Hace unos
años salió una película que se llamó Traffic,
que tenía varias historias entrecruzadas, y todas tenían que ver con el tema de
la droga y el narcotráfico. Una de esas historias está protagonizada por Michael
Douglas que es un juez de mano dura, muy importante, en Ohio; una persona con
tolerancia cero. Entonces, frente a la crisis existente, se lo nombra como jefe
de la oficina del presidente para la lucha contra el narcotráfico. Él asume y
lo primero que le dice aquel a quien va a suceder, que era un militar, es que
es una lucha imposible, que contra esto no se puede luchar. Así es que él comienza
a elaborar todo un plan de diez puntos, visitando distintos lugares.
Simultáneamente, se da el caso de que su hija, Caroline, comienza a consumir
drogas, y él empieza a tener como una lucha; por un lado esta guerra que se le
ha pedido contra el narcotráfico, y por el otro lado el enemigo metido en casa,
es decir su hija que comienza con esta adicción. Ella le dice como que lo puede
manejar, él le cree y sigue con su vida, hasta que se da cuenta de que esto se
vuelve una misión imposible. Y cuando él tenía que presentarse dando el
discurso de inicio, y leer los diez puntos, una de las cosas que dice es que es
muy difícil pelear con un enemigo cuando éste se mete en casa, en los propios
miembros de una familia; su lugar en ese momento es otro. La siguiente imagen
lo muestra a él con su hija intentando ayudar, y fortalecer ese vínculo para
tratar de sacarla de ese flagelo.
¿Por qué
comienzo con esta película? Porque, supongo que la mayoría habrán escuchado,
hace diez días los obispos hicieron una declaración bastante fuerte contra el
narcotráfico y contra las drogas. Una declaración que creo que toca el alma de
lo que hoy está pasando lamentablemente en nuestro país, también en nuestros
jóvenes en general, pero podríamos decir en toda la sociedad. Hay uno de los
párrafos donde los obispos dicen que éste es un flagelo que abarca a la
sociedad entera. ¿Por qué? Porque ya no podemos mirar para otro lado; ya no
podemos decir que es un problema de otro; como muchas veces en distintos temas
ha pasado hasta que empieza a pasar en casa. Tal vez ya todos tenemos experiencia
de personas cercanas que han caído en este mal, en este flagelo, y lo duro y lo
difícil que es. Y no lo dicen para empezar a buscar culpas, sino para que todos
nos sentemos en una mesa, y desde el lugar en el que estamos nos animemos a
buscar una solución, solución que está lejana, pero una solución para intentar
encontrar un futuro mejor.
El primer
tema, el narcotráfico, sería muy largo, más en una Argentina donde sabemos que
hay un narcotráfico con una connivencia muy muy grande con los poderes
políticos y policiales en este tema. Pero si hay una oferta tan grande es
porque también hay una demanda muy grande. Y donde nosotros sí podemos trabajar
es en el lugar donde se da la demanda, en el lugar donde muchos jóvenes,
lamentablemente, creen que es la salida. No sólo jóvenes, también gente a veces
más grande.
Cuando uno les
pregunta a algunos jóvenes que lamentablemente han caído en esto cuáles son las
causas, en general son comunes. Tiene que ver con no encontrarle un sentido a
la vida, con no encontrarle un sentido al futuro, con sentirse solos,
angustiados. Ese es un lugar en el que todos podemos trabajar, por lo menos tratando
de mostrar un sentido distinto, transmitiendo que vale la pena luchar por la
vida.
El final del
evangelio de hoy nos dice que por la constancia salvarán sus vidas. Todo el
evangelio habla de un momento de crisis: Jesús dice que el Templo va a ser
destruido, y después dice: vendrán unos y dirán que soy Yo, pero ustedes den
testimonio, sean constantes; en los tiempos difíciles, mantengan aquello que
les dio vida, que es el testimonio de Jesús.
Hoy son
tiempos difíciles para nosotros en lo que respecta a este tema, y lo que nos
pregunta Jesús es, ¿cómo seremos constantes en esto?, ¿de qué manera nos
animamos a dar vida también acá?, ¿de qué manera nos animamos a transmitir que
hay un futuro, que hay algo distinto? Y lamentablemente es como un camino de
hormiga porque en esto lo importante es el uno a uno, generar una confianza,
poder acercarse a las personas para que desde esa confianza puedan hablar,
decir cuáles son los problemas. Supongo que esto les pasará a diario a ustedes
con diversos temas; para que el otro me cuente, tengo que querer crear una
confianza, tengo que acercarme, tengo que querer mostrar algo distinto, y desde
cualquier vínculo, una paternidad, una amistad, un noviazgo. En esto pasa lo
mismo.
Creo que es
el momento en que tenemos que actuar porque se está dando un diálogo que es muy
muy peligroso. Me acuerdo de cuando me tocó estudiar evangelios sinópticos, en
el evangelio de Marcos, Jesús tiene muchos encuentros con demonios. Y los
demonios quieren charlar con Jesús, y Jesús nunca charla con ellos. ¿Por qué?
Porque con el mal no se charla, con el mal no se hacen concesiones, porque
cuando las hacemos terminamos mal. Todos tenemos experiencia de esto, de haber
empezado por cosas chiquitas, y terminar en tal avalancha que después no
sabemos cómo salir. Acá pasa eso. Muchas veces uno escucha a las personas que
han caído en esto diciendo “bueno, no pasa nada. Lo puedo dominar.” Bueno, así se
empieza, y después no se sabe dónde se termina. Es una puerta de entrada, pero después
es muy difícil salir.
Uno no puede
hacer esas concesiones y entrar en diálogo con un adversario que es mucho más
poderoso que nosotros. No es muy divertido empezar a jugar con el mal; siempre
termina mal, no hay otra salida. Por eso uno tiene que mantener la puerta
cerrada, puerta que lamentablemente en la Argentina se ha abierto de par en
par. Pero para eso tenemos que trabajar por algo distinto, para eso tenemos que
dar un testimonio distinto, para eso tenemos que estar cerca los unos de los
otros, y decir claro lo que está bien y lo que está mal.
¿Por qué
hablo de una puerta abierta de par en par? Una de las cosas que me preguntan sobre este tema es qué pienso de la despenalización
de la droga. Yo creo que con el mal no se dialoga y no se hacen concesiones.
Pero de hecho hay una despenalización en la Argentina. Si uno quiere comprar,
sabemos dónde se vende la droga, no hay ningún problema, todo el mundo lo dice
y lo sabe. Los políticos hoy hasta votan leyes para facilitar el blanqueo de
capitales. Es decir, ya hay una despenalización de hecho. Pero a nosotros nos
toca trabajar como hormigas en cosas pequeñas, donde yo creo que hoy es el gran
genocidio que se está dando en nuestros jóvenes, que es con la droga. Y es
mucho más sutil, mucho más despacito, pero así es como trabaja el diablo, como
se va metiendo, y como a veces lo dejamos meterse en nuestras vidas, en la vida
de nuestras familias, en la vida de nuestro país.
Yo creo que
esto requiere opciones fuertes de nosotros, porque si no uno se va cansando y
ve que cada vez lucha con un adversario mucho más invencible. Por eso implica
una fuerte autocrítica de todos nosotros, de cómo, desde los pequeños lugares,
desde las pequeñas familias, podemos mostrar un sentido distinto a esto. ¿Por
qué? Porque si no mostramos un futuro, no hay por qué luchar. Como ustedes
saben, me toca trabajar mucho en la Pastoral Juvenil y en el último tiempo he
tenido algunas reuniones con respecto a estos temas, y (por más de que esto es
un problema de todas las clases sociales) aquellos sacerdotes que trabajan en
los barrios (donde más fácil se ve) dicen que lo que pasa es que su futuro lo
ven sólo con “C”, la cárcel o el cementerio, no hay otra salida. Si mostramos
solamente ese futuro, no hay por qué luchar, tenemos que mostrar un futuro
distinto, si no esto nos llega a todos.
De diversas
maneras nos va llegando, ¿no? La desintegración de las familias, la
inseguridad, la violencia; un montón de cosas que vivimos diariamente por no
hacer frente a un mal que hoy lo requiere, por no enfrentarnos a eso. Eso es lo
primero que creo que nos pide Jesús. Como dice la primera lectura, va a llegar
eventualmente el momento de separar, y el que hizo el mal se quemará como paja
ardiente. Los que hicieron mal en esto algún día, por ese genocidio, se pararán
frente a Jesús. Esperemos que nosotros desde nuestro lugar podamos decirle cómo
luchamos por algo distinto y por la vida; no dejarlo pasar de lado, sino
trabajar por eso. Tal vez en palabras de Pablo: no sean ociosos, trabajen,
trabajen por el pan de cada día; incluso más profundo, podría decir: trabajen
por el Reino, trabajen por aquello que da vida. Esa es la invitación que el
Señor nos hace a cada uno de nosotros. Porque si no, pasa como con ese Templo
que todos estaban contemplando, diciendo, “qué lindo templo que tenemos”; se
derrumba, todo se derrumba si no le damos vida desde dentro.
Hace poco,
una persona me pasó un link de una entrevista que le hacían a Darín en “Animales
Sueltos”, en la que Fantino le preguntaba, ¿es verdad que vos rechazaste un
papel con Tarantino para hacer de un narcotraficante? Y Darín contesta que sí.
¿Por qué? Porque siempre ponen el problema afuera, cuando son el país que más
consume en el mundo. A veces uno los pone como modelo, pero es un castillo de
cristal, los que más piden droga son ellos. Todos quedamos obnubilados con
pavadas que muestran, con una fachada muy linda, cuando el problema en realidad
lo tienen ellos en primer lugar. Por eso ese castillo se va destruyendo de a
poquito. Nosotros corremos el riesgo de caer en lo mismo, y por eso Jesús nos
invita hoy a luchar por aquello que verdaderamente da vida. Pero para eso
tenemos que trabajar por los vínculos, para eso tenemos que “perder” tiempo en
eso. Animarnos a descubrir que es necesario.
En la última
JMJ, cuando algunos sacerdotes tuvimos la suerte de tener una misa con el
obispo, él nos pidió “pierdan tiempo con los jóvenes”. De la misma manera
podemos tomar eso y decir, “perdamos tiempo con los demás”. Perder es una
ironía ¿no? Ganemos tiempo en aquello que da vida.
Para terminar,
me acuerdo que la Madre Teresa contaba siempre un cuentito cuando le hacían las
entrevistas: El mar siempre iba arrojando estrellas de mar hacia la orilla, que
se secaban y se morían. Y pasaba un niño por ahí, e iba tirando las estrellas,
de a una, al mar. En algún momento viene un hombre más grande, y le pregunta
por qué hace eso. “Son muchas estrellas; aparte, ¿no sabes que esa estrella se
va a morir pronto?” Y el niño le dice, “Yo le cambié la vida a esa estrella para siempre.” Creo que si
hay alguien que dio testimonio de lo que vale luchar por la vida hasta último momento,
aun cuando parece que todo está perdido, es ella. Siguió el testimonio de Jesús, luchó por todo
aquello que era una pobreza. Él no decía éste está descartado, ni las
prostitutas, ni los publicanos; se puede luchar para que haya una vida
distinta. Después nos dice a nosotros lo mismo: se puede luchar para que haya
una vida distinta. Lo que falta es gente que se anime a hacerlo, que se anime a
sentirse tocado por Jesús en el corazón, y a trabajar por eso.
Pidámosle a
Jesús, aquél que perdió su vida para darnos vida, que también nosotros nos
animemos a luchar por la vida; nos animemos a luchar por los vínculos, nos
animemos a transmitir a todos ese amor que Jesús nos da.
Lecturas:
*Mal 3,19-20a
*Sal 97,5-6.7-9a.9bc
*2Tes 3,7-12
*Lc 21, 5-19
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