El año pasado, salió una película no muy conocida, que se llama “Entre Muros”, una película francesa que cuenta la realidad en una escuela pública de Francia, y todo lo que se vive dentro del aula. Muestra la historia de François, un profesor francés, en una escuela multirracial pública, que intenta enseñar (haciendo lo que puede) dentro de esa aula, en la cual encuentra muchas dificultades. Busca la manera de ir incentivando a los chicos y a las chicas para que vayan aprendiendo, y se animen a escribir. Hasta que les pide que escriban un “autorretrato” de cada uno de ellos, que cuenten un poquito cómo es cada uno de ellos. Después, empieza a pedirles uno por uno que les lean su autorretrato, y ve que los chicos se enganchan bastante hasta que llega un chico que era bastante conflictivo, Souleymane. Cuando le toca leer a el dice: “Mi nombre es Souleymane, no tengo nada más que contarles”. “La verdad que nos cansaste, fue muy largo”, le dice el profesor, y empiezan a discutir, le pregunta por qué no se anima a escribir tanto si a veces tiene la lengua tan larga. Souleymane le dice que no quiere escribir porque siente que a nadie le importa lo que él está viviendo, lo que él es, y mucho menos a los profesores. Esto sigue, y el profesor dice: “La semana que viene vamos a hacer lo siguiente: cada uno va a pasar su autorretrato a la computadora”. Souleyman justamente, solo trae fotos de su familia que había sacado con su celular. Y ahí el profesor se da cuenta que hay una veta en él, y lo invita a descargar las fotos, y animarse a contar su vida desde esas imágenes. “¿Quién es esta? ¿Es tu madre? ¿Por qué hace ese gesto? ¿Por qué esta vestida así?”, y así le empieza a describir en cada una de las fotos a su familia. Tal es así que hace un trabajo muy bueno, y lo publican para que todos sus compañeros lo vean. Después, hablando con el resto de los profesores, François les comenta como hay que buscar la manera para que el otro se pueda expresar.
Pensaba entonces, como muchas veces nosotros estamos buscando, forzando formas y maneras para que el otro haga algo de maneras difíciles o complicadas. Y que a veces cuando dejamos que el otro se pueda expresar, qué es lo que el otro quiere decir, qué es lo que el otro puede hacer, en qué el otro es más fuerte, eso sale casi naturalmente: cuando logramos incentivar a los demás. Hace poco salió un estudio europeo hecho sobre el modo de reflexionar y estudiar de los chicos, en el cual decía que el modo más común de enseñar, que es el reflexivo-conceptual, solamente hoy es aceptado por el 20% de los chicos. Este método es utilizado por el 98% de nuestros colegios. Entonces, ¿podríamos decir que nuestros chicos estudian poco? Sí, y lo vamos a decir, muchas veces les falta estudiar un poco más. Pero también podríamos decir que muchas veces, no buscamos una forma más fácil para que ellos puedan aprender, no hemos descubierto esa manera. Y a veces cuando uno encuentra la forma, la manera, es mucho más simple hacer que en el otro brote aquello que quiere y que tiene.
La tentación siempre es tirar para uno de los polos. En la época de Jesús, como hablábamos hace poco, el maestro era el que sabía todo, y el otro lo tenía que seguir, escuchar, y no se podía discutir nada. Y no sólo era eso, si no que todo lo que sus discípulos aprendían, era propiedad de su maestro. Por ejemplo: típico concepto que uno aprende en la Facultad de Ingeniería (como me paso a mi) el Teorema de Pitágoras, no lo escribió Pitágoras, lo escribió un discípulo de él; pero como la sabiduría de toda esa escuela le correspondía a Pitágoras, todos ponían su nombre cada vez que descubrían algo. De la misma manera pareciera, sucede también con las cartas del Evangelio. No todas las cartas que dicen que son de Pablo, son de él. Las últimas son de un discípulo suyo. Sin embargo, en esa época se creía que eso le correspondía a Pablo ¿Por qué? Porque era él el que había transmitido eso, y a él se debía a eso. Eso era como un extremo: yo debía todo al otro y a su sabiduría. Hoy pareciera que nos hemos ido al otro extremo: Todo depende del alumno, o el alumno tiene todo en potencia, y lo único que tiene que hacer el maestro es dejar que eso brote. Eso siempre es una tentación: perder uno de los polos. Es importante descubrir cómo enseñarle, es importante saber enseñar, y ambos polos son necesarios. Hay que aprender a manejar esa tensión, porque en la medida que pierdo esa tensión, pierdo justamente a alguno de los que me ayudan: el que tiene que aprender o el que enseña.
Esto que expliqué (no se si fue simple o complicado) pero parece que también nos sucede en muchas facetas de nuestra vida. No sabemos distinguir en las tensiones que ambos polos son necesarios; no todo se puede elegir blanco o negro, y muchas veces hay que aprender a vivir con los dos.
Otro ejemplo de esto es el Evangelio que acabamos de escuchar. Nosotros tenemos la tensión de cómo anunciar, cómo evangelizar, cómo hacer en un mundo circular, en un mundo donde mucha gente no cree, para llegar al otro. Sin embargo, hoy Jesús nos dice en el Evangelio que eso casi no es problema nuestro. No dice que nosotros somos los responsables, dice que “la cosecha es abundante, pero lo trabajadores son pocos”. Vamos a mirar un poquito esta frase: la primera parte, “la cosecha es abundante”: Jesús no dice que hay que ir a sembrar, no dice que somos nosotros los responsables de que el otro nazca, dice que tenemos que cosechar, y la gran pregunta es ¿por qué tenemos que cosechar? ¿Quién es entonces el que siembra, el que hace que de día y de noche crezca igual? Es Jesús, y creo que esto es, en primer lugar, un aliciente para nosotros que muchas veces nos rompemos la cabeza diciendo cómo puedo hacer, de qué manera, y lo primero que tenemos que pensar es que el que mueve el corazón de cada uno es Jesús. Ahora, la pregunta es, por qué la responsabilidad de esto es de Jesús, ¿nosotros podemos borrarnos, irnos de costado? En la segunda parte nos dice que no: “pero los trabajadores son pocos”. Esto significa que, aun cuando haya que cosechar (eso sí es tarea nuestra) es necesario que nosotros nos comprometamos con aquello que nos pide Jesús, ir a buscar aquello que ya Jesús sembró en el otro, aquello que hizo brotar. ¿Cuándo, cómo? No lo sé, porque eso depende de Jesús. Llegará el momento, pero nosotros tenemos que estar atentos, para ayudar en ese camino a ese Jesús que es el que siembra en los corazones. Y esto nos ayuda a mirar y a crecer de una manera nueva. En primer lugar, nos invita a ser discípulos, que nos animemos a ir al otro, a llevarle aquello que nos pide Jesús, ¿y qué es lo que nos pide Jesús a nosotros? Que demos testimonio. El Evangelio dice que Jesús, después de haber elegido a los 12, eligió a otros 72. Es decir, Jesús, que era el que siembra en los corazones, que era el que va a dar la vida por todos dice: “Yo no necesito ayuda, necesito a los 12 que llamé, necesito 72 que ahora elegí entre los que estaban, entre los que me siguen, para que ustedes ahora vivan esto” ¿Qué es lo que les pide, cuando les dice que lleven sólo 1 par de sandalias, “no lleven más que eso”? “Vivan lo que yo les mostré: la pobreza” “Sean obedientes, lleven la paz, anuncien que el Reino está cerca, comprométanse, empiecen dando testimonio” ¿Qué es lo que nos pide a nosotros? Que nos animemos a dar testimonio, y que dando ese testimonio, cosechemos en los demás. Tal vez por eso, los envía de dos en dos. En primer lugar, Jesús siempre dice que los envió de dos en dos porque, justamente, se necesitaban dos para que el testimonio fuera valedero, pero creo que en primer lugar los envió así por otra razón: a Jesús no le importaba eso, ya que muchas veces se mostró libre ante la ley, sino que lo que quería era que yendo de dos en dos aprendieran a vivir el Evangelio.
Una de las cosas que más me cuesta con los chicos que van a misionar conmigo acá, y en la Parroquia anterior, es que se animen a estar con la misma pareja durante toda la misión. Muchas veces dicen: “No, porque prefiero ir cambiando” Cambiar es más fácil, yo no me tengo que comprometer con el otro. “No, porque ya lo conozco” Pareciera que en 2 días puedo conocer al otro, lo agoto, que simple que es el otro. El problema es que estar tanto tiempo con el otro cuesta, y me tengo que comprometer mucho más, y es más difícil.
¡Cómo nos cuesta a nosotros! ¿Dónde nos cuesta más vivir el Evangelio: en los lugares donde estamos 5 minutos, o en los lugares donde estamos todo el tiempo? Con nuestra familia, en nuestras casas, en el colegio, en el trabajo… donde más cuesta vivir el Evangelio, es donde uno está. Donde me conocen y saben mis dones, mis virtudes, mis miserias, mis debilidades, y donde yo conozco al otro. Me cuesta más comprometerme ahí, y vivir el Evangelio en eso, muchas veces es difícil, y creo que por eso Jesús los manda de dos en dos, para que ellos comiencen viviendo el Evangelio: “comprométanse con el otro, vívanlo, y a partir de ahí sí, den testimonio a los otros. Y si ustedes dos juntos lo pueden vivir, eso es un signo del Reino”.
Eso es lo que nos pide hoy Jesús a nosotros, que empecemos dando testimonio aunque sea esforzándonos, luchando, por aquellos lugares donde más nos cuesta. A veces podré, a veces no, pero Jesús mira el corazón, y el esfuerzo que yo siempre me animo a poner en las cosas. Esa es la alegría de Jesús, la alegría de ver que el Reino va creciendo, que el Reino se va a haciendo presente. Esto es lo que nos dice Isaías: “No hagan más duelo”. Basta, Dios ya está acá. Entonces, con esta imagen tan linda, como una Madre que amamanta a sus chicos, que le da de comer abundantemente, lo mismo hace Dios con ustedes. Tal vez, podríamos mirar cuáles son los signos de ese Reino que se hace presente en medio nuestro, y animarnos a alegrarnos por esto. A vivir esa alegría y a querer compartirla con los demás. Es una manera de vivir el Evangelio, poniendo lo que yo tengo, descubriendo lo que el otro tiene. Y después, de a poquito, teniendo el desafío de lo que tenemos que crecer. Tal vez es momento de que dejemos de hacer duelo por un montón de cosas que nos pasan, que nos duelen, y de animarnos a descubrir las que tenemos. Las que Dios nos da, las que Dios pone en medio nuestro: compartámoslas, y seamos testigos de ello para los demás.
Pensaba entonces, como muchas veces nosotros estamos buscando, forzando formas y maneras para que el otro haga algo de maneras difíciles o complicadas. Y que a veces cuando dejamos que el otro se pueda expresar, qué es lo que el otro quiere decir, qué es lo que el otro puede hacer, en qué el otro es más fuerte, eso sale casi naturalmente: cuando logramos incentivar a los demás. Hace poco salió un estudio europeo hecho sobre el modo de reflexionar y estudiar de los chicos, en el cual decía que el modo más común de enseñar, que es el reflexivo-conceptual, solamente hoy es aceptado por el 20% de los chicos. Este método es utilizado por el 98% de nuestros colegios. Entonces, ¿podríamos decir que nuestros chicos estudian poco? Sí, y lo vamos a decir, muchas veces les falta estudiar un poco más. Pero también podríamos decir que muchas veces, no buscamos una forma más fácil para que ellos puedan aprender, no hemos descubierto esa manera. Y a veces cuando uno encuentra la forma, la manera, es mucho más simple hacer que en el otro brote aquello que quiere y que tiene.
La tentación siempre es tirar para uno de los polos. En la época de Jesús, como hablábamos hace poco, el maestro era el que sabía todo, y el otro lo tenía que seguir, escuchar, y no se podía discutir nada. Y no sólo era eso, si no que todo lo que sus discípulos aprendían, era propiedad de su maestro. Por ejemplo: típico concepto que uno aprende en la Facultad de Ingeniería (como me paso a mi) el Teorema de Pitágoras, no lo escribió Pitágoras, lo escribió un discípulo de él; pero como la sabiduría de toda esa escuela le correspondía a Pitágoras, todos ponían su nombre cada vez que descubrían algo. De la misma manera pareciera, sucede también con las cartas del Evangelio. No todas las cartas que dicen que son de Pablo, son de él. Las últimas son de un discípulo suyo. Sin embargo, en esa época se creía que eso le correspondía a Pablo ¿Por qué? Porque era él el que había transmitido eso, y a él se debía a eso. Eso era como un extremo: yo debía todo al otro y a su sabiduría. Hoy pareciera que nos hemos ido al otro extremo: Todo depende del alumno, o el alumno tiene todo en potencia, y lo único que tiene que hacer el maestro es dejar que eso brote. Eso siempre es una tentación: perder uno de los polos. Es importante descubrir cómo enseñarle, es importante saber enseñar, y ambos polos son necesarios. Hay que aprender a manejar esa tensión, porque en la medida que pierdo esa tensión, pierdo justamente a alguno de los que me ayudan: el que tiene que aprender o el que enseña.
Esto que expliqué (no se si fue simple o complicado) pero parece que también nos sucede en muchas facetas de nuestra vida. No sabemos distinguir en las tensiones que ambos polos son necesarios; no todo se puede elegir blanco o negro, y muchas veces hay que aprender a vivir con los dos.
Otro ejemplo de esto es el Evangelio que acabamos de escuchar. Nosotros tenemos la tensión de cómo anunciar, cómo evangelizar, cómo hacer en un mundo circular, en un mundo donde mucha gente no cree, para llegar al otro. Sin embargo, hoy Jesús nos dice en el Evangelio que eso casi no es problema nuestro. No dice que nosotros somos los responsables, dice que “la cosecha es abundante, pero lo trabajadores son pocos”. Vamos a mirar un poquito esta frase: la primera parte, “la cosecha es abundante”: Jesús no dice que hay que ir a sembrar, no dice que somos nosotros los responsables de que el otro nazca, dice que tenemos que cosechar, y la gran pregunta es ¿por qué tenemos que cosechar? ¿Quién es entonces el que siembra, el que hace que de día y de noche crezca igual? Es Jesús, y creo que esto es, en primer lugar, un aliciente para nosotros que muchas veces nos rompemos la cabeza diciendo cómo puedo hacer, de qué manera, y lo primero que tenemos que pensar es que el que mueve el corazón de cada uno es Jesús. Ahora, la pregunta es, por qué la responsabilidad de esto es de Jesús, ¿nosotros podemos borrarnos, irnos de costado? En la segunda parte nos dice que no: “pero los trabajadores son pocos”. Esto significa que, aun cuando haya que cosechar (eso sí es tarea nuestra) es necesario que nosotros nos comprometamos con aquello que nos pide Jesús, ir a buscar aquello que ya Jesús sembró en el otro, aquello que hizo brotar. ¿Cuándo, cómo? No lo sé, porque eso depende de Jesús. Llegará el momento, pero nosotros tenemos que estar atentos, para ayudar en ese camino a ese Jesús que es el que siembra en los corazones. Y esto nos ayuda a mirar y a crecer de una manera nueva. En primer lugar, nos invita a ser discípulos, que nos animemos a ir al otro, a llevarle aquello que nos pide Jesús, ¿y qué es lo que nos pide Jesús a nosotros? Que demos testimonio. El Evangelio dice que Jesús, después de haber elegido a los 12, eligió a otros 72. Es decir, Jesús, que era el que siembra en los corazones, que era el que va a dar la vida por todos dice: “Yo no necesito ayuda, necesito a los 12 que llamé, necesito 72 que ahora elegí entre los que estaban, entre los que me siguen, para que ustedes ahora vivan esto” ¿Qué es lo que les pide, cuando les dice que lleven sólo 1 par de sandalias, “no lleven más que eso”? “Vivan lo que yo les mostré: la pobreza” “Sean obedientes, lleven la paz, anuncien que el Reino está cerca, comprométanse, empiecen dando testimonio” ¿Qué es lo que nos pide a nosotros? Que nos animemos a dar testimonio, y que dando ese testimonio, cosechemos en los demás. Tal vez por eso, los envía de dos en dos. En primer lugar, Jesús siempre dice que los envió de dos en dos porque, justamente, se necesitaban dos para que el testimonio fuera valedero, pero creo que en primer lugar los envió así por otra razón: a Jesús no le importaba eso, ya que muchas veces se mostró libre ante la ley, sino que lo que quería era que yendo de dos en dos aprendieran a vivir el Evangelio.
Una de las cosas que más me cuesta con los chicos que van a misionar conmigo acá, y en la Parroquia anterior, es que se animen a estar con la misma pareja durante toda la misión. Muchas veces dicen: “No, porque prefiero ir cambiando” Cambiar es más fácil, yo no me tengo que comprometer con el otro. “No, porque ya lo conozco” Pareciera que en 2 días puedo conocer al otro, lo agoto, que simple que es el otro. El problema es que estar tanto tiempo con el otro cuesta, y me tengo que comprometer mucho más, y es más difícil.
¡Cómo nos cuesta a nosotros! ¿Dónde nos cuesta más vivir el Evangelio: en los lugares donde estamos 5 minutos, o en los lugares donde estamos todo el tiempo? Con nuestra familia, en nuestras casas, en el colegio, en el trabajo… donde más cuesta vivir el Evangelio, es donde uno está. Donde me conocen y saben mis dones, mis virtudes, mis miserias, mis debilidades, y donde yo conozco al otro. Me cuesta más comprometerme ahí, y vivir el Evangelio en eso, muchas veces es difícil, y creo que por eso Jesús los manda de dos en dos, para que ellos comiencen viviendo el Evangelio: “comprométanse con el otro, vívanlo, y a partir de ahí sí, den testimonio a los otros. Y si ustedes dos juntos lo pueden vivir, eso es un signo del Reino”.
Eso es lo que nos pide hoy Jesús a nosotros, que empecemos dando testimonio aunque sea esforzándonos, luchando, por aquellos lugares donde más nos cuesta. A veces podré, a veces no, pero Jesús mira el corazón, y el esfuerzo que yo siempre me animo a poner en las cosas. Esa es la alegría de Jesús, la alegría de ver que el Reino va creciendo, que el Reino se va a haciendo presente. Esto es lo que nos dice Isaías: “No hagan más duelo”. Basta, Dios ya está acá. Entonces, con esta imagen tan linda, como una Madre que amamanta a sus chicos, que le da de comer abundantemente, lo mismo hace Dios con ustedes. Tal vez, podríamos mirar cuáles son los signos de ese Reino que se hace presente en medio nuestro, y animarnos a alegrarnos por esto. A vivir esa alegría y a querer compartirla con los demás. Es una manera de vivir el Evangelio, poniendo lo que yo tengo, descubriendo lo que el otro tiene. Y después, de a poquito, teniendo el desafío de lo que tenemos que crecer. Tal vez es momento de que dejemos de hacer duelo por un montón de cosas que nos pasan, que nos duelen, y de animarnos a descubrir las que tenemos. Las que Dios nos da, las que Dios pone en medio nuestro: compartámoslas, y seamos testigos de ello para los demás.
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