viernes, 30 de julio de 2010

Por el camino de la reconciliación


“Camino”, es una palabra familiar que utilizamos de muchas maneras, pero que siempre indica un origen y un destino. Entre ambos extremos un sendero que debemos recorrer. Podríamos decir que toda nuestra vida es un continuo caminar, pero al mismo tiempo vamos recorriendo pequeños caminos en ella. Ahora en todo camino descubrimos partes más fáciles de recorrer y otras más complicadas y difíciles.

Así, en el “caminar” de nuestra vida Jesús nos invita como cristianos a crecer continuamente en el amor y en los valores del evangelio. Sin embargo descubrimos nuestra dificultad para vivir esto. Todos queremos y necesitamos amar de verdad pero muchas veces nos cuesta, no sabemos o no lo hacemos. Algunas veces con nuestras palabras, gestos, y actitudes generamos peleas, divisiones, lastimamos al otro, quedando nuestro corazón lleno de tristeza y amargura. Otras veces nos sentimos lastimados, heridos, olvidados o dejados de lado, lo que también afecta nuestro corazón dejándonos sentimientos de bronca y amargura.

En todo camino, los vínculos se ven muchas veces afectados, no siempre amamos o somos amados como debiéramos. ¿Quién no se encontró alguna vez necesitado de perdón? ¿A quién no le ha costado alguna vez perdonar? Sin embargo, hay veces que luchamos toda la vida contra algún conflicto respecto del perdón o llevamos con nosotros mismos la carga más pesada que impide perdonar: el rencor, la venganza, el odio.

Es por eso que uno de los temas centrales en el mensaje evangélico es la reconciliación. Continuamente habla Jesús de la misericordia del Padre y nos llama a imitarla. Es, además, una de las cuestiones centrales en la vida de una persona, ya que todos estamos necesitados de ser perdonados y perdonar y mientras no lo hacemos caminamos por nuestra vida con una mochila.
Es por eso, que la reconciliación siempre tiende a curar heridas causadas en nuestra historia personal o comunitaria. Las heridas pueden ser de muchos tipos:

• Si se trata de nuestra relación con Dios, hablamos de reconciliarnos con Dios.
• Si se trata de nuestra identidad e historia personal, necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos
• Si está en juego nuestra relación con el prójimo, tanto se trate de personas individuales como de grupos (familia, comunidad, sociedad), hablamos de reconciliación con los demás.

Ahora, para que este proceso de la reconciliación se pueda llevar adelante necesitamos reconocer nuestro error, o nuestro pecado, arrepentirnos de nuestro accionar, y querer cambiar nuestra forma de actuar. Y esto también implica todo un camino:

En primer lugar descubrir que hemos obrado mal, y que ese obrar causo una herida en alguien (en los demás, en Dios o en mí mismo).

Segundo estar dispuestos a pedir perdón arrepintiéndonos de lo que hicimos y queriendo cambiar de actitud.

En tercer lugar que quién fue lastimado acepte ese perdón, y desee continuar caminando con nosotros.

Como vemos es todo un proceso que se debe dar para que nos podamos reconciliar y caminar con el corazón renovado. Un proceso que todos en la vida necesitamos hacer. Saber que podemos equivocarnos y que el otro/a también se va a equivocar y que por eso tenemos que ayudarnos a pedir perdón y perdonarnos.

Ahora, como nos dice San Pablo, con Dios tenemos una ventaja: “Por eso, les suplicamos en nombre de Cristo: Déjense reconciliar con Dios”. (2Cor 5, 20). Dios siempre quiere reconciliarnos, siempre está dispuesto a hacer este proceso.

Abramos entonces nuestro corazón a Dios y a nuestros hermanos y animémonos siempre a recorrer el camino de la reconciliación.

Para los que quieran les dejo dos textos para profundizar en este camino: Lc 15; Jn 8.

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