miércoles, 16 de junio de 2010

Homilía: "'Animarse a pedir perdón" (Domingo IV tiempo pascual)

Estamos celebrando como Iglesia el cuarto domingo de Pascua, en el cual se nos invita a poner la mirada en Jesús Buen Pastor, en este Pastor que Dios le regaló a su pueblo, distinto de otros pastores que hasta ese momento tenía la gente, el pueblo de Israel de diferentes maneras. Y hemos escuchado el final de este discurso en el cual ahí en Juan 10, nos va diciendo que Él es el buen pastor, que cuida de las ovejas, que es un pastor distinto de los demás, que las protege, que las reúne en un solo rebaño, que las conoce una por una y que ellas lo conocen y como dice este texto, cuando escuchan su voz, van detrás de Él. Yo pensaba, ¿de qué manera les hablaría este pastor al corazón que las ovejas lo reconocían y que iban detrás de Él? O que nosotros, hombres y mujeres, lo hemos reconocido y hemos ido detrás de Él. Y pensaba en esos comienzos de la predicación evangélica, como nos dice la primera lectura de los hechos. Donde como ustedes saben, al principio no hubo una división muy grande entre cristianos y judíos. Los judíos, o los apóstoles, para que se den una idea seguramente hasta el día sábado que para nosotros sería sábado de Ramos, seguramente habían ido a la sinagoga con Jesús, en la última cena Jesús está celebrando la Pascua judía cuando instituye la eucaristía, entonces para ellos Jesús era un judío más que traía algo nuevo. Y es por eso que durante mucho tiempo los apóstoles siguieron yendo a la sinagoga y reuniéndose con los judíos. Los sábados celebraban en las sinagogas, los domingos de a poquito se fueron reuniendo a celebrar la eucaristía, esa misa que iban haciendo y que hoy celebramos de esta forma y manera. Sin embargo esto fue creciendo, los cristianos fueron siendo de a poquito más, en las sinagogas de los judíos fueron predicando y esto llegó a su punto culmen o al conflicto más grande con la muerte de Esteban, cuando por primera vez tenemos noticias de que a alguien lo matan por predicar la Palabra de Dios, por anunciar a Jesús. Y a partir de ahí los discípulos se van a dispersar y se van a dar cuenta de que ya no pueden entrar a las sinagogas. Y a partir de ahí, más o menos, va a comenzar esta ruptura en la cual ellos van a empezar a ser llamados cristianos por primera vez en Antioquía y van a empezar a anunciar no solo a los judíos, a quien al principio le anunciaban, sino también a los paganos, a la mayor parte del mundo. Y esto surge casi de dos maneras. Pablo dice que, como escuchamos en la primera lectura los judíos no escucharon la Palabra que Dios tenía para ellos en Jesús, cerraron el corazón y por eso lo tienen que anunciar a otros, que es en parte lo que pasó. Lucas más adelante en hechos nos va a decir que con Felipe y con Pedro el Espíritu lo fue guiando de a poco a anunciar esa palabra a los paganos. Seguramente se fueron dando las dos cosas, mientras los judíos cerraban el corazón, el Espíritu los fue guiando por nuevos caminos. Y así esa palabra fue creciendo, y se fue haciendo lugar en el corazón de muchos hombres y mujeres. Ahora, para que se den una idea de la magnitud de esto, vamos a tomar una de las cartas de Pablo, la carta a los corintios que es la más larga en extensión que tenemos con las dos cartas. Corinto era una ciudad de dos puertos, una ciudad más grande, en la que se calcula que en una ciudad así habitarían más o menos 400.000 personas aproximadamente. Y los últimos estudios dicen que seguramente la comunidad cristiana en corinto tenía 250 miembros. Esto es para que nos demos cuenta un poquito de los tamaños. A veces nosotros cuando escuchamos la comunidad de cristianos en Corinto, pensamos que todo Corinto estaba convertido. Y esto nos muestra el camino que la Iglesia tuvo que ir haciendo. Cómo esos primeros discípulos, apóstoles, luego los obispos, los sacerdotes, y numerosos cristianos, laicos de todo tipo fueron anunciando este evangelio a Jesús para que aún hoy los cristianos sean como religión la mayoría en el mundo. Sin embargo descubrimos que hoy esta como en una crisis. No es tan así. No es tan simple la cosa. Entonces lo primero que nos podríamos preguntar es bueno si tenemos un buen mensaje para dar, si tenemos algo bueno para llevar a los demás. Perdonando la comparación porque no se puede hacer así, pero, podríamos decir que el problema no es el producto. El producto que tenemos es Jesús, el mensaje que tenemos es el mejor, creemos. No hay algo mejor que Jesús para anunciarlo. Y aquello que nos viene a dar en resumen todo lo que nos da día a día es esto que está acá, “Yo les doy la vida eterna”, lo que los chicos nos pusieron en este cartel. Un pastor que se preocupa por cada uno de nosotros y que quiere que su mensaje llegue a nosotros. Sin embargo descubrimos como que ese mensaje está en crisis. Ahora si el problema no es “quien” es al que tenemos que transmitir, que es Jesús, si el problema no es el contenido del mensaje, la pregunta es ¿cómo lo estamos transmitiendo? Y ¿cuáles son los problemas que tenemos en eso para que esto no atraiga de la misma manera que antes. Es decir, o nos quedamos en una respuesta simplista que es, los otros no se dan cuenta de lo bueno que tengo yo para darles, o empezamos a pensar en serio qué es lo que pasa ahí en el medio.
Y para no dejarlos sin película este fin de semana, yo pensaba una película que salió hace como 10 años que se llama Divinas Tentaciones, que alguna vez ya hablamos, en la cual Jake es un rabino judío y Brian un sacerdote católico, amigos desde pequeños. Y llega Anna a la ciudad, también amiga de la infancia y sucede estas cosas que sucede siempre cuando hay una mujer entre dos hombres no solamente en las películas. La historia va avanzando y Jake empieza a tener una historia de amor con esta chica Anna pero no se anima a decirlo porque la chica es católica y él es casi rabino, judío, entonces siente que esto no lo puedo decir. Y sigue la película con una fiesta, celebración muy importante para los judíos que es el Iom Kippur. Él se había hecho muy famoso predicando, había mucha gente y todos esperaban qué era lo que iba a decir. Y él va ahí adelante y lo único que le dice es que le quiere pedir perdón a su comunidad. Les quiero pedir perdón porque no confié en ustedes, les dice. Yo estoy saliendo con una chica, una chica católica. Y más allá de este conflicto que a mí me podría traer yo tendría que haber confiado a en mi comunidad. Así que en este día del perdón, como comunidad les quiero pedir perdón.
Yo pensaba, Jake podría haber puesto un montón de excusas en esto, bueno que era difícil, que el tiempo que se vive, que no era tan libre. Sin embargo no buscó excusas y aceptó que se había equivocado y eso fue lo que lo ayudó a cambiar y a crecer, el aceptar que había cosas que estaba haciendo mal. Y yo pensaba bueno si nosotros tenemos un buen pastor que tiene un mensaje muy bueno para darlo, en qué es en lo que nosotros tenemos que crecer y convertirnos, y en especial en este día nosotros los pastores que como Iglesia no estamos tal vez dando el mensaje que de nosotros se espera. Tal vez como botón de muestra muchos estuvieron el viernes, celebramos la jornada por las vocaciones en el seminario, acá tenemos a Lucas, uno de los seminaristas que nos acompaña, que es de nuestra comunidad. Y yo pensaba cuando yo entré al seminario, nuestra camada acá de San Isidro éramos 14 que entramos al seminario de los cuales nos ordenamos 5 de sacerdote. Hoy en 7 años del seminario creo que hay 10 seminaristas más o menos, según me contó Lucas, de San Isidro, para ver la diferencia. Entonces podríamos decir una respuesta simplista, bueno los jóvenes no se quieren comprometer, o tal vez el problema sea el testimonio que estamos dando nosotros. Creo que el problema es ese. Que nosotros como pastores no sabemos llegar a lo que la gente necesita. Y si ese mensaje no llega, a nadie le va a ser atractivo. Ni seguir esa vocación, ni ser cristiano. Entonces a lo que Jesús nos está invitando es a configurar más en el corazón con Él y animarnos a pedir perdón, convertirnos y cambiarnos.
Está cerrando el año sacerdotal y estamos teniendo mucho lugar en los diarios últimamente, lamentablemente. Y muchas de las cosas que escucho es, esta Iglesia que está atacada por los medios y muchas otras afirmaciones de este categoría. A ver, nosotros no somos inocentes en este asunto. Nosotros somos culpables en este asunto. Hemos hecho las cosas muy mal durante varios años. Entonces no es que nos están atacando por algo que no hicimos. Nosotros hicimos las cosas mal, y aunque suene mal estamos pagando aquello que no supimos hacer como pastores. La gente confiaba en nosotros y hemos perdido esa confianza porque no hemos sabido llegar de la manera que uno tiene que hacerlo. No solo por esos hechos aberrantes que algunas personas hicieron sino más grave como institución. Porque no hemos sabido denunciar lo que Jesús nos pide denunciar. No hemos sabido decir lo que Jesús nos dice. No hemos sido transparentes. Porque el pecado personal muchas veces se puede entender, todos pecamos personalmente. Obviamente que hay pecados muchos más graves que otros. Pero cuando uno como institución, que está llamada a dar testimonio no se anima a anunciar aquello que tiene que anunciar, y denunciar lo que se tiene que denunciar, eso en algún momento salta, se paga. Y eso es lo que nos está pasando ahora. Estamos viendo las consecuencias de lo que nosotros hicimos mal. Entonces lo que tenemos que aprender como Iglesia y lo que nos invita Jesús es a pedir perdón, a animar a reconciliarnos, a saber que esos no son los caminos, y a buscar las formas para que esto no suceda más. Ahora tal vez cuando uno habla de esto a uno le puede parecer un poco lejano que esperemos que ninguno de nosotros haya tenido una experiencia tan cercana a esto. Sin embargo también nosotros, o muchos de ustedes, o gente que conocemos muchas veces ha sido mal tratada por nosotros. O porque no los hemos escuchado como necesitaban, o porque no les hemos dado el lugar que como Iglesia necesitan, o porque no les hemos dado el lugar a los laicos que tienen que tener en la Iglesia. Muchas veces no hemos cuidado al rebaño de Jesús como Jesús nos invita. Y por eso ahora muchas veces como consecuencia tenemos las Iglesias vacías, la gente se aleja, la gente no sigue a Jesús de la misma manera. Creo que hoy en día lo que nos invita Jesús es a una profunda conversión, y a animarnos a cambiar. Yo pensaba, en realidad este es un mal casi desde el principio porque el día que Jesús instituye a los sacerdotes en la última cena, uno de ellos lo va a traicionar, que es Judas. De la primera camada de sacerdotes ordenados podríamos decir ya hay uno que entrega a Jesús. Sin embargo hay muchos otros que lo siguieron, aunque les costó, o aunque no encontraron el camino. Y eso es lo que Jesús nos invita. Animarnos a cambiar, purificar el corazón y salir de una manera nueva. En este caso nosotros los pastores que es de lo que estamos hablando hoy, en todo caso podríamos ver como Iglesia de qué manera más abrirnos a los otros, ir a la oveja que está perdida, a aquel que está más lejos, a aquel que nadie lo entiende ni comprende. Cómo hacer de la Iglesia una Iglesia abierta que escucha y que dialoga con todos, que sale al encuentro de les demás. Y para eso tenemos que cambiar. A ver, no es que me levanté muy pesimista hoy eh, sino que creo que Jesús nos da una gran oportunidad, que es en serio vivir la Pascua. El domingo pasado escuchamos que Pedro tendría que responderle a Jesús si lo amaba. Frente a la traición de Pedro, tal vez una de las cosas más graves que uno podría hacer, negar a Jesús, decir, ni lo conozco, lo único que le preguntó Jesús fue si lo amaba. ¿Me amas? Sí. Seguime, apacentá mis ovejas, cuidalas. Pero Pedro se animó a vivir la Pascua, a cambiar lo que tenía que cambiar y no negó más a Jesús. Es más, dio la vida por Jesús. Y esta es la oportunidad que nos da en esta Pascua a nosotros como Iglesia, a nosotros como pastores. Animarnos a descubrir qué es lo que tenemos que cambiar. Vivir la Pascua. Escuchar en el corazón esa frase, esa pregunta que nos hace a cada uno de nosotros, ¿me amas? ¿Me querés? Ahora sí seguí a mis ovejas. Bueno, pidámosle a Jesús, el único Pastor, el que nos reúne a todos en un solo pueblo, que purifique nuestros corazones, que esto nos sirva para nacer en Pascua de una manera nueva, y que purificados por esta Pascua de Jesús, ahí sí podamos seguirlo con un corazón renovado.
(Tiempo Pascual, Domingo IV, lecturas: Hch 13,14.43-52; Sl 99; Ap 7,9.14b-17; Jn 10,27-30)

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