miércoles, 25 de febrero de 2015

Homilía: “Conviértanse y crean en la Buena Noticia” – I domingo de Cuaresma

Cuando era chico era fanático de todo lo que tiene que ver con la “Guerra de las Galaxias”. Es más, creo que una de las mejores noticias que recibí en el último tiempo es que van a seguir haciendo  películas de esas. Tal vez algunos comparten el sentimiento. En el episodio 5, que se llama El Imperio Contraataca, hay un momento en el que el protagonista, Luke Skywalker, está en medio de una tensa lucha. Y uno de sus ex maestros, Obi Wan Kenobi, lo invita a que vaya a otro planeta a encontrarse con el último de los yedis, Yoda, el maestro de todos. Luke va con una tensión muy fuerte en el corazón. Por un lado la alegría de encontrarse con Yoda, de seguir preparándose y haciendo este camino para ser yedi; pero al mismo tiempo con la dificultad de dejar a los demás. En un momento difícil, en un momento tenso, en un momento de guerra, yo tengo que dejar a los otros solos, y no veo cómo esto puede ayudar.
Luke comienza a prepararse con sentimientos encontrados en el corazón. Yoda le habla de la fuerza, intenta explicarle qué es. Pero él no aguanta la tentación. Yoda le dice: 'tenés que quedarte acá, no estás listo', pero él se va. No puede aguantar ese momento de preparación, el esperar, el descubrir que todavía no es el momento oportuno.
Esta experiencia tan sencilla, es una experiencia cotidiana que en muchos momentos de la vida experimentamos. Nos cuesta mucho el descubrir que las cosas se tienen que preparar. Nos cuesta mucho dar a luz, hacer que dé fruto con el tiempo, tener paciencia. A veces hasta queriendo hacer el bien, por atolondrado, por apurado, por creer que me las sé todas, por lo que fuera, termino haciendo el mal. Termino dañando a los demás, termino lastimando al otro. Muchas veces también termino lastimándome a mí mismo. Por eso, para poder dar fruto tengo que descubrir qué tengo que engendrar en mi vida. Primero tengo que fortalecer mi corazón, tengo que animarme a hacer un proceso, a descubrir qué es lo que quiero y cuál es el camino que tengo que realizar para esto.
Si quieren, un ejemplo claro de esto es el evangelio de hoy, tan sencillo y tan profundo al mismo tiempo.  Jesús va a comenzar su misión. Uno podría preguntarse, ¿quién puede estar mejor preparado que Jesús para empezar su misión? Sin embargo, todavía no empieza. Uno podría decir al mismo tiempo: bueno, que se apure. Pero todavía no es el momento, todavía no es el tiempo. Jesús es llevado por el Espíritu al desierto; ni siquiera es que sale de sí mismo. 'Antes de comenzar tu misión, te toca encontrarte en el desierto'.
El desierto tiene un doble sentido. Por un lado: animate a encontrarte con Dios, tomate un tiempo para estar con Él; por otro, es el lugar de la prueba. Jesús va a ser tentado ahí. Jesús va a tener que templar su espíritu, va a tener que preparar el corazón. Esto es necesario para lo que va a vivir después. Es más, podríamos decir que esa preparación es lo que va a sostenerlo en los momentos duros, en los momentos difíciles. Jesús va a preparar el corazón para los momentos de la prueba. Esa es una invitación que Jesús nos hace a nosotros, especialmente en la Cuaresma. Nos invita a animarnos a ir al desierto. Ir al desierto no es solamente ir a un lugar desierto, sino a tomarnos un tiempo. En la rutina, en lo de todos los días, tomarme un tiempo para mí. Sin embargo, a veces nos da miedo. Qué lindo que es tomarme un tiempo para mí en la soledad, mirar mi corazón, pero qué vértigo me causa al mismo tiempo. ¡A ver qué descubro! ¿Cuántas veces tenemos miedo de lo que vamos a descubrir, de lo que va a pasar? ¿Por qué? Porque se dan estas dos cosas. Por un lado, qué bueno que pueda mirar mi corazón, que pueda prepararme, pero al mismo tiempo, qué exigente porque pueden aparecer cosas que no me gustan, cosas que me cuestan, y las cosas se dan así. No se da una si no se da la otra. No puedo elegir: quiero solamente esto. Jesús va al desierto a encontrarse con Dios, pero va a ser probado. Para poder crecer, yo voy a ser probado, y me voy a tener que esforzar en el corazón, pero es la única manera en la que yo puedo dar vida.
Hoy para muchos estamos comenzando la Cuaresma (aunque en realidad empezó el miércoles). La Cuaresma no tiene sentido en sí mismo. La cuaresma encuentra un sentido en la Pascua, en la vida. No existiría la cuaresma sin la Pascua, sin la vida. Hay una vida que se nos regala en la Pascua, por eso preparémonos. Por eso miremos en el corazón. ¿Dónde puedo dar vida? Hoy escuchamos que Jesús dice “¡Conviértanse y crean en la Buena Noticia!”. La primera imagen que nos surge cuando nos dicen "conviértanse", es : uh, ¿cuál es el trabajo?, ¿cuál es el esfuerzo?, ¿a qué tengo que renunciar? Casi como si tuviera que renunciar a la vida, a lo que me gusta, a lo que me puede traer placer al corazón, gozo. Sin embargo, la conversión verdadera, es aprender a vivir y descubrir qué es lo que me da vida. Ahora, para descubrir qué es lo que me da vida, tengo que descubrir cuál es el camino que tengo que realizar. Y cuando yo voy a realizar un camino, voy a recorrer un camino, claramente renuncio a otros. Hay cosas que tengo que dejar atrás, hay cosas que no voy a vivir. Cada uno de nosotros tiene que descubrir cuáles son los espacios donde hoy no puedo dar vida, donde nada me cierra, donde todo lo siento tal vez hasta como una exigencia, ¿cómo puedo volver a descubrir la vida? En mi familia, en mi trabajo, en el estudio, con mis amigos, en mis propios deseos. Cómo puedo mirar cuál es el camino que tengo que recorrer. Y para eso, a qué tengo que renunciar, qué tengo que sacrificar. La vida implica sacrificios pero los sacrificios cobran un sentido cuando descubro por qué los hago. Si no, ¿cuánto tiempo van a durar?
Vamos a poner un ejemplo muy simple. Uno se podría proponer en la Cuaresma, "encontrarme más con Dios", entonces me propongo rezar más. ¿Desde dónde lo hago ese rezar más? ¿Solamente desde un espíritu voluntarioso? 'Me propongo todos los días rezar un rato...' Eso tiene fecha de caducidad. Según cuán fuerte sea mi voluntad lo voy a poder hacer una semana, dos semanas, un mes, tres meses...Sin embargo, si yo descubro qué vida me trae la oración, cuán lindo es encontrarme con Jesús, cuán lindo es ese encuentro de oración, habrá momentos duros y difíciles, habrá momentos de aridez, pero lo buscaré con un corazón distinto, porque le encontré un sentido, encontré que la oración me da vida. Así con cada una de las cosas. Si yo no puedo descubrir qué sentido tiene trabajar, qué sentido tiene poder llevar el pan a mi casa, qué sentido poder ayudar con eso a los demás, entonces va a ser un garrón levantarme todos los días. Tener que ir a trabajar, no le encuentro vida, lo único que descubro es que me cansa, que me desgasta. Estamos hablando de cosas cotidianas, lo mismo pasa con el estudio.
Sin embargo, podemos dar un paso más. ¿Qué es lo que descubro que me aleja de Jesús y de los demás? ¿Qué es lo que descubro que hace doler a Jesús y a los demás? ¿Qué es lo que descubro que no me da ningún tipo de vida, que tengo que renunciar a eso, que lo tengo que dejar atrás? Pero la primera pregunta que me podría hacer es ¿quiero cambiarlo? Porque a veces no tengo ganas de cambiar las cosas. Inconscientemente digo 'quiero cambiarlo'. Por ejemplo, podemos proponernos: 'no mentir'. ¿Realmente quiero cambiar eso? Porque a veces me siento cómodo en la mentira. Me es mucho más fácil mentir. Entonces, queda lindo decir 'no tengo que mentir', pero quizás me queda más cómodo hacerlo en este momento de la vida. Entonces, la primera pregunta es, ¿quiero cambiar esto en mi vida? Sí. Bueno, habrá que armarse de valor y empezar a preguntarse qué es lo que tengo que hacer para esto. Y, tengo que ir con la verdad. Y ¿en qué circunstancias?, ¿estoy dispuesto a asumir esto?, ¿estoy dispuesto a no ponerme en esta situación, haciendo algo que después me va a llevar a mentir? Voy recorriendo el camino, en la medida en que descubro que realmente quiero cambiar eso. Ahora, para esto tengo que descubrir primero que hay algo que tiene un valor mucho más grande, que es la verdad. Gozo de vivir en la verdad, gozo de ser transparente y de no tener que ocultarle las cosas a los demás. Me da alegría el poder compartir mi vida, abrir mi corazón. Este soy yo, no tengo nada que ocultarte. No tengo que vivir en la oscuridad. Puedo vivir en la luz. Cuando descubro eso puedo descubrir el camino.
Esa es la invitación de Jesús para la Cuaresma, hay una Buena Noticia, que yo les quiero transmitir. ‘Crean en mí’, nos dice Jesús. ¿En qué? En la vida. Yo les traigo vida. Anímense a vivirla, anímense a descubrirla, anímense a hacer experiencia. Para eso es la Cuaresma, quiero despojarme de lo que me aleja de Dios. Para esto, lo primero que tenemos que hacer al empezar la Cuaresma es tomarnos un ratito, tomarnos un tiempo para nosotros, para pensar en el corazón, ¿qué es lo que quiero hacer? Eso es lo que me pide Jesús. Tal vez con sinceridad, que yo me anime a decirle: “quiero recorrer un camino en esta Cuaresma”, o “mirá Jesús, este año dejémoslo para el que viene, tal vez no es el momento, no estoy listo”. O, “sí estoy listo para pequeñas cosas y no para saltos más grandes”. Pero que me anime a mirarlo en el corazón, para que de esa manera yo pueda dar vida. Pero para eso tengo que hacer un ratito de silencio. Animarme a encontrarme, animarme a mirar mi vida. Por eso durante este tiempo de Cuaresma vamos a hacer un signo. Vamos a estar un rato en silencio, para animarnos a encontrarnos con Jesús en el silencio, para mirarlo a Él y dejar que Él hable. Que Jesús se haga un lugar en nuestro corazón, que yo lo mire y que Él me mire, y que me invite a hacer un camino.
Animémonos entonces en este ratito de silencio, animémonos en la semana, a encontrarnos con Jesús, y a que Él nos dé un empujoncito para caminar hacia la Pascua.

Lecturas:
*Gn 9, 8-15
*Salmo 24
*1Pedro 3, 18-22

*Mc 1, 12-15

No hay comentarios:

Publicar un comentario