Homilía: “Jesús siempre lo que nos presenta son las máximas y los
ideales, tenemos que caminar detrás de ellos.” – XXVII domingo durante el año
Hace unos
años salió una película que se llama The
Last Night, que trata de la vida de un matrimonio joven, un hombre y una
mujer, los dos muy exitosos en su carrera, que comienzan a tener como una mini
crisis, un pequeño problema. Dentro de los muchos diálogos y de las cosas que
suceden, algunas cosas más leves, otras más complicadas, se da como una
conversación rutinaria, que cualquiera de nosotros podría tener, donde se
empieza a discutir por cosas menores, y en esa discusión, ella, Johanna, le
dice a Michael, su marido, que el problema es que se casaron demasiado jóvenes,
demasiado pronto. ¿Nunca has considerado esto? Y Michael le contesta que no, no
lo ha considerado porque no tuvo la necesidad de hacerlo, “aparte no me parece
que nos hayamos casado demasiado pronto porque estuvimos cuatro años de novios”.
Y ella le contesta: sí, bueno pero estuvimos peleados un tiempo dentro de esos
cuatro años, y además no lo digo por la cantidad de tiempo sino por la época en
que estuvimos de novios, que fue en la facultad. - ¿No crees que antes nos
amábamos más?. Y él le dice, “No, creo que ahora nos amamos más”. Ella se enoja
porque piensa que él la está cargando, pero él le dice que no, que eso es lo
que él siente, que no necesariamente coindicen, pero eso es lo que él cree y
siente. Ella no puede creer que él sienta eso, y él contesta: “No puedo creer
que por una noche hace dos semanas en la que no nos llevamos bien, vos pienses
que ahora todo anda mal”. Y esto va tomando impacto en lo cotidiano, cada vez
empiezan a discutir más, a levantar la voz.
Esto que también
nos puede pasar a nosotros. No significa que han pasado cosas graves a veces
para que discutamos o nos peleemos. No pensemos solamente en un vínculo
matrimonial, sino en una amistad, o en la relación con un papá o con una mamá,
con un hermano. ¿Cuantas veces cuando nos damos cuenta no sabemos cuándo
empezamos, ni por qué, pero lo que vamos viendo es que eso fue escalando? Tal
vez porque no estoy en un buen día, tal vez porque el otro no está en un buen
día, por una cosa menor, o porque no supe disculparme, tal vez porque yo no
supe escuchar o darme cuenta de lo que le estaba pasando al otro, muchas veces
empiezan las cosas a ponerse más difíciles. A veces porque no hablé cuando
tenía que hablar, porque no dije lo que tenía que decir en el momento adecuado.
Todas estas cosas nos muestran la dificultad y la fragilidad de los vínculos, y
por eso el cuidado que tenemos que tener por ellos. Todos tenemos en el corazón
una necesidad de estar con los otros, no nos gustaría estar solos. Más allá de
que en algunos momentos queremos estar más tranquilos, necesitamos de los
demás, porque este es un deseo que está impreso en el corazón del hombre, y por
eso el autor del Génesis lo narra desde el principio de la creación: Dios creó
al hombre y a la mujer para que no estuvieran solos. Le creó compañía adecuada
para que se sintiera acompañado, y todos descubrimos esa necesidad intrínseca
que tenemos de los demás. Pero al mismo tiempo descubrimos la dificultad que
esto acarrea, y por eso los tenemos que trabajar, tenemos que tener cuidado
para poder llevarlo adelante.
En este caso,
en el evangelio, se le presenta a Jesús una de las dificultades que surgían en
esa época con el vínculo matrimonial, vínculo que hoy también está en crisis,
en el cual se le pregunta si es lícito al hombre redactar un acta de divorcio.
Para ponernos en época, acá se dan dos cosas; como ustedes saben los derechos
más importantes los tenían los varones, no las mujeres. Sin embargo, esta acta
que se redactaba, también era un derecho para la mujer, porque la mujer sin
esta acta, no podía buscar otro marido. La mujer tenía la necesidad de que un
marido la acogiera, le diera un hogar, la sustentara, sobre todo para los más
pobres. Y es por eso que esta acta le permitía poder buscar otro hombre. Pero
más allá de que pudiera defender este derecho, había una desigualdad que se
medía de distinta manera según la escuela que se siguiera. Como pasa hoy,
algunos son más estrictos, otros son más laxos, en esa época había una escuela
que se llamaba Shammai, que era muy estricta y sólo por adulterio se podía
redactar un acta de divorcio. Había otra escuela que era mucho más laxa, y se
podía redactar un acta de divorcio por prácticamente cualquier cosa – dependía
de la postura que cada uno tomara. Obviamente que una cosa eran los papeles, y
mucho más difícil era todo en la praxis. Pero lo que sucedía era que tenían
distintas posturas, y por eso se le acercan a Jesús para preguntarle si es
lícito, para ver por qué corriente termina inclinándose. Sin embargo, como pasa
muchas veces con Jesús, Él eleva la pregunta a otro nivel, y no responde a lo
que está pasando. Dice que eso lo hizo Moisés, por la dureza de sus corazones,
y que Dios creó al hombre y a la mujer para que se busquen, para que se casen y
estén juntos, y terminen juntos. Jesús plantea ese deseo profundo que cada uno
de nosotros tiene en el corazón, que es la búsqueda del otro, y cómo tenemos
que caminar, cuidar, y trabajar por eso. Todo parte de ese deseo, y como
decíamos ante con los vínculos, no basta con ello, sino con cuidarlos.
Una de las
cosas que yo pregunto a los novios que vienen a casarse, es por qué se quieren
casar, qué es lo que los motiva a esto, y cómo quieren caminar y trabajar con
esto para toda la vida. Y a veces esto de “para toda la vida” da vértigo,
bueno, tengo que hacer una promesa que va a durar para todo el tiempo. Y
entonces ahí cambio la pregunta y les digo, ¿ustedes se casarían con el otro si
fuera sólo por un año, o por cinco, o por diez? No, no, ni loco me casaría de
esa forma. Bueno, eso es lo que está buscando Jesús, que ustedes tengan ese
deseo en el corazón. Ahora, no alcanza
sólo con los deseos, el mundo está lleno de buenas intenciones, el tema es cómo
yo lo trabajo, como yo lo vivo día a día, y cómo recíprocamente nos vamos acompañando
y trabajando por esto. Las cosas no se dan así nomás, y todos tenemos la
experiencia de lo trabajoso que es luchar por los vínculos y llevarlos
adelante.
Saliendo de
esto, tal vez para muchos que son más jóvenes, uno cree que las amistades son
eternas, y muchas veces esas amistades se pierden en el tiempo, se acaban, si
yo no las trabajo, si yo no las cuido, si yo no las alimento día a día. Lo
mismo pasa con eso, y Jesús nos invita a mirar en el corazón, y a descubrir
cómo tenemos que caminar en esto. Ahora, todos entendemos la dificultad que hay
acá. Todos tenemos experiencias muy cercanas de la crisis que tiene también hoy
el matrimonio, cómo muchas veces los jóvenes, y los no tan jóvenes, deciden a
veces directamente irse a vivir juntos y formar una pareja, cómo muchos
matrimonios se van separando porque no pueden vivir esto, cómo este camino se
dificulta a lo largo del tiempo. Pero lo
primero que tenemos que descubrir es cómo Jesús siempre lo que nos presenta son
las máximas y los ideales, que no tenemos que perderlos, tenemos que caminar
detrás de ellos.
Pero también
tenemos que entender las dificultades que muchas veces, para nosotros o para
otros, esto tiene. Y para eso voy a poner también otros ejemplos del evangelio:
cuando una vez a Jesús, con dureza en el corazón se le pregunta: ¿cuántas veces
tengo que perdonar? Jesús dice que hay que perdonar setenta veces siete, es
decir siempre. Ahora, ¿podemos vivir esta máxima a la que Jesús nos invita,
podemos perdonar siempre? Cuando a Jesús se le pregunta quién es el prójimo,
Jesús narra el buen samaritano, como ustedes conocen. Dice que hubo un hombre
que lo encontró, lo cargó, lo llevó a una posada, pagó por él. ¿Hacemos eso
nosotros por lo que nos necesitan, por los que vemos en la calle? ¿Los
levantamos, los llevamos a algún lado, nos preocupamos por ellos, lo que gasten
demás? Creo que si todos miramos, tenemos como un debe acá también, lo que pasa
es que no nos ponemos tan duros con nosotros en esto.
Cuando
preguntamos ¿hasta dónde hay que amar? Jesús dice que hay que amar a los
enemigos, y esta máxima también es difícil y muchas veces nos cuesta. Creo que
por eso también hay que descubrir como este ideal también muchas veces a
nosotros o a nuestros hermanos nos cuesta. Y por eso tenemos que tener un
corazón misericordioso, como lo tuvo Jesús. Ustedes recordarán que hay un texto
donde a Jesús se le acerca una mujer en adulterio, es más, la quieren apedrear,
y Jesús la perdona. Y esa tensión para nosotros es difícil de vivir, la tensión
de que tenemos que dar testimonio, y la mejor manera de transmitir ese amor es
en la pareja, en la familia, en el matrimonio; la otra es ser misericordioso
con el otro, con aquel que no lo pudo vivir bien, con aquel que tiene que
comenzar una nueva familia. Aprender a perdonar, a entenderlo, a acompañarlo, a
eso nos invita Jesús. Y ese es un corazón que se va pareciendo más al de Jesús.
Como pasó en muchos otros.
Tal vez, para
ir terminando, cuando uno piensa en San Francisco de Asís, que acogió la
pobreza, no piensa en que era muy duro con el que no la vivía. O cuando
pensamos en la Madre Teresa, que cuidaba a todos los que se estaban muriendo,
no piensa en una Madre Teresa que pensaba mal de toda la gente que no lo hacía.
O en algo cotidiano nuestro, cuando alguien ve cómo a alguien le cuesta tener
amigos, por ejemplo, no dice, uh, que malo esto, sino: ojalá pudiera vivir
esto, ¿cómo lo podría ayudar a esto? Bueno, de la misma manera creo que se nos
invita a esto: en primer lugar a dar
testimonio de lo que nos toca, en segundo lugar tener una mirada
misericordiosa, compasiva, de aquellos a los que les cuesta. Y ambos animarnos
a acompañarnos y a estar cerca. Creo que todos queremos caminar por la
unión, es más, una de las cosas que más salió en la encuesta que hicimos el fin
de semana pasado es la unión. Cómo trabajar por la unión en la comunidad como
cristianos.
Pidámosle a
Jesús, a aquel que nos hace familia, a aquel que nos enseña a amar, a aquel que
nos enseña a ser compasivos y misericordiosos, que con un corazón entregado nos
animemos a vivir esto como testimonio del amor que Él nos da.
Lecturas:
*Gen 2, 18-24
*Sal 127, 1-6
*Heb 2, 9-11
*Mc 10, 2-16
No hay comentarios:
Publicar un comentario