martes, 27 de julio de 2010

Homilía: "El lugar de ella es aquí" (Domingo XVI del Tiempo Ordinario)

Hace 2 años ganó el Oscar a la mejor película extranjera, la película japonesa “Departures” (como toda película japonesa es un poco lenta), en la que Daigo Kobayashi (o algo así) que trabaja en una orquesta en Tokio, de pronto pierde su trabajo, por lo que se vuelve a su pueblo natal junto con su mujer. Aparece, entonces, una escena en la que tiene que empezar todo de nuevo, en la que él está en el auto en pleno invierno, nevando. Está con su nuevo jefe, y piensa unas frases sueltas que dicen más o menos así: “Los inviernos no se sentían tanto cuando yo era niño. Hace 2 meses que he vuelto de Tokio a Yamagata y he llevado siempre una vida mediocre”. En ese detenerse y mirar un poco hacia atrás y lo que él está viviendo, se siente como desilusionado, siente que su vida no es lo que él piensa ni lo que él quiere. Es por eso que ahora, en este nuevo lugar, va a tener que aprender a descubrir cuál es el sentido profundo de su vida. En este trabajo, con este hombre que le va a dar nuevas enseñanzas, va a poder descubrir si él se puede abrir a algo nuevo, distinto de lo que él esperaba para su vida (ya no como concertista, pero sí pudiendo bucear de a poquito en lo profundo de sus deseos y de su corazón).

Nosotros también hacemos esto a lo largo de nuestras vidas cuando nos animamos, o estamos forzados por distintas situaciones, a
mirar un poquito qué es lo que estamos haciendo, descubrir si estamos contentos con aquello que vivimos, si es lo que buscamos, lo que deseamos, y pensar cómo podemos ir reencausando nuestra vida. Pero para eso tenemos que aprender a escucharnos, aprender a escuchar qué es lo que nuestro corazón o nuestra propia vida nos pide y nos dice. Aprender a escuchar a los demás, qué es también lo que tiene para aportarme y decirme. Para poder, a partir, de ahí ir haciendo las opciones que yo quiero para mi vida, las opciones más vitales, aquello que me va a definir.

Para eso tengo que tener siempre esa actitud de escucha que descubrimos hoy en el Evangelio con María. Con esta María, que como sabemos era hermana de Lázaro y de Marta, que se sienta a los pies de Jesús para escucharlo. Y acá aparece la primera novedad, algo nuevo en la vida de María y de todas las mujeres en el camino de la fe. Lo más llamativo de este Evangelio es que una mujer se ponga, justamente, a escuchar a Jesús. Se acuerdan que hace poco hablábamos sobre los maestros de esa época que enseñaban a pocos discípulos, y que una cosa llamativa de Jesús como maestro es que elige 12 apóstoles, pero que no sólo enseña a esos 12, sino que enseña a mucha gente, y eso ya es novedoso. En general, como el saber implicaba toda la vida, se lo reservaba para unos pocos. Pero acá, Jesús, o María depende de donde lo miremos, da un paso más, que es enseñarle a aquellos que no tenían acceso en esa época a los maestros, o que vivían la religión de otra manera. Ustedes saben, en la época de Jesús, las mujeres podían vivir su fe parcialmente, no estaban incorporadas plenamente. Esto se veía en el templo, si miramos un templo de época judío tenía varias divisiones, a la primera parte sólo entraban los extranjeros, a la segunda parte sólo podían entrar las mujeres, y la tercera parte era exclusiva para los hombres. Es decir, había una parte en donde ellas ya no podían participar. Además de eso, no podían tener maestros, no podían profundizar en la fe. Es por eso que este gesto en María es llamativo.
Ella se anima a sentarse a los pies de Jesús, y es desde ahí que viene esta recriminación de Marta. Nosotros muchas veces, tendemos a contraponer en este Evangelio que acá esta la acción y la contemplación: Marta está actuando, y María contemplando sentada a los pies de Jesús. Jesús dice: “Primero hay que contemplar”. En realidad lo que está diciendo Jesús es que el lugar, en este caso, de la mujer es otro: está trayendo algo nuevo. Parafraseando podríamos decir que Marta está diciendo: “decile a María que vaya a su lugar (a la cocina dirían los hombres hoy), que me ayude a preparar todo”, y Jesús le dice: “El lugar de ella es aquí”. Eso es totalmente novedoso. Jesús empieza a integrar a todos, en este caso a todas, en una manera de vivir la fe totalmente nueva, casi escandalosa por la época en que se vive. Le están enseñando a Marta, que en ese momento su lugar es otro, que aprenda a descubrir en Jesús un nuevo sitio para todos.

Tal vez, para descubrir que no hay una contraposición entre la a
cción y contemplación podríamos mirar los últimos dos Evangelios casi como un díptico. El domingo pasado veíamos el Evangelio del Buen Samaritano, donde Jesús ponía como ejemplo a alguien que entraba en acción, que ayudaba, y después decía: “Obra tú de la misma manera”. Hoy pone como ejemplo a alguien que se sienta como discípula a escucharlo, y le dice a Marta: “Tú también has lo mismo”. Ambas son necesarias en el camino de la fe, pero siempre parte de un “ser discípulo” o “ser discípula”. Nos invita a descubrir que tenemos que escuchar a Dios, que tenemos que aprender a profundizar en Él para poder crecer, abrir el corazón de una manera nueva.

Es una invitación para todos nosotros. Muchas veces hoy nos llama mucho más la intención el actuar, el ayudar, el ponernos en camino, que es una invitación muy grande que Jesús nos hace y que brota desde lo profundo del Evangelio, pero al mismo tiempo tenemos que aprender a escuchar en su palabra, aprender a descubrir qué es a lo que nos está invitando, y qué es lo que nos está diciendo. Pero para eso tenemos que detenernos, tener esa actitud de escucha del que siempre está abierto. Tenemos que animarnos a darle un lugar. Más allá de lo que le diga después a Marta, ella es la que acogió a Jesús en la casa, fue hospitalaria con Él, se detuvo a atenderlo. Como en la Primera Lectura, donde Abraham se detiene, y le dice a unos forasteros que pasan por ahí, que tienen un lugar en esa casa, y después de recibirlos, ellos le dicen que va a tener un regalo: un hijo. Le dicen que Dios lo va a recompensar por su actitud y su servicio.
De la misma manera, nosotros tenemos que aprender a hacerle un lugar a los demás, hacerle un lugar en nuestras vidas a Jesús, para poder dejar que Él de a poquito, vaya transformando nuestro corazón.

Tal vez también nosotros hoy como Iglesia, podríamos preguntarnos de qué manera vamos integrando a todos. En primer lugar, partiendo de este Evangelio, a la mujer. De qué manera las hemos integrado en nuestras comunidades y en nuestra Iglesia. En segundo lugar, a aquello que viven de una manera diferente a nosotros. Podríamos pensar
como Iglesia, tal vez, a quiénes hoy estamos excluyendo, y a quienes hoy Jesús nos invita a hacerlos participar de este lugar. Nos ayuda a descubrir siempre cuál es nuestro sitio, que es el de la escucha. Y como es el de la escucha, es el de la apertura a Dios y a los demás.

Como les dije hace un tiempo, en el mundo judío se tendía a dividir y a cerrar: nosotros estamos adentro, ustedes están afuera. Si hay algo que nos enseña Jesús, es que todos están adentro y tienen un lugar, y que esa es la manera de anunciarlo a Él. Pablo nos dice hoy: “Nosotros lo anunciamos a Cristo”. Si nosotros lo anunciamos, tenemos que aprender a abrir el corazón, y aprender a llevarlo a los demás. Para eso tenemos que aprender a escuchar, y descubrir en qué sitios, en qué lugar, en qué realidades, no se está haciendo tan presente.

Pongámonos entonces, como María, como discípulos y discípulas a los pies de Él, para dejarnos enseñar por Él, para que su palabra penetre en el corazón. Para que penetrándola nos animemos también a anunciarla y a llevarla a los demás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario