lunes, 13 de diciembre de 2010

Homilia: "Tengan paciencia, Jesús cumple sus promesas" 3º Domingo de Adviento


Hace tiempo salió una película que se llama “La duda”, que transcurre en un colegio de hará unos 50 años, en el Bronx en Estados Unidos, y que más que nada está centrada en dos mujeres hermanas que trabajan en ese lugar, la superior que es la hermana Aloysius y la más joven, la hermana James, y el sacerdote el Padre Flynn, y van mostrando en la película cosas que hacen, que pasan (donde no quedamos muy bien parados los sacerdotes con muchas cosas que han pasado en el último tiempo), pero me quiero centrar en una conversación que hay en el final de la película entre estas dos hermanas. La hermana Aloysius se alegra de ver a la hermana James que viene de visitar a su familia, de ver a su hermana, le pregunta cómo esta, si se ha mejorado, ella le contesta que necesitaba ese respiro, ese encontrarse con su familia, y empiezan a hablar un poco de su familia, y un poco de lo que había sucedido durante ese tiempo, en todas esas vicisitudes que habían pasado en el colegio. La hermana Aloysius se admira de la inocencia de la hermana James, y esta última se admira de la seguridad que tiene su hermana, y de la firmeza de muchas de las decisiones que tuvo que tomar la hermana. Sin embargo se queda sorprendida cuando sobre el final de la conversación la hermana James la mira, y la hermana Aloysius se pone a llorar y le dice: “Tengo dudas, tengo tantas dudas”. La hermana ahí la abraza sorprendida, porque justamente tenía la imagen contraria de esta hermana: que creía, que era firme, que tenía convicciones, que tenía certeza en cada una de las decisiones o de su fe. Sin embargo cuando le abre el corazón le muestra esa duda, muchas veces inherente al corazón humano.

Esas dudas que nos van también surgiendo a cada uno de nosotros a lo largo de nuestra vida en muchas de las cosas que vamos eligiendo, aun en las que más nos gustan y queremos: en las amistades, en los noviazgos, en los matrimonios, en las carreras que uno elige, en los caminos que uno va buscando, también en la vida de fe. Esas dudas que a veces sentimos como si nos atravesaran, como si fueran un puñal, y que empezamos a buscar certezas o comprobaciones o seguridades que muchas veces no terminamos de encontrar, que muchas veces no terminamos de vislumbrar, y seguimos buscando aquel o aquella que nos dé una respuesta más segura. Ahora esto que nos sucede en la vida o en la fe, como decía es algo casi inherente al corazón humano. Para que uno pueda madurar o crecer, uno tiene que preguntarse en el corazón, y aprender día a día a hacerlo propio. Y tal vez el ejemplo más grande de esto lo tenemos en Juan el Bautista. Juan, aquel al que Jesús dice “el mayor hombre nacido de mujer”, aquel que preparó el camino de Jesús, aquel que bautizó a Jesús, aquel que le dijo a sus discípulos: “Síganlo, Él es el cordero de Dios”. Sin embargo al final de su vida, cuando estaba pronto a morir en la cárcel, manda a sus discípulos a preguntarle a Jesús si es Él el que estaban esperando o si tienen que esperar a otro. Y uno se sorprende porque dice ¿Juan pregunta eso? Aquel que uno siente que tiene la certeza de saber quién es el Mesías, quién es el que iba a venir, llega a un momento de incertidumbre en el cual le manda a preguntar a Jesús, y para sorpresa de nosotros tampoco Jesús le contesta, no le dice “sí, soy el Mesías” o “no soy el Mesías”, sino que le dice a los discípulos que tienen que decidirlo ellos. “Vean y oigan”, miren los que está pasando, escuchen lo que estoy diciendo, y decidan ustedes. Son los discípulos los que van a tener que descubrir si creen o no en Jesús, y son ellos los que le van a tener que dar testimonio a Juan. Uno se podría a pensar que se la podría haber hecho un poquito más fácil Jesús a Juan, porque después de todo lo que había hecho, después del momento de su vida en el que esta… Sin embargo la decisión de si cree o no en Él tiene que ser personal.

Cada uno de nosotros llega al momento en la vida en que tenemos que contestarle a Jesús si queremos estar con Él o no, si creemos en Él o no, en lo que está pasando o en lo que está sucediendo. Sin embargo como decíamos, eso entra en duda. Por ejemplo, en la Primera Lectura entra en duda porque perdieron la tierra. Dios le había prometido al pueblo de Israel una tierra ahí en Caná. El pueblo había ido, había conquistado esa tierra, había vivido mucho tiempo, y sin embargo llega en un momento en que la pierden y los expulsan a Babilonia, y la pregunta del pueblo es ¿sigo creyendo en este Dios? cuando perdí aquello que me daba seguridad, es decir, esta tierra, ¿sigo creyendo y poniendo la esperanza en aquel que hoy no me responde? Y aquí el profeta Isaías les dice: “Vuelvan a creer en Él, vuelvan a esperar en Dios, aquel que creó el mundo, aquel que los trajo a esta tierra, puede volver a hacerlo. Así que levanten la cabeza y vuelvan a caminar y anúncienlo a los demás”. En la segunda lectura escuchamos que también Santiago le tiene que contestar a su comunidad porque van perdiendo la esperanza, porque esperaban que Jesús volviera pronto, y vaya si no volvió, hoy lo estamos esperando nosotros todavía. Y es por eso que tiene que decirles: “Tengan paciencia, Jesús cumple sus promesas, Dios cumple sus promesas, así que esperen y tengan esperanza, y vivan de acuerdo a lo que les invitó Jesús”. Cuando estos discípulos se acercan en el Evangelio porque dudan y no saben que está pasando, como les decía, Jesús les dice: “Vean y oigan”, ¿qué es lo que tienen que descubrir? Los signos: “los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son curados, los sordos oyen. Por otro lado, la Buena Noticia es anunciada a aquellos que no tienen buenas noticias, a los más pobres, a aquellos que no tiene esperanza para que la tengan, y tienen que creer en esos signos”. Y después miren la pregunta para todos los que estaban ya ahí: “¿Qué es lo que ustedes fueron a ver? Cuando fueron a ver a Juan, ¿por qué fueron con Juan? ¿qué es lo que estaban esperando? ¿qué es lo que buscaban en él?” O podría haber preguntado de otra manera ¿qué es lo que buscan ahora conmigo? ¿por qué vienen hasta donde estoy yo? Por ahí somos muchos los que estamos acá reunidos alrededor de Jesús porque creemos en Él, porque esperamos en Él, y también nos pregunta hoy Jesús a nosotros qué es lo que vinieron a ver, ¿qué es lo que vinimos a ver acá hoy con Jesús? ¿por qué estamos con Él? ¿qué es lo que esperamos de Él? ¿qué es lo que queremos de Jesús? Tal vez cada uno de nosotros podría preguntarse por qué esta hoy acá en misa, porque muchas veces nos pasa que estamos acá con la cabeza en otra lado, o con más ganas de contestar un mensajito de texto que estar acá, o de hacer otra cosa, y eso nos pasa a todos. Pero, ¿qué es lo que buscamos en la persona de Jesús? ¿por qué nos acercamos a Él? ¿qué es lo que hemos encontrado en Él? ¿qué es lo que Jesús nos promete y en qué basamos nuestra esperanza?

Hoy escuchamos que la palabra de Dios nos dice: “Dios mismo nos salvará”, Él es el que va a hacer presente. Y eso es lo que estamos celebrando en el Adviento, estamos celebrando que Dios mismo se va a volver a hacer presente. Muchas veces esperamos un montón de cosas de Jesús, ahora la promesa de la Navidad no son cosas, es una persona, es alguien que viene a nosotros, es volver a poner la mirada en lo central y en lo esencial, en ese Jesús que viene, en ese niño pequeño, en ese pequeño signo y gesto de Dios en medio nuestro. Y tal vez en este camino tenemos que aprender a descubrir esos pequeños gestos, esos pequeños signos que Jesús pone, aprender nosotros a ver y a oír, a ver a Dios presente en nuestro tiempo, a escuchar el clamor de Dios. Fíjense cuando le preguntan si eres tú, Jesús les dice: “Miren lo que esta pasando: son curados los enfermos, se les anuncia a los más pobres”. Va a lo central Jesús, a aquellos que más lo necesitan hoy, son los que se dan cuenta qué es lo que esta pasando, y en aquellos que más lo necesitan hoy, tienen que descubrir la presencia de Jesús.

Si nosotros queremos dar testimonio de Jesús tenemos que preguntar de qué manera nos estamos acercando a los que más nos necesitan. En ese entonces eran los enfermos, los más pobres, y seguramente hoy sean los mismos, y podríamos preguntarnos quiénes son los que más necesitan hoy de Jesús, de qué manera nosotros podemos hacer hoy que otros oigan y vean, de qué manera podemos ser signo para los demás.

Eso es lo que hizo Jesús, eso fue lo que fue transmitiendo, esa es la promesa de Jesús, eso es lo que nos promete a nosotros y nos invita a vivir.

Pidámosle entonces en este tiempo a Jesús, que en primer lugar podamos esperarlo con paciencia, con esa paciencia del que espera sabiendo que Jesús cumple sus promesas, y que renovados en la esperanza también nosotros podamos ser signo para los demás, dar testimonio de las obras de Jesús, hacer que otros a través nuestro también puedan ver y oír a este Jesús que se aproxima a nosotros.

Primera Lectura: Isaias 35, 1-6a. 10
Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10
Segunda Lectura: Santiago 5, 7-10
Evangelio: Mateo 11, 2-11

No hay comentarios:

Publicar un comentario