viernes, 25 de febrero de 2011

Homilia: "Felices ustedes" Domingo IV del Tiempo Ordinario


Hace poco más de 10 de años fui a ver una comedia con mi madre, “La boda de mi mejor amigo”, que tal vez varios de ustedes la vieron, con Julia Roberts, Cameron Diaz, en la cual Julia Roberts (Jules) se entera que su mejor amigo, Michael, se va a casar. Ellos tenían 27 años y habían hecho una promesa que era que si llegaban a los 28 años y todavía ninguno de los dos se había casado, ellos dos se iban a casar. No se si porque quería vivir esa promesa y estaba esperando eso, no se si porque le dio celos, pero cuando se entero que su mejor amigo se iba a casar con Kim, empieza toda esta comedia donde ella empieza a trabajar un poco para convencer a su ex.-amigo, casi pareja, de que deje a esta chica y que se case con ella.
La película sigue, no voy tanto eso, pero al cuestión que salimos de la película y mi madre me dice: “No me gusto”. Yo le pregunto por qué, y me dice: “Porque no termino como yo quería”. ¿A qué vamos con esto? Generalmente cuando vemos una comedia o algo más romántico, a los varones tanto no nos molesta, pero las mujeres quieren que tenga un final feliz… Hacia poquito fuimos a ver una con mis amigos y amigas, y mis amigas estaban llorando, y cuando terminó la película, terminó feliz como ellas querían, como esperaban, ¿por qué? Porque en el fondo es la elección que queremos, queremos que las cosas salgan bien, queremos que tengan un final feliz.

No solo una película, que es algo más superficial, si no también lo que tiene que ver con nuestra vida, por eso muchas veces cuando las cosas se frustran, no tienen un final feliz, o cuando las cosas de los demás tampoco tienen el final que esperamos, nos ponemos más tristes, nos causa un poco de dolor. Porque lo que buscamos todos nosotros en la vida es ser feliz, o lo que debiésemos buscar cada uno de nosotros en la vida es ser feliz, ser feliz nosotros y hacer feliz también a los que Dios pone a nuestro lado. El problema es que no siempre estamos buscando esto, o que a veces nos preguntamos si tenemos derecho a eso. Hasta a veces preguntamos si es lo que Dios quiere de cada uno de nosotros, si también Dios quiere que seamos felices.

Ahora escuchamos justamente hoy este texto donde Jesús va al corazón y al centro del Evangelio. Como les dije alguna vez creo que entre las ultimas recomendaciones que Dios Padre le dio a Jesús, le dijo que esto lo diga y lo cuente. Es tal vez tan novedoso, tan revolucionario el mensaje de las Bienaventuranzas en lo que tiene que ver en el vínculo y la relación con Dios que seguro nace de lo profundo de su corazón. En primer lugar esta primera palabra ‘Felices ustedes’ que no se cansa de repetir: “felices, felices, felices”. Es decir que si hay algo que Dios quiere para cada uno de nosotros es que seamos felices, si hay algo que Dios busca en cada uno de nosotros es que vivamos esa felicidad, y si hay algo por lo que envía a Jesús es para que nos muestre ese deseo del corazón del Padre, que cada uno de nosotros encuentre aquello que lo hace feliz. Sin embargo esto muchas veces nos lleva un largo camino, muchas veces nos cuesta aprender a descubrir qué queremos, aprender a descubrir qué es lo que verdaderamente nos hace felices. En primer lugar porque muchas veces confundimos el ‘estar bien’ con el ‘ser feliz’. “Yo estoy bien, estoy pasando un buen momento, me estoy divirtiendo”; ahora la pregunta es si eso es ese estado que me lleva a ‘ser feliz’. Obviamente tiene que ver con que uno este feliz, el estar alegre, que la este pasando bien, pero no siempre coinciden. Yo puedo estar pasando un buen momento, me puedo estar divirtiendo en un momento particular pero tal vez no estoy siguiendo aquello que me llena verdaderamente el corazón y me hace feliz. En segundo lugar animarme a buscarlo en mi corazón, animarme a bucear y descubrir cuál es el camino que yo tengo, y esa respuesta me la tengo que dar yo y no me la pueden dar otros, y solamente en la medida que la encuentre y me anime a vivirla y seguirla, podré encontrar aquello que me hace feliz. En tercer lugar el descubrir que esto es un estado, no un momento. Algo más postmoderno es pensar que la felicidad es solamente un momento que yo puedo vivir: por ejemplo un momento que tomo un café con un amigo, que viví esto, que pasó tal cosa, como si fuera algo puntual… ¿pero en el fondo eso es solamente lo que Dios nos quiere regalar, que tengamos algunos momentos? ¿o tendremos que aprender a descubrir algo que nos de un estado más profundo? Que a pesar de a veces que haya momentos duros, más difíciles, otros que esperamos que sean más gozosos y lindos, me llena en un estado que descubro que eso es lo que yo quiero, y que esto es lo que me hace feliz, que esto es lo que alegra el corazón, lo que trae paz a mi vida. Ahora, como les decía para eso me tengo que animar a descubrir y mirar en el corazón qué es lo que quiero, me tengo que animar a caminar detrás de este deseo.
Ahora, el segundo problema que tenemos con esto de Jesús es lo que dice Jesús porque tal vez si hoy tendríamos las bienaventuranzas, el mundo nos invitaría decir otras bienaventuranzas, “felices los ricos”, “felices los que tienen muchas cosas”, “felices lo que son exitosos”, “felices los que tienen fama”, “felices los que les va bien”… Creo que nadie escribiría estas bienaventuranzas, no saldría de nosotros naturalmente. Ahora aquellas cosas que dije y podríamos agregar, ¿son las que verdaderamente nos hacen felices? ¿esas son las cosas necesarias que tenemos en nuestra vida, que nos cambian la vida? A veces decimos que no son la felicidad, pero si que ayudan… y la pregunta es ¿eso es lo que a mi me trae felicidad, o tengo que aprender a descubrir algo más profundo? La siguiente pregunta es: ¿por qué Jesús entonces no muestra este camino? Y creo que Jesús no muestra este camino porque justamente nos dice aquello que a Él lo hizo feliz, si Jesús transmite estos valores a vivir es porque son los que Él vivió primero y le llenaron el corazón, y como Él experimento y pudo dar testimonio de eso nos invita a nosotros a vivir lo mismo, en el fondo nos invita a vivir cada una de estas cosas que dice en estas Bienaventuranzas, que creo que en el fondo tienen todas algo en común, que es que hablan de un corazón necesitado, de un corazón que necesita de los demás o de un corazón que sabe ver cuál es la necesidad del otro. Podríamos decir “felices los pobres”, “felices los perseguidos”, alguien que necesita del otro o por su pobreza, o porque la está pasando mal. O alguien que se da cuenta de la necesidad del otro: “feliz aquel que practica al justicia”, “feliz aquel que se aflige por lo que el otro vive”, “feliz aquel que perdona, que es misericordioso con los demás”, “feliz aquel que trabaja para que pueda haber paz en el mundo y con los demás”.

En el fondo las Bienaventuranzas nos muestran un corazón que descubre esta necesidad que tenemos los unos de los otros. Y esto es lo que descubrió Jesús: la necesidad que Él tenía de los demás, cuanto el otro necesitaba de Él. Esto es lo que Él vivió, esto es lo que nos invita a vivir a nosotros.
Estos son los valores que de alguna manera encarnan el Evangelio. Podríamos decir que este es el Evangelio en pequeño, esto es lo que Jesús descubre como camino, y esto lo que dice: “Acá lo pongo en sus manos. Fíjense si lo quieren vivir, fíjense si quieren recorrer este camino”.

Pidámosle entonces hoy a Jesús, aquel que descubrió este camino de felicidad, aquel que lo anunció y lo vivió, que también nosotros recibiendo este llamado escuchándolo en nuestro corazón, nos animemos a seguirlo y también a vivirlo.


Primera Lectura: Sofonias 2,3: 3, 12-13
Salmo: 145, 7. 8-9a. 9bc-10
Segunda Lectura: 1 Corintios 1, 26-31
Evangelio: Mateo 5, 1-12a

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