viernes, 17 de julio de 2015

Homilía: “Confíen, anímense a dar ese salto” – XII Domingo durante el año


En la película La Sociedad de los Poetas Muertos, una película que tiene sus años, John Keating es un nuevo profesor en la academia y cuando llega sorprende a sus alumnos con una manera nueva de educar. Rompe un poquito los estereotipos y las formas que se tenían en ese colegio tan tradicional. En un momento, está dando clase y se sube a su escritorio, a la mesa que está ahí delante de los alumnos, los mira y les dice: “me he subido a la mesa para recordar que hay que mirar las cosas de una manera diferente”. Esta enseñanza tan simple que John les hace a sus alumnos en la película es, tal vez, una enseñanza que a lo largo de la vida nosotros tendríamos que recordar, que es el aprender a mirar los momentos de la vida, las circunstancias, las cosas que nos pasan desde diferentes ángulos, aprender a tener una mirada más amplia. Sin embargo, esto es muy complejo y muchas veces difícil para nosotros porque muchas veces nos vamos endureciendo en la manera que tenemos nosotros de mirar las cosas, en la manera que tenemos nosotros de pensar, en la manera que tenemos nosotros de hacer las cosas. El problema no es solo que nos vamos endureciendo y vamos perdiendo esa riqueza sino que, además, todo lo demás, lo que sale de nuestra manera de ver y de hacer las cosas, nos crea como una inseguridad. Nos hacemos fuertes en ese lugar, un poquito más cerrados donde nos sentimos seguros y cualquier otro ámbito nuevo en el que me tengo que mover me causa como miedo en el corazón, me causa inseguridad y por eso no lo queremos explorar, no lo queremos vivir.

¿Qué pasa si tengo que empezar a pensar de una manera diferente? ¿Qué pasa si tengo que hablar, si tengo que ser diferente? Mejor me quedo en aquello seguro pero, sin embargo, me pierdo de crecer, me pierdo de madurar. Generalmente, hoy en día, cuando sucede algo, lo primero a lo que tendemos es a retroceder porque donde estamos nos sentimos más seguros. Ahora, para eso tendríamos que aprender a mirar las cosas desde diferentes ángulos. Si yo pudiera subirme a una mesa, podría ver el final, dónde termina y ahí me animaría. Si yo veo hacia dónde voy y veo cómo termina, sería mucho más fácil tomar decisiones. Claramente eso en la vida es una ilusión, no vemos dónde termina, por eso el futuro nos causa tanto miedo, por eso no me animo muchas veces a hacer elecciones porque quisiera poder controlar las elecciones, el hacia donde voy. Como no puedo controlar el futuro, muchas veces prefiero quedarme donde estoy, pero eso no me deja crecer, no me deja madurar, no me deja ir hacia donde yo quiero. La única manera de animarme a crecer es animarme a creer y a confiar, en primer lugar, en mí, animarme a valorarme. Por eso continuamente lo que busca Dios es que nosotros nos queramos, que nosotros nos valoremos, lo que deberíamos buscar nosotros es cómo queremos y valoramos a los demás. Tal vez en esto podríamos preguntarnos algo, cuando les marcamos cosas a los demás o nos marcamos cosas a nosotros, ¿les marcamos las cosas buenas al otro? ¿Somos capaces de decirles “qué bueno sos en esto” “que bien que haces esto”? ¿Marcarles sus valores, sus dones? ¿O en general nos marcamos a nosotros mismos y a los demás los defectos, lo que hicieron mal? Siempre como que falta algo. Pero si yo tengo donde aplomarme, ¿Qué es lo que me da seguridad? ¿Qué es lo que me da confianza? Si siempre me están corriendo el piso, aun hasta cuando uno tiene cosas muy buenas, que difícil será cuando el piso se me corra en serio en la vida, cuando llega un momento en donde no entiendo dónde estoy del todo parado.

Vamos a poner un ejemplo de cuando se nos corre el piso: cuando yo entro en conflicto con alguien, ¿Cómo encaro los conflictos? ¿Cómo encaro el tener que hablar con alguien en el momento en el que las cosas no son tan así como yo quería o como yo esperaba? En general, tendemos a querer eliminar los conflictos porque, en vez de mirar de otra manera, de verlo como una oportunidad de crecer, aprender a descubrir que es lo que me toca hoy en la vida; lo eliminamos. Entonces, o me pongo muy duro, irritable, autoritario, le grito de todo y, en el fondo, elimino el conflicto. Me pongo a ver quién tiene más fuerza y se impone gritando o de otra forma, otra manera, o lo evito. Preferimos evitarlo, no decir nada, a ver ¿qué va a pasar si yo digo algo? Entonces eliminamos ese momento más difícil.

Esto que nos pasa en el vínculo con los demás, a veces nos pasa a nosotros, tiramos debajo de la alfombra cuando nos aparecen preguntas, dudas, cuando tengo que animarme a descubrir qué es lo que quiero, qué es lo que necesito. Es como que nos falta esa confianza en nosotros mismos para animarnos a crecer. Lo mismo en los demás, tal vez, es hoy lo que está más minado, esa inseguridad que yo tengo en mi mismo muchas veces no me deja confiar y creer en el otro ¿Por qué? Porque tengo que dejar de controlar, sin embargo, es la única manera de crecer. Yo tengo que soltar, tengo que animarme, tengo que ir hacia nuevos lugares para poder crecer y madurar. Vamos a poner un ejemplo: en general, a nosotros se nos crea un problema de confianza cuando el otro nos desilusiona o cuando el otro nos defrauda y ahí dejamos de confiar en el otro. Es decir, confiamos mientras el otro haga todo bien y todo como yo quiero, no hay ningún problema ahí. El problema es cuando el otro me defrauda o me desilusiona o no hace lo que yo quiero, en el fondo, es ahí cuando tengo que ver si confío en el otro o en realidad no era confianza. Yo tengo que dar un salto, dejarlo hacer algo que nunca hizo, confiar en que va a hacer las cosas como yo lo eduque. Confiar en un novio, una novia, un amigo, soltar un poquito las riendas y tal vez el otro me desilusione, seguramente en algún momento me va a desilusionar y ahí se va a poner en juego la confianza. ¿Soy capaz de confiar en ese momento en el otro? ¿Soy capaz de dar ese salto? Vamos a cambiar el ejemplo, es como tener paciencia: “yo tengo paciencia”, si, mientras mis sobrinos no corran alrededor mío o se me suban arriba; y bueno, en realidad la paciencia se me pone en juego cuando se me suben arriba, cuando gritan, no cuando no está en juego. Cuando está todo calmo no hay mucha paciencia que tengo que practicar, la practico en el momento en el que se pone más complejo. Lo mismo pasa en nuestra vida, cuando tengo que aprender a soltar o cuando algo se puso en juego, sin embargo, es la única manera de crecer en la vida.

Esto lo tiene muy en claro Jesús. En el evangelio Jesús viene caminando con sus discípulos, sube a una barca y se pone a dormir. En el momento en el que está durmiendo la barca se empieza a mover, bastante más de lo que se movía habitualmente, estamos hablando de pescadores, ya saben lo que pasa cuando están en el mar. Sin embargo, cuando ellos dejan de poder controlar el espacio en el que ellos están, entran en crisis y esa crisis hasta los pone en esa desilusión de pensar “no te importa lo que está pasando”, no es que confían en Jesús diciendo “él va a cambiar las cosas” no, piensan “¿no te importa que nos hundamos? ¿Que pase tal cosa?”. Y ahí está la frase de Jesús: “Silencio, cállate”, está callando al viento, está callando la tormenta, pero creo que, de alguna manera, está callando las dudas, las preguntas que hay en el corazón de sus discípulos. “callen esos gritos, anímense a confiar” y les dice una frase que, si la tradujéramos tal cual es un poco más dura porque acá dice “¿porque tienen miedo?”. En realidad, si la tradujéramos exacto diría “¿Por qué son cobardes?”. Lo que les está diciendo es “¿Por qué no tienen valor para atravesar este momento? ¿Por qué no tienen fe? ¿Por qué no creen?”, es más fuerte la palabra en el corazón, “anímense, vayan para adelante, recorran este camino”.

La pregunta de los discípulos ahora es ¿Quién es Jesús? ¿Qué es lo que está pasando? Ellos no se dan cuenta todavía de en frente de quien están o que Jesús mira las cosas de otra manera, podemos decir, de dos formas: La primera es que no le evita la tormenta a los discípulos. En general, estamos en un momento en el que queremos evitarle al otro todo momento difícil, todo conflicto, toda crisis y, sin embargo, es parte de la vida. Dicen, los que saben un poco más y aparte les gusta estereotipar un poco, que más o menos cada siete años entramos en crisis, no solo de la niñez o de la adolescencia, de la juventud o de la adultez. Es parte de aprender a convivir con esto, es parte de que vienen momentos difíciles a veces, es parte de que a veces la tengo que pelear con el otro, o que entro en conflicto y nosotros en general tendemos a querer sacar todo esto de la vida, a dejar una parte y la otra quitarla. Sin embargo, para crecer, eso es necesario. Esto es lo que hace Jesús, no les elimina esa tormenta, podría haberla quitado antes de irse a dormir para poder dormir tranquilo, los discípulos tienen que pasar por ahí, ¿Por qué? Porque les tiene que forjar el corazón, sino no los deja crecer, si les evita toda crisis, todo conflicto, ¿Dónde crecen los discípulos? Jesús está formando cristianos que quieran dar la vida, no cristianos así nomas, cristianos que tengan fe y que se animen a ser testigos para los demás y para eso tiene que pasar por esos momentos, no se los evita. Pero aparte, sabe mirar más allá “bueno, esto va a pasar, confíen, anímense a dar ese salto” y confía en sus discípulos.

Siempre me hacen una pregunta en los colegios cuando empiezan a entrar en crisis su relación con Dios, siempre, es matemático esto más o menos, que es “¿Por qué Dios deja que las cosas pasen si sabe lo que va a pasar después?” Una pregunta filosófica que, en el fondo, es porque Jesús siempre confía en nosotros, lo deja en nuestras manos: “anímense, yo les doy posibilidades, crean, confíen, pasen por eso”. No elimina ese momento. Si nosotros lo que queremos es que Jesús elimine nuestras tormentas, nuestras crisis, nuestros momentos difíciles, claramente no entendimos que Jesús esto no lo hace. Creo que tenemos experiencia todos, sobre todo los que somos un poquito más grandes que tenemos que pasar por esos momentos en la vida, lo que confía es que después sale el sol, lo que confía es que después eso me ayuda a crecer, lo que confía es que yo tengo la posibilidad en mis manos de animarme a tomar mi vida, animarme a acompañar a los demás, esa es la invitaciones que me hace. Eso es lo que me invita a vivir, en mi vida y en mi fe, pero para eso tengo que animarme a transitarlo, no evitarlos, sino me voy alejando.

Pablo nos dice “el amor de cristo nos apremia”, es decir, ¿Qué es lo que ayuda a que uno se anime? Cuando uno se siente amado. Cuando uno se siente querido, va hacia ahí. Un ejemplo de esto son los niños, se ponen a llorar porque todavía no confía en sí mismos y salen corriendo para su mamá y su papá, adonde se sienten amados. Si nosotros descubriéramos del otro lado a aquel que nos ama, nos animaríamos a atravesar. Si descubriéramos que hay un Dios que nos espera del otro lado y que nos va formando en la vida, nos animaríamos a soltar un poco las cosas. La vida se trata de ir soltando las cosas, todos nosotros en algún momento vamos a tener que soltar nuestra vida, algún día vamos a tener que dar ese paso al cielo y decir “suelto mi vida en tus manos”. Jesús no nos deja como niños sino que nos quiere ayudar a crecer y a madurar para que un día podamos dar ese salto en la vida y no se hace muchas veces sin dolor, sin crisis, sin sufrimiento, es parte de lo que va formando el corazón. El problema es aprender a mirar la vida de otra forma, por eso es como subirse. ¿Qué es lo que hace Dios? La mira de otra manera, ¿Qué es lo que hace Pablo? Les dice: “el amor de Cristo nos apremia, no miremos solamente con criterios humanos, si somos cristianos, miremos también desde Dios”. La Pascua de Dios nos dice que hay que aprender a mirar la parte de gloria y de resurrección en nuestra vida y aprender a gozarla, y la parte de sufrimiento y de dolor. Si quiero ser cristiano, no puedo evitar ninguna de las dos, si quiero madurar en mi fe, tengo que pasar por ellas y muchas veces en mi vida pasar por esas tormentas con la esperanza de que del otro lado siempre está Jesús, con la certeza de que él me espera y me acompaña, en la barca estaba Jesús, en mi vida esta Jesús, él me lleva y me guía pero para eso me tengo que sentir amado.

El amor de Dios, todos lo hemos descubierto a partir de los demás y por eso tenemos que ser un sostén para el otro, por eso tenemos que aprender a valorar al otro , a amarlo, a darle confianza, a ayudarlo, y ahí se me hace mucho más fácil. Cuando yo puedo descubrir que soy amado, que soy querido, que soy valorado, ahí tengo mucha más confianza en mí y ahí descubro a ese padre que me ama y que confía en mí y que me dice “animate”, sino siempre nos quedamos a mitad de camino. Hoy Jesús nos invita a eso. Animémonos entonces a descubrir a este Jesús que nos mira y que confía en nosotros, que cree en cada uno de nosotros y nos dice “dale para adelante”. Animémonos también nosotros a poner nuestros ojos fijos en Jesús, a descubrir cuánto cree y confía en nosotros y, a partir de esta confianza también nosotros confiar en él, confiar en nosotros y confiar en los demás.



Lecturas: 

*Libro de Job 38,1.8-11

*Salmo 106

*Segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5,14-17

*Marcos 4,35-40

No hay comentarios:

Publicar un comentario