martes, 15 de junio de 2010

Homilía: "recobren la esperanza" (Domingo II de Adviento)

En la película “Sueños de Libertad” Andy Dufresne es enjuiciado por asesinar a su mujer y su amante y es puesto en cadena perpetua en la cárcel. Y después de varios años que está preso tiene un diálogo con uno de sus compañeros del cual se había hecho amigo, Red, Morgan Freeman, en la cual están dialogando sobre lo que es la vida ahí. Red está bastante pesimista con obviamente todo lo que está viviendo encerrado en ese lugar. Y Andy le dice justamente hay lugares en este mundo que no son hechos de piedra, en el cual no estas rodeado de cemento. Y Red le contesta bueno pero de alguna u otra manera uno termina así en la vida. Y él le dice no, aún en estos lugares hay cosas de vos que los otros no pueden tocar. Y Red le pregunta ¿de qué me estás hablando? Y Andy le contesta de la esperanza. Y Red le dice, ojo vos, porque la esperanza es peligrosa. Te puede hacer mal, te puede terminar volviendo loco. Y Andy le termina contestando, es una elección. Es simple: dedicarse a vivir o dedicarse a morir. Y esto lo muestra el con lo que va intentando vivir el en ese lugar difícil. Y en la otra escena muestra también en la cual él a uno de los presos lo empieza a ayudar, era analfabeto, a poder terminar el colegio. Y le empieza a enseñar a estudiar, lo va guiando, él había luchado por armar una biblioteca, le va enseñando un montón de cosas. Y en un momento llega que hay que tomarle examen, así que le mandan el examen por carta, él era el tutor, le tiene que tomar el examen. Cuando termina el tiempo, Tommy que era este preso, se enoja porque dice que hizo todo mal, agarra el examen, lo hace un bollo, lo rompe y le dice que no sirvió para nada, ¿para qué hice esto, para que estudie tanto? Y Andy que era medio cabeza dura termina agarrando el examen, lo alisa, busca la mejor manera y lo envía. Y bueno, después ese examen vuelve al final con esta persona aprobada. Justito, le dice, pero aprobaste. Y nos muestra esa confianza que él tiene en el corazón. Ese creer en él, y creer en los demás. Más allá de lo que haya pasado, y cada uno haya vivido. Y esa fe y esa confianza los invita a vivir con esperanza. Y muestra esa esperanza que quiere vivir, y le intenta transmitir a los demás aún en los momentos difíciles y duros. Y esto es algo que a menudo, como hablábamos hace poco, nos sucede hace poco. Yo les decía que como cristianos se nos pregunta qué es lo que tenemos que vivir, qué es lo que tenemos que transmitir. Muchas veces vamos buscando de qué manera podemos dar testimonio de nosotros ante los demás. Y la primera respuesta que nos viene siempre a la cabeza, a la memoria es, bueno nosotros tenemos que ser hombres y mujeres de fe. Poder transmitir esa fe. Ahora, obviamente que podemos ser hombres y mujeres de fe y es en lo que se va a basar todo lo que vivimos. Pero la pregunta para mi es, ¿cuál es la actitud hoy que más puede servirle al mundo, más se puede transmitir a los demás? Y creo que si pensamos y miramos el mundo que nos rodea, tal vez es un mundo que si hay algo que falta es justamente esperanza. Tener esperanza. Confiar y creer que las cosas pueden ser de alguna manera distinta. Y en todo sentido. Desde el sistema económico, a nivel económico, donde todos la peleamos, la luchamos, donde las cosas mil veces se complican, desde lo social, desde la inseguridad, y lo difícil que vivimos. Desde lo vincular, y la relación que muchas veces nos cuesta con los demás. Desde nuestra propia vida que pensamos que ya las cosas no pueden ser diferentes, ya no pueden cambiar, ya no podemos volver atrás. Jesús nos invita siempre a querer vivir con esperanza, y que esa esperanza tenga un signo para los demás. Y esto es lo que buscó de alguna u otra manera transmitir a lo largo de toda la historia del pueblo de Israel. Si Dios hizo algo es, hacer una alianza con el pueblo. Mostrarle Su amor en esa alianza. Y en esa alianza y en ese amor que le quiere regalar a los demás siempre intentó transmitirles esperanza. Si miramos prácticamente toda la historia del pueblo de Israel podríamos decir que es un Dios que nos invita a volver a confiar y volver a esperar. Podríamos pensar casi desde el principio. Moisés, a Moisés le dice, ve y libera ese pueblo. A ese pueblo que había bajado los brazos, que no encontraba salidas, que era esclavo, ve y libéralos. Renuévalos, recupérales la esperanza. Y el pueblo va, guiado por Moisés y aún en el desierto todo el tiempo, como ustedes recuerdan, quiere volver atrás. Pierde la esperanza. Ya nos sirve para nada, esto no es lo que quería, esto no es como yo me había imaginado mi vida, el paso en el desierto, la comida o lo que fuere. Y continuamente Moisés, renovado por Dios va a devolverles la esperanza. Sigan caminando. Porque cuando uno pierda la esperanza lo primero que pierde es como a encerrarse. A olvidarse de lo que está alrededor, a no levantar la cabeza, a no mirar a los demás, a perder los deseos y las ilusiones. Y esto no solo lo hizo a través de Moisés. Todos los hombres que fue enviando para que hablen en nombre de Él, tenían esta misión. Baruc por ejemplo en la primera lectura de hoy. A un pueblo que está sufriendo, que está viviendo el dolor le dice, renovalos en la esperanza. Transmitiles que las cosas van a ser distintas. Que pueden ser distintas, que confíen, que tengan esperanza. Y así todos fueron transmitiendo esa esperanza. Por último Juan el Bautista, el texto que estamos escuchando hoy. Juan nos dice que nos convirtamos, que cambiemos. Una palabra a veces un poco rara y que nos cuesta a todos. Porque Juan invita a un bautismo de conversión o de penitencia, y en realidad a ninguno de nosotros nos gusta mucho que nos manden de penitencia. Desde el colegio, por eso tenemos como la imagen de que la penitencia es nos mandaron al rincón. Mira anda al rincón, fuiste. Y en realidad si vamos a lo profundo de la palabra “el convertirse”, la penitencia es justamente querer cambiar. Lo que le está diciendo Juan al pueblo que se está preparando por esta esperanza que Dios había prometido es cambien, vivan de otra manera. Y tal vez lo que le está diciendo es, ustedes que creen que las cosas no pueden ser distintas, que ya bajaron los brazos, que ya no saben dónde encontrar a Dios, vuelvan a tener esperanza. Recobren la esperanza en el corazón, vivan de otra manera. Eso es lo que Juan quiere transmitirle a su pueblo. Eso es para lo que lo envía Dios. Para que sea un hombre que pueda transmitir a los demás aquello que ha perdido. Pero no solamente lo tiene que hacer el. Sino que lo tienen que hacer los demás. Y por eso le cita este texto del profeta Isaías “preparen los caminos, allanen los senderos, rellenen los valles, aplanen las montaña”. Parece una constructora, parece que estuviese adelantado Lucas o Isaías, y le dice bueno vamos a preparar que las cosas sean más fáciles, le está diciendo. Porque a veces sentimos en nuestra vida que caemos como en valles profundos, en huecos, en hoyos, y que no encontramos la salida. Miramos para donde y no encontramos por donde salir. Parece que todo se oscureció, que ya no hay salida, que las cosas son muy duras y difíciles. O que la montaña es muy empinada y que no tengo fuerzas para poder llegar. Para vivir esos deseos que tenía en el corazón, aquello que quería, aquello que esperaba. Bueno, Dios le pide a Juan que él y que los demás sean los que hagan que las cosas para los otros sean más fáciles. Les va transmitiendo que son ellos los que pueden hacer que Jesús, que Dios, llegue a los demás de una manera más simple. ¿Cómo? Si se animan a preparar los caminos. Si los trazan, si los enderezan. Si los hacen menos sinuosos. Creo que todos nosotros somos hombres de fe, en mayor o menor medida estamos acá porque creemos en Dios. Ahora esa fe, la tuvimos que confirmar en algún momento de nuestra vida. No es como en la cristiandad, no sé hace 500 años que Dios era evidente y uno creía en Dios, por lo menos en el mundo conocido. Hoy no te asegura nada nada. Podes nacer en el seno de una familia re católica e igual en algún momento de mi vida yo voy a tener que optar por Dios. Yo voy a tener que elegir a Dios. Cada uno de nosotros tenemos experiencia. Creo que lo hemos hecho o lo tendremos que hacer en muchos momentos de la vida decir si queremos volver a creer y confiar en Dios. Y tenemos experiencia que muchos seres cercanos a nosotros no que nunca conocieron a Jesús o que la familia no creía, sino en nuestras propias familias o muy cercanos que no creen de la misma manera o no creen directamente en Dios. Y por eso esto tiene algo muy positivo que es la opción por Dios la tenemos que hacer cada uno de nosotros. A veces vemos el lado negativo que es, bueno somos menos, cuesta transmitirlo, cuesta que se viva. Bueno, será que es el momento en el que cada uno elija a Dios. Ahora no basta solamente por creer. Ese creer se tiene que mover, se tiene que movilizar y hacer acción. Juan creyó en lo que se le había prometido. Y como creyó en lo que se le había prometido se lo anunció a los demás. Y les devolvió la esperanza a los demás. Los demás tuvieron que hacer su camino. Cada uno el suyo. Pero él podía ayudarlos. Él podía acompañarlos. Esto es lo que se nos invita hoy a nosotros. Como les decía, creo que todos creemos en Dios. Ahora se nos invita a vivirlo y a vivirlo hoy. La esperanza que Juan le prometió al pueblo, se cumplió. Se vivió. Jesús se hizo hombre. Jesús estuvo entre nosotros. Jesús cumplió la promesa del Padre. Jesús estuvo, vivió y renovó a un pueblo. Y lo hizo caminar de una manera distinta y por eso muchos empezaron a anunciar esa esperanza. Muchos empezaron a vivir de otra manera. Muchos empezaron a compartirla con los demás. Pablo, en la segunda lectura anuncia a Jesús y se alegra por lo que ve que ese anuncio hizo en los demás. Y les dice por eso, los llevo a todos en el corazón, porque Dios está en ustedes, porque lo viven. Y rezo por ustedes porque tengo la esperanza de que lo van a seguir viviendo, de que van a seguir este camino. Hoy somos nosotros los hombres y mujeres de esperanzas. Los hombres y mujeres que podemos llevar algo a los demás, distinto de lo que viven. Y no solamente porque confiamos en que Dios en este Adviento va a volver a venir a nosotros sino porque Dios cumple las promesas en la historia. Porque Dios se hace presente en la vida, porque Dios cambió la historia. Y porque Dios puede cambiar las cosas hoy. Pero para eso nosotros tenemos que animarnos a anunciarlo a los demás. Animarnos a que otros puedan vivir esto. Mostrarles el camino a los demás. En cada lugar en el que estamos, en cada lugar en el que vivimos. La esperanza es algo que se transmite. Que distinto es cuando uno, aún en los momentos difíciles tiene la gracia de tener alguien al lado que lo puede vivir con alegría, lo vive con esperanza, lo vive de una manera diferente. Y uno cuando está con los demás dice, ¿qué le pasa a este? Es como que eso llama la atención. Bueno, creo que tenemos que animarnos a ser portavoces de esperanza y de buenas noticias, ¿no? A mí me pasa muchas veces que cuando la gente viene a hablar conmigo además de confesarse, bueno viene porque tiene algún problema. Y vienen a decirme bueno me pasa esto, me pasa esto, me pasa esto. No pasa nada sigan viniendo los banco a muerte no hay problema por eso. Y a veces les digo también bueno vengan también cuando tengan alguna buena aunque sea vengan y díganme me fue bien en la facultad, no solamente me fue mal. Me puse de novio, de novia, pasó tal cosa. Animémonos a transmitir cosas buenas también. Cosas que den esperanza, cosas que den alegría. Porque si no uno siente que todo se hace pesado. Uno siente que todo se cierra y animémonos a descubrir esos signos. A veces pequeños, a veces cotidianos, pero que cambian la vida. Que cambian la vida de uno y que cambian la vida de los demás cuando lo comparto. Bueno, esto es a lo que nos invita Jesús en este tiempo. A abrir el corazón a los pequeños signos. Belén fue un pequeño signo. El pesebre fue un pequeño signo. Los que esperaban grandes cosas no lo vieron. Los que miraron en lo sencillo lo descubrieron. Esto es lo que nos toca en nuestra vida. Esto es lo que tenemos que transmitir a los demás. Ver grandes cosas en lo sencillo. Descubrir lo profundo en aquello que casi parece imperceptible. Y así también poder transmitir a los demás esa esperanza que tenemos en el corazón. Pidámosle a Juan, a aquel que se animó a animar a sus hermanos, a anunciarles una esperanza distinta, a anunciarles un Jesús que venía a ellos, que también nosotros podamos hacer eso: preparar en este adviento el camino para los demás, allanar los senderos para que otros descubran este Dios que con una esperanza distinta quiere renovar sus vidas.
(Adviento, Domingo II , lecturas: Bar 5,1-9; Sl 125; Flp 1,4-11; Lc 3,1-6)

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