jueves, 8 de julio de 2010

De visita por Santiago del Estero

El mes pasado me tome un par de días y me fui a visitar a un amigo sacerdote Roberto Ferrari, a quien llamamos Tino, a Santiago del Estero. Hicimos juntos todo el seminario y nos ordenamos junto a Agustín Politzer, Cristián Cabrini y Oscar Correa hace 6 años y medio. Tino, después de estar unos años en la parroquia San Marcelo (donde ahora está el Padre Maxi), y descubriendo su deseo de misionar y ayudar en algún lugar del interior, partió hacia Santiago del Estero a acompañar al Padre Roberto Murall (al que muchos de ustedes conoces por su paso por la catedral y la capilla Stella Maris) hace más de dos años. Ellos viven en Forres, a 38 km de la capital, un pueblo de 8000 hab. La parroquia se llama San Isidro Labrador, como nuestra catedral, y desde allí atienden 2 pueblos grandes, 3 pequeños y varias comunidades rurales. Para que se den una idea, si bien en población tal vez no es tanto, la extensión de su parroquia es el doble de la de nuestra diócesis. De un extremo a otro de la parroquia la distancia es de 120 Km. Ya desde las distancias que hay que recorrer podemos ver como hay que encarar y proyectar una pastoral totalmente distinta a la nuestra.

El primer día conocí un poco la sede parroquial y luego nos fuimos a Estación Robles (a 20 km de Forres), a visitar un grupo de catequesis. Con mucha alegría vimos como las 2 catequistas jóvenes de 16 años que se habían confirmado hacía poco, preparaban para la primera comunión a 15 chicos/as de diversas edades. Mientras tanto Tino reunía a los padres para comenzar a formar algo similar a la catequesis familiar. Luego volvimos a Forres y fuimos hasta uno de los barrios donde hay una ermita de la Virgen de Guadalupe, a celebrar misa. Trajeron sillas, una mesa, mantel, obviamente flores y velas y ahí en la vereda, junto a 10 mujeres de diversas edades celebramos la eucaristía. Fue una misa muy linda, donde compartimos nuestras experiencias de Jesús.

El segundo día fuimos al colegio de Brea pozo viejo (a 50 Km de forres), un pueblo rural, donde bien sentaditos nos esperaban los chicos y chicas del colegio junto a dos familias que iban a bautizar a sus pequeños hijos. Celebramos la misa y los bautismos, con mucha emoción. Era impresionante ver la atención que prestaban todos desde los más chiquitos, como les llamaba la atención todo lo que hacíamos y les decíamos. Luego estuvimos visitando unas familias en Brea pozo (donde almorzamos) y por último fuimos a una casa a celebrar y recordar un año del fallecimiento de una vecina. Tino nos contaba como la gente de los pueblos celebra mucho a sus difuntos y los recuerda con mucha emoción.

Lamentablemente algunas obligaciones que tenía por acá no me dejo quedarme más, pero fue una muy linda experiencia. Poder compartir esos días con Tino y conocer algo de su tarea pastoral, totalmente distinta a lo que se vive en la ciudad.

Les comparto algunas apreciaciones que me quedaron de esos días:

La importancia de los agentes pastorales (catequistas, coordinadores, etc.). Los sacerdotes pasan cada tanto por cada una de las pequeñas comunidades, entonces es sumamente necesario que los laicos acompañen y generen comunidad. Nosotros estamos acostumbrados a que tenemos sacerdotes cerca, pero creo que el camino para todos es que cada día más, cada uno de los miembros de una comunidad asuma más responsabilidad en su misión de cristianos. Para eso tenemos que animarnos a revisar nuestras estructuras pastorales y ayudar a que crezca la participación y el compromiso de los laicos.

La vitalidad de las pequeñas comunidades. Por los lugares que recorría me sentía siempre como si estuviese misionando, pero al mismo tiempo me encontraba con comunidades establecidas. Es decir, se nota el trabajo de años de sacerdotes, misioneros, etc. El lugar puede parecer de misión pero la acción pastoral llevada adelante durante tantos años, ayuda a establecer comunidades que perduran a través del tiempo. Era muy lindo ver como vivían, crecían y compartían a Jesús.

La diferencia de los tiempos. Nosotros generalmente nos la pasamos corriendo y ellos se toman su tiempo para estar, conocerse, compartir y encontrarse. Y esto es una enseñanza para nosotros. Si no aprendemos a frenar y detenernos, a compartir momentos será difícil encontrarnos con Jesús y con los demás. Sólo podremos profundizar en la medida que compartamos tiempo gratuito juntos.

Fueron dos días muy lindos, donde también aprovechamos para charlar, compartir y ponernos un poco al tanto. Doy gracias a Jesús por la vida de cada una de las comunidades que conocí y le encomiendo especialmente a Roberto y Tino para que los cuide y acompañe en su tarea pastoral.

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