En la película "Cadena de Favores", Trevor comienza una cadena
solidaria. Una cadena donde empieza a ayudar a otros para que ellos hagan lo
mismo con otro. Pero no sólo hace esa cadena que es la que uno más recuerda de
la película, donde esa solidaridad se va multiplicando hasta límites
insospechados, sino que además pone otros gestos y signos, de ayudar a
distintas personas a que vayan abriendo el corazón. Alguna de ellas interesado,
como es el caso de ayudar a encontrar a alguien que acompañe a su madre. Y es
por eso que, después de que uno de sus profesores, Eugene, empieza a tener una
relación con su madre, él se entusiasma.
Sin embargo, esto en algún momento se corta. El
profesor se enoja con la madre de Trevor; hasta que él busca la manera de que
se vuelva a acercar. Eugene no quiere, hasta que en un momento Trevor le dice: “Si tu ayudas a aquellos que quieres ayudar
¿qué mérito tienes? Lo haces porque te nace naturalmente. Sin embargo, si
ayudas hoy a mi madre, con quien tú estás enojado, ahí sí tienes mérito. Porque
haces algo que tiene que nacer de lo profundo del corazón.”
Es decir, uno da como un paso en la vida: no
hace solamente aquello que le nace naturalmente, sino que decide que quiere
trabajar en eso, para que nazca del corazón. Ahora, esto que le pide Trevor a
Eugene tiene todo un proceso, que es ¿hasta
dónde estoy dispuesto a servir? ¿Hasta dónde estoy dispuesto a darme a los
demás? No sólo es un proceso sino que es un trabajo que uno tiene que
hacer. Porque justamente cuando algo no nos nace naturalmente, es algo que
tenemos que ejercitar, es como un terreno que tenemos que aprender a
conquistar.
Ahora, eso se hace generalmente, cuando uno da
testimonio. ¿Qué quiero decir con eso? Que
la mejor manera de transmitir a los demás qué es lo que uno quiere que el otro
haga es dando testimonio de ello. Yo creo que si este profesor de alguna
manera quiso ayudar, no fue sólo porque Trevor se lo dijo, sino porque le dio
testimonio también de que él quería hacer esas cosas, de que él quería ayudar
desinteresadamente.
De la misma manera si nosotros nos animamos a
vivir de esa forma, eso va dejando una huella en el corazón de los demás que
moviliza al otro a hacerlo. Y creo que eso fue tal vez lo central de la vida de
Jesús. Si uno mira cada una de las actitudes que Jesús les pide a los demás, en
general nacen de testimonios que Jesús les da. Por no decir, todas. Jesús no solamente les habla, sino que les
muestra también aquello que les quiere enseñar. Y en este evangelio hace
exactamente lo mismo, porque mientras Jesús va caminando, pasa por un lugar
donde está este hombre, al borde del camino, Bartimeo, que grita: “Jesús, ten
piedad de mí”. Sin embargo, uno se sorprende, porque lo primero que espera de
la gente, y lo hemos visto en otras ocasiones, es que acerquen a esta persona a
Jesús. Sin embargo, aparece una actitud totalmente opuesta, dice que hubo gente
que empezó a callarlo, a reprenderlo, a pegarle, una actitud que uno nunca
esperaría de alguien que está siguiendo a Jesús, de alguien que es un discípulo
de Jesús.
Sin embargo, este hombre no se calla sino que
sigue gritando a Jesús que lo ayude. Y es ahí donde Jesús, no reprende a sus
discípulos, -cosa que podría haber hecho perfectamente, porque están teniendo
una actitud que no es la que Jesús les pide,- sino que les sigue enseñando. Va
y les dice: vayan y tráiganmelo. Es una situación casi irónica, porque hay
algunos que le pegan y lo reprenden, y por otro lado, otros van y le dicen, ánimo,
el Maestro te llama. Y cuando esta persona es puesta frente a Jesús, Jesús le
hace esta pregunta: “¿Qué quieres que
haga por ti?”. Tú me llamaste, tú gritaste por mí, ¿qué es lo que querés?
Uno podría decir, bueno, la respuesta en este caso es obvia, Jesús la sabía,
muchas veces la sabe, pero sin embargo le
pide que él la expresa, que la ponga en palabras. Bartimeo le dice,
“Maestro, que pueda ver”. Y es ahí donde sucede este milagro.
Creo que las dos actitudes son una enseñanza
para sus discípulos. Venimos escuchando cómo Jesús continuamente, ya en este
final del camino del evangelio les viene enseñando a sus discípulos. Hace un
tiempo escuchamos cómo Jesús multiplicaba los panes, y después de que hacía
este milagro, les decía a los discípulos, bueno, ahora repártanlo ustedes.
Vayan, ustedes den de esto que yo les di. En otros evangelios escuchamos que
Jesús no sólo hace un gesto, sino que también dice, bueno, ustedes procedan de
la misma manera. Ahora escuchamos cómo Jesús les dice, vayan y tráiganmelo. Es
decir, la misión de ustedes es
acercarlos a mí, es poner la gente frente a mí. Y una vez que está ahí, les
dice tal vez esta frase que nos dice a cada uno de nosotros, una frase casi con
la que podríamos rezar esta semana: ¿Qué
quieres que haga por ti?
Podríamos pensar, qué le responderíamos a
Jesús, si hoy a cada uno de nosotros nos dice, ¿qué quieres que haga por ti?
¿Qué deseas? ¿Qué es lo que buscas? ¿Qué necesitas de Mí? Este Jesús que está
siempre cerca de nosotros, para intentar bucear en nuestro corazón. Pero no
sólo para bucear en nuestro corazón, sino para que nosotros también nos animemos a expresar qué es lo que
necesitamos y buscamos en Él. Por qué lo seguimos, por qué caminamos con
Él.
Ahora, la vida del cristiano creo que se juega
en esta pregunta, es decir, primero en animarnos a responderle a Jesús qué es
lo que buscamos de Él, qué necesitamos de Él. Segundo, en aprender a vivir
esto. Porque, creo que lo segundo que hace Jesús, es decirles, ahora ustedes
aprendan a hacer esto, a preguntar a los demás, ¿qué necesitas de mí? ¿Qué
querés que haga por ti? Y nos invita a dar un paso, en el cual nos tenemos que
distinguir los cristianos, que es, cómo
puedo ayudar a los demás, cómo puedo servir a los demás, no sólo que me lo
pidan. A veces nos cuesta un montón cuando nos piden algo. “¿Por qué a
mí?”; “estoy cansado”; “estuve en el colegio todo el día”; “trabajé”; “acabo de
llegar”; “no tengo ganas”. No sé, podemos poner un montón de frases que nos
salen cuando nos piden algo.
Sin embargo, qué distinto sería, no sólo vivir
eso, que ya para cada uno de nosotros sería un gran paso, sino si nos
animásemos a ofrecernos a los demás, a decir, como Jesús, ¿qué necesitas? ¿En qué te puedo ayudar? ¿Puedo dar una mano? Y aprender ambos a vivir eso, porque el servicio
tiene justamente esa reciprocidad, yo tengo que aprender a ofrecer algo, pero
tengo que aprender también a ser servido y eso es todo un camino. Esto es
lo que les está enseñando Jesús a sus discípulos: Yo me pongo al servicio de
ustedes, ustedes hagan lo mismo. Tal vez en uno de los textos más profundos de
todo el nuevo testamento, cuando Jesús está por morir les lava los pies a sus
discípulos, y cuando no entienden, les dice: yo hago esto con ustedes, para que
ustedes esto lo repitan. Y eso es lo que llama la atención. Es decir, cuando
uno hace un testimonio, cuando uno tiene un gesto con los demás, que nadie lo
espera, cuando uno invita al otro a algo que a uno lo hizo feliz, lo alegró, lo
invitó y lo hizo vivir de otra manera.
Podríamos poner mil ejemplos de eso. Hoy a la
tarde, venía una persona y me preguntaba por esta ONG, Un Techo Para Mi País,
por qué los chicos van ahí. Y tal vez porque quieren dar un testimonio, cómo
puedo ayudar a otros. Y de muchas maneras, ayudando económicamente, porque uno tiene
que hacer un montón de cosas para ir, y ¿por
qué lo hacen? Porque otros se animaron a vivirlo. Y de la misma manera
podríamos nosotros intentar entrar en esa cadena que comenzó Jesús. “Yo me
pongo al servicio de ustedes”. Primero, vívanlo con alegría, primero
escuchen en el corazón, a este Jesús que dice, ¿qué te gustaría que hiciera por
ti? Y cuando descubran todo lo que yo hago por ustedes, ahora ustedes
sintonicen la misma frecuencia. Hagan lo mismo. Ponganse al servicio de los
demás, intenten vivir esto. Y creo que ese es el mejor testimonio.
Muchas veces nos surge a nosotros, ¿cómo puedo dar testimonio de Jesús? O,
en el trabajo, en tal lugar, hablan de Jesús y a mí me cuesta, o si critican a
la Iglesia a mí me cuesta… Creo que la
mejor manera es ponernos al servicio de los demás. Intentar mostrar esto
que hablábamos, de una Iglesia abierta, comprometida, de una Iglesia que quiere
servir, que quiere amar al otro, que quiere mostrar algo diferente que lo que
muestra el mundo. Como dice Jesús, o dijo el domingo pasado, sino ¿qué nos
diferencia? Nos tiene que diferenciar la
manera de vivir. Tienen que ver que hay algo distinto en nosotros. Y que eso
nos trae alegría, nos hace felices, y se lo queremos mostrar a los demás.
Pidámosle entonces hoy a Jesús, el animarnos a
escuchar esta pregunta en el corazón. Este Jesús que nos mira con amor y que nos
dice, ¿qué querés que haga por ti? Y que animándonos a responder esta pregunta
queramos también vivir lo mismo. Ponernos como discípulos de Jesús también al
servicio de los demás.
Lecturas:
*Jer 31,7-9
*Sal 125,1-6
*Heb 5,1-6
*Mc 10,46-52
No hay comentarios:
Publicar un comentario