lunes, 18 de octubre de 2010

Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Jesús

Hace unos días estuve haciendo mi retiro anual en el monasterio benedictino San Agustín en Córdoba. El espacio de silencio y recogimiento que encuentro en esos lugares me ayuda a bajar las revoluciones, a ir haciendo silencio desde el exterior al interior y a buscar encontrarme con Dios. Para meditar me lleve grabado (ayudado por la tecnología de hoy), un retiro del Padre Manuel Pascual, sacerdote de la arquidiócesis de Buenos Aires, basado en la siguiente frase de San Pablo “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Jesús” (Flp 2,5).

En sus charlas el Padre Manuel ayudaba a descubrir como en nuestra relación con Dios entra en juego toda nuestra persona, todo nuestro ser. Por lo tanto también nuestro fondo afectivo, íntimo, personal para poder así tener un vínculo integral con Jesús. Meditando y reflexionando me surgieron algunas líneas que creo nos pueden ayudar a encontrarnos con Jesús desde nuestro corazón y a evangelizar nuestros sentimientos.

1. Fomentar la capacidad de estar en contacto con nuestro fondo afectivo: escuchar nuestras sensaciones, sentimientos y emociones, prestar atención a lo que sentimos en el aquí y ahora. Es fundamental la actitud de atención continua a la vivencia del presente. Aprender a descubrirse y a conocer mis necesidades, mis deseos, mis expectativas... "¿Cómo me estoy sintiendo?" Es una pregunta que tenemos que hacernos de manera cotidiana, en medio de la actividad o de la relación interpersonal. La pregunta y la respuesta lejos de separar del entorno o del momento, ayudan a adecuarse mejor al mismo y a lograr una mayor integración personal.

2. Favorecer saber identificar y diferenciar nuestros sentimientos y emociones: la amplitud y la riqueza de experiencia emocional nos habla de la profundidad del corazón humano, de la forma creativa de vivenciar la realidad y de los múltiples modos de comportamiento a adoptar. Saber qué es lo que vivo y siento es darme cuenta de la propia interioridad y cimentar una autoestima que irá creciendo y, a su vez, fortaleciéndome.

3. Posibilitar la aceptación de todos los sentimientos como naturales y válidos. La crítica propia o ajena por sentir tal emoción o sentimiento, lleva frecuentemente a distorsiones afectivas. Todas las emociones y sentimientos que podemos experimentar, por el hecho de ser humanos y propios de uno mismo, son aceptables. Cada persona tiene derecho a sentir miedo, amor, odio o alegría. Los sentimientos no son discutibles. Son y pertenecen a cada cual que los siente.

4. Propiciar la responsabilización (hacernos cargo) de los propios sentimientos. Como fenómenos personales que vivimos y sentimos nos pertenecen, por ello son responsabilidad nuestra. Dicha responsabilidad abarca también las conductas que actúan a partir de esos sentimientos y emociones. Responsabilizándose de los propios sentimientos y de los comportamientos derivados, asumimos el poder de elegir nuestras conductas y la construcción de nuestro propio bienestar personal.

5. Permitirse vivir y expresar sentimientos y emociones diversas: crecer y desarrollar una vida plena.

Cuando Dios nos sale al encuentro en Jesús pone en juego sus sentimientos. Es más, podríamos decir que en Cristo nosotros conocemos los sentimientos de Dios. Jesús es la encarnación de los sentimientos del Padre. Y en Él, Dios se expone a nosotros y nos muestras sus sentimientos: su amor, su misericordia, su compasión, su humidad, su transparencia, etc. Pero no solo nos los muestra sino que nos invita a compartirlos, a hacerlos nuestros. Ese es el camino de todo cristiano. Ir día a día asimilando los sentimientos de Jesús. Animándose a descubrirlos y tratando de vivirlos en cada uno de los momentos de la vida.

Pidámosle a Jesús que descubriendo sus sentimientos podamos cultivarlos y hacerlos crecer.

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