viernes, 4 de septiembre de 2015

Homilía: “¿En dónde pongo yo la fe y la esperanza?” – XX domingo durante el año


Hay una película de Disney que salió a principios de este año que se llama Tomorrowland en la que Casey es una adolescente que tiene un deseo muy profundo por la vida y por los sueños que tiene, camina y lucha por ellos más allá de las complicaciones que la vida diaria le va trayendo. En ese caminar y soñar, casi que en sucesos extraordinarios, se encuentra con un hombre ya más grande, Frank, más pesimista, negativo, que ve que las cosas andan mal aunque no era así de niño. La vida lo fue llevando a ese estado de ánimo. En un momento, ella, Casey, hablando con Frank, le dice: “Hay dos lobos que siempre están luchando, uno es la oscuridad y la desesperanza, otro es la luz y la esperanza, ¿Cuál gana? El que tú alimentes”. Podríamos traducir esta última frase a nosotros: ¿De qué nos alimentamos? ¿Qué es lo que dejamos que haga huella en nuestro corazón? ¿Qué es lo que dejamos que termine definiendo nuestro ánimo, nuestros deseos, nuestro mirar hacia adelante, nuestra misma fe y esperanza?

Esto es lo que venimos escuchando que Jesús le viene transmitiendo a la gente que es dar un salto en la vida y poner la fe en él, y creer en él. Sin embargo, él sabe que esto es complejo, que esto es difícil, que muchas veces nuestra vida, por las cosas que pasan, tira como hacia abajo y nos cuesta ser hombres y mujeres de esperanza, ser hombres y mujeres de fe, ser positivos, luchar por las cosas que valen la pena y vamos como perdiendo esa fuerza en el corazón. Como sabe que esto es difícil y complejo, nos alimenta, hace exactamente lo mismo: “el que come mi carne, el que bebe mi sangre es el que tendrá vida. ¿Ustedes quieren luchar, pelear por esa vida? Bueno, aliméntense de mi”. Cuando Jesús dice esto, su comunidad entra en crisis, ¿Por qué? Una cosa es que Jesús haga milagros, con eso estaban todos contentos, otra cosa es que Jesús les enseñe, les gustaba lo que Jesús les decía y que les diga que quiere que crean en él. Hasta ahí, más o menos, algunos creían más, a otros les costaba un poquito más, pero cuando Jesús les dice “tienen que comerme, tienen que alimentarse de mí”, ahí entra en crisis la comunidad, ¿Qué es esto? ¿Qué significa esto? Ahí es cuando aparecen estos problemas, Jesús les está pidiendo un salto muy grande. Es un salto diferente del que nos pide a nosotros porque a nosotros desde chiquitos nos han dicho que tenemos que comulgar, a la mayoría. Más allá de la fe que cada uno haya tenido, sabemos que está la eucaristía, que hay que acercarse a tomar la comunión, podríamos decir que ese no es nuestro problema.

La segunda parte creo que sigue siendo válida para todos nosotros, él dice que el que come de él, el que bebe de él, es el que va a tener vida. Podríamos preguntarnos si nosotros sentimos verdaderamente, cuando nos alimentamos de Jesús, que eso nos trae vida, que nos alimenta de aquellos valores, virtudes, dones que el evangelio transmite. O también nos dejamos llevar, muchas veces, por la desesperanza, por la angustia, por creer que todo es malo, por el pesimismo, por aquellas cosas que verdaderamente no nos dan vida. Creo que ninguno de nosotros quiere esas cosas. Por eso tenemos que luchar, es un combate, una pelea en el corazón contra aquello que muchas veces nos tiende a aquello que nos angustia, que nos aleja de lo que verdaderamente nos llena el corazón.

Tal vez, de una manera muy simple, se lo dice Pablo a su comunidad, “no sean necios - les dice - “ustedes han aprendido algo distinto, no se dejen seguir llevando por las borracheras, por un montón de cosas que no les dan vida, luchen por aquello que han aprendido”. Es una pelea en el corazón. Tal vez nosotros podríamos mirar en nuestra vida, cuáles son esas cosas superficiales que no nos dan vida verdaderamente, nos alejan de lo que le da sentido y valor a nuestra vida. ¿Cómo podemos pelear? Como dice ahí, es una lucha en el corazón, muchas veces, seguir aquello a lo que Jesús me invita y me puede traer vida. Por eso necesito alimentarme de él. Ahora, ¿para qué me alimento yo de Jesús? Creo que todos los que vamos a misa queremos aprender de él y alimentarnos. ¿Me alimento solamente para cumplir? “Quiero cumplir con Dios y con esto me basta”, ¿Me alimento tal vez porque se convirtió en una rutina mi vida, como muchas cosas se convierten en rutina y me acerco y lo hago como algo más? ¿O me alimento de Jesús pidiéndole que transforme mi vida? Aceptando también esa transformación en el corazón. ¿Soy capaz de acoger en mi vida ese alimento que me lleve a una vida diferente, distinta, pidiéndole que le dé un valor agregado? Porque esa es la invitación, ese es el pan de vida, ese es el que quiere transformar las cosas.

Podríamos mirar cada uno, en nuestra vida, en qué descubrimos que no tenemos vida hoy, en qué hemos perdido la esperanza, en qué hemos perdido la fe, por qué no queremos luchar, en qué somos muy negativos, muy pesimistas. Pero también, en qué tendríamos que pedirle ese alimento que nos dé verdadera vida. Uno cuando escucha la vida de Jesús mira a un Jesús que mira mas allá, por eso es un salto en la fe pero, ¿Por qué es capaz de mirar más allá? Porque hay un amor que lo sostiene. Casi que podríamos decir que nuestra fe y nuestra esperanza es proporcional a lo que hoy nos sentimos queridos y amados. En general, cuando uno se siente querido y amado, va por mucho más, lucha por mucho más en la vida, tiene mucho más sentido y esperanza. Jesús se siente sostenido por el Padre, tiene una confianza ilimitada en el Padre, se alimenta de Él y por eso es capaz de decir cosas que nosotros no entendemos cómo las dice. Por ejemplo, las bienaventuranzas: “felices los pobres… felices los que lloran… felices los que sufren injusticia…” y a uno, lo primero que le sale es ¿Por qué felices? Porque él es capaz de mirar un poquito más allá, no se queda con lo que hoy vemos en esta foto, es capaz de creer que la vida en Dios puede transformar los corazones y puede llevar a algo más.

En la fiesta de María, está ese cántico que seguro todos conocen, cuando dice “el señor derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, el señor colma de bienes a los hambrientos y echa a los ricos con las manos vacías”. La pregunta podría ser, ¿Cuándo va a suceder esto? ¿De qué manera? ¿De qué forma? No sé, porque va más allá de mí, pero María pone también la esperanza en Dios, no la pone solo acá, en lo que uno puede controlar o ver. Por eso es capaz de hacer este cántico que va mucho más allá. A nosotros nos invita, como cristianos, a también tener esa esperanza, ¿nos dejamos llevar o arrastrar por el mundo que, muchas veces, tira para otro lado? ¿O somos capaces de que este alimento de Jesús nos invite a ser como faros, como luces en medio del mundo, que traen algo distinto en la fe y en la esperanza? Porque no está puesta tanto en nosotros sino en la transformación que hace Dios.

Para poner como ejemplo, el fin de semana pasado todos hemos votado, o la mayoría, ¿De qué manera pensamos esto? A veces uno escucha “los políticos son todos iguales”, “Nada puede cambiar”, “Uh, que garrón, tengo que ir a votar”. ¿Ese es nuestro ánimo? ¿O intentamos traspasar un poquito eso y poner la esperanza, no en lo que yo controlo y veo que a veces pienso que no hay salida, sino en Dios? Hay que agradecer por tener una democracia, luchar porque sea mejor, que se transforme, confiar en que Dios puede tocar el corazón de la gente que no conozco tanto o que no confió y que es capaz de transformar la realidad, ¿En dónde pongo yo la fe y la esperanza? ¿Y de qué me alimento? ¿De ese pesimismo que no creo que construya nada ni ayude en nada? Que, al contrario, nos hace cada día mas violentos, nos separa más de los demás y nos divide ¿O nos alimentamos de un Jesús que nos invita a vivirlo de una manera diferente? Mirando de una manera diferente, confiando de una manera diferente. Es difícil, por eso es una lucha, es una lucha constante en el corazón entre dejarme llevar por el pesimismo, por lo que no construye, o por confiar en dios, por creer en Dios.

Creo que la situación en el tiempo de Jesús era bastante más compleja que la nuestra y, sin embargo, uno no se lo imagina a Jesús pesimista diciendo: “No, nada va a cambiar, todos son iguales, esto es un desastre”. Si verdaderamente queremos ser cristianos, tenemos que dejarnos transformar por él, empezar por nosotros y querer transmitir algo diferente. Como ellos le decían antes, “es difícil”, él les dice “aliméntense de mí y, si se alimentan de mi contra aquello que lleva a la desesperanza, muerte, oscuridad; van a descubrir un alimento que lleva vida, luz, esperanza, algo distinto”. Esa es la fe, doy un salto, “creo en vos señor, por eso me la juego, por eso lucho por esto, por eso, quiero tener una voz resonante, distinta, algo que transmite algo diferente, aun en los momentos de dolor”. Podemos poner otro ejemplo, ya no tanto en la confianza en los demás, sino en los momentos de sufrimiento y de dolor como han sido las inundaciones ahora en nuestro país. También en eso, ¿soy solamente quejoso, digo que todo está igual, no quiero acompañar, nadie se preocupa por esto? ¿O intento involucrarme de alguna manera? ¿Cómo puedo acompañar? ¿Cómo puedo transmitir, a veces, una palabra de esperanza cuando no la hay, cuando los caminos se cierran, cuando lo más fácil es decir “bueno, en esto no hay forma, no hay manera, bajo los brazos”? ¿O me animo, como Jesús, como María, a intentar ser una pequeña luz en eso, transmitir algo diferente y luchar por eso diferente? Esa es la invitación de Jesús.

A veces, la tentación que tenemos nosotros los cristianos es que el reino de Dios caiga como una maqueta del cielo, así, como hecho, para que sea más fácil. Obviamente que sería más fácil así y no que, nosotros los cristianos, seamos los que queremos transformar el mundo. Dios hizo algo diferente, el bajó, se involucró para transformar las cosas y transmitió eso para que otros cristianos sean testigos de ello, para que otros sean semilla de eso, para que otros marquen esa huella. Para que tengamos esa fuerza para luchar nos dijo “vengan y aliméntense de mí, yo les voy a dar vida para que ustedes den vida”.

Acerquémonos entonces, con un corazón que quiere transformarse, a recibir hoy este pan de vida. Pidámosle que cada uno de nosotros podamos también llevar esa vida de Dios, esa vida de Jesús, a los demás.


Lecturas:
*Libro de los Proverbios 9,1-6
*Salmo 33
*Carta del apóstol san Pablo a los Efesios 5,15-20
*Juan 6,51-58

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