miércoles, 1 de diciembre de 2010

Homilia: "Dios se hace presente en nuestras vidas" 1º Domingo de Adviento

Cuenta una historia que un pueblito perdido del norte argentino en Jujuy se venía preparando para la Navidad, un pueblo perdido que tenía la capillita del lugar (a veces bastante grande para lo que son los pueblitos del norte), algunas casitas y no mucho más. Un día el sacerdote del pueblo le dijo a la gente que se preparara, que por ahí iba a pasar Dios. La gente le preguntaba cómo podía ser eso, “Sisi, me han avisado que por acá va a pasar Dios, va camino hacia la capital, así que va a hacer una parada acá y por eso tenemos que prepararnos”. El pueblo se alegró mucho de que Dios fuese a pasar por ahí, ya que no pasaban muchas cosas, y empezaron a preparar todo: limpiaron un poco el pueblo, aprovecharon para dejarlo limpio, arreglaron todas las lámparas del lugar. El jefe de la comuna se portó bien y decía que si iba a pasar una persona tan importante había que prepararse; se enteraron también los vendedores ambulantes que pasaban por la zona y decían “ya que esto va a ocurrir, me voy a quedar acá para poder recibir a Dios y conocerlo en persona”. También se enteraron los pastores que trabajaban por esos lados, y se acercaron al pueblo que estaba totalmente convulsionado por esta noticia, y entonces llamaron al sacristán (un viejo albañil que trabajaba en la capilla) y le dijeron que fuera al camino (el único camino importante que el pueblo tenía) para esperar a este Dios que se iba a acercar. Es aquí que el sacristán dice “Pero ¿cómo lo voy a reconocer? ¿cómo me voy a dar cuenta que es Dios?”, y el sacerdote le dijo “Te vas a dar cuenta porque viene en son de paz. No es como otros que vienen a sacar provecho, si no que es una persona que ya te vas a dar cuenta por la manera en que se acerca”.
Entonces el pueblo se preparó, el sacristán ahí en la entrada del pueblo esperándolo, y empezaron a pasar las horas, no se acercaba nadie, al sacristán le agarraba sueño pero decía ‘no, tengo que escucharte, tengo que estar listo, preparado’ (como dicen las lecturas de este tiempo ‘preparándome para este encuentro con Dios’) hasta que el sueño lo venció… Y no solo pasó ese día, si no que empezaron a pasar los días y Dios no venía… Empezaron a pasar las semanas, y los meses, y las cosas volvieron a la normalidad: los pastores volvieron a su trabajo, los vendedores ambulantes dijeron ‘en este pueblo ya no pasa nada’ y se fueron a otros lugares, el pueblo se empezó a dejar estar, estaba un poco más sucio, ya no se empezaban a arreglar las cosas. Además, el jefe de comuna se enojó con el sacerdote porque le reprochaba por esas falsas expectativas, anhelos que le hizo a la gente y lo que sucedía en ese momento, y el único que se quedo ahí en la entrada del pueblo fue este sacristán, esperando y cumpliendo lo que a él le habían pedido.
Así que un día, después de un almuerzo le empezó a dar un poquito de modorra, de sueño, y ahí medio luchando contra eso, mientras acariciaba la barba ya crecida después de tanto tiempo, como en un susurro dijo “Señor, ¿dónde estas?” y escucho una voz que le hablaba al corazón y le decía “Aquí contigo”. Se sorprendió, no lo había visto presente y le dijo: “Pero señor, ¿desde cuándo estas acá conmigo?”, y le respondió “Estoy acá contigo desde que empezaste a desear que yo viniera”.
(Le agradecemos a Martín Descalzo por este cuento)

Creo que esto va al centro del Adviento, que es que muchas veces estamos buscando afuera las cosas, que muchas veces estamos esperando que cosas extraordinarias vengan, sucedan, y nos olvidamos de lo primero central del Adviento, que es justamente interioridad, aprender a descubrir a aquel que se hace presente en mi propia vida y en la vida de los demás. No es solamente un mirar hacia afuera, si no aprender a esperar con anhelo y con deseo a aquel que se hace presente en nuestro corazón, a aquel que nos dice en el Evangelio que Él llama a la puerta que toca, y que si uno se la abre, entra. Y ese es el Jesús que de una manera especial se quiere hacer presente en la vida de cada uno de nosotros en este tiempo de Adviento de una manera más plena aún en esta próxima Navidad. Un Jesús que nos invita en este tiempo a empezar a abrirle el corazón, a empezar a descubrirlo en nuestra propia vida y en la vida de los demás.
Muchas veces nos pasamos luchando y buscando muchos tesoros dentro nuestro y no aprendemos a descubrir todos los gestos cotidianos de cariño, de amor, de palabras que Dios tiene con nosotros cada día, que Dios ha tenido con nosotros.

En primer lugar en el Adviento, nos preparamos para celebrar la Navidad, acontecimiento que ya ocurrió hace por lo menos 2010 años, es decir que Dios ya vino a nosotros, Dios nació en medio nuestro, Dios se hizo presente en nuestra historia, en nuestras sociedades, en nuestras familias, en nuestra vida, y hoy vamos a prepararnos para volver a celebrar esto, que Dios vuelve a nacer en medio nuestro, que Dios se hace presente en nuestras vidas.
Es verdad que el Adviento nos prepara también para la paresia, para esta segunda venida de Jesús, pero esta segunda venida la vamos a poder descubrir en la medida que descubramos que Dios ya esta presente. “Yo estaré con ustedes” nos dice, no solamente ‘yo voy a volver a venir’.
“Yo estoy con ustedes”, y para poder apreciar a aquel que viene tenemos que aprender, en primer lugar, a descubrir a aquel que esta, porque si no nos puede pasar como sucede por ejemplo en el Evangelio: Noé les decía algo y los otros le contestaban que eso no iba a pasar, y no nos damos cuenta y pasa por al lado… ¿Cuántas veces nos pasan un montón de gestos al lado y no nos damos cuenta? De personas, del mismo Dios, y si no aprendemos a descubrirlo hoy, aquí y ahora, no lo aprenderemos a descubrir mañana, y la preparación empieza por descubrir a ese Dios que se hace presente, que me invita a prepararme viviéndolo ya.

En el video que nos prepararon los chicos del grupo de Liturgia, veíamos como muchos deportistas se iban preparando, y que aquello que ellos lograron era fruto de toda esa preparación y de aprender a vivir todo ese camino, y no es que una cosa era mas que lo otro, sino que era todo fruto de ese mismo camino recorrido. Y ese “preparen el camino del Señor” que nos dice Isaías, es aprender a descubrirlo presente ya, en este tiempo de Adviento aprender a preparar ya viviendo todo aquello que nos desea: el amor, la generosidad, la solidaridad, la generosidad, el poder hacerle a los demás y a Dios un lugar.

Hoy hemos comenzado a vivir este nuevo año litúrgico para la Iglesia, que siempre nos llega a contramano, lamentablemente es así. Nosotros queremos terminar todo, decimos generalmente “yo quiero terminar, no empezar”, y Dios nos dice: “Quiero que algunas cosas las empieces hoy”. Entonces es empezar a pensar que en lo que hoy me toca tendré que aprender a hacerle un lugar a Jesús, porque podemos decir “yo no tengo tiempo hoy, estoy cansado”. Ahora en general para las cosas que queremos nos hacemos tiempo, yo no veo a nadie que el día de noche buena no haya preparado una buena cena, no haya comprado los regalos, no se haya vestido bien, eso por lo menos en mi casa no sucede, tal vez en la de ustedes es de otra manera, pero creo que para eso nos hacemos siempre un espacio…
Ahora podemos preguntarnos hoy qué espacio queremos hacerle en nuestras familias a aquel que verdaderamente le da sentido a la Navidad. Porque también le hacemos un lugar: ponemos un arbolito, un pesebre… Tal vez podríamos pensar en hacer también una corona de Adviento, y hacer aunque sea una oración, o aprovechar tal vez este tiempo de adviento para decir ‘bendigamos la mesa’, o recemos juntos un Padre Nuestro a la noche… un pequeño gesto…Aprender a preparar el camino, aprender a preparar el corazón. ¿Y por qué? Porque eso es lo que nos da más vida.

Este año que hoy comenzamos para la Iglesia, los obispos de la Argentina nos piden que aprendamos a valorar y a caminar defendiendo la vida, promoviendo la vida, y la vida en todo momento, desde su concepción hasta que la vida acá en este mundo termine, sabiendo ese paso a una vida más plena. Y aprender a descubrir esta vida nueva es aprender a mirar de qué manera hoy puedo tener más vida yo y los demás. Pensaba en esto de una película que ya hablamos (no los voy a dejar sin película hoy), “Antes de partir”, supongo que muchos la vieron con Morgan Freeman y Jack Nicholson, que cuando están ahí en el hospital donde les dicen que van a morir dentro de poco, les preguntan qué es lo que les gustaría hacer antes de eso. Hacen entonces una lista, y obviamente la lista empieza con las cosas mas superfluas, tal vez como uno diría… Entonces pensemos nosotros que haríamos si nos dijeran que mañana se acaba nuestra vida o dentro de unos días. Obviamente primero no voy a bajonearme, nadie quiere que la vida se acabe, pero ¿qué cosas yo quisiera hacer? Porque a veces es como que las trasladamos, y tenemos que aprovechar este tiempo para decir “en estas cosas que verdaderamente yo quiero hacer porque me dan vida a mi y a los demás, empiezo a poner mas fuerzas, empiezo a poner mi vida y mi corazón”. Tal vez uno podría decir que le gustaría conocer tal lugar, viajar, pero sabemos que eso es superfluo, pasa y bueno ya termino. Y en general cuando profundizamos decimos cómo puedo aprender a crecer en aquello que me da más vida, que es el encuentro con los demás. Creo que todos descubrimos que cuando quedan pocas cosas, lo que valoramos es nuestra vida y la del otro.

Tal vez ese es el camino del Adviento. El camino del Adviento es alguien que da vida, alguien que nace, que es Jesús, alguien que viene a traer una nueva vida. Hagamos nosotros lo mismo con los demás: ¿de qué manera yo le puedo llevar mas vida a la vida del otro? ¿de qué manera yo puedo hacer que el otro camine con una alegría mas grande? ¿de qué manera yo puedo ayudar a crecer al otro?

Ese es el camino del Adviento, ese es el camino de Jesús, esa es la vida que nos ayuda a transmitir.
“Caminemos a la luz del Señor” nos dice el final de la Lectura de Isaías. Caminar a la luz del Señor en el tiempo de Adviento es dar vida a los demás. Eso lo tuvo claro Jesús, por eso vino, por eso dio su vida. Eso es lo que nos invita día a día a hacer a nosotros.
Aprovechemos que hoy empieza el Adviento, miremos de qué manera queremos prepararlo, no dejemos pasar esta oportunidad. Descubramos verdaderamente qué cosas son las que me dan vida a mi y a los que más quiero y a los que me rodean, a los que Dios pone y pasan por nuestro lado, y pidámosle a Jesús, aquel que verdaderamente nos dio vida, que también nosotros podamos llevarle vida a los demás.



Primera Lectura: Isais 2, 1-5
Salmo: 121, 1-2. 4-5. 6-7. 8-9.
Segunda Lectura: Romano 13, 11-14.a
Evangelio: Mateo 24, 37-44

No hay comentarios:

Publicar un comentario