martes, 15 de junio de 2010

Homilía: "abre los ojos del alma (cierre fin de año jóvenes)

Hace unos años comenzó una serie que supongo que muchos de ustedes la han visto que es la serie de Lost. Y en el último capítulo de la quinta temporada… no, no ese no lo voy a contar quédense tranquilos. En el primer capítulo cuando comienza la serie, por si alguno no la vio o no sabe de qué trata, bueno empieza mostrándonos un avión que cae en medio de una isla y después de a poquito con flashes cómo fue que sucedió eso, un accidente medio misterioso. Lo importante para nosotros es que esas personas, los que sobreviven al accidente se encuentran solos en medio de una isla. Sin entender bien qué sucede, desesperados por la situación que tienen y van a tener que aprender a convivir. Van a tener que aprender a ir luchando juntos. Y ahí se empezará a ver en cada uno de los personajes: Jack, Kate o el que fuera, como cada uno actúa frente a esa situación. Y quienes empiezan a luchar por armar una comunidad, por juntarlos, por ayudarse, como sobrevivir en medio de esas situaciones y todo el misterio que envuelve lo que sucede a su alrededor. Un misterio que es difícil de explicar y que para ellos no hay muchas palabras. Y que ni siquiera hoy después de muchas temporadas podemos explicar o terminar de decir. Pero que nos muestran una comunidad que se fue armando de acuerdo a algo que sucedió más allá de lo que ellos esperaban y pensaban. Y esto no solo sucede en esta película o en esta serie. Nosotros a lo largo de la vida también nos vamos reuniendo en comunidades en las cuales nos une un misterio. Por ejemplo nuestra familia. ¿Por qué nacimos en esta familia? Yo que sé, no sé por qué nací. ¿Por qué tuvimos hermanos y no tuvimos hermanas? Porque a mi papá le va de tal manera o por qué no. ¿Por qué nos pasan ciertas cosas? Hay muchas cosas que no podemos responder. Pero nacimos y tenemos que aprender a crecer y convivir en la familia que nos ha tocado con lo que son. Aprender a aceptarlos y aprender a ir creciendo juntos. En el colegio, ¿cuántos de nosotros elegimos el colegio? Yo no, seguro. Después me puede haber gustado más o no. Pero caímos ahí y tuvimos que ir aprendiendo a caminar juntos en ese colegio, y hasta en los mismo trabajos que a veces hasta uno elige. No tiene ni idea uno de lo que le puede pasar. Y después de un tiempo tal vez el que no pensaba que lo pudiera ir bien le va bien, y el que pensaba que iba a ser el mejor trabajo uno se frustra no quiere saber más nada. Y así con cada cosa de nuestra vida. Grupos humanos, amigos. Aquel que pensábamos que iba a ser amigo de toda la vida y después de un tiempo… aquel que pensé que nunca me iba a llevar bien y comencé a caminar juntos. En la mayoría de las cosas de la vida nos son un misterio porque tenemos que aprender a descubrir al otro o a los otros como tenemos que aprender a descubrirnos a nosotros. Y ese misterio que nos congrega en comunidad nos congrega también como comunidad cristiana. Hoy estamos acá muchos de muchos grupos reunidos porque hay un misterio que nos une. Hay algo que nos llamó a todos a estar acá. Y es que Jesús de una u otra manera tocó nuestro corazón. Y eso es lo que llamamos fe. Algo creemos, no sé en qué creemos pero algo creemos. Algunos creerán más, otros creeremos menos, pero hay un Jesús que tocó nuestro corazón y nos llamó y nos invitó a estar acá. Y es un misterio porque ¿quién puede explicar lo que sucede en el corazón a partir de la fe de cada uno de nosotros? Por poner un ejemplo, hace un tiempo hemos vivido las confirmaciones un poco accidentadas por la gripe A, bueno muchos de los que están acá se conformaron hace poquito, otros hace más, ¿quién explica lo que sucedió ese día? Lo que sé es que a todos ustedes se les notaba la sonrisa de acá hasta acá de alegría que vivían por lo que vivieron ese día, ¿pero quién lo explica? Y cuando uno dice “me confirmé” y es difícil de explicárselo a alguien que no tiene fe. ¿Cómo le explico a alguien que no tiene fe lo que viví yo en ese momento? O cuando nos vamos a un retiro tal vez, si hay alguno de Primera Rueda que hacen los retiros o cualquier retiro y uno siente que le cambió el corazón, que fue algo nuevo, ¿y cómo explicamos eso? Y queremos ir a explicarle al otro y nos cuesta, es difícil. O tal vez algo más común, Pascua Joven que casi todos han hecho, ¿cómo le explico al otro? Yo tengo un entusiasmo muy grande y lo quiero invitar pero ¿explicar lo que yo viví ahí? Es muy difícil. Es como que hay un misterio. O en la misión. Cuando vamos a misionar a los diversos grupos que hay. ¿Cómo explico lo que sucede ahí? Que duermo en el suelo, que como más o menos, que hace calor. ¿Cómo lo explico? Y sin embargo yo quiero volver. O cuando nos juntamos a rezar todos juntos con los grupos de oración que hay y que uno siente algo distinto en el corazón en ese rato que está acá. ¿Cómo les explico a los demás? O los que van a ayudar solidariamente a pintar una escuela, a ayudar un chiquito llevándolo del barrio a jugar un rato o a darle un plato de comida y ve esa sonrisa. Es difícil explicar lo que uno siente en el corazón. Porque es parte de un misterio que creo que nos supera. Que va tan a lo profundo de nuestro corazón y de nuestras raíces que toca en lo profundo de nuestra existencia. Y muchas veces en lo profundo de nuestra existencia es lo más difícil de transmitir al otro. Pongamos un ejemplo, a veces cuando un amigo o una amiga se pone de novio y uno tiene ganas de decirle, ¿con ese o con esa? ¿qué le viste? Y el otro, no sé, no sabe qué decirle. Pero el otro tocó en lo profundo de la existencia y eso es difícil de transmitir, porque tocó en el fondo de mi vida, no de la del otro. Y en la fe pasa lo mismo. La fe en primer lugar es personal. Y es un Dios que toca en lo profundo del corazón. Es un Dios que de diversas maneras tocó en lo profundo del corazón de cada uno de nosotros. Y por eso estamos acá. Y eso es la fe. ¿Cómo la explico? No sé. Es un vínculo. Es un Dios que nos invitó y nos trajo. Desde los diversos grupos que esté cada uno, de que vienen a misa, de que un amigo los invitó. No sé por qué están acá, pero es un Dios que nos invita a vivir algo distinto. Y nos invita a vivirlo con alegría. Y mucho de lo que hemos visto este año, y de lo poco, lamento, puedo pasar a veces, veo la alegría de lo que viven. No es necesario que lo cuenten. Uno ve la alegría que se transmiten. La alegría uno la quiere transmitir a los demás. Y por eso muchas veces buscamos que el otro viva lo mismo que nosotros porque eso nos hace felices, como hablábamos el domingo pasado. Porque eso llena nuestro corazón, nos hace alegres. Y queremos que otros quieran también compartir esa alegría. Ahora esa fe, esa alegría, nos invita también a proyectarnos. A un Dios que nos quiere traer algo nuevo. A un Dios que nos quiere traer una esperanza distinta. ¿y en qué se basa esa esperanza? Y esa esperanza se basa en lo que vivimos. Recién les dije, pasando por algunos grupos, muchas de las cosas que vivimos: un chico feliz, una cara de alguien que le cambió la vida, un día que me cambió a mí porque estaba triste. Cuántos hemos visto que mucho de lo que hacemos acá nos ayuda a caminar de otra manera. Cuántas veces hemos esperado reunirnos, participar de algo de esto porque nos trae una esperanza distinta. Porque a veces aún en lo duro de nuestra semana, en lo bajón que a veces es nuestra semana, nos dice algo distinto. Bueno la esperanza es eso. Es que yo espero algo. Es que yo espero a Jesús. Y espero que Jesús haga algo distinto en mi vida. Él es el que me invita, Él es el que me llama, y Él es el primero que quiere algo distinto en nuestras vidas. Y nos pide una cosa nada más: comprometernos. Animarnos a caminar según lo que Él nos invita. Obviamente que a todos nos cuesta, pero es lo que leíamos en esa lectura, Sofonías dice; no quiero más gente orgullosa, prepotente, soberbia. Quiero gente humilde, quiero gente sencilla. Quiero gente pobre, que descubra que necesita de los demás, que descubra que necesita de mí, y que por eso yo voy a estar. Eso es lo que busca Dios de nosotros. Que encontremos un lugar, y que descubramos que necesitamos ese lugar. Y que después, nos animemos nosotros a responderle a Jesús. Siempre debe haber un momento en la vida que tendremos que responderle a Jesús. Fíjense, Juan el Bautista, vaya si hubo hombre importante, anunció que venía Jesús y manda a sus discípulos, pregúntenle, ¿es Él el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? ¿Y Jesús le respondió? ¿le dijo si o no? Le dijo miren los signos. Los ciegos ven, los paralíticos caminan. Díganle lo que está pasando, y que según lo que está pasando, el responda en el corazón. En el fondo lo que les dijo es miren ustedes. Abran los ojos. Miren con los ojos del corazón. Miren con los ojos del alma. Bueno, también a nosotros muchas veces nos van a preguntar por nuestra fe, y nosotros tendremos que responderle a Jesús. Y para descubrirlo no es que vamos a ver algo grandioso, tenemos que aprender a ver con ojos distintos. Tenemos que aprender a ver con esos ojos de alma. Tenemos que aprender a ver con esos ojos de la fe, que nos invitan a mirar de una manera nueva. Esos ojos son los que nos hacen ver comunidad. Esos ojos son los que nos hacen ver en el otro lo que otros no ven. Esos ojos son los que nos ayudan a descubrir a Jesús. Esos ojos son los que nos devuelven la esperanza. Esos ojos son los que nos hacen felices, alegres, porque son los ojos de Jesús. Los ojos que nos ayudan a ver desde lo profundo. Pidámosle a Jesús, a Aquel que nos mira desde lo profundo del corazón que abra los ojos de nuestra alma para que lo descubramos de una manera nueva. Y para que ese descubrir a Jesús de una manera nueva nos ayude a caminar con esperanza.
(Lecturas: Sof 3,9-13; Sl 33; Lc 7,19-23)

1 comentario:

  1. colega que este año este lleno d esperanza que sigamos siendo sembradores de las semillas del verbo
    buen año lleno de dicho y prosperidad

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