lunes, 18 de octubre de 2010

Homilía: "Descubrió el paso de Dios por su vida, dio la vuelta y le dio gracias", Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario.

El año pasado les comente de una película no muy conocida que se llama “Prueba de Fuego”, la cual trata sobre un matrimonio que esta en crisis, en el que Caleb quiere separarse de su mujer Catherine. Cuando su padre se da cuenta de lo que esta pasando le da un libro en el cual le dice: “esta bien, si te tenes que separar cuando llegue el momento lo harás, pero yo te pido que si en tu corazón guardas algo por lo cual vos ves que hay algún tipo de deseo en el que vos sentís que queres estar con ella, pruebes esto” y le daba 40 lecciones. Eran 40 días para hacer distintos actos durante esos 40 días. Él acepta y empieza a probar punto por punto lo que aconsejaba ese libro. Sin embargo como sucede muchas veces, cuando la situación ya esta muy tensada o tirante, por más que uno afloje es muy difícil levantar las cosas. Entonces ambos siguen en su postura: Caleb enojado porque se lo ve que impone signos, gestos día tras día y su mujer ni siquiera lo reconoce, ni se da cuenta ni le dice algo, al contrario cada vez se distancia mas, y entonces ella esta en posición de no querer saber absolutamente nada; ni le importa ya los gestos que su marido esta poniendo por eso. Hasta que llega un momento en el que Caleb hace algo grande, algo importante por ella. Catherine no sabe quién fue, hasta sin querer de casualidad se entera quien fue él el que hizo eso. Y el reproche de ella para con él, aparte de agradecerle, es “por qué no me dijiste que fuiste vos el que hizo esto”.

Casi ironizando podríamos decir que habría que poner un cartel que diga ‘DAME GRACIAS’, como cuando uno le dice a un chiquito “¿cómo se dice? Gracias…”, que parece sencillo y por eso lo intentamos educar con los más chicos, pero sin embargo a veces algunos nos cuesta un poco más cuando somos grandes el aprender a agradecer por lo que el otro hace, porque muchas veces damos casi todo como por supuesto, no solamente a veces porque estemos enojados, como en este caso de la película en una crisis, sino también a veces porque pensamos que lo que tenemos es porque lo merecemos, o porque solo lo tenemos porque nosotros lo luchamos, o por lo que fuera. Pero vamos perdiendo esa sensibilidad que se alegra por lo que Dios y por lo que nosotros le damos. Y en ese camino vamos perdiendo esa sorpresa y ese deseo de agradecer al otro por lo que el otro hace conmigo.

Y en ese camino muchas veces nos pasa, como en el Evangelio que acabamos de escuchar, en el cual estos hombres se acercan a Jesús pidiéndole que los cure, mejor dicho, desde lejos le piden a Jesús que los cure. Como ustedes saben, alguna vez hablamos, la lepra que en ese entonces había no era la lepra que se descubrió en el siglo XIX, era una enfermedad mucho más grave porque no se conocía. Entonces cualquier enfermedad de la piel, cualquier mancha de la piel se consideraba lepra, sea considerada o no lepra en si. Y como la gente tenia miedo a un contagio, se los expulsaba de las ciudades o vivían en los cementerios. Para que se den una idea lo que era la lepra (si quieren pueden leer el Levítico), hasta las casas tenían machas de lepra, entonces perdían esa belleza, lo natural que la casa tiene….Y por eso ellos le piden esto a Jesús, ya que ellos no se podían acercar a la gente.
Y acá sucede lo primero curioso de este relato que es que Jesús no les dice que se acerquen. En general, hemos visto que Jesús ha tocado o curado a leprosos, pero esta vez Jesús desde lejos los escucha y le dicen “Ten compasión de nosotros”, es decir ‘sentí como nosotros’, ‘ponete en nuestro lugar’.
Podríamos decir que dan el primer paso en la fe, que es descubrir en Jesús alguien a quien le pueden pedir algo. Pero no solo dan este primer paso, sino que Jesús les dice “Ustedes quieren curarse, vayan al sacerdote” (en ese entonces el sacerdote no solo daba el culto, sino que podríamos decir que daba el ministerio de salud publica; cuando alguien tiene una enfermedad, en este caso la lepra, tenía que mostrar al sacerdote que estaba curado para que él lo dejara volver a unirse a su familia o comunidad). Y ellos creen en eso que Jesús les dice porque se ponen en camino, van hacia el sacerdote. No los cura inmediatamente, si no que Jesús los hace ponerse en camino, tal vez porque quería que hicieran un proceso en su corazón. Y en ese camino es que ellos quedan curados.
Y acá sucede este gesto llamativo, en el cual solamente uno de ellos vuelve hasta Jesús. Los otros 9, no sabemos por qué razón, no vuelven a agradecerle a Jesús lo que Él ha hecho. Tal vez porque no se dieron cuenta que fue Jesús el que los curó, tal vez porque querían rápidamente pedirle al sacerdote que les diga que estaban curados, querían juntarse con su familia, tal vez porque creían que se lo merecían, no lo se, esto no lo dice el Evangelio. La cuestión es que esto es un signo de pregunta para Jesús… Cuando este hombre, samaritano, se acerca a Jesús, la pregunta de Él fue: “¿Acaso no fueron curados todos?”.
Y lo primero llamativo es que el único que se acerca es un extranjero, un samaritano, clásico en Lucas. Hace muy poco escuchamos como un samaritano era el único que se detenía a ayudar a un hombre que había sido robado y golpeado.
Jesús nos muestra con este gesto como muchas veces los que se acercan a Él son los que creen que no se merecen algo, sino que lo reciben gratuitamente. Sino que los que creen que se lo merecen, no se dan cuenta justamente del don que Dios les ha dado. Y por eso no lo agradecen, y sin embargo como vimos, fueron dando pasos en la fe: creyeron en Jesús, se pusieron en camino, pero no volvieron a agradecerle eso que Dios había echo por ellos.

Mucho de lo que muchas veces nos pasa a nosotros, como por ejemplo en la oración. Cuántas veces le pedimos un montón de cosas a Jesús, a lo largo de la vida, a lo largo del día. La pregunta que nos podríamos hacer es si también le agradecemos con la misma insistencia o no, por lo que nos da, por lo que tenemos. Podríamos hacer una historia de nuestra vida, y mirar cuáles son los gestos o las personas, lo que Dios ha hecho, lo que Dios me ha dado día a día. Pero aún ahí podríamos aprender a mirar más en lo profundo, tal vez como dice esa canción que todavía resuena en los labios de Mercedes Sosa ‘Gracias a la vida que me ha dado tanto, me dio ojos, pies, un corazón, me dio la posibilidad de reírme, de llorar’, aprender a descubrir todo como un gran don, como algo que siempre se me dio. El tema es que muchas veces nos acostumbramos o muchas veces creemos que es parte de la rutina.

Por ponerles un ejemplo simple, ayer en la misa con niños, yo le preguntaba a los chicos si ellos cocinaban todos los días, y me decían que no, también si ellos lavaban todos los días, no, si ellos trabajaban todos los días, me decían que no casi hundidos, pero les decía, ¿sin embargo tienen eso en tu casa? ¿y agradecen por eso? Algunos de los mas grandecitos me contestaban que cocinaban, que lavaban… pero podemos dar un paso más siendo más grandes y podemos aprender a mirar qué es lo que agradecemos verdaderamente.

Me acuerdo que cuando era chico, una vez fuimos a un restaurant con mi papá y llega un momento en el que el mozo nos sirvió a todos la comida, y papá obviamente le dijo, más educado que yo, “muchas gracias”. Y entonces yo le dije: “Papá, ¿por qué le decís gracias?”, y mi papá me miró extrañado y me preguntó por qué pensaba eso. Yo le dije: “Nose, porque él hizo lo que tenía que hacer”. Y me empezó a explicar: “¿Vos hiciste la comida?” No. “¿Vos la pusiste en la mesa?” No. “¿Él te la trajo?” Si. “Agradece lo que él te hizo, agradece lo que esta haciendo por vos”. Para que sepan que es verdad, los chicos me preguntaban eso a la salida de misa, y si, realmente es verdad, era cabeza dura y lo sigo siendo… Pero me acuerdo que a partir de ahí fui descubriendo que hay un montón de cosas que uno las da por echas y no las termina agradeciendo frente al otro. Somos como muy rápidos para quejarnos, ¿pero somos igualmente rápidos para agradecer al otro lo que día nos da, para alegrarnos por lo que él otro hace, por lo que el otro ve? Porque vivimos en un mundo en el que parece que fuéramos casi intolerantes, estamos en el borde, y nos vamos cayendo.
Yo veo mi propia vida, a veces con mi familia, a veces mis hermanos sacerdotes, cuando hay cosas con mi Iglesia, cuando hay cosas que no me gustan soy el primero en criticar o quejarme, ¿pero agradezco con el mismo énfasis, por las cosas buenas que ellos día a día hacen? O podríamos pensar en lo que nos toca vivir… muchas veces nos vivimos quejando: en mi trabajo, que no me gusta mi jefe o tal cosa, voy al banco y tengo que hacer colas, no me tratan bien cada lugar que estoy, en el colegio, con la profesora que no me trata igual que a los demás… Ahora, ¿agradecemos con la misma rapidez con la cual nos quejamos cuando no nos gustan las cosas? ¿aprendemos a descubrir cada día lo bueno que el otro me da? En cada cosa, en cada ámbito nuestro, es como que vamos perdiendo esa sensibilidad, y el problema es que cuando perdemos esa sensibilidad solo miramos lo negativo y nos vamos cansando, y no solo nos vamos cansando, si no que eso nos angustia. ¿A quién le gusta ver lo negativo, o estar pelándose todo el tiempo? Y es por eso que tenemos que aprender a descubrir las cosas positivas y lo bueno que el otro pone día a día en mi vida, y no solo descubrirlo, si no dar gracias, porque eso ayuda no solo a querer seguir en el camino, sino también a darle fuerzas al otro por lo bueno que él hizo.

Creo que si hay algo que Jesús nos muestra es justamente animarnos a hacer por el otro, pero nos invita a nosotros a que cuando descubrimos todo lo que el otro hace por uno, tengamos esa grandeza en el corazón de decirle gracias, solamente eso.

Este es el ejemplo que nos da hoy este samaritano, tal vez el menos indicado. Descubrió el paso de Dios por su vida, dio la vuelta y le dio gracias. También miremos nosotros nuestra vida, descubramos el paso de Dios por nuestra vida, el paso de tanta gente que día a día hace tantas cosas por nosotros, y démosle también gracias todos los días.


Primera Lectura: Lectura del segundo Libro de los Reyes 5, 10.14-17
Salmo: 97, 1-4
Segunda Lectura: Segunda Carta a Timoteo 2, 8-13
Evangelio: Lucas 17, 11-19

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