jesús la tiene que condenar. ¿Por qué Jesús perdona a cada uno e intenta mover los corazones? ¿Por qué Jesús les dice a los escribas y a los fariseos, mírense a ustedes mismos. Porque ustedes tienen que cambiar. Lo mismo nos dice a nosotros. Jesús nos mira a nosotros, toca nuestras vidas porque quiere que vivamos distintos. Para terminar podríamos pensar tal vez en qué situaciones estábamos. Tal vez mirando nuestra visa podríamos decir me toca estar en la postura de estos escribas o fariseos donde me cuesta reconocer mi pecado, donde me cuesta reconocer qué es lo que hago mal, donde me cuesta reconocer qué es lo que tengo que crecer. Bueno tal vez tendré que pedirle a Jesús que como a ellos me invite a mirar mi corazón. O tal vez estamos en la postura de la mujer adúltera que pensamos que ya estamos condenados, que nadie nos puede salvar, que nada puede cambiar. Tal vez que me tengo que dejar tocar, cambiar por Jesús. De una u otra forma, este donde este Él siempre llega, Él siempre toma la iniciativa, Él siempre va a nosotros. Bueno, abramos nuestro corazón para que en este tiempo nos podamos encontrar con Él, lo podamos descubrir, y podamos vivir aquello que Él nos invita.
(Cuaresma, Domingo V, lecturas: Is 43,16-21; Sl 125; Fil 3,8-14; Jn 8,1-11)

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