miércoles, 30 de junio de 2010

Homilía: “Señor, yo te seguiré a donde vayas” (Domingo XIII del Tiempo Ordinario)


Hace varios años salio una película, “Blue Chips” o en castellano “Ganar de cualquier manera”, con Nick Nolte, Shaquille O’neal, Larry Bird y varios jugadores de basket más, que trata solamente sobre basket. Nick Nolt hace de Pete Bell que es un entrenador de Western University durante muchos años. El tenía un equipo muy bueno, era un brillante entrenador. A la Universidad le iba muy bien hasta que empieza a estar en baja su equipo de basket y cada día juega peor. Se acercan algunos de los responsables a decirle que esto tenía que cambiar, sabían que el problema no era él, sino que eran los jugadores que se estaban reclutando desde los colegios para la Universidad. El problema era que, aunque no se podía, los jugadores buenos iban por algún tipo de regalía, como por ejemplo un trabajo para el padre, cosas encubiertas que hacían que los mejores jugadores terminaran en las Universidades donde les daban mejores oportunidades a sus familias y a ellos. Pete en un primer momento no aceptó esto, decía que se estaba perdiendo la lealtad al deporte, hasta que le empiezan a mostrar que esto que el creía que era una lealtad muy grande con esos equipos menores que él había entrenado no había sido tan así. Se da cuenta de que ellos, a pesar de eso, habían manipulado muchas cosas, como la diferencia por la que ganaban, cuándo ganaban y cuando no para poder tener mejores réditos en las apuestas. Él se empieza a desilusionar y a ver que esa lealtad con la que el actuaba no había sido tal. Por lo tanto, deja que le consigan a estos buenos jugadores para su Universidad. Ahí empieza a tener una tirantez en el corazón porque se da cuenta que ahora tiene un equipo digno en su Universidad con el que ir en búsqueda de un campeonato, pero al mismo tiempo perdió esa libertad con la que él obraba, haciendo cosas con las que no estaba tan de acuerdo, ya no podía enseñar de la manera q a él le gustaba.


Esta experiencia en la que Pete se va dando cuenta de que, por el sistema, va perdiendo su libertad creo q es una experiencia que tenemos todos a diario. En la cual nos damos cuenta que, aun cuando el mundo nos invita a una libertad cada vez más grande; y pareciera que hoy se puede hacer lo que uno quiere, elegir lo que uno quiere, vivir como uno quiere… no es tan grande. En el fondo nos damos cuenta que muchas veces el entorno condiciona nuestra libertad. La gran pregunta que nos podemos hacer es ¿verdaderamente nosotros como personas o como sociedad hacemos lo que queremos? Después podemos juzgarlo y decir si esta bien o mal, pero en primer lugar debemos ver si esa libertad es tan grande como pensamos. Y no sólo por lo exterior que va condicionando nuestra libertad y a veces la va transformando hasta llevarnos a hacer cosas que no pensábamos que íbamos a hacer. Sino también en nuestra propia vida, con nuestros propios deseos. En un mundo que nos invita a elegir, ¿nos animamos verdaderamente a elegir lo que queremos? ¿A seguir a nuestro corazón? ¿A decir: “voy detrás de esto que quiero”?

Porque muchas veces nos quedamos paralizados por miedos. Descubrimos que queremos estudiar tal cosa pero también nos da miedo. Descubrimos que no estamos tan contentos en el trabajo que tenemos y queremos cambiar pero nos da miedo. No terminamos de dar el paso. ¿Cuántas veces esa libertad no termina siendo tal en nuestra vida? O quizás no es miedo, sino que no nos animamos. Tenemos todo controlado y la libertad implica una elección. Elegir algo para ir hacia delante y esa elección implica que ya no controlo tanto. Cuando estoy seguro en un trabajo, con el estudio, o con una persona, no me animo a dar el paso de elegir otra cosa que sí quiero porque ahí ya no estoy tan seguro. Implica confiar y no tanto controlar las cosas.

Así podríamos ir analizando distintas facetas de nuestra libertad para ver qué tan libres somos. También pasa cuando queremos cambiar, decimos: “esto no lo voy a hacer más” y no duramos ni 24 horas. Nos damos cuenta que no podemos cambiarlo tan fácilmente. Esta experiencia es la que tiene Pablo cuando invita a su Comunidad a que sean libres. Les dice: “Jesús dio la vida para que ustedes sean libres entonces vivan de otra manera. Utilicen esa libertad.” Sin embargo, Pablo también tiene la misma experiencia y muchas veces no puede. A veces la carne tira para un lado, el espíritu para el otro. La vida no nos deja hacer lo que verdaderamente queremos. Por eso invita a su comunidad a que se deje conducir por el Espíritu. Porque, justamente, si se dejan conducir por él van a vivir una libertad distinta. Es aprender a elegir con un corazón nuevo, renovado, entregado… y así poder seguir a Jesús también de una manera nueva. Esto es lo que Jesús nos muestra y pide en el Evangelio. Estamos en un momento crucial en la vida de Jesús, donde ya ha ido caminando, ha ido enseñando, ha puesto gestos y llega el momento en que tiene que ir a Jersualem. Todos sabemos que ahí Jesús va a dar la vida. Y por eso dice el texto “Jesús se dirigió decididamente a Jerusalem”. Si lo tradujéramos directamente del griego en realidad dice: “Jesús endureció su rostro”, como cuando uno se tiene que poner firme, cuando uno dice “quiero hacer esto y sé que va a ser difícil. Pero yo ya lo elegí y quiero hacerlo aunque me cueste”. A Jesús le va a llevar la vida esto.

En ese contexto en que Jesús ya eligió desde su libertad, aparecen estos diálogos con los discípulos en los que algunos quieren seguir a Jesús y otros a quienes Él va a invitar a que lo sigan. En el primer caso escuchamos a un hombre que le dice a Jesús: “Señor, yo te seguiré a donde vayas”. Esa expresión tan entregada es confrontada por Jesús que le dice: “Mirá que no va a ser tan fácil. Se acaban las seguridades, acá no vas a poder controlar tanto las cosas. Los zorros, los pájaros tienen donde estar pero yo no. Si querés seguir este camino preparate porque vas a tener que dejar muchas cosas en el camino”. Y no lo dice por desalentar a la persona (está claro que Jesús quiere q lo sigan) sino porque quiere que el otro sepa a lo que se va a enfrentar y que haga un camino en su corazón. Y como en este, en todos los casos aparece un diálogo. Seguir a Jesús no es tan sencillo y siempre implica un ida y vuelta. A los siguientes dos Jesús los invita a seguirlo, y sin embargo, hay reticencias frente a esto (“dejame enterrar a mi padre”, “antes quiero ir a saludar”, “tengo que hacer tal cosa”). El lenguaje de Jesús en su respuesta nos cuenta un poco, parece muy duro, dan ganas de decir: “aflojá un poquito, dejá que vivan estas cosas”. Es un lenguaje más duro, más semita y oriental. En el fondo lo que los discípulos están haciendo es poner una excusa porque no sienten que sea momento de seguirlo. Necesitan un tiempo para terminar de decidir. Esto es casi como contradictorio porque justo cuando Jesús se decidió a dar la vida, los otros dicen que todavía no es momento, y quieren esperar. Pero en la vida llega un momento donde uno tiene que dar el paso. Ya no puede retrasarlo más. Esto pasa en la familia, en un noviazgo, en el estudio, etc. Esto es lo que les dice Jesús: “Llegó el momento. Si quieren seguirme tienen que decidirlo ahora”.

Y frente a esto me venía una imagen de cuando fui a escalar el Aconcagua el verano pasado, del día en que intentamos hacer cumbre. Salimos con noche cerrada y el guía iba marcando el camino. No veíamos nada, teníamos una linterna en la frente que sólo nos dejaba ver las pisadas del otro, del que iba guiando el paso. Uno pisa donde él pisa. Primero, porque uno no sabe ni donde está, si hay un precipicio… el único lugar seguro es donde pisó el otro. En segundo lugar, porque uno no puede alejarse porque se pierde. Caminar así implica seguir el ritmo del otro y confiar en él. Esta imagen es la que más se me aproxima a lo que les está pidiendo Jesús. “Ahora suelten todo y síganme. Por mí y por lo que yo hago”.

Para que se den una idea, a Jesús lo llamaban Maestro, y los de esa época no eran como los del colegio de ahora que enseñan sólo algunas cosas y para colmo padres y chicos los cuestionan. Ellos eran maestros de vida, era algo mucho más profundo. No se les podía cuestionar nada, y se los distinguía porque caminaban y los discípulos caminaban detrás, aprendiendo de sus maestros una nueva manera de vivir. Si no estaban de acuerdo se iban, pero era el Maestro el que mostraba el camino. Esto es lo que tienen que ir aprendiendo los discípulos de Jesús, y esto es lo que nos pide a nosotros: “No pongan excusas ni peros. No digan que todavía no es momento. Empiecen a caminar, a vivir de esta manera. Después fíjense si esto es lo que les llena el corazón, pero ha llegado el momento”.

A nosotros a veces también nos cuesta seguir a Jesús con toda nuestra vida, que no sea algo más. Porque a veces pareciera que Jesús es para ciertos momentos de nuestro día: para cuando vamos a misa, para cuando rezamos o cuando tenemos un problema. Él quiere personas que lo sigan con todo, siempre, que las reglas no cambien estén donde estén. Porque sino se va creando como una esquizofrenia: “Cuando estoy en Pascua Joven o en misa sí, te sigo. Cuando salgo a la noche no, ¡olvidate!”. Jesús quiere algo distinto, que a partir de ahora lo sigan viviendo lo que Él vive. Implica un modo de vida distinto y hay que elegirlo. No se puede seguir jugando a dos puntas. Obviamente que no siempre podemos, pero la paciencia y la misericordia de Jesús es mucho más grande. Llega el momento en que hay que decir: “Opto por vos. Ayudame a elegirte y seguirte de esta manera”.

Esa es la invitación que Jesús les hizo a sus discípulos y la que nos hace a nosotros para seguirlo con toda nuestra libertad y toda nuestra vida. Pidámosle a Jesús que, escuchando este llamado, nos dejemos conducir por su Espíritu que abre nuestros corazones, nos muestra el camino y nos hace cada día más libres.


Primera lectura 1Re 19,16b.19-21

Salmo Sl 15

Segunda Lectura Gal 5,1.13-18

Evangelio Lc 9,51-62



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