lunes, 18 de noviembre de 2013

Homilía: “Trabajemos por aquello que da vida” – XXXIII domingo durante el año


Hace unos años salió una película que se llamó Traffic, que tenía varias historias entrecruzadas, y todas tenían que ver con el tema de la droga y el narcotráfico. Una de esas historias está protagonizada por Michael Douglas que es un juez de mano dura, muy importante, en Ohio; una persona con tolerancia cero. Entonces, frente a la crisis existente, se lo nombra como jefe de la oficina del presidente para la lucha contra el narcotráfico. Él asume y lo primero que le dice aquel a quien va a suceder, que era un militar, es que es una lucha imposible, que contra esto no se puede luchar. Así es que él comienza a elaborar todo un plan de diez puntos, visitando distintos lugares. Simultáneamente, se da el caso de que su hija, Caroline, comienza a consumir drogas, y él empieza a tener como una lucha; por un lado esta guerra que se le ha pedido contra el narcotráfico, y por el otro lado el enemigo metido en casa, es decir su hija que comienza con esta adicción. Ella le dice como que lo puede manejar, él le cree y sigue con su vida, hasta que se da cuenta de que esto se vuelve una misión imposible. Y cuando él tenía que presentarse dando el discurso de inicio, y leer los diez puntos, una de las cosas que dice es que es muy difícil pelear con un enemigo cuando éste se mete en casa, en los propios miembros de una familia; su lugar en ese momento es otro. La siguiente imagen lo muestra a él con su hija intentando ayudar, y fortalecer ese vínculo para tratar de sacarla de ese flagelo.
¿Por qué comienzo con esta película? Porque, supongo que la mayoría habrán escuchado, hace diez días los obispos hicieron una declaración bastante fuerte contra el narcotráfico y contra las drogas. Una declaración que creo que toca el alma de lo que hoy está pasando lamentablemente en nuestro país, también en nuestros jóvenes en general, pero podríamos decir en toda la sociedad. Hay uno de los párrafos donde los obispos dicen que éste es un flagelo que abarca a la sociedad entera. ¿Por qué? Porque ya no podemos mirar para otro lado; ya no podemos decir que es un problema de otro; como muchas veces en distintos temas ha pasado hasta que empieza a pasar en casa. Tal vez ya todos tenemos experiencia de personas cercanas que han caído en este mal, en este flagelo, y lo duro y lo difícil que es. Y no lo dicen para empezar a buscar culpas, sino para que todos nos sentemos en una mesa, y desde el lugar en el que estamos nos animemos a buscar una solución, solución que está lejana, pero una solución para intentar encontrar un futuro mejor.
El primer tema, el narcotráfico, sería muy largo, más en una Argentina donde sabemos que hay un narcotráfico con una connivencia muy muy grande con los poderes políticos y policiales en este tema. Pero si hay una oferta tan grande es porque también hay una demanda muy grande. Y donde nosotros sí podemos trabajar es en el lugar donde se da la demanda, en el lugar donde muchos jóvenes, lamentablemente, creen que es la salida. No sólo jóvenes, también gente a veces más grande.
Cuando uno les pregunta a algunos jóvenes que lamentablemente han caído en esto cuáles son las causas, en general son comunes. Tiene que ver con no encontrarle un sentido a la vida, con no encontrarle un sentido al futuro, con sentirse solos, angustiados. Ese es un lugar en el que todos podemos trabajar, por lo menos tratando de mostrar un sentido distinto, transmitiendo que vale la pena luchar por la vida.
El final del evangelio de hoy nos dice que por la constancia salvarán sus vidas. Todo el evangelio habla de un momento de crisis: Jesús dice que el Templo va a ser destruido, y después dice: vendrán unos y dirán que soy Yo, pero ustedes den testimonio, sean constantes; en los tiempos difíciles, mantengan aquello que les dio vida, que es el testimonio de Jesús.
Hoy son tiempos difíciles para nosotros en lo que respecta a este tema, y lo que nos pregunta Jesús es, ¿cómo seremos constantes en esto?, ¿de qué manera nos animamos a dar vida también acá?, ¿de qué manera nos animamos a transmitir que hay un futuro, que hay algo distinto? Y lamentablemente es como un camino de hormiga porque en esto lo importante es el uno a uno, generar una confianza, poder acercarse a las personas para que desde esa confianza puedan hablar, decir cuáles son los problemas. Supongo que esto les pasará a diario a ustedes con diversos temas; para que el otro me cuente, tengo que querer crear una confianza, tengo que acercarme, tengo que querer mostrar algo distinto, y desde cualquier vínculo, una paternidad, una amistad, un noviazgo. En esto pasa lo mismo.
Creo que es el momento en que tenemos que actuar porque se está dando un diálogo que es muy muy peligroso. Me acuerdo de cuando me tocó estudiar evangelios sinópticos, en el evangelio de Marcos, Jesús tiene muchos encuentros con demonios. Y los demonios quieren charlar con Jesús, y Jesús nunca charla con ellos. ¿Por qué? Porque con el mal no se charla, con el mal no se hacen concesiones, porque cuando las hacemos terminamos mal. Todos tenemos experiencia de esto, de haber empezado por cosas chiquitas, y terminar en tal avalancha que después no sabemos cómo salir. Acá pasa eso. Muchas veces uno escucha a las personas que han caído en esto diciendo “bueno, no pasa nada. Lo puedo dominar.” Bueno, así se empieza, y después no se sabe dónde se termina. Es una puerta de entrada, pero después es muy difícil salir.
Uno no puede hacer esas concesiones y entrar en diálogo con un adversario que es mucho más poderoso que nosotros. No es muy divertido empezar a jugar con el mal; siempre termina mal, no hay otra salida. Por eso uno tiene que mantener la puerta cerrada, puerta que lamentablemente en la Argentina se ha abierto de par en par. Pero para eso tenemos que trabajar por algo distinto, para eso tenemos que dar un testimonio distinto, para eso tenemos que estar cerca los unos de los otros, y decir claro lo que está bien y lo que está mal.
¿Por qué hablo de una puerta abierta de par en par? Una de las cosas que me preguntan  sobre este tema es qué pienso de la despenalización de la droga. Yo creo que con el mal no se dialoga y no se hacen concesiones. Pero de hecho hay una despenalización en la Argentina. Si uno quiere comprar, sabemos dónde se vende la droga, no hay ningún problema, todo el mundo lo dice y lo sabe. Los políticos hoy hasta votan leyes para facilitar el blanqueo de capitales. Es decir, ya hay una despenalización de hecho. Pero a nosotros nos toca trabajar como hormigas en cosas pequeñas, donde yo creo que hoy es el gran genocidio que se está dando en nuestros jóvenes, que es con la droga. Y es mucho más sutil, mucho más despacito, pero así es como trabaja el diablo, como se va metiendo, y como a veces lo dejamos meterse en nuestras vidas, en la vida de nuestras familias, en la vida de nuestro país.
Yo creo que esto requiere opciones fuertes de nosotros, porque si no uno se va cansando y ve que cada vez lucha con un adversario mucho más invencible. Por eso implica una fuerte autocrítica de todos nosotros, de cómo, desde los pequeños lugares, desde las pequeñas familias, podemos mostrar un sentido distinto a esto. ¿Por qué? Porque si no mostramos un futuro, no hay por qué luchar. Como ustedes saben, me toca trabajar mucho en la Pastoral Juvenil y en el último tiempo he tenido algunas reuniones con respecto a estos temas, y (por más de que esto es un problema de todas las clases sociales) aquellos sacerdotes que trabajan en los barrios (donde más fácil se ve) dicen que lo que pasa es que su futuro lo ven sólo con “C”, la cárcel o el cementerio, no hay otra salida. Si mostramos solamente ese futuro, no hay por qué luchar, tenemos que mostrar un futuro distinto, si no esto nos llega a todos.
De diversas maneras nos va llegando, ¿no? La desintegración de las familias, la inseguridad, la violencia; un montón de cosas que vivimos diariamente por no hacer frente a un mal que hoy lo requiere, por no enfrentarnos a eso. Eso es lo primero que creo que nos pide Jesús. Como dice la primera lectura, va a llegar eventualmente el momento de separar, y el que hizo el mal se quemará como paja ardiente. Los que hicieron mal en esto algún día, por ese genocidio, se pararán frente a Jesús. Esperemos que nosotros desde nuestro lugar podamos decirle cómo luchamos por algo distinto y por la vida; no dejarlo pasar de lado, sino trabajar por eso. Tal vez en palabras de Pablo: no sean ociosos, trabajen, trabajen por el pan de cada día; incluso más profundo, podría decir: trabajen por el Reino, trabajen por aquello que da vida. Esa es la invitación que el Señor nos hace a cada uno de nosotros. Porque si no, pasa como con ese Templo que todos estaban contemplando, diciendo, “qué lindo templo que tenemos”; se derrumba, todo se derrumba si no le damos vida desde dentro.
Hace poco, una persona me pasó un link de una entrevista que le hacían a Darín en “Animales Sueltos”, en la que Fantino le preguntaba, ¿es verdad que vos rechazaste un papel con Tarantino para hacer de un narcotraficante? Y Darín contesta que sí. ¿Por qué? Porque siempre ponen el problema afuera, cuando son el país que más consume en el mundo. A veces uno los pone como modelo, pero es un castillo de cristal, los que más piden droga son ellos. Todos quedamos obnubilados con pavadas que muestran, con una fachada muy linda, cuando el problema en realidad lo tienen ellos en primer lugar. Por eso ese castillo se va destruyendo de a poquito. Nosotros corremos el riesgo de caer en lo mismo, y por eso Jesús nos invita hoy a luchar por aquello que verdaderamente da vida. Pero para eso tenemos que trabajar por los vínculos, para eso tenemos que “perder” tiempo en eso. Animarnos a descubrir que es necesario.
En la última JMJ, cuando algunos sacerdotes tuvimos la suerte de tener una misa con el obispo, él nos pidió “pierdan tiempo con los jóvenes”. De la misma manera podemos tomar eso y decir, “perdamos tiempo con los demás”. Perder es una ironía ¿no? Ganemos tiempo en aquello que da vida.
Para terminar, me acuerdo que la Madre Teresa contaba siempre un cuentito cuando le hacían las entrevistas: El mar siempre iba arrojando estrellas de mar hacia la orilla, que se secaban y se morían. Y pasaba un niño por ahí, e iba tirando las estrellas, de a una, al mar. En algún momento viene un hombre más grande, y le pregunta por qué hace eso. “Son muchas estrellas; aparte, ¿no sabes que esa estrella se va a morir pronto?” Y el niño le dice, “Yo le cambié la vida a esa estrella para siempre.” Creo que si hay alguien que dio testimonio de lo que vale luchar por la vida hasta último momento, aun cuando parece que todo está perdido, es ella.  Siguió el testimonio de Jesús, luchó por todo aquello que era una pobreza. Él no decía éste está descartado, ni las prostitutas, ni los publicanos; se puede luchar para que haya una vida distinta. Después nos dice a nosotros lo mismo: se puede luchar para que haya una vida distinta. Lo que falta es gente que se anime a hacerlo, que se anime a sentirse tocado por Jesús en el corazón, y a trabajar por eso.
Pidámosle a Jesús, aquél que perdió su vida para darnos vida, que también nosotros nos animemos a luchar por la vida; nos animemos a luchar por los vínculos, nos animemos a transmitir a todos ese amor que Jesús nos da.

Lecturas:
*Mal 3,19-20a
*Sal 97,5-6.7-9a.9bc
*2Tes 3,7-12

*Lc 21, 5-19

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