martes, 6 de noviembre de 2012

Homilía: "¿Qué quieres que haga por ti?" - domingo XXX durante el año



En la película "Cadena de Favores", Trevor comienza una cadena solidaria. Una cadena donde empieza a ayudar a otros para que ellos hagan lo mismo con otro. Pero no sólo hace esa cadena que es la que uno más recuerda de la película, donde esa solidaridad se va multiplicando hasta límites insospechados, sino que además pone otros gestos y signos, de ayudar a distintas personas a que vayan abriendo el corazón. Alguna de ellas interesado, como es el caso de ayudar a encontrar a alguien que acompañe a su madre. Y es por eso que, después de que uno de sus profesores, Eugene, empieza a tener una relación con su madre, él se entusiasma.
Sin embargo, esto en algún momento se corta. El profesor se enoja con la madre de Trevor; hasta que él busca la manera de que se vuelva a acercar. Eugene no quiere, hasta que en un momento Trevor le dice: “Si tu ayudas a aquellos que quieres ayudar ¿qué mérito tienes? Lo haces porque te nace naturalmente. Sin embargo, si ayudas hoy a mi madre, con quien tú estás enojado, ahí sí tienes mérito. Porque haces algo que tiene que nacer de lo profundo del corazón.”
Es decir, uno da como un paso en la vida: no hace solamente aquello que le nace naturalmente, sino que decide que quiere trabajar en eso, para que nazca del corazón. Ahora, esto que le pide Trevor a Eugene tiene todo un proceso, que es ¿hasta dónde estoy dispuesto a servir? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a darme a los demás? No sólo es un proceso sino que es un trabajo que uno tiene que hacer. Porque justamente cuando algo no nos nace naturalmente, es algo que tenemos que ejercitar, es como un terreno que tenemos que aprender a conquistar.
Ahora, eso se hace generalmente, cuando uno da testimonio. ¿Qué quiero decir con eso? Que la mejor manera de transmitir a los demás qué es lo que uno quiere que el otro haga es dando testimonio de ello. Yo creo que si este profesor de alguna manera quiso ayudar, no fue sólo porque Trevor se lo dijo, sino porque le dio testimonio también de que él quería hacer esas cosas, de que él quería ayudar desinteresadamente.
De la misma manera si nosotros nos animamos a vivir de esa forma, eso va dejando una huella en el corazón de los demás que moviliza al otro a hacerlo. Y creo que eso fue tal vez lo central de la vida de Jesús. Si uno mira cada una de las actitudes que Jesús les pide a los demás, en general nacen de testimonios que Jesús les da. Por no decir, todas. Jesús no solamente les habla, sino que les muestra también aquello que les quiere enseñar. Y en este evangelio hace exactamente lo mismo, porque mientras Jesús va caminando, pasa por un lugar donde está este hombre, al borde del camino, Bartimeo, que grita: “Jesús, ten piedad de mí”. Sin embargo, uno se sorprende, porque lo primero que espera de la gente, y lo hemos visto en otras ocasiones, es que acerquen a esta persona a Jesús. Sin embargo, aparece una actitud totalmente opuesta, dice que hubo gente que empezó a callarlo, a reprenderlo, a pegarle, una actitud que uno nunca esperaría de alguien que está siguiendo a Jesús, de alguien que es un discípulo de Jesús.
Sin embargo, este hombre no se calla sino que sigue gritando a Jesús que lo ayude. Y es ahí donde Jesús, no reprende a sus discípulos, -cosa que podría haber hecho perfectamente, porque están teniendo una actitud que no es la que Jesús les pide,- sino que les sigue enseñando. Va y les dice: vayan y tráiganmelo. Es una situación casi irónica, porque hay algunos que le pegan y lo reprenden, y por otro lado, otros van y le dicen, ánimo, el Maestro te llama. Y cuando esta persona es puesta frente a Jesús, Jesús le hace esta pregunta: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Tú me llamaste, tú gritaste por mí, ¿qué es lo que querés? Uno podría decir, bueno, la respuesta en este caso es obvia, Jesús la sabía, muchas veces la sabe, pero sin embargo le pide que él la expresa, que la ponga en palabras. Bartimeo le dice, “Maestro, que pueda ver”. Y es ahí donde sucede este milagro.
Creo que las dos actitudes son una enseñanza para sus discípulos. Venimos escuchando cómo Jesús continuamente, ya en este final del camino del evangelio les viene enseñando a sus discípulos. Hace un tiempo escuchamos cómo Jesús multiplicaba los panes, y después de que hacía este milagro, les decía a los discípulos, bueno, ahora repártanlo ustedes. Vayan, ustedes den de esto que yo les di. En otros evangelios escuchamos que Jesús no sólo hace un gesto, sino que también dice, bueno, ustedes procedan de la misma manera. Ahora escuchamos cómo Jesús les dice, vayan y tráiganmelo. Es decir, la misión de ustedes es acercarlos a mí, es poner la gente frente a mí. Y una vez que está ahí, les dice tal vez esta frase que nos dice a cada uno de nosotros, una frase casi con la que podríamos rezar esta semana: ¿Qué quieres que haga por ti?
Podríamos pensar, qué le responderíamos a Jesús, si hoy a cada uno de nosotros nos dice, ¿qué quieres que haga por ti? ¿Qué deseas? ¿Qué es lo que buscas? ¿Qué necesitas de Mí? Este Jesús que está siempre cerca de nosotros, para intentar bucear en nuestro corazón. Pero no sólo para bucear en nuestro corazón, sino para que nosotros también nos animemos a expresar qué es lo que necesitamos y buscamos en Él. Por qué lo seguimos, por qué caminamos con Él.
Ahora, la vida del cristiano creo que se juega en esta pregunta, es decir, primero en animarnos a responderle a Jesús qué es lo que buscamos de Él, qué necesitamos de Él. Segundo, en aprender a vivir esto. Porque, creo que lo segundo que hace Jesús, es decirles, ahora ustedes aprendan a hacer esto, a preguntar a los demás, ¿qué necesitas de mí? ¿Qué querés que haga por ti? Y nos invita a dar un paso, en el cual nos tenemos que distinguir los cristianos, que es, cómo puedo ayudar a los demás, cómo puedo servir a los demás, no sólo que me lo pidan. A veces nos cuesta un montón cuando nos piden algo. “¿Por qué a mí?”; “estoy cansado”; “estuve en el colegio todo el día”; “trabajé”; “acabo de llegar”; “no tengo ganas”. No sé, podemos poner un montón de frases que nos salen cuando nos piden algo.
Sin embargo, qué distinto sería, no sólo vivir eso, que ya para cada uno de nosotros sería un gran paso, sino si nos animásemos a ofrecernos a los demás, a decir, como Jesús, ¿qué necesitas? ¿En qué te puedo ayudar? ¿Puedo dar una mano? Y aprender ambos a vivir eso, porque el servicio tiene justamente esa reciprocidad, yo tengo que aprender a ofrecer algo, pero tengo que aprender también a ser servido y eso es todo un camino. Esto es lo que les está enseñando Jesús a sus discípulos: Yo me pongo al servicio de ustedes, ustedes hagan lo mismo. Tal vez en uno de los textos más profundos de todo el nuevo testamento, cuando Jesús está por morir les lava los pies a sus discípulos, y cuando no entienden, les dice: yo hago esto con ustedes, para que ustedes esto lo repitan. Y eso es lo que llama la atención. Es decir, cuando uno hace un testimonio, cuando uno tiene un gesto con los demás, que nadie lo espera, cuando uno invita al otro a algo que a uno lo hizo feliz, lo alegró, lo invitó y lo hizo vivir de otra manera.
Podríamos poner mil ejemplos de eso. Hoy a la tarde, venía una persona y me preguntaba por esta ONG, Un Techo Para Mi País, por qué los chicos van ahí. Y tal vez porque quieren dar un testimonio, cómo puedo ayudar a otros. Y de muchas maneras, ayudando económicamente, porque uno tiene que hacer un montón de cosas para ir, y ¿por qué lo hacen? Porque otros se animaron a vivirlo. Y de la misma manera podríamos nosotros intentar entrar en esa cadena que comenzó Jesús. “Yo me pongo al servicio de ustedes”. Primero, vívanlo con alegría, primero escuchen en el corazón, a este Jesús que dice, ¿qué te gustaría que hiciera por ti? Y cuando descubran todo lo que yo hago por ustedes, ahora ustedes sintonicen la misma frecuencia. Hagan lo mismo. Ponganse al servicio de los demás, intenten vivir esto. Y creo que ese es el mejor testimonio.
Muchas veces nos surge a nosotros, ¿cómo puedo dar testimonio de Jesús? O, en el trabajo, en tal lugar, hablan de Jesús y a mí me cuesta, o si critican a la Iglesia a mí me cuesta… Creo que la mejor manera es ponernos al servicio de los demás. Intentar mostrar esto que hablábamos, de una Iglesia abierta, comprometida, de una Iglesia que quiere servir, que quiere amar al otro, que quiere mostrar algo diferente que lo que muestra el mundo. Como dice Jesús, o dijo el domingo pasado, sino ¿qué nos diferencia? Nos tiene que diferenciar la manera de vivir. Tienen que ver que hay algo distinto en nosotros. Y que eso nos trae alegría, nos hace felices, y se lo queremos mostrar a los demás.
Pidámosle entonces hoy a Jesús, el animarnos a escuchar esta pregunta en el corazón. Este Jesús que nos mira con amor y que nos dice, ¿qué querés que haga por ti? Y que animándonos a responder esta pregunta queramos también vivir lo mismo. Ponernos como discípulos de Jesús también al servicio de los demás.

Lecturas:
*Jer 31,7-9
*Sal 125,1-6
*Heb 5,1-6
*Mc 10,46-52

No hay comentarios:

Publicar un comentario