lunes, 18 de octubre de 2010

Homilía: "Aprender a servir a Dios, aprender a seguir a Dios, aprender a hablar este nuevo lenguaje de Dios", Domingo XXV del Tiempo Ordinario


Este es el día cada 3 años que los sacerdotes esperamos que nos llegue para poder tener que explicar este Evangelio que es un poco complicado. Y generalmente buscamos la forma de salir por la tangente, que es la última frase que es la más fácil: “No se puede servir a Dios y al dinero”, lo cual les digo que es una tentación muy grande en este momento. Pero vamos a intentar explicar esta parábola, si es que se puede explicar, si es que la podemos entender.

En primer lugar, tenemos que comprender el género literario de las parábolas. El género literario de las parábolas de Jesús busca que nosotros siempre desde la parábola tomemos una postura. Busca que uno se tenga que comprometer con el texto. Frente a esa parábola (esta o cualquiera), uno no puede pasarla como desapercibido. Hasta a veces no nos puede terminar de cerrar, como por ejemplo nos paso hace un tiempo explicando la parábola del Hijo Prodigo, que uno de los chicos levanto la mano y me dijo que no estaba de acuerdo con esa parábola, es decir, uno puede ser más sincero o no, tal vez se pone del lado del hijo mayor, del hijo menor, pero uno tiene que tomar una postura frente a eso. Y frente a todas las parábolas, Jesús busca que uno se involucre. Eso es lo primero central, busca que uno tome una posición.
En segundo lugar, la parábola no intenta explicar toda la realidad. Muchas veces en las parábolas, uno no entiende (como en este caso) que haya sido deshonesto, o que Jesús avala que haya sido deshonesto, o que uno sea injusto, sino que la parábola va a una enseñanza y va a un punto concreto, que es lo que quiere terminar de transmitir. El problema en este caso es terminar de descubrir ese punto concreto, y qué es lo que Jesús nos quiere transmitir.
Y creo que son dos enseñanzas las que nos quiere dar con esta parábola.
En un primer lugar es la urgencia del mensaje, el mensaje de Jesús: ese Reino nuevo que viene a nosotros, esa nueva manera de vivir que Jesús nos trae es urgente, e implica de nosotros una respuesta urgente. “Dame cuenta de tu administración porque ya no lo harás más”, no es que tiene tiempo para preparase, fíjense: no es que tiene tiempo para hacer juicio, para ver si lo que están diciendo los demás es verdad o no, tiene que dar una respuesta en ese momento, y tiene que actuar en ese momento. Y lo primero que se nos invita a nosotros es animarnos a tomar una opción en el encuentro con Jesús en ese momento. El mensaje de Jesús es urgente, y no es algo que yo puedo trasladar. No es algo en el cual yo puedo decir que ‘voy a elegir el momento en el cual me convierto’, o ‘debo elegir el momento en el cual elijo a Jesús’, si no que esta parábola nos deja en claro que nuestra opción tiene que ser ya, y que la decisión que yo tome tiene que ser en este momento. Ese es el primer paso que da este administrador, más allá de la elección, descubre la urgencia del momento y descubre que tiene que cambiar de conducta, que lo que ya hizo hasta ahora no sirve. Esa es la primera pregunta que nos hace tal vez a nosotros,
sí estamos dispuestos a hacer una opción por Jesús o por Dios en este momento, sí estamos dispuestos a elegirlo de corazón en este momento.
En esa frase final, “No se puede servir a Dios y al dinero” esta esa respuesta, qué es lo que yo elijo. Nosotros descubrimos muchas veces que nos cuesta, caminamos como a medias, eligiendo en algunos casos una cosa, en otros otra… Jesús nos invita a hacer una opción por Él de corazón.
En segundo lugar esta parábola intenta romper con una manera de ver la realidad. Jesús le esta hablando a los escribas y a los fariseos, a aquellos que se manejan con los demás con un solo criterio, que es el criterio de la justicia. Y frente a ese criterio de las justicia, ¿esta parábola no tiene sangre?, o mejor dicho este administrador no tiene salvación. Este administrador administró mal, tiene que dar cuenta de su administración, y para hacerlo sigue haciendo las cosas mal. Cualquiera que mire esta parábola va a decir que eso esta mal, que uno no puede hacer eso, uno buscaría que ese hombre busque otra salida, pero casi que diríamos que se embarra más. Y en la manera de ver nosotros las cosas desde ese criterio de justicia (el que hace bien las cosas o mal) este administrador no tiene salvación. Sin embargo para sorpresa de todos los que leemos esta parábola, el Señor alaba a este administrador. Obviamente no alaba su administración, pero alaba su astucia, alaba que buscó los caminos, que intentó hacer algo, y nos mete en nueva manera de relación con Dios, ya no solamente por la justicia sino habiendo descubierto que todo lo que se nos da es don, y que todo lo que se nos regala es verdad. Esa es la manera con la que Dios se relaciona con nosotros, descubriendo que hay un Dios que nos da mucho a todos, porque no solamente a este administrador, si no a esos deudores que también se les perdonó. “Debe 20, anota 10; debe 400, anota 200”, podríamos decir que hay unos hombres que se hacen cómplices de esta persona que también firma y sin embargo tampoco son acusados. Y nos muestra que todo lo que Dios nos da como don es un regalo para ver qué es lo que nosotros hacemos, que a veces lo hacemos bien y que a veces lo hacemos mal, pero que más allá de eso Dios esta dispuesto a perdonar si nosotros buscamos los caminos, si nosotros nos animamos a descubrir que aunque sea algo tenemos que cambiar, aunque sea ayudar a los demás como hizo en este caso (aunque no de buena manera) este hombre. La nueva relación con Dios ya no se basta en una justicia en la cual no tendríamos salvación, si no en un regalo, un don que Dios nos da y un perdón que Dios nos ofrece.

Y esa es la dinámica, es la que nos invita a convivir con Él. Esa es la nueva manera de vivir con Él. Sin embargo nos cuesta mucho. Nosotros muchas veces preferimos que se nos trate según la justicia, es mucho más fácil para nosotros y es mucho más simple en la relación con los demás. Cuántas veces cuando hacemos las cosas mal, cunado nos equivocamos, y el otro nos dice “no paso nada”, nos cuesta hasta a nosotros mismos perdonarnos, nos cuesta hasta a nosotros mismos aceptarlo, casi preferimos que el otro nos rete, nos grite, nos insulte, nos diga algo para que nosotros le digamos “Sisi, tenés razón”, y en ese tipo de relación nosotros nos sentimos bien. Pero cuando se nos perdona mucho, cuando se nos da mucho, muchas veces nos cuesta aceptarlo. O cuántas veces nos cuesta en la relación con Dios… cuántas veces cuando uno descubre que ha hecho algo grave, o que hay cosas que no puede cambiar, y las intentamos poner en reconciliación con Dios e intentamos pedir perdón, pero no terminamos de perdonarnos a nosotros mismos. Tenemos la certeza por un lado, de que Dios nos ha perdonado, pero a nosotros nos sigue dando vuelta… ¿por qué? Porque casi preferiríamos que fuera de otra manera… Se me viene a la cabeza una imagen que es la de película “La misión” (nose si la recuerdan porque supongo que la habrán visto hace mucho tiempo), en la cual hay uno de los hombres que se convierte: él venía atrapando a los nativos, a los indios y se mete dentro de los jesuitas, y cuando tiene que ir a una de las colonias, va subiendo llevando atada su armadura, hasta que uno de los que esta con ellos no acepta esa carga que este hombre tiene que llevar, y entonces va y rompe la soga para que se caiga toda la armadura y él pueda subir más tranquilo. Y este hombre va, baja, vuelve a atar su armadura y sigue subiendo. Él descubría que tenía que pagar de alguna manera eso, y si eso le era gratuito, él no lo podía terminar de aceptar… Entonces, cuántas veces nos pasa eso a nosotros. El tema es que Jesús nos mete en un nuevo tipo de relación: todo lo que Dios me da es un regalo, y yo lo que tengo que descubrir es qué es lo que hago con eso, y cuál es la manera en que me relaciono con los demás, y descubriendo que más allá de eso, siempre hay un Dios que está dispuesto a perdonarme, siempre hay un Dios que esta dispuesto a darme otra oportunidad, a caminar de nuevo con Él si yo me animo a poner el corazón en Él. En el fondo es aprender a servir a Dios, aprender a seguir a Dios, aprender a hablar este nuevo lenguaje de Dios.

Y esto es lo que trae Jesús, una nueva manera de relacionarnos con Él. Y ese es un camino que tiene que ir haciendo el corazón, para ir descubriendo que hay un Dios que nos invita a vivir, a hablar, a comportarnos de una manera nueva, a relacionarnos de una nueva forma.

Pidámosle a Jesús, aquel que viene a mostrarnos este nuevo corazón del Padre, aquel que viene a revelarnos el amor, la misericordia que Dios tiene por nosotros, que nosotros podamos abrirle el corazón, aprender a escucharlo de una manera nueva y seguirlo con el corazón renovado.




Primera Lectura: Amós 8,4-7
Salmo: 112,1-2.4-8
Segunda Lectura: Primera Carta a Timoteo 2,1-8
Evangelio: Lucas 16,1-13

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