lunes, 20 de diciembre de 2010

Homilia: "Recibamos al Emmanuel" 4º Domingo de Adviento

En la película “El conde de Montecristo” comienza cuando un holandés llega a Marsella con el barco después de una serie de infortunios que habían tenido donde había muerto el capitán. Por lo que había hecho parece que la vía va viento en popa porque le avisan que va a ser el nuevo capitán, y esto posibilita que se pueda casar con mercedes, su prometida, la cual tenia que esperar porque él no tenia un trabajo así tan bueno. Cuando parece que todo le va a ir bien, que todo va como él quería y pensaba, uno de sus amigos, Fernando (junto con otros de los que trabajan en el barco) se confabulan para dejarlo malparado. Lo llevan frente a Villefort, que era el que se ocupaba en ese entonces de todo ese lugar, y justamente lo encarcela, y lo manda a un castillo perdido (el castillo de If), donde él lo primero dice que es inocente, y le dicen “si, obviamente, si no no estarías acá… Hay 100 cárceles en Francia. Si te mandaron a esta isla es porque quieren que desaparezcas”. Y él se siente incomprendido en esa soledad de la celda, va perdiendo la esperanza que tenia en el principio, deja de rezar, se olvida de Dios, ya no tiene más ganas de vivir. Y en medio de eso, después de varios años, aparece casi de casualidad en su celda queriendo escapar el abate Faria, que estaba ahí viviendo en otra celda y que había evocado el camino de escape. Y después del susto que le leva encontrarse con él, Edmond encuentra en este abate aun compañía y no solo una compañía, sino alguien que le enseña, lo acompaña, le aconseja, y lo va a ayudar para que 10 años después él pueda escapar de nuevo y comenzar de nuevo de una manera distinta.
Lo que lo ayudó en esa soledad, en ese difícil transe de estar en esa celda, fue encontrar en ese momento oscuro y difícil de su vida, alguien que este con él, aunque sea alguien que no conociera, aunque sea alguien inesperado, aunque sea alguien que también esté encarcelado. Su situación no cambió pero encontró compañía en eso, y encontró alguien que lo ayudó a verlo de una manera distinta.

También nosotros pasamos por soledades muy profundas en la vida, y no tenemos que estar solos muchas veces para pasar soledades: muchas veces estamos rodeados de gente en nuestra vida, en lo diario, en lo de todos los días y sin embargo nos sentimos solos, nos sentimos vulnerables muchas veces, incomprendidos, creemos que no nos prestan atención, muchas veces no nos sentimos amados. Podríamos decir que tal vez una de las características de la sociedad de hoy es esta vulnerabilidad, este muchas veces a ‘pesar de estar rodeado’ el sentirse aislado y solo y no saber con quien compartir y a partir de quien poder salir de esto.

Seguramente una soledad profunda sintió también San José en su corazón en el momento en el que se entera que Maria estaba embarazada. Nosotros generalmente ponemos la atención en Maria con todo lo valioso que ella tiene con su ‘si’ a Jesús, pero muchas veces nos olvidamos lo difícil que fue también esto para San José, lo difícil que fue para un José que de un día para el toro se encontró que Maria estaba embarazada, que iba a tener un hijo. El evangelio resalta sus virtudes: que era un hombre justo, que decidió abandonarla en secreto (para que Maria no fuera castigada por eso). Sin embargo en esa soledad, en ese no comprender las cosas, es que en medio de un sueño se le aparece un ángel para tratar de iluminar un poco aquello de incomprensión que siente José. Y es ahí donde le dice y le anuncia lo que esta pasando, y lo invita a acompañar a Maria en este camino. Y José va a tener que aferrarse a eso, no es que las cosas exteriormente cambiaron, seguramente José tenia un montón de ilusiones: era un hombre joven, se acababa de empezar su casamiento (ustedes saben que en la antigüedad, los casamientos tenían dos partes: una primera que era la parte administrativa/legal, donde los novios se comprometían, casaban, y después de eso pasaban unos meses hasta que se hacía una fiesta familiar donde en esa fiesta el novio se terminaba llevando a su mujer en andas hasta su nueva casa) y María y José estaban entre esos dos momentos. Seguramente con todas las ilusiones que José tenia de este nuevo camino, y tiene que aprender a adaptarse, y tiene que hacerlo tal vez porque descubre que Dios está con él. Creo que de todo lo que le dice el ángel lo central es “Dios con nosotros”, este Emmanuel que va a venir para acompañarnos aun donde nos sentimos solos, aun donde nos sentimos incomprendidos, aun donde sentimos que los otros no nos entienden.

Es curioso porque el Evangelio nunca nombra un dialogo entre Maria y José, habla muy poco Maria, y José directamente no habla en el Evangelio, y no aparecen diálogos entre Maria y José… ¿porque no los habrán tenido, porque no tendrían cosas para compartir? Creo que uno cuando piensa en Maria y José piensa en lo lindo que seria esa familia, lo que compartirían, lo que se acompañarían, como irían educando y criando a Jesús. Sin embargo no sabemos anda de eso, lo que sabemos es que Maria se encontró con un ángel que le anunció a Jesús, y a José le pasa lo mismo, y siempre el encuentro es de ellos con Jesús. Tal vez porque el Evangelio va a lo central, y no porque no era una familia con todo lo que eso significa, si no porque lo central ahí es Jesús, y el Evangelio va a ese vinculo central, ese vinculo que tiene Maria que nos posibilita de tener a Jesús entre nosotros, a este José que cree, confía y compaña a los dos, los cuida y los educa. Y a este Dios que en Jesús, se hace Dios con nosotros, a este Dios que nos acompaña para que sintamos que alguien camina a nuestro lado.

Y tal vez en esta Navidad también se nos quiere invitar a lo mismo. En primer lugar descubrir que hay un Dios que esta con nosotros, lo central de la Navidad es descubrir que Dios quiere acompañarnos, que Dios quiere fortalecernos en nuestras debilidades, estar con nosotros en donde nos sentimos solos, darnos fuerzas en donde nos sentimos debilitados y abatidos, descubrir que este niño que viene, viene a traer algo nuevo. Y que este Dios con nosotros quiere iluminar nuestros corazones y hacernos volver a lo central.

Seguramente todos lo vamos a pasar en familia en esta Navidad. Algunos con una familia un poco más grande, otros con una familia más grande aun, según cuántos se junten, si la familia directa o los primos. Seguramente vean a mucha gente que hace mucho tiempo que no ven, que tal vez no comparten, y es muy valorado y muy lindo el poder vivir eso. Pero tal vez José hoy nos quiere decir ‘volvamos a lo central’: animémonos a descubrir, aun en lo lindo de eso, que hay un Jesús que viene a nosotros, que hay un Jesús que quiere hacer vinculo con nosotros, que hay un Jesús que se quiere encontrar con cada uno de nosotros, que en esta Navidad nos quiere decir “Dios esta contigo, Dios te acompaña, Dios te entiende y te comprende”.

Creo que de todos los personajes que aparecen en el pesebre, tal vez José es el que mas se parece a nosotros: tiene que creer y confiar en algo que esta pasando totalmente exterior a él, donde él esta totalmente involucrado, donde es una parte importante pero lo único que le queda es creer y confiar. Y a nosotros nos pasa lo mismo, Jesús vino porque quiere estar con todos nosotros, pero tenemos que creer en algo exterior, en algo que creyeron Maria y José, y por eso nos regalaron a ese niño, en el que muchas veces nos cuesta creer: en este mundo, en lo que pasa, en lo que sucede. Y hoy también José nos dice a nosotros “anímense a confiar, anímense a creer, anímense a descubrir que en ese niño en esta Navidad, Dios vuelve a nosotros”.

Para terminar, Mateo no habla casi de Maria porque necesita a José. Mateo le escribe a una comunidad de Judíos, y estos necesitaban saber que Jesús es el Mesías, y para eso que es descendiente de David, por eso nos dice que José es el hijo de David, porque necesita eso, necesita entroncarlo en esa cadena. Y eso es también lo que nos dice Pablo en la segunda lectura a los Romanos: “Miren ustedes, acá viene el que ustedes esperaban, acá viene el hijo de David.”. Ustedes pongan la esperanza en Él, ¿por qué? Porque están llamados a ser santos…
Para eso viene Jesús, para que nosotros descubramos a qué se nos llama para que nosotros descubramos cuál es nuestro camino. Nosotros somos los que hoy estamos llamados a ser santos, para eso tenemos que hacer como José, como Pablo, como muchos, creer y confiar en Dios, hacer lo que Dios nos pide, sencillamente como hizo José, sencillamente con hizo Pablo cuando le tocó, animarnos a asentar esa misión y caminar detrás de Jesús.

Pidámosle entonces en este día a José, que como ejemplo de él nosotros escuchando a este ángel que nos dice a nosotros que Jesús va a nacer en medio nuestro, podamos creer, confiar en eso y esperarlo con un corazón abierto para que en esta Navidad Jesús se haga presente de una manera nueva.



Primera Lectura: Isaias 7, 10-14
Salmo: 23, 1-2. 3-4ab. 5-6
Segunda Lectura: Romanos 1, 1-7
Evangelio: Mateo 1, 18-24

No hay comentarios:

Publicar un comentario