lunes, 21 de febrero de 2011

Navidad: Misa de la Aurora

Hay una canción que sale de un dicho que cuenta que cuando un silencio aparecía entre dos, era que pasaba un ángel que les robaba la voz, o dicho mas popularmente, cuando hay un silencio que mas nos incomoda se dice “Paso un ángel”, casi como que nos incomoda, no nos gusta, nos cuesta estar muchas veces en silencio, sentimos que siempre tenemos que llenar todo con palabras: “Dale contame algo”, “No voy a decir nada”, “No se que más decirte”, podríamos pensar un montón de frases que tienen que ver con eso. Podríamos tal vez preguntarnos cuánto nos gusta o cuánto nos bancamos el silencio entre nosotros, porque la primera pregunta es ¿el silencio es un problema que hay que llenarlo, o es que en el silencio aprendo a escuchar mejor, o es que en el silencio aprendo a escuchar de una manera nueva, distinta, algo que tal vez de otra manera no puedo escuchar? Porque el Evangelio de hoy nos dice que en medio de la noche, podríamos decir tal vez en medio del silencio, hay un ángel o dos ángeles hablando, y tal vez hablaron a los únicos que le abrieron el corazón para escuchar.

Hoy escuchábamos en el encuentro de oración de esta noche, que tan lindo nos prepararon los chicos, cómo los ángeles se aparecen a aquellos que eran como ‘los mas despreciados’ de la sociedad, a aquellos que eran tal vez de la sociedad mas baja, a aquellos que eran más dejados de lado, ¿y por qué se les apareció a ellos? ¿por qué fueron ellos los que los escucharon, los que les abrieron el corazón de una manera distinta? Podríamos pensar tal vez que los ángeles se hagan presentes acá y nos vengan a anunciar a nosotros esto, o tal vez llamar a una conferencia de prensa y se llenara de periodistas para que les hagan preguntas y dijeran entonces: “Va a nacer un salvador, va a venir alguien que va a cambiar las cosas”. ¿Y qué preguntas le harían los periodistas? ¿Y qué preguntas le haríamos nosotros? “Que bueno, va a venir un salvador, es decir va a acabar con el hambre, vamos a tener todos para comer”, y el ángel va a decir: “No, no, tal vez va a multiplicar los panes y los peces, pero todos no vamos a comer, el hambre no se va a acabar”, “Bueno entonces como viene el salvador se van a acabar las guerras, va a haber paz, ya no va a pasar nada”, y el ángel va a decir: “Va a traer un poco de paz, pero tan así no puede ser, no es que no va a haber más guerras, no nos vamos a dejar de pelear con nuestra mama, nuestro papa, nuestro hermano, nuestro amigo, o vinculo que fuere, eso tampoco va a pasar”, “Bueno y entonces los gobernantes se van a portar bien, van a gobernar de otra manera, vamos a estar todos mejor económicamente”, y el ángel va a decir: “No, no, para eso tampoco viene”, “No nos vamos a llevar más materias”(dicen los más chicos), y el ángel va a decir: “No, para eso tampoco viene, van a tener que ponerle garra”. Y tal vez de a poquito los periodistas se van a ir yendo, porque la preguntas que ellos esperan que Jesús o este niño responda, no van a ocurrir. Y tal vez vayan quedando pocos, y tal vez esos pocos que queden sean como los pastores que no están esperando nada de eso, y que en cambio le pregunten qué es lo que va a pasar, quién es el que va a venir. Y el ángel les diga ‘un niño’, algo tan simple, tan frágil como un niño.
A los pastores no se les dijo nada raro, ellos se alegraron y fueron, fueron a Belén a ver a este niño, tal vez porque descubrieron que lo grandioso de Dios era que se hacia uno como ellos, alguien pequeño, alguien frágil, alguien sencillo, alguien humilde, alguien que pasaba casi desapercibido. Eso es lo que tal vez ellos descubrieron porque hicieron silencio, porque supieron escuchar tal vez en un lugar recóndito del corazón, porque supieron entender aquello que desde la sencillez, desde lo pequeño, desde lo humilde se les hablaba: que Dios iba a hacerse pequeño para dar vida. ¿Pero acaso era porque Dios quería ser mezquino, porque Dios quería darnos poco, o era que tal vez teníamos que aprender a mirar de una manera nueva? Porque creo que en realidad cuando Dios nos da a Jesús, nos dice: “Yo les doy todo, lo mas valioso que tengo se los doy a ustedes”. Curioso porque todos nosotros creemos que necesitamos un montón de cosas para vivir, y quizás hay un montón de cosas que no tenemos, la vida entonces pierde valor, no tiene sentido. Sin embargo hay momentos de lucidez que descubrimos que con poco, mucho se hace, que con poco podemos ser felices, con pequeñas cosas se alegra la vida y el corazón. Tal vez los que son un poquito mas grandes, que tal vez alguno ha sido padre, o los que han vivido la alegría de tener un niño en su casa, un hermanito, un primito, un sobrinito, dice: “Esto es lo que vale la pena, esto es lo que me alegra el corazón”, y uno descubre que todo lo demás pasa a ser secundario, como que me olvido de lo otro y esto pasa a ser el centro de mi vida. Y eso es lo que nos dice Dios: “Yo les regalo lo que es el centro de mi vida. Yo les doy lo mas valioso que tengo y lo pongo en sus manos. Este es mi Hijo y es para ustedes”.

Y como escuchábamos en el video, cuando queremos que Dios hable todo, parece que Dios se calla y nos da un niño que no puede hablar. Cuando queremos que Dios nos muestre los caminos, parece que los caminos se acaban porque ese niño no puede caminar. Cuando queremos que todo cambie, parece que nada cambia porque ese niño por lo menos por mucho tiempo las cosas no las va a poder cambiar. Cuando queremos que alguien nos ame, nos quiera, al contrario a ese niño hay que estarle encima, cuidarlo, amarlo, mostrarle todo, tal vez porque Dios quiere mostrar como todos necesitamos de los demás, como el mismo Dios necesita de nosotros. Y tal vez en esta Navidad lo que nos quiere mostrar es cuánto vale la vida de cada uno de nosotros.

El regalo de esta Navidad no es solo la vida de Jesús, supongo que todos recibieron regalos esta noche. Es curioso porque el día del cumpleaños en realidad el que recibe regalos es uno, o tal vez hay una familia media rara y le regala a todos, pero en general uno solo recibe regalos, y en la Navidad todos recibimos regalos, y tal vez lo que nos quiera mostrar es que en la Navidad el gran regalo de Jesús es descubrir que la vida de cada uno de nosotros es un regalo. Que el gran regalo que Dios tiene para nosotros ya lo hizo que es darnos la vida, y no solo nuestra vida, si no la vida de los demás, la vida de los que tenemos al lado. Por eso hoy pusimos esta misa en el medio, por eso alguna manera durante el encuentro y ahora quisimos ponernos mas o menos en una ronda, para mirarnos las caras, para descubrir cuánto vale la vida de cada uno de nosotros.

Dejando de lado a veces muchas cosas que nos tapan lo que verdaderamente vale, descubrimos lo que le da sentido a nuestras vidas. Y lo que le da sentido a nuestras vidas es la vida de los demás, lo más profundo que Dios nos dio.

Eso es lo que nos invita Jesús en esta Navidad, hoy Jesús nos invita a volver al pesebre, volver a lo simple y a lo sencillo, a volver a lo grandioso de la vida. Eso es lo que quisimos hacer esta noche , muchos rezando, tal vez otros repartiendo panes dulces o acompañando a la gente que estaba solo, ir a lo sencillo, a encontrarnos, a estar juntos, a descubrir el valor de la vida, del que tengo al lado.
Eso es lo que quiere hacer Jesús, para eso viene, para descubrir lo valioso que en lo pequeño se va a gestar.

Pidámosle entonces en esta noche, en esta ya madrugada, a los pastores, aquellos que escuchando el anuncio del ángel descubrieron que ese niño era el que valía, que también nosotros escuchando esos ángeles que resuenan y hablan en nuestro corazón, descubramos cuánto vale nuestra vida, cuánto vale la vida de los demás, cuánto vale la vida de Jesús en esta noche.



Primera Lectura: Isaias 62, 11-12
Salmo: 96, 1.6.11-12
Segunda Lectura: Tito 3, 4-7
Evangelio: Lucas 2, 15-20

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