viernes, 3 de diciembre de 2010

De vacaciones por el aconcagua (2da. parte)

Como les contaba en el número anterior, después de prepararnos durante un año y aclimatarnos, ya estábamos, junto a mi compañero Cristián Cabrini, en plaza de mulas (4260), donde nos quedamos 4 días para aclimatarnos y aprovechamos para ir conociendo la vida de montaña. Muchos me preguntaban que hacía en ese tiempo (que ya lo explicaré más en detalle más adelante), pero les doy un adelanto. En primer lugar hay que entender que más de la mitad del día estás en la carpa por el frío extremo, solo salíamos cuando había sol. A los dos nos encanta contemplar la montaña, disfrutábamos del silencio, y aprovechábamos para aprender de la gente que trabaja allí, sus costumbres, vivencias, etc. Además era muy curioso como por un lado los sacerdotes son sinónimo de mal tiempo (que esta vez ya venía de hacía varios días) pero como al mismo tiempo les encantaba estar con nosotros y aprovechaban para charlar, conocer un poco más de Dios y nos pedían participar de la misa de campaña que armábamos.

Así que luego de unos días de aclimatación comenzamos un lindo ascenso hacia plaza Canadá (4900 mts), donde comienzan los llamados campos de altura. No hicimos porteos anteriores así que llevábamos todo con nosotros, fueron un par de horas de caminata. Al siguiente día, encaramos hacia el siguiente campo de altura ubicado en nido de cóndores (5380 metros), donde comenzó a cambiarnos la geografía, mucho más nieve, hielo, además de una excelente vista y nuestra primera imagen clara de la cima del Aconcagua. Al mismo tiempo una mala noticia. El ejercito que intento ese día hacer cumbre se bajaba de la montaña porque el clima era muy malo. Esa noche en la carpa empezamos a entender el Aconcagua con más de 20 grados bajo cero y ráfagas de viento de 100 km por hora. Todavía tenemos la imagen con Cristián de despertarnos y mirar nuestras bolsas de dormir que a pesar de estar bien calentitos adentro estaban las dos cubiertas de escarcha. Tuvimos que esperar que salga el sol para poder secarlas. Allí conocimos a Peter un segundo guía que junto a Oscar nos iba a acompañar y nos quedamos dos días para continuar aclimatándonos, aprender a caminar sobre hielo con los grampones y esperar que el clima cambie. Nos dijeron que se venía mal tiempo pero que podía haber una ventana de buen clima dos días después así que como nos sentíamos muy bien físicamente decidimos intentarlo. Dos días después encaramos hacia el tercer y último campamento de altura llamado Berlín (6000 metros), localizado sobre el filo norte. Después de 3 duras horas de caminata donde el paso ya se hace más lento por la altura, llegamos al campamento donde se encuentran tres refugios de madera, los cuales estaban vacíos por el mal clima así que nos ubicamos en el más grande para descansar. Luego de recuperar un poco las fuerzas y alimentarnos bien salimos del refugio solamente un rato (debido al frío) para aprovechar la vista. Gracias a la altura este lugar ofrece una espectacular vista de los picos más altos de los Andes y además podíamos contemplar de cerca la cumbre que intentaríamos al otro día si el clima nos lo permitía. Descansamos bien, no pudimos dormir debido al escaso oxígeno que ya hay a esta altura y celebramos una lenta pero emotiva misa de campaña a “6000 metros”.

A las 4 de la mañana desayunamos bien, nos abrigamos muy lentamente (todos los movimientos tienen que ser lentos para que no te afecte la altura) y comenzamos a subir a las 5 de la mañana, con una noche muy cerrada, mucho frío 25 grados bajo cero y un fuerte viento, esperando que el clima mejore con el transcurrir del día. Caminamos durante tres horas donde, con nuestras linternas ubicadas en nuestras cabezas, soló veíamos donde pisaba el que estaba adelante nuestro (uno de los guías). A las tres horas llegando al refugio de Independencia (6400 metros), amaneció, lo que nos ayudó a caminar más tranquilos y poder contemplar el paisaje.

Descansamos unos minutos y aprovechamos para alimentarnos y ponernos los grampones pero lamentablemente el clima no cambiaba. Así que viendo eso y que yo hacía un rato que venía caminando con los dedos muy congelados decidí que esta vez hasta aquí llegaba. Que, como dicen en la montaña, esa iba a ser mi cima, mi Aconcagua. Feliz por haber llegado por primera vez en mi vida tan alto (nunca había superado los 4200 metros) y con el deseo de que en otra oportunidad pudiese, si Dios quiere, llegar a la cumbre. Me quede junto a Peter, un rato sacando fotos y contemplando el paisaje y Cristián continuó junto a Oscar, nuestro guía principal. Diez minutos después llegarían a un lugar llamado la travesía (6500 metros) donde se ven ambas laderas de la montaña y se camina por un filo, que debido al excesivo viento, no iban a poder cruzar, debiendo también volver. Nos encontramos en el refugio de Berlín un rato después, donde luego de almorzar y despedirnos de las alturas del Aconcagua descenderíamos en un día muy duro hasta plaza de mulas. Al siguiente día recorreríamos 42 kilómetros para luego de 11 días de aventura en el Aconcagua regresásemos a Mendoza, felices con la experiencia.

Aprendimos en estos días mucho de la montaña, sus tiempos, sus silencios, el confiar en tus guías, el maravilloso cielo casi violáceo lleno de estrellas, y el poder compartir con un amigo cada momento del día.

Como verán ya se me hizo muy largo así que quedará para el año que viene el compartir varias de las enseñanzas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario